Carlos Alberto Montaner:
«El rasgo que identifica y hace parecidas a todas las dictaduras es la intolerancia»
«Creo que es principalmente una cuestión de grados, pues en Cuba se ha llevado la intolerancia a unos parámetros que no se habían visto en América Latina».
El escritor y periodista cubano Carlos Alberto Montaner acaba de recibir junto a la presidenta de la Red Europea de Lucha contra la Mutilación Genital Femenina, la senegalesa Khady Koita, el Premio a la Tolerancia que entrega anualmente la Comunidad de Madrid. Montaner nació en La Habana, Cuba, en 1943. Reside en Madrid desde 1970. Ha sido profesor universitario en diversas instituciones de América Latina y Estados Unidos. La revista Poder lo ha calificado como uno de los columnistas más influyentes en lengua española. Montaner ha publicado una veintena de libros. Varios han sido traducidos al inglés, al portugués, el ruso y el italiano. En 1990 creó la Unión Liberal Cubana junto a exiliados y cubanos radicados en Cuba. El propósito era llevar el cambio democrático a la Isla por vías pacíficas. La ULC pronto se afilió a la Internacional Liberal. En 1992 Montaner fue elegido vicepresidente de la Internacional Liberal, cargo que ocupa desde entonces.
Gabriel Salvia: ¿Qué significa para un escritor en el exilio recibir un premio a la tolerancia?
Carlos Montaner: Me parece muy importante y no en cuanto al beneficio que me pueda traer, que no es nada, sino para la sociedad cubana que está precisamente falta de tolerancia y de libertades; es decir, es un pueblo sometido durante más de medio siglo a un gobierno que practica la intransigencia como si fuera una virtud y que además aplasta toda forma de disidencia, que no está dispuesto a aceptar a personas que se muevan fuera de los parámetros elegidos por el gobierno de lo cubano y lo revolucionario. Por esto es que han perseguido a los creyentes religiosos, han perseguido a las personas con opciones sexuales distintas a las de los heterosexuales, han perseguido a los artistas que realizan manifestaciones musicales o literarias que son contrarias a la ortodoxia; todo esto de tal manera que lo que caracteriza al régimen es la intolerancia, de modo que todo lo que sea subrayar la importancia de lo contrario, la importancia de la tolerancia y la importancia de aprender vivir con lo que no nos gusta, es algo que yo creo que le conviene a los cubanos.
G.S: En este rasgo que marca de la intolerancia, que es típico de regímenes totalitarios, ¿Se podría hacer una diferencia con el resto de las dictaduras militares latinoamericanas?
C.M: Yo creo que es un problema de grados. El rasgo que identifica y hace parecidas a todas las dictaduras es la intolerancia, la intolerancia con el adversario y con el que es diferente. Lo que pasa es que en ningún país de América Latina la cosa ha llegado al extremo de lo que ha llegado en Cuba. Pero prohibir libros se hizo en Argentina, no al extremo de someter a la cárcel a una persona por prestar libros prohibidos como ocurrió en Cuba con los bibliotecarios independientes; perseguir a quienes escriben cosas contrarias a un régimen también ocurrió en todas partes, pero no como en Cuba que llevan medio siglo con las cárceles repletas de personas que se atrevieron a escribir pacíficamente algunos comentarios críticos sobre el gobierno. Así que yo creo que es principalmente una cuestión de grados, pues en Cuba se ha llevado la intolerancia a unos parámetros que no se habían visto en América Latina.
G.S: ¿Por qué cree que hay tanta complacencia internacional con el régimen cubano? Esto teniendo en cuenta que cuando se sanciona la Declaración Universal de los Derechos Humanos, precisamente en lo que se hace hincapié es que hay ciertos derechos que son universales y que todos los países la debe respetar sin que ningún gobierno pueda argumentar que tiene sus propias reglas, en este caso que se basan en la intolerancia.
C.M: Yo creo que la aceptación parcial del gobierno cubano ocurre más que nada en el nivel público, porque cada vez que hay una encuesta, que el Latinobarómetro hace todos los años sobre el nivel de popularidad del gobierno cubano, resulta ser el más bajo de la región. En Argentina por ejemplo, es bajo el nivel de popularidad, pero es el más alto de toda América Latina, porque en Argentina hay una grave confusión de valores hace muchísimo tiempo. Pero en general cuando la pregunta es: “¿Usted quisiera un régimen para su país como el cubano?”, la respuesta abrumadora es que de ninguna manera. Ahora, todos los gobiernos tienen una actitud distinta, tienen un mecanismo de protección, de no crearse problemas y no abrirse frente para que se los tiren a ellos. Por ejemplo en el Comité de Derechos Humanos de Naciones Unidos, países como Irán, China, Rusia, Libia y Cuba, se ponen de acuerdo para establecer políticas comunes para defenderse de los ataques a las violaciones a los Derechos Humanos y ponen a la diplomacia de esos países al servicio de eso. Ante esto, entonces lo que hacen es esconder bajo la alfombra sus crímenes y lo hacen con la complicidad de otros países. Y lo que hacen muchos países para no meterse en problemas diplomáticos, es ceder, lo que sucede mucho en América Latina.
G.S: Uno ve lo que acaba de pasar con Suecia, que al mencionar a Cuba entre los países del mundo que violan los derechos humanos en el mundo, sufrió la arremetida del gobierno cubano. Por eso, ¿Coincide en que la principal exportación del régimen castrista es la intolerancia política?
C.M: Si totalmente de acuerdo. Además atraviesan sus fronteras, tú ves todo lo que hacen en Argentina y lo que financian. La mano autoritaria e intolerante se manifiesta en el exterior, no con la misma fuerza que en Cuba porque no pueden meter a la cárcel ni fusilar a la gente, pero con la misma virulencia.
G.S: ¿Y cómo ve la situación actual en la isla?
C.M: Yo creo que todo el mundo está esperando que muera Castro y que empiece alguna suerte de cambio. El país esta congelado en la isla con unas ideas de principios del siglo XX y un modo de administración de 1970, que es cuando se calca el modelo soviético, es decir ya no existe el marxismo, ya no existe la URSS, pero el país sigue ahí como una especie de imagen del pasado congelada y la gente desesperada, pero qué van a hacer frente a la capacidad de represión del régimen y el leninismo que es muy fuerte. El leninismo es un estupendo constructor de cárceles y esa cárcel inmensa que es Cuba es prácticamente infranqueable, pero todos están convencidos de que el régimen va a cambiar y lo probable es que el cambio comience con la muerte del caudillo.
G.S: ¿Y qué tipo de cambios podría empezar a tener Cuba?
C.M: Creo que el único cambio que podría tener Cuba, como cualquier régimen comunista, es avanzar en cuotas de libertad y de mercado, no hay otro camino. Bueno, el otro podría ser la involución, es decir cavar trincheras y convertirse en algo peor que Corea del Norte, pero me parece que no sería esa la estructura que tomaría Cuba porque la clase dirigente cubana está totalmente desmoralizada y no cree en el sistema y no va a defenderlo.
G.S: Pasando ahora al resto de América Latina, ¿Cómo considera que se encuentra en la región el estado de la tolerancia, una característica clave de la vida democrática?
C.M: Hasta ahora en Argentina hay presiones económicas contra los medios de comunicación incómodos para el gobierno, pero no hay un acoso judicial importante, o por lo menos si lo hay yo no lo conozco. Tampoco a las personas que tienen una actitud crítica se les trata con severidad, claro que el gobierno tiene una mayoría muy cómoda y no sé cómo va cambiar ese respaldo, porque se está viviendo una bonanza económica por los precios internacionales y por el consumo internacional generan un pronóstico de unos cuantos años de bonanza y crecimiento y por lo tanto de respaldo. Pero donde yo veo síntomas gravísimos es en Venezuela, en Bolivia y Ecuador, ahí si las cosas están muy mal.
G.S: ¿Cómo está de mal la situación en Venezuela?
C.M: Como sabemos, todo el poder lo acapara el señor Hugo Chávez. Yo creo que sí hubo en el 2004 fraude en el referéndum y a partir de ahí se aceleró el proceso al socialismo, como él le llama y cuyo modelo es Cuba, y hacen cosas como el acoso a la prensa en donde ya gran parte de ella está silenciada o neutralizada. Recientemente, por ejemplo, comenzaron a arrancar las vallas en las carreteras porque eso induce al consumo y el consumo es malo de acuerdo a todas las teorías de esta gente. Unos dementes, porque si no hay consumo y no se mueve la economía a ver cómo prosperan y crecen los países entonces. Ahora están en la fase súper radical, con lo que cierran un canal de televisión, que amenazan un director de un periódico que no se vende a un amigo del gobierno y arrancan las propagandas publicitarias; todo de manera que ahí vamos hacia una dictadura cada vez más intolerante y cada vez más anti-occidental. Se ha dado una emigración que ya es masiva de la gente más educada, en donde como no ha podido salvar el capital financiero se van a salvar el capital humano; se van con sus conocimientos a otra parte donde los aprovechen mejor y donde puedan hacer mejor sus vidas. Creo que estamos viendo la creciente demolición de la República Venezolana y seguirá hasta que quedará en escombros y será un país muy pobre. Ya PDVSA, que es el motor económico del país porque es la empresa pública que controla el petróleo, se convirtió en la caja chica de Chávez, que utiliza sus recursos como le da la gana. PDVSA está en una situación financiera sumamente crítica, muy grave.
G.S: ¿Cómo se entiende la saludable realización de procesos electorales en América Latina y que al mismo tiempo emerjan gobiernos como el de Correa en Ecuador?
C.M: Hay señales mixtas, porque por una parte hay cuenta que se respeta el ejercicio democrático, pero por otra hay pueblos que eligen la solución que no es solución sino la salida populista de la crisis como es el caso de Ecuador. Pero la razón por la que eso sucede es porque falló el Estado ecuatoriano de manera estrepitosa. Los gobiernos anteriores durante veinte años, se dedicaron a desnaturalizar la esencia de una república, que es el respeto por los poderes diferente, el judicial, legislativo y por supuesto el ejecutivo; la falta de respeto a la ley en general, los niveles de corrupción y la incapacidad del Estado para crear los bienes que tiene que crear o los servicios que tiene que proporcionar de una manera adecuada. Entonces si la educación pública es un desastre, si la salud pública es un desastre y la justicia es prácticamente inencontrable en el país, y la policía no protege de los atropellos y los problemas, entonces la gente para qué quiere a ese Estado si en vez de solucionarle los problemas lo que hace es aumentarlos. Es ahí donde se produce un giro, que es un giro suicida hacia un caudillo, que es el que los va a sacar de los conflictos y problemas. Ellos eligieron a Correa, que es un economista graduado en Estados Unidos y en Bélgica, pero con las ideas de un populista de izquierda inclinado a hacer en Ecuador la locura que está sucediendo en Venezuela, con lo que tendremos entonces a alguien que en lugar de ser elegido para solucionar problemas, ha sido elegido para crearlos. Es eso lo que vamos a ver.
G.S: ¿Cómo analiza la situación de los partidos políticos en América Latina y cuán necesaria sería una modernización de los mismos?
C.M: En general están muy mal los partidos políticos en América Latina. Hay fuerza emergente antipartido que, muchas veces por la misma falta de fuerza de los partidos, esas fuerzas emergentes acaparan la atención de la opinión pública y se convierten en protagonistas. Creo que eso es gravísimo. Los partidos tiene que encontrar un diseño adecuado a la sociedad en la viven, no todos pueden ser iguales. En segundo lugar una idea clara de cuál es su función en el mantenimiento de la república; y al mismo tiempo hacer todo esto sin que se produzca una oferta clientelista, es decir convertir a los partidos políticos en dispensadores de privilegios para sus partidarios, eso es lo que hay que evitar a toda costa. Pero por otra parte es muy difícil de evitar porque las sociedades y las personas quieren partidos políticos que los favorezcan a ellos personalmente, como individuos, y no al conjunto del país, por lo que hay que buscar un equilibrio muy complicado. En algunos países es más fácil, por ejemplo en Europa, donde los partidos aún son fuertes al igual que en Estados Unidos. Pero para que los partidos sean fuertes y funcionen lo primero que tiene que funcionar es el Estado de Derecho y el Estado tiene que dar sus frutos, porque ante Estados fallidos la consecuencia es la explosión de los partidos. La pregunta que se hace la gente es: “¿Para qué quiero partidos políticos, si la consecuencia de que pasen por el poder es un desastre”?
G.S: ¿No cree que debería haber nuevos lineamientos políticos? Es decir, tradicionalmente los sectores liberales estaban asociados con sectores conservadores, un poco por la defensa a las libertades económicas, en tanto que la izquierda democrática estaba aliada a sectores más radicales de izquierda, también por cuestiones económicas. ¿Acaso no llegó la hora en América Latina de ir hacia un liberal progresismo, como uno lo puede ver en Chile, donde el común denominador sea la defensa de las instituciones democráticas y luego, en el marco del pluralismo político y en los poderes legislativos, debatir lo que es mejor en materia económico y social?
C.M: Yo creo que sí. Chile es un caso interesante de cómo los partidos políticos se han agrupado para la defensa en general de un modelo de libertades económicas y políticas. Y es muy importante eso que tu has dicho porque la prioridad es el sostenimiento de un modelo de libertades y a partir de ahí se empiezan a establecer los matices. Hay países en Europa en donde los liberales han podido convertirse en opciones de gobierno con los demócrata-cristianos o con los socialdemócratas, como ocurre en Alemania. Pero arrancándoles a cambio las concesiones de carácter ideológico que se necesitan para el sostenimiento de las libertades. En otras palabras, cuando los liberales alemanes pactan con los demócrata-cristianos, es a cambio de que el Estado continúe siendo un Estado fundamentalmente laico en donde se respeten los derechos individuales de una manera muy clara. Cuando pactan con los socialdemócratas, parte del pacto es que la propiedad privada se respete.
El escritor y periodista cubano Carlos Alberto Montaner acaba de recibir junto a la presidenta de la Red Europea de Lucha contra la Mutilación Genital Femenina, la senegalesa Khady Koita, el Premio a la Tolerancia que entrega anualmente la Comunidad de Madrid. Montaner nació en La Habana, Cuba, en 1943. Reside en Madrid desde 1970. Ha sido profesor universitario en diversas instituciones de América Latina y Estados Unidos. La revista Poder lo ha calificado como uno de los columnistas más influyentes en lengua española. Montaner ha publicado una veintena de libros. Varios han sido traducidos al inglés, al portugués, el ruso y el italiano. En 1990 creó la Unión Liberal Cubana junto a exiliados y cubanos radicados en Cuba. El propósito era llevar el cambio democrático a la Isla por vías pacíficas. La ULC pronto se afilió a la Internacional Liberal. En 1992 Montaner fue elegido vicepresidente de la Internacional Liberal, cargo que ocupa desde entonces.
Gabriel Salvia: ¿Qué significa para un escritor en el exilio recibir un premio a la tolerancia?
Carlos Montaner: Me parece muy importante y no en cuanto al beneficio que me pueda traer, que no es nada, sino para la sociedad cubana que está precisamente falta de tolerancia y de libertades; es decir, es un pueblo sometido durante más de medio siglo a un gobierno que practica la intransigencia como si fuera una virtud y que además aplasta toda forma de disidencia, que no está dispuesto a aceptar a personas que se muevan fuera de los parámetros elegidos por el gobierno de lo cubano y lo revolucionario. Por esto es que han perseguido a los creyentes religiosos, han perseguido a las personas con opciones sexuales distintas a las de los heterosexuales, han perseguido a los artistas que realizan manifestaciones musicales o literarias que son contrarias a la ortodoxia; todo esto de tal manera que lo que caracteriza al régimen es la intolerancia, de modo que todo lo que sea subrayar la importancia de lo contrario, la importancia de la tolerancia y la importancia de aprender vivir con lo que no nos gusta, es algo que yo creo que le conviene a los cubanos.
G.S: En este rasgo que marca de la intolerancia, que es típico de regímenes totalitarios, ¿Se podría hacer una diferencia con el resto de las dictaduras militares latinoamericanas?
C.M: Yo creo que es un problema de grados. El rasgo que identifica y hace parecidas a todas las dictaduras es la intolerancia, la intolerancia con el adversario y con el que es diferente. Lo que pasa es que en ningún país de América Latina la cosa ha llegado al extremo de lo que ha llegado en Cuba. Pero prohibir libros se hizo en Argentina, no al extremo de someter a la cárcel a una persona por prestar libros prohibidos como ocurrió en Cuba con los bibliotecarios independientes; perseguir a quienes escriben cosas contrarias a un régimen también ocurrió en todas partes, pero no como en Cuba que llevan medio siglo con las cárceles repletas de personas que se atrevieron a escribir pacíficamente algunos comentarios críticos sobre el gobierno. Así que yo creo que es principalmente una cuestión de grados, pues en Cuba se ha llevado la intolerancia a unos parámetros que no se habían visto en América Latina.
G.S: ¿Por qué cree que hay tanta complacencia internacional con el régimen cubano? Esto teniendo en cuenta que cuando se sanciona la Declaración Universal de los Derechos Humanos, precisamente en lo que se hace hincapié es que hay ciertos derechos que son universales y que todos los países la debe respetar sin que ningún gobierno pueda argumentar que tiene sus propias reglas, en este caso que se basan en la intolerancia.
C.M: Yo creo que la aceptación parcial del gobierno cubano ocurre más que nada en el nivel público, porque cada vez que hay una encuesta, que el Latinobarómetro hace todos los años sobre el nivel de popularidad del gobierno cubano, resulta ser el más bajo de la región. En Argentina por ejemplo, es bajo el nivel de popularidad, pero es el más alto de toda América Latina, porque en Argentina hay una grave confusión de valores hace muchísimo tiempo. Pero en general cuando la pregunta es: “¿Usted quisiera un régimen para su país como el cubano?”, la respuesta abrumadora es que de ninguna manera. Ahora, todos los gobiernos tienen una actitud distinta, tienen un mecanismo de protección, de no crearse problemas y no abrirse frente para que se los tiren a ellos. Por ejemplo en el Comité de Derechos Humanos de Naciones Unidos, países como Irán, China, Rusia, Libia y Cuba, se ponen de acuerdo para establecer políticas comunes para defenderse de los ataques a las violaciones a los Derechos Humanos y ponen a la diplomacia de esos países al servicio de eso. Ante esto, entonces lo que hacen es esconder bajo la alfombra sus crímenes y lo hacen con la complicidad de otros países. Y lo que hacen muchos países para no meterse en problemas diplomáticos, es ceder, lo que sucede mucho en América Latina.
G.S: Uno ve lo que acaba de pasar con Suecia, que al mencionar a Cuba entre los países del mundo que violan los derechos humanos en el mundo, sufrió la arremetida del gobierno cubano. Por eso, ¿Coincide en que la principal exportación del régimen castrista es la intolerancia política?
C.M: Si totalmente de acuerdo. Además atraviesan sus fronteras, tú ves todo lo que hacen en Argentina y lo que financian. La mano autoritaria e intolerante se manifiesta en el exterior, no con la misma fuerza que en Cuba porque no pueden meter a la cárcel ni fusilar a la gente, pero con la misma virulencia.
G.S: ¿Y cómo ve la situación actual en la isla?
C.M: Yo creo que todo el mundo está esperando que muera Castro y que empiece alguna suerte de cambio. El país esta congelado en la isla con unas ideas de principios del siglo XX y un modo de administración de 1970, que es cuando se calca el modelo soviético, es decir ya no existe el marxismo, ya no existe la URSS, pero el país sigue ahí como una especie de imagen del pasado congelada y la gente desesperada, pero qué van a hacer frente a la capacidad de represión del régimen y el leninismo que es muy fuerte. El leninismo es un estupendo constructor de cárceles y esa cárcel inmensa que es Cuba es prácticamente infranqueable, pero todos están convencidos de que el régimen va a cambiar y lo probable es que el cambio comience con la muerte del caudillo.
G.S: ¿Y qué tipo de cambios podría empezar a tener Cuba?
C.M: Creo que el único cambio que podría tener Cuba, como cualquier régimen comunista, es avanzar en cuotas de libertad y de mercado, no hay otro camino. Bueno, el otro podría ser la involución, es decir cavar trincheras y convertirse en algo peor que Corea del Norte, pero me parece que no sería esa la estructura que tomaría Cuba porque la clase dirigente cubana está totalmente desmoralizada y no cree en el sistema y no va a defenderlo.
G.S: Pasando ahora al resto de América Latina, ¿Cómo considera que se encuentra en la región el estado de la tolerancia, una característica clave de la vida democrática?
C.M: Hasta ahora en Argentina hay presiones económicas contra los medios de comunicación incómodos para el gobierno, pero no hay un acoso judicial importante, o por lo menos si lo hay yo no lo conozco. Tampoco a las personas que tienen una actitud crítica se les trata con severidad, claro que el gobierno tiene una mayoría muy cómoda y no sé cómo va cambiar ese respaldo, porque se está viviendo una bonanza económica por los precios internacionales y por el consumo internacional generan un pronóstico de unos cuantos años de bonanza y crecimiento y por lo tanto de respaldo. Pero donde yo veo síntomas gravísimos es en Venezuela, en Bolivia y Ecuador, ahí si las cosas están muy mal.
G.S: ¿Cómo está de mal la situación en Venezuela?
C.M: Como sabemos, todo el poder lo acapara el señor Hugo Chávez. Yo creo que sí hubo en el 2004 fraude en el referéndum y a partir de ahí se aceleró el proceso al socialismo, como él le llama y cuyo modelo es Cuba, y hacen cosas como el acoso a la prensa en donde ya gran parte de ella está silenciada o neutralizada. Recientemente, por ejemplo, comenzaron a arrancar las vallas en las carreteras porque eso induce al consumo y el consumo es malo de acuerdo a todas las teorías de esta gente. Unos dementes, porque si no hay consumo y no se mueve la economía a ver cómo prosperan y crecen los países entonces. Ahora están en la fase súper radical, con lo que cierran un canal de televisión, que amenazan un director de un periódico que no se vende a un amigo del gobierno y arrancan las propagandas publicitarias; todo de manera que ahí vamos hacia una dictadura cada vez más intolerante y cada vez más anti-occidental. Se ha dado una emigración que ya es masiva de la gente más educada, en donde como no ha podido salvar el capital financiero se van a salvar el capital humano; se van con sus conocimientos a otra parte donde los aprovechen mejor y donde puedan hacer mejor sus vidas. Creo que estamos viendo la creciente demolición de la República Venezolana y seguirá hasta que quedará en escombros y será un país muy pobre. Ya PDVSA, que es el motor económico del país porque es la empresa pública que controla el petróleo, se convirtió en la caja chica de Chávez, que utiliza sus recursos como le da la gana. PDVSA está en una situación financiera sumamente crítica, muy grave.
G.S: ¿Cómo se entiende la saludable realización de procesos electorales en América Latina y que al mismo tiempo emerjan gobiernos como el de Correa en Ecuador?
C.M: Hay señales mixtas, porque por una parte hay cuenta que se respeta el ejercicio democrático, pero por otra hay pueblos que eligen la solución que no es solución sino la salida populista de la crisis como es el caso de Ecuador. Pero la razón por la que eso sucede es porque falló el Estado ecuatoriano de manera estrepitosa. Los gobiernos anteriores durante veinte años, se dedicaron a desnaturalizar la esencia de una república, que es el respeto por los poderes diferente, el judicial, legislativo y por supuesto el ejecutivo; la falta de respeto a la ley en general, los niveles de corrupción y la incapacidad del Estado para crear los bienes que tiene que crear o los servicios que tiene que proporcionar de una manera adecuada. Entonces si la educación pública es un desastre, si la salud pública es un desastre y la justicia es prácticamente inencontrable en el país, y la policía no protege de los atropellos y los problemas, entonces la gente para qué quiere a ese Estado si en vez de solucionarle los problemas lo que hace es aumentarlos. Es ahí donde se produce un giro, que es un giro suicida hacia un caudillo, que es el que los va a sacar de los conflictos y problemas. Ellos eligieron a Correa, que es un economista graduado en Estados Unidos y en Bélgica, pero con las ideas de un populista de izquierda inclinado a hacer en Ecuador la locura que está sucediendo en Venezuela, con lo que tendremos entonces a alguien que en lugar de ser elegido para solucionar problemas, ha sido elegido para crearlos. Es eso lo que vamos a ver.
G.S: ¿Cómo analiza la situación de los partidos políticos en América Latina y cuán necesaria sería una modernización de los mismos?
C.M: En general están muy mal los partidos políticos en América Latina. Hay fuerza emergente antipartido que, muchas veces por la misma falta de fuerza de los partidos, esas fuerzas emergentes acaparan la atención de la opinión pública y se convierten en protagonistas. Creo que eso es gravísimo. Los partidos tiene que encontrar un diseño adecuado a la sociedad en la viven, no todos pueden ser iguales. En segundo lugar una idea clara de cuál es su función en el mantenimiento de la república; y al mismo tiempo hacer todo esto sin que se produzca una oferta clientelista, es decir convertir a los partidos políticos en dispensadores de privilegios para sus partidarios, eso es lo que hay que evitar a toda costa. Pero por otra parte es muy difícil de evitar porque las sociedades y las personas quieren partidos políticos que los favorezcan a ellos personalmente, como individuos, y no al conjunto del país, por lo que hay que buscar un equilibrio muy complicado. En algunos países es más fácil, por ejemplo en Europa, donde los partidos aún son fuertes al igual que en Estados Unidos. Pero para que los partidos sean fuertes y funcionen lo primero que tiene que funcionar es el Estado de Derecho y el Estado tiene que dar sus frutos, porque ante Estados fallidos la consecuencia es la explosión de los partidos. La pregunta que se hace la gente es: “¿Para qué quiero partidos políticos, si la consecuencia de que pasen por el poder es un desastre”?
G.S: ¿No cree que debería haber nuevos lineamientos políticos? Es decir, tradicionalmente los sectores liberales estaban asociados con sectores conservadores, un poco por la defensa a las libertades económicas, en tanto que la izquierda democrática estaba aliada a sectores más radicales de izquierda, también por cuestiones económicas. ¿Acaso no llegó la hora en América Latina de ir hacia un liberal progresismo, como uno lo puede ver en Chile, donde el común denominador sea la defensa de las instituciones democráticas y luego, en el marco del pluralismo político y en los poderes legislativos, debatir lo que es mejor en materia económico y social?
C.M: Yo creo que sí. Chile es un caso interesante de cómo los partidos políticos se han agrupado para la defensa en general de un modelo de libertades económicas y políticas. Y es muy importante eso que tu has dicho porque la prioridad es el sostenimiento de un modelo de libertades y a partir de ahí se empiezan a establecer los matices. Hay países en Europa en donde los liberales han podido convertirse en opciones de gobierno con los demócrata-cristianos o con los socialdemócratas, como ocurre en Alemania. Pero arrancándoles a cambio las concesiones de carácter ideológico que se necesitan para el sostenimiento de las libertades. En otras palabras, cuando los liberales alemanes pactan con los demócrata-cristianos, es a cambio de que el Estado continúe siendo un Estado fundamentalmente laico en donde se respeten los derechos individuales de una manera muy clara. Cuando pactan con los socialdemócratas, parte del pacto es que la propiedad privada se respete.