El dilema de las izquierdas frente al régimen cubano
Este ensayo, de la argentina Claudia Hilb, parte de una “condena” que “debería haberse hecho oír de manera estentórea desde hace largo rato” por parte toda izquierda verdaderamente democrática, con la cual la autora se identifica. Se trata de un análisis que pretende “captar el punto ciego de la complicidad de la izquierda latinoamericana con el régimen”.
¿Cómo pueden ciertas izquierdas, fundamentalmente latinoamericanas, llamarse a sí mismas “democráticas” y poner al régimen surgido de la Revolución cubana como paradigma emancipador o sistema imitable? Esta es una de las tantas preguntas con las que Silencio, Cuba, se adentra en un análisis sobre el “carácter autocrático, antilibertario, antidemocrático y represivo” del Estado cubano. Preguntas que, de manera más o menos evidente, quedan resueltas.
Este ensayo, de la argentina Claudia Hilb, parte de una “condena” que “debería haberse hecho oír de manera estentórea desde hace largo rato” por parte toda izquierda verdaderamente democrática, con la cual la autora se identifica. Se trata de un análisis que pretende “captar el punto ciego de la complicidad de la izquierda latinoamericana con el régimen”.
La hipótesis principal sobre la que se sustenta el contenido del libro es planteada a las claras: resulta imposible apoyar “la igualación de condiciones” a principios del llamado proceso revolucionario y a la vez oponerse a la violación de derechos imperante en Cuba, dado que existe un “lazo inescindible que parece tejerse entre la obra igualadora vertiginosa de la Revolución cubana durante la década del sesenta y la instauración de un régimen de dominación total”. Es decir, que el fin –no tan cuestionado por la autora, pues supondría una sociedad justa– no justifica los medios.
A dicha hipótesis primaria de Silencio, Cuba podrían añadírsele ciertos factores que actualmente degradan la llamada “igualación de condiciones”. Dicha igualación sufre, principalmente desde la era de Raúl Castro, retrocesos en varios sentidos. Uno de ellos es la indefensión en que se halla la sociedad para enfrentar el regreso, lento pero inexorable, hacia una economía de mercado con alguna libertad económica pero ninguna política; otro es el declive en la calidad de prestaciones sociales como la salud o la educación.
En su estudio sobre Cuba, la autora trata “un punto crucial: aquello que se da a ver en el proceso de la Revolución cubana toca el punto álgido de las paradojas de la utopía revolucionaria. De qué modo el deseo de libertad se transforma en aceptación de servidumbre, la emancipación en opresión, el entusiasmo y la virtud en temor y adaptación.”
El texto, escrito en 2010, todavía tiene en cuenta la prohibición que entonces existía para los cubanos de viajar con cierta libertad al exterior. Se divide en tres capítulos que facilitan la comprensión del fenómeno cubano, yendo desde lo que se denomina “terrorismo de la virtud” hasta la transformación de éste en “miedo obediente” con el paso del tiempo. De esa forma, el capítulo primero está dedicado a la década de los 60’, su “igualitarismo radical y concentración del poder”. El segundo capítulo versa sobre mecanismos de “organización y movilización de la sociedad”, mientras un tercero posee un título sugerente: “Acerca del principio de acción del régimen cubano, el miedo y la dominación total”.
El basamento bibliográfico de esta obra es extenso y sólido. Abundan las citas a intelectuales como Rafael Rojas, Jesús Díaz o Carmelo Mesa-Lago, e incluso ofrece puntos de vista de figuras como el comandante Huber Matos.
Entre los elementos que dan credibilidad a la investigación que realizó Hilb, se encuentran menciones a los actos de repudio y a las brigadas de respuesta rápida. También se dedica todo un epígrafe a lo ocurrido con el escritor Cabrera Infante o con el poeta Heberto Padilla (“De Lunes de Revolución al caso Padilla. El fin de la ilusión de las vanguardias culturales”), entre otros rasgos que denotan un dominio tanto de la historia cubana reciente como de la realidad que impera en el país.
Entre esa actualidad, se pueden leer cuestionamientos como el que sigue: “¿No opera, finalmente, la doble moral como sustituto eficaz del fracaso del sueño de igualación en la moral revolucionaria, perpetuando para el uso oficial –interno, pero sobre todo externo– los signos de la voluntad revolucionaria del pueblo, al tiempo que el circuito de la ilegalidad y ‘la lucha’ resuelve en la práctica los problemas de la supervivencia, manteniendo simultáneamente la conciencia del peligro, del miedo, en el trasfondo de la vida social?”
Por otra parte, la investigadora destaca el “carácter extraordinariamente personalista del régimen, encarnado en la figura de Fidel Castro”. Este elemento posee tanto peso en el libro, que inclusive se afirma: “Todo parece indicar que sólo tras la desaparición física, definitiva, de Fidel Castro asistiremos en Cuba a movimientos importantes de cuestionamiento y apertura dentro del régimen”.
Sin embargo, más adelante Hilb especifica que “el propósito de mi trabajo no es demonizar a los líderes de la Revolución sino indagar en la asociación entre constructivismo e igualitarismo radical, y su deriva hacia la dominación total, en la Revolución cubana”. De hecho, asume la impronta de Fidel Castro como “la de un revolucionario decidido a instalar, de la manera que fuere, una sociedad más justa e igualitaria, y que considera que sólo sometiendo todos los resortes del poder a su control podrá arribar a ese fin”. Visto de forma simplista, quizá la autora nos habla de un individuo que en principio estuvo lleno de buenas intenciones, pero cuyos métodos le convirtieron en un tirano. Algo similar opera para lo que denomina los “principales dirigentes” de la Revolución.
Este es un trabajo de criterios muy acabados sobre los mecanismos que utiliza el Poder instaurado tras la Revolución de 1959. Describe el caso cubano como “un régimen omnímodo, autocrático, personalista, con vocación de dominación total.”
En este libro son varios los cuestionamientos que la autora deja abiertos. “¿Valen la pena las revoluciones?” o “¿qué queda de la libertad en ausencia de la posibilidad de la política?” son algunos ejemplos. El más dramático tal vez, es uno que aparece en las páginas finales y que resume la visión contemporánea, externa, sobre el tema principal: “¿Qué puede quedar, para una izquierda democrática y plural, de su entusiasmo por la revolución cubana?”
¿Cómo pueden ciertas izquierdas, fundamentalmente latinoamericanas, llamarse a sí mismas “democráticas” y poner al régimen surgido de la Revolución cubana como paradigma emancipador o sistema imitable? Esta es una de las tantas preguntas con las que Silencio, Cuba, se adentra en un análisis sobre el “carácter autocrático, antilibertario, antidemocrático y represivo” del Estado cubano. Preguntas que, de manera más o menos evidente, quedan resueltas.
Este ensayo, de la argentina Claudia Hilb, parte de una “condena” que “debería haberse hecho oír de manera estentórea desde hace largo rato” por parte toda izquierda verdaderamente democrática, con la cual la autora se identifica. Se trata de un análisis que pretende “captar el punto ciego de la complicidad de la izquierda latinoamericana con el régimen”.
La hipótesis principal sobre la que se sustenta el contenido del libro es planteada a las claras: resulta imposible apoyar “la igualación de condiciones” a principios del llamado proceso revolucionario y a la vez oponerse a la violación de derechos imperante en Cuba, dado que existe un “lazo inescindible que parece tejerse entre la obra igualadora vertiginosa de la Revolución cubana durante la década del sesenta y la instauración de un régimen de dominación total”. Es decir, que el fin –no tan cuestionado por la autora, pues supondría una sociedad justa– no justifica los medios.
A dicha hipótesis primaria de Silencio, Cuba podrían añadírsele ciertos factores que actualmente degradan la llamada “igualación de condiciones”. Dicha igualación sufre, principalmente desde la era de Raúl Castro, retrocesos en varios sentidos. Uno de ellos es la indefensión en que se halla la sociedad para enfrentar el regreso, lento pero inexorable, hacia una economía de mercado con alguna libertad económica pero ninguna política; otro es el declive en la calidad de prestaciones sociales como la salud o la educación.
En su estudio sobre Cuba, la autora trata “un punto crucial: aquello que se da a ver en el proceso de la Revolución cubana toca el punto álgido de las paradojas de la utopía revolucionaria. De qué modo el deseo de libertad se transforma en aceptación de servidumbre, la emancipación en opresión, el entusiasmo y la virtud en temor y adaptación.”
El texto, escrito en 2010, todavía tiene en cuenta la prohibición que entonces existía para los cubanos de viajar con cierta libertad al exterior. Se divide en tres capítulos que facilitan la comprensión del fenómeno cubano, yendo desde lo que se denomina “terrorismo de la virtud” hasta la transformación de éste en “miedo obediente” con el paso del tiempo. De esa forma, el capítulo primero está dedicado a la década de los 60’, su “igualitarismo radical y concentración del poder”. El segundo capítulo versa sobre mecanismos de “organización y movilización de la sociedad”, mientras un tercero posee un título sugerente: “Acerca del principio de acción del régimen cubano, el miedo y la dominación total”.
El basamento bibliográfico de esta obra es extenso y sólido. Abundan las citas a intelectuales como Rafael Rojas, Jesús Díaz o Carmelo Mesa-Lago, e incluso ofrece puntos de vista de figuras como el comandante Huber Matos.
Entre los elementos que dan credibilidad a la investigación que realizó Hilb, se encuentran menciones a los actos de repudio y a las brigadas de respuesta rápida. También se dedica todo un epígrafe a lo ocurrido con el escritor Cabrera Infante o con el poeta Heberto Padilla (“De Lunes de Revolución al caso Padilla. El fin de la ilusión de las vanguardias culturales”), entre otros rasgos que denotan un dominio tanto de la historia cubana reciente como de la realidad que impera en el país.
Entre esa actualidad, se pueden leer cuestionamientos como el que sigue: “¿No opera, finalmente, la doble moral como sustituto eficaz del fracaso del sueño de igualación en la moral revolucionaria, perpetuando para el uso oficial –interno, pero sobre todo externo– los signos de la voluntad revolucionaria del pueblo, al tiempo que el circuito de la ilegalidad y ‘la lucha’ resuelve en la práctica los problemas de la supervivencia, manteniendo simultáneamente la conciencia del peligro, del miedo, en el trasfondo de la vida social?”
Por otra parte, la investigadora destaca el “carácter extraordinariamente personalista del régimen, encarnado en la figura de Fidel Castro”. Este elemento posee tanto peso en el libro, que inclusive se afirma: “Todo parece indicar que sólo tras la desaparición física, definitiva, de Fidel Castro asistiremos en Cuba a movimientos importantes de cuestionamiento y apertura dentro del régimen”.
Sin embargo, más adelante Hilb especifica que “el propósito de mi trabajo no es demonizar a los líderes de la Revolución sino indagar en la asociación entre constructivismo e igualitarismo radical, y su deriva hacia la dominación total, en la Revolución cubana”. De hecho, asume la impronta de Fidel Castro como “la de un revolucionario decidido a instalar, de la manera que fuere, una sociedad más justa e igualitaria, y que considera que sólo sometiendo todos los resortes del poder a su control podrá arribar a ese fin”. Visto de forma simplista, quizá la autora nos habla de un individuo que en principio estuvo lleno de buenas intenciones, pero cuyos métodos le convirtieron en un tirano. Algo similar opera para lo que denomina los “principales dirigentes” de la Revolución.
Este es un trabajo de criterios muy acabados sobre los mecanismos que utiliza el Poder instaurado tras la Revolución de 1959. Describe el caso cubano como “un régimen omnímodo, autocrático, personalista, con vocación de dominación total.”
En este libro son varios los cuestionamientos que la autora deja abiertos. “¿Valen la pena las revoluciones?” o “¿qué queda de la libertad en ausencia de la posibilidad de la política?” son algunos ejemplos. El más dramático tal vez, es uno que aparece en las páginas finales y que resume la visión contemporánea, externa, sobre el tema principal: “¿Qué puede quedar, para una izquierda democrática y plural, de su entusiasmo por la revolución cubana?”