Facundo Guardado:
«Chávez alimenta expectativas falsas»
«Para una sociedad que está hastiada de lo que tiene, donde la democracia no termina de convencerla y cuando aparece un líder cargado de plata -para qué nos vamos a engañar- hay gente que se entusiasma creyendo que esa es la solución».
Facundo Guardado fue entre los años 1980 y 1992 miembro del movimiento rebelde, como guerrillero, combatiente, jefe, y negociador de la paz en El Salvador. Y concluido el conflicto formó parte de la dirección del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional. En 1999 fue candidato a presidente y promueve un movimiento político de tendencia socialdemócrata moderna en El Salvador. Critica a Fidel Castro, a Hugo Chávez y al sector conservador duro de Estados Unidos, y admira a la Concertación chilena.
- “Yo no crecí en la célula de un grupo cerrado, sino que crecí entre las comunidades campesinas, entre los estudiantes secundarios y universitarios, o los gremios magisteriales. Allí hice mi escuela política hasta 1980”.
- “Del 2000 hacia acá he tratado, con otro grupo de personas, de intentar abrirle brecha a una propuesta de izquierda democrática, de izquierda moderna para el Salvador. Una izquierda capaz de ser mayoría política y social, y capaz de llevar al país por la agenda del progreso. Hemos apostado y queremos apostar a un país en paz, un país en progreso, un país con instituciones que puedan ser duraderas y en las cuales todo el mundo pueda confiar”.
- “Creo que el factor Cuba en América Latina terminó convirtiéndose en un elemento, podría decir incluso decisivo, para retardar el progreso de esta área del planeta. No me cabe ninguna duda”.
- “La posibilidad de sacar adelante nuestros países depende de otros liderazgos, de otras visiones de la vida, del mundo, de la política, de la cultura misma. Han sido unas prácticas absolutamente nefastas: el populismo, el clientelismo político, la corrupción en estos países siendo tan ricos. La verdad es que muchos de estos gobiernos en América Latina se han encargado más de empobrecer a los países”.
- “Los países que han logrado establecer un sistema político mucho más responsable, mucho más abierto (como el caso de Chile, que creo que es lo más visible en América latina) van por otra ruta, por una ruta distinta, de proyectos sociales, políticos y económicos sostenibles. Ruta que desde aquí, desde Centroamérica, los que tenemos convicciones socialdemócratas y democráticas en general admiramos, y quisiéramos también algún día poder entrar en ese camino”.
- “Los centroamericanos que no producimos petróleo nos toca pagar las aventuras de Chávez. Pero francamente lo que hace Chávez en la región es alimentar expectativas falsas para una sociedad que está hastiada de lo que tiene”.
- “Esperaremos a ver si Daniel Ortega es capaz de desasociarse de la época de la guerra fría, del fanatismo, del sectarismo, del populismo de Chávez y del pacto con Alemán, y es capaz entonces de acercarse a los gobiernos de la región mucho más plurales como el de Costa Rica”.
Gabriel Salvia: Antes de abordar los temas de actualidad, me gustaría que nos cuente un poco su historia personal. ¿Qué experiencias vivió en esa Centroamérica tan convulsionada y cuál fue su participación política en ella?
Facundo Guardado: Yo me involucro en los movimientos sociales en 1974, a los 19 años de edad y originalmente estuve al frente de organizaciones campesinas que demandaban tierra y democracia; y la lucha contra el militarismo ya desde esa época, contra la dictadura del coronel Arturo Armando Molina, quien gobernaba el país a base de fraudes. Y participo luego, en los siguientes años, del ´74 al ´77, dirigiendo movimientos estudiantiles y magisteriales, hasta llegar en el año ´78 a dirigir una organización que se llamó en el Salvador el “Bloque Popular Revolucionario”, que ha sido en la historia del país la organización popular, o político-social, más desarrollada, la que más impacto creó en toda la generación de luchadores de los años ´70 en el Salvador. Y luego, a partir del año ´79, estuve detenido por la dictadura y hubo un enorme levantamiento social para demandar mi libertad. Y logré salir libre gracias a esa presión de la gente. Y a partir del ´80 hasta el año ´92 me toca ser parte del movimiento rebelde, como guerrillero, como combatiente, como jefe, como negociador de la paz. De esos 12 años yo paso diez en el frente y dos años en distintas misiones de manera esporádica, ya que me tocó recorrer la mayor parte de los países del mundo buscando apoyo y dando a conocer lo que sucedía en Centroamérica. Participé desde las primeras negociaciones que se llevaron a cabo en el año ´84 con el presidente Napoleón Duarte, en las que, hay que recordarlo para la historia, tanto los sectores más duros de la derecha, como los sectores más fanáticos de la izquierda decían “negociación es traición”. Y en esas condiciones nos tocó abrir brecha, a partir del año ´84. Ya en el período final de la firma de la paz fui parte del equipo que estaba llevando adelante las negociaciones, y me tocaba viajar desde el frente, con apoyo de Naciones Unidas o de la Cruz Roja , hacia distintos países donde se llevaban a cabo las negociaciones. Yo salía del frente para viajar a donde se realizaban las negociaciones, y regresaba luego en helicóptero nuevamente. Y concluido ya el conflicto, formo parte de la dirección de lo que se constituyó como FMLN (Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional ) como partido político e integro su dirección. Y en el año ´97 asumo la coordinación general de este partido, como resultado de una elección abierta e intento, junto a otro grupo de dirigentes, hacer una reforma para convertir al FMLN en una fuerza de carácter socialdemócrata, más comprometida con el progreso, con el bienestar social y alejarlo del discurso de la guerra fría o del tipo de fanatismo de izquierda que siempre he considerado que no lleva a ningún buen fin. En esa ruta me tocó competir también en la elección interna para la candidatura presidencial en el año ´99. Ganamos esa candidatura interna, pero como fue bastante tardía se nos dificultó competir en la elección presidencial, pero sacamos un 30% de la votación. Pero también ahí mismo me di cuenta que iba a ser muy difícil hacer la reforma dentro del FMLN. Había sectores que estaban extremadamente fanatizados y asociados a las concesiones que desde La Habana se habían establecido en esa época para las izquierdas de América Latina. Por lo que desistí de continuar esa batalla ya en el año 2000, y a partir de allí me desvinculé de forma orgánica (a pesar de que ya estaba desvinculado de la dirigencia). En estos años del 2000 hacia acá he tratado, con otro grupo de personas, de intentar abrirle brecha a una propuesta de izquierda democrática, de izquierda moderna para el Salvador. Una izquierda capaz de ser mayoría política y social, y capaz de llevar al país por la agenda del progreso.
G. S.: ¿Cuáles son las premisas políticas y económicas que te fueron haciendo cambiar hacia una visión socialdemócrata?
F. G.: Creo que tiene que ver bastante con mi historia. Yo no crecí en la célula de un grupo cerrado, sino que crecí entre las comunidades campesinas, entre los estudiantes secundarios y universitarios, o los gremios magisteriales. Allí hice mi escuela política hasta 1980. Y en ese año lo que sucedió es que se nos cerraron absolutamente todas las posibilidades de buscar cambios por vías pacíficas. Y nos tocó a esa generación tomar las armas. Tomar las armas para terminar con el militarismo. Y lograr, al final de esos 12 años de guerra, los espacios de participación política y social, la conquista del reconocimiento de los derechos humanos, los derechos civiles, los derechos a la participación política, de los cuales estaba vedada prácticamente la mitad de la sociedad salvadoreña. Entonces, me toca vivir un ambiente totalmente abierto, en comunicación con infinidad de personas de distintos sectores sociales, de distintas creencias religiosas. Creo que eso me sirvió. Ya en el año ´81, a mí me tocó enfrentarme junto con Nélida Anaya Montes (que fue asesinada en Managua en el ´83) contra la visión y las prácticas estalinistas de Salvador Cayetano Carpio y de un grupo que lo rodeaban. Quienes pretendían imponer, dentro de la organización a la que yo pertenecía, un esquema totalmente de sujeción a la autoridad, sin chance alguna de que la gente pudiera pensar, deliberar con libertad. Y esa batalla fue muy dura porque Nélida Anaya Montes, que era la segunda dirigente, fue asesinada por defender también una izquierda plural, una izquierda abierta. Y yo me salvé de milagro porque justo un mes antes había estado también en Managua con Nélida discutiendo esto, pero un mes antes ya había salido para el frente; y luego Salvador Cayetano Carpio se suicida cuando es descubierto por el crimen de Managua. Esos hechos fueron muy trágicos, pero quiero decirte la idea de concebir una izquierda plural, una izquierda sensata, razonable, no fanática, no sectaria, no es una ocurrencia del siglo XXI, sino que en mi caso personal me tocó asumir esa batalla cuando tenía 27 años y enfrentarme al más importante líder de la izquierda salvadoreña, ya defendiendo unas convicciones de una izquierda moderna, una izquierda pensando más en el progreso y menos nostálgica del pasado. Y por supuesto el hecho de haber conocido durante los años ´80 y principios de los ´90 a muchos líderes mundiales de distintas denominaciones políticas, religiosas, cristianas, también te va ampliando la visión de la vida, del mundo, de la política; sabiendo que hay cosas más importantes que uno no las conocía y las va descubriendo. Y eso sólo me ha pasado a mí. Aquí cuento, si quieres, con un poco de ego la parte de mi historia, pero es la historia por la que hemos pasado muchos salvadoreños que luchamos contra la dictadura y tomamos las armas contra ella porque teníamos cerrados cualquier otra posibilidad de cambio. Pero no porque fuéramos amantes de la guerra o de la violencia, o de mantener en zozobra una sociedad. Hemos apostado y queremos apostar a un país en paz, un país en progreso, un país con instituciones que puedan ser duraderas y en las cuales todo el mundo pueda confiar.
G. S.: ¿Qué balance puede hacer de la intervención de Cuba en Centroamérica y en toda América Latina?
F. G.: En resumen yo creo que el factor Cuba en América Latina terminó convirtiéndose en un elemento, podría decir incluso decisivo, para retardar el progreso de esta área del planeta. No me cabe ninguna duda. Creo que, al final de cuentas, durante todos estos años ha habido un juego entre los sectores más conservadores que se mueven en la política norteamericana y Fidel Castro. Ha habido un juego en el que ambos se han necesitado. En el que los dos han sacado ventajas mutuas de sus posiciones. Y eso creo que ha sido tremendamente negativo para todos los países del continente. De una u otra manera terminaron poniéndonos casi en el centro de la guerra fría. La razón por la cual los conflictos en la región centroamericana son tan encarnizados y se prolongan tantos años, es justamente porque terminamos siendo parte de la confrontación este-oeste en esa época. No porque nosotros lo buscáramos así, sino por el mismo juego que se hacía, desde Washington, por los sectores más conservadores, y desde La Habana , por el grupo de Fidel Castro. Esa parte de la historia, tristemente, ha sido así. Y aún día, en la época actual, la contribución que tanto el Sr. Bush como el Sr. Castro pueden dar para al progreso de América Latina, o de la misma Cuba y el Caribe, creo que es prácticamente nula. La posibilidad de sacar adelante nuestros países depende de otros liderazgos, de otras visiones de la vida, del mundo, de la política, de la cultura misma. O sea, tenemos que salir los latinoamericanos de esa trampa; al igual que de la trampa populista (y a populista se le puede poner cualquier viñeta, de izquierda o de derecha) que tanto daño ha hecho. Han sido unas prácticas absolutamente nefastas: el populismo, el clientelismo político, la corrupción en estos países siendo tan ricos. La verdad es que muchos de estos gobiernos en América Latina se han encargado más de empobrecer a los países. Ha sido su misión principal. Y por eso estamos como estamos. Y los países que han logrado establecer un sistema político mucho más responsable, mucho más abierto (como el caso de Chile, que creo que es lo más visible en América latina) van por otra ruta, por una ruta distinta, de proyectos sociales, políticos y económicos sostenibles. Ruta que desde aquí, desde Centroamérica, los que tenemos convicciones socialdemócratas y democráticas en general admiramos, y quisiéramos también algún día poder entrar en ese camino.
G. S.: ¿Cómo ve el papel que está teniendo Chávez en la región?
F. G.: Lamentablemente negativo. En el sentido de que se encarga de alimentar expectativas falsas. Al final de cuentas, aquí a los centroamericanos que no producimos petróleo nos toca pagar las aventuras de Chávez. Las remesas de nuestra gente que trabaja en los Estados Unidos, que este año van a llegar a los 3 mil millones de dólares, esa plata se va para pagar petróleo y Chávez que le regresa a algunos líderes políticos migajas con las cuales pretende congraciarse. Pero francamente lo que hace Chávez en la región es alimentar expectativas falsas para una sociedad que está hastiada de lo que tiene, donde la democracia no termina de convencerla y cuando aparece un líder cargado de plata -para qué nos vamos a engañar- hay gente que se entusiasma creyendo que esa es la solución.
G. S.: Quería preguntarte finalmente sobre Ortega. ¿Crees que puede ser una persona renovada? ¿Cómo puede ser su nuevo gobierno en Nicaragua y qué impacto puede tener en Centroamérica?
F. G.: Creo que hay que reconocer las cosas positivas. “Al pan, pan; y al vino, vino”. Yo pude estar en varias ciudades de Nicaragua durante los días de la campaña y el proceso electoral fue realmente ejemplar. Incluso de cara a mi país y a Centroamérica, fue un proceso ejemplar, muy respetuoso. Y podríamos decir que la gente pudo expresarse; con todas las presiones de un lado y del otro, pero la gente pudo expresarse. Daniel Ortega llega como presidente sobre la base de las reglas que, no la sociedad nicaragüense, pero sí el sistema político nicaragüense estableció. Entonces ahí uno no puede poner en duda que Daniel llegó por la vía que tenía que llegar: legalmente. Ahora, él tiene en sus manos la oportunidad de sacar a Nicaragua del hueco, del pantano. Incluso ahora que la misma derecha conservadora, vinculada con el corrupto de Alemán, se dividió y está Montealegre ya como otra fuerza importante, Daniel tiene la chance de pactar con la derecha moderna de Nicaragua. No sólo quedarse al pacto con Alemán. Yo diría que vamos a tener que esperar unos meses para saber si Daniel va a seguir atado al acuerdo con Alemán, porque al final de cuentas -no nos engañemos- el que hizo presidente a Daniel Ortega es Alemán y algunos favores tendrá que deberle si la historia ha sido así. Entonces esperaremos a ver si Daniel es capaz de desasociarse de la época de la guerra fría, del fanatismo, del sectarismo, del populismo de Chávez y del pacto con Alemán, y es capaz entonces de acercarse a los gobiernos de la región mucho más plurales como el de Costa Rica, o acercarse a proyectos como el que encabeza Edmundo Jarquín en Nicaragua en una visión socialdemócrata, o el que encabeza Eduardo Montealegre de una derecha liberal más moderna. Si va por ese camino, Nicaragua tendrá nuevas oportunidades. Si sigue el camino trillado, qué vamos a hacer… pobrecita Nicaragua.
Facundo Guardado fue entre los años 1980 y 1992 miembro del movimiento rebelde, como guerrillero, combatiente, jefe, y negociador de la paz en El Salvador. Y concluido el conflicto formó parte de la dirección del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional. En 1999 fue candidato a presidente y promueve un movimiento político de tendencia socialdemócrata moderna en El Salvador. Critica a Fidel Castro, a Hugo Chávez y al sector conservador duro de Estados Unidos, y admira a la Concertación chilena.
- “Yo no crecí en la célula de un grupo cerrado, sino que crecí entre las comunidades campesinas, entre los estudiantes secundarios y universitarios, o los gremios magisteriales. Allí hice mi escuela política hasta 1980”.
- “Del 2000 hacia acá he tratado, con otro grupo de personas, de intentar abrirle brecha a una propuesta de izquierda democrática, de izquierda moderna para el Salvador. Una izquierda capaz de ser mayoría política y social, y capaz de llevar al país por la agenda del progreso. Hemos apostado y queremos apostar a un país en paz, un país en progreso, un país con instituciones que puedan ser duraderas y en las cuales todo el mundo pueda confiar”.
- “Creo que el factor Cuba en América Latina terminó convirtiéndose en un elemento, podría decir incluso decisivo, para retardar el progreso de esta área del planeta. No me cabe ninguna duda”.
- “La posibilidad de sacar adelante nuestros países depende de otros liderazgos, de otras visiones de la vida, del mundo, de la política, de la cultura misma. Han sido unas prácticas absolutamente nefastas: el populismo, el clientelismo político, la corrupción en estos países siendo tan ricos. La verdad es que muchos de estos gobiernos en América Latina se han encargado más de empobrecer a los países”.
- “Los países que han logrado establecer un sistema político mucho más responsable, mucho más abierto (como el caso de Chile, que creo que es lo más visible en América latina) van por otra ruta, por una ruta distinta, de proyectos sociales, políticos y económicos sostenibles. Ruta que desde aquí, desde Centroamérica, los que tenemos convicciones socialdemócratas y democráticas en general admiramos, y quisiéramos también algún día poder entrar en ese camino”.
- “Los centroamericanos que no producimos petróleo nos toca pagar las aventuras de Chávez. Pero francamente lo que hace Chávez en la región es alimentar expectativas falsas para una sociedad que está hastiada de lo que tiene”.
- “Esperaremos a ver si Daniel Ortega es capaz de desasociarse de la época de la guerra fría, del fanatismo, del sectarismo, del populismo de Chávez y del pacto con Alemán, y es capaz entonces de acercarse a los gobiernos de la región mucho más plurales como el de Costa Rica”.
Gabriel Salvia: Antes de abordar los temas de actualidad, me gustaría que nos cuente un poco su historia personal. ¿Qué experiencias vivió en esa Centroamérica tan convulsionada y cuál fue su participación política en ella?
Facundo Guardado: Yo me involucro en los movimientos sociales en 1974, a los 19 años de edad y originalmente estuve al frente de organizaciones campesinas que demandaban tierra y democracia; y la lucha contra el militarismo ya desde esa época, contra la dictadura del coronel Arturo Armando Molina, quien gobernaba el país a base de fraudes. Y participo luego, en los siguientes años, del ´74 al ´77, dirigiendo movimientos estudiantiles y magisteriales, hasta llegar en el año ´78 a dirigir una organización que se llamó en el Salvador el “Bloque Popular Revolucionario”, que ha sido en la historia del país la organización popular, o político-social, más desarrollada, la que más impacto creó en toda la generación de luchadores de los años ´70 en el Salvador. Y luego, a partir del año ´79, estuve detenido por la dictadura y hubo un enorme levantamiento social para demandar mi libertad. Y logré salir libre gracias a esa presión de la gente. Y a partir del ´80 hasta el año ´92 me toca ser parte del movimiento rebelde, como guerrillero, como combatiente, como jefe, como negociador de la paz. De esos 12 años yo paso diez en el frente y dos años en distintas misiones de manera esporádica, ya que me tocó recorrer la mayor parte de los países del mundo buscando apoyo y dando a conocer lo que sucedía en Centroamérica. Participé desde las primeras negociaciones que se llevaron a cabo en el año ´84 con el presidente Napoleón Duarte, en las que, hay que recordarlo para la historia, tanto los sectores más duros de la derecha, como los sectores más fanáticos de la izquierda decían “negociación es traición”. Y en esas condiciones nos tocó abrir brecha, a partir del año ´84. Ya en el período final de la firma de la paz fui parte del equipo que estaba llevando adelante las negociaciones, y me tocaba viajar desde el frente, con apoyo de Naciones Unidas o de la Cruz Roja , hacia distintos países donde se llevaban a cabo las negociaciones. Yo salía del frente para viajar a donde se realizaban las negociaciones, y regresaba luego en helicóptero nuevamente. Y concluido ya el conflicto, formo parte de la dirección de lo que se constituyó como FMLN (Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional ) como partido político e integro su dirección. Y en el año ´97 asumo la coordinación general de este partido, como resultado de una elección abierta e intento, junto a otro grupo de dirigentes, hacer una reforma para convertir al FMLN en una fuerza de carácter socialdemócrata, más comprometida con el progreso, con el bienestar social y alejarlo del discurso de la guerra fría o del tipo de fanatismo de izquierda que siempre he considerado que no lleva a ningún buen fin. En esa ruta me tocó competir también en la elección interna para la candidatura presidencial en el año ´99. Ganamos esa candidatura interna, pero como fue bastante tardía se nos dificultó competir en la elección presidencial, pero sacamos un 30% de la votación. Pero también ahí mismo me di cuenta que iba a ser muy difícil hacer la reforma dentro del FMLN. Había sectores que estaban extremadamente fanatizados y asociados a las concesiones que desde La Habana se habían establecido en esa época para las izquierdas de América Latina. Por lo que desistí de continuar esa batalla ya en el año 2000, y a partir de allí me desvinculé de forma orgánica (a pesar de que ya estaba desvinculado de la dirigencia). En estos años del 2000 hacia acá he tratado, con otro grupo de personas, de intentar abrirle brecha a una propuesta de izquierda democrática, de izquierda moderna para el Salvador. Una izquierda capaz de ser mayoría política y social, y capaz de llevar al país por la agenda del progreso.
G. S.: ¿Cuáles son las premisas políticas y económicas que te fueron haciendo cambiar hacia una visión socialdemócrata?
F. G.: Creo que tiene que ver bastante con mi historia. Yo no crecí en la célula de un grupo cerrado, sino que crecí entre las comunidades campesinas, entre los estudiantes secundarios y universitarios, o los gremios magisteriales. Allí hice mi escuela política hasta 1980. Y en ese año lo que sucedió es que se nos cerraron absolutamente todas las posibilidades de buscar cambios por vías pacíficas. Y nos tocó a esa generación tomar las armas. Tomar las armas para terminar con el militarismo. Y lograr, al final de esos 12 años de guerra, los espacios de participación política y social, la conquista del reconocimiento de los derechos humanos, los derechos civiles, los derechos a la participación política, de los cuales estaba vedada prácticamente la mitad de la sociedad salvadoreña. Entonces, me toca vivir un ambiente totalmente abierto, en comunicación con infinidad de personas de distintos sectores sociales, de distintas creencias religiosas. Creo que eso me sirvió. Ya en el año ´81, a mí me tocó enfrentarme junto con Nélida Anaya Montes (que fue asesinada en Managua en el ´83) contra la visión y las prácticas estalinistas de Salvador Cayetano Carpio y de un grupo que lo rodeaban. Quienes pretendían imponer, dentro de la organización a la que yo pertenecía, un esquema totalmente de sujeción a la autoridad, sin chance alguna de que la gente pudiera pensar, deliberar con libertad. Y esa batalla fue muy dura porque Nélida Anaya Montes, que era la segunda dirigente, fue asesinada por defender también una izquierda plural, una izquierda abierta. Y yo me salvé de milagro porque justo un mes antes había estado también en Managua con Nélida discutiendo esto, pero un mes antes ya había salido para el frente; y luego Salvador Cayetano Carpio se suicida cuando es descubierto por el crimen de Managua. Esos hechos fueron muy trágicos, pero quiero decirte la idea de concebir una izquierda plural, una izquierda sensata, razonable, no fanática, no sectaria, no es una ocurrencia del siglo XXI, sino que en mi caso personal me tocó asumir esa batalla cuando tenía 27 años y enfrentarme al más importante líder de la izquierda salvadoreña, ya defendiendo unas convicciones de una izquierda moderna, una izquierda pensando más en el progreso y menos nostálgica del pasado. Y por supuesto el hecho de haber conocido durante los años ´80 y principios de los ´90 a muchos líderes mundiales de distintas denominaciones políticas, religiosas, cristianas, también te va ampliando la visión de la vida, del mundo, de la política; sabiendo que hay cosas más importantes que uno no las conocía y las va descubriendo. Y eso sólo me ha pasado a mí. Aquí cuento, si quieres, con un poco de ego la parte de mi historia, pero es la historia por la que hemos pasado muchos salvadoreños que luchamos contra la dictadura y tomamos las armas contra ella porque teníamos cerrados cualquier otra posibilidad de cambio. Pero no porque fuéramos amantes de la guerra o de la violencia, o de mantener en zozobra una sociedad. Hemos apostado y queremos apostar a un país en paz, un país en progreso, un país con instituciones que puedan ser duraderas y en las cuales todo el mundo pueda confiar.
G. S.: ¿Qué balance puede hacer de la intervención de Cuba en Centroamérica y en toda América Latina?
F. G.: En resumen yo creo que el factor Cuba en América Latina terminó convirtiéndose en un elemento, podría decir incluso decisivo, para retardar el progreso de esta área del planeta. No me cabe ninguna duda. Creo que, al final de cuentas, durante todos estos años ha habido un juego entre los sectores más conservadores que se mueven en la política norteamericana y Fidel Castro. Ha habido un juego en el que ambos se han necesitado. En el que los dos han sacado ventajas mutuas de sus posiciones. Y eso creo que ha sido tremendamente negativo para todos los países del continente. De una u otra manera terminaron poniéndonos casi en el centro de la guerra fría. La razón por la cual los conflictos en la región centroamericana son tan encarnizados y se prolongan tantos años, es justamente porque terminamos siendo parte de la confrontación este-oeste en esa época. No porque nosotros lo buscáramos así, sino por el mismo juego que se hacía, desde Washington, por los sectores más conservadores, y desde La Habana , por el grupo de Fidel Castro. Esa parte de la historia, tristemente, ha sido así. Y aún día, en la época actual, la contribución que tanto el Sr. Bush como el Sr. Castro pueden dar para al progreso de América Latina, o de la misma Cuba y el Caribe, creo que es prácticamente nula. La posibilidad de sacar adelante nuestros países depende de otros liderazgos, de otras visiones de la vida, del mundo, de la política, de la cultura misma. O sea, tenemos que salir los latinoamericanos de esa trampa; al igual que de la trampa populista (y a populista se le puede poner cualquier viñeta, de izquierda o de derecha) que tanto daño ha hecho. Han sido unas prácticas absolutamente nefastas: el populismo, el clientelismo político, la corrupción en estos países siendo tan ricos. La verdad es que muchos de estos gobiernos en América Latina se han encargado más de empobrecer a los países. Ha sido su misión principal. Y por eso estamos como estamos. Y los países que han logrado establecer un sistema político mucho más responsable, mucho más abierto (como el caso de Chile, que creo que es lo más visible en América latina) van por otra ruta, por una ruta distinta, de proyectos sociales, políticos y económicos sostenibles. Ruta que desde aquí, desde Centroamérica, los que tenemos convicciones socialdemócratas y democráticas en general admiramos, y quisiéramos también algún día poder entrar en ese camino.
G. S.: ¿Cómo ve el papel que está teniendo Chávez en la región?
F. G.: Lamentablemente negativo. En el sentido de que se encarga de alimentar expectativas falsas. Al final de cuentas, aquí a los centroamericanos que no producimos petróleo nos toca pagar las aventuras de Chávez. Las remesas de nuestra gente que trabaja en los Estados Unidos, que este año van a llegar a los 3 mil millones de dólares, esa plata se va para pagar petróleo y Chávez que le regresa a algunos líderes políticos migajas con las cuales pretende congraciarse. Pero francamente lo que hace Chávez en la región es alimentar expectativas falsas para una sociedad que está hastiada de lo que tiene, donde la democracia no termina de convencerla y cuando aparece un líder cargado de plata -para qué nos vamos a engañar- hay gente que se entusiasma creyendo que esa es la solución.
G. S.: Quería preguntarte finalmente sobre Ortega. ¿Crees que puede ser una persona renovada? ¿Cómo puede ser su nuevo gobierno en Nicaragua y qué impacto puede tener en Centroamérica?
F. G.: Creo que hay que reconocer las cosas positivas. “Al pan, pan; y al vino, vino”. Yo pude estar en varias ciudades de Nicaragua durante los días de la campaña y el proceso electoral fue realmente ejemplar. Incluso de cara a mi país y a Centroamérica, fue un proceso ejemplar, muy respetuoso. Y podríamos decir que la gente pudo expresarse; con todas las presiones de un lado y del otro, pero la gente pudo expresarse. Daniel Ortega llega como presidente sobre la base de las reglas que, no la sociedad nicaragüense, pero sí el sistema político nicaragüense estableció. Entonces ahí uno no puede poner en duda que Daniel llegó por la vía que tenía que llegar: legalmente. Ahora, él tiene en sus manos la oportunidad de sacar a Nicaragua del hueco, del pantano. Incluso ahora que la misma derecha conservadora, vinculada con el corrupto de Alemán, se dividió y está Montealegre ya como otra fuerza importante, Daniel tiene la chance de pactar con la derecha moderna de Nicaragua. No sólo quedarse al pacto con Alemán. Yo diría que vamos a tener que esperar unos meses para saber si Daniel va a seguir atado al acuerdo con Alemán, porque al final de cuentas -no nos engañemos- el que hizo presidente a Daniel Ortega es Alemán y algunos favores tendrá que deberle si la historia ha sido así. Entonces esperaremos a ver si Daniel es capaz de desasociarse de la época de la guerra fría, del fanatismo, del sectarismo, del populismo de Chávez y del pacto con Alemán, y es capaz entonces de acercarse a los gobiernos de la región mucho más plurales como el de Costa Rica, o acercarse a proyectos como el que encabeza Edmundo Jarquín en Nicaragua en una visión socialdemócrata, o el que encabeza Eduardo Montealegre de una derecha liberal más moderna. Si va por ese camino, Nicaragua tendrá nuevas oportunidades. Si sigue el camino trillado, qué vamos a hacer… pobrecita Nicaragua.