LA POLÍTICA EXTERIOR DE LULA
Paulo Roberto de Almeida (2004). “Uma política externa engajada: a diplomacia do goberno Lula”, en Revista Brasileira de Política Internacional. Volumen 47. Numero 1/2004, pp. 162-179.
La llegada a la Presidencia de Brasil del Partido de los Trabajadores (PT), encarnado en la figura de su líder histórico, Luis Inácio “Lula” Da Silva, ha sido uno de los acontecimientos políticos que más repercusión han tenido en los últimos años en América Latina. Desde aquellos días, numerosos análisis se han hecho del rumbo tomado por la nueva administración, sobre todo en el ámbito económico, donde el contraste entre la realidad y los preceptos históricos de la fuerza de izquierda ha sido más marcado. El trabajo de Paulo Alberto de Almeida se refiere sin embargo a lo que aparece como la “vertiente de actividad gubernamental que más refleja las antiguas propuestas y posiciones tradicionales del Partido de los Trabajadores”: la política exterior del gobierno de Lula. (Pág. 162)
Es intención del autor mostrar las líneas principales que caracterizan la política internacional del PT en el poder y lo hace a través de la confrontación de aquellas con las prácticas diplomáticas llevadas adelante por la administración de Fernando Henrique Cardoso (1995/2002). Justifica este acercamiento en el hecho de que sea la actual diplomacia, la que enfatiza las líneas de ruptura con el gobierno socialdemócrata anterior. Se trata entonces de un ensayo comparativo. (Pág. 163).
En este ejercicio de comparación, el autor releva primero los puntos que distinguen a la política externa actual de la anterior, son estos cinco (Págs. 164-165):
1. Desde el punto de vista de la forma, la diplomacia del gobierno de Lula muestra un enorme activismo, que puede observarse en todas las instancias de la representación diplomática.
2. Desde el punto de vista del contenido, presenta una postura más enfática en la defensa de la soberanía y el interés nacional, haciendo hincapié en los vínculos con el Sur, especialmente Mercosur y Argentina.
3. En cuanto a la agenda diplomática propiamente dicha, asume una postura esencialmente critica en relación a la globalización y la apertura comercial.
4. En el plano político, se descubre el proyecto de reforzar la capacidad de “intervención” de Brasil en el mundo.
5. En el plano económico finalmente, la intención es buscar mayores niveles de cooperación con otras potencias medias y vecinos regionales.
En un segundo apartado, Almeida pasa revista a una serie de temas de la agenda internacional, en la búsqueda de contrastes, coincidencias y contrariedades en el desarrollo de la política exterior de ambas administraciones (Págs. 166-177). En el repaso de tópicos como el multilateralismo, negociaciones comerciales, la relación con el FMI, el liderazgo brasileño o en el análisis de la concepción de las relaciones con Argentina, Mercosur, Estados Unidos o Europa, las líneas de ruptura entre ambas practicas diplomáticas se hacen más difusas, y obedecen sobre todo a cuestiones de forma mientras que en la substancia se pueden observar trazos de continuidad.
Finalmente le toca el turno a los instrumentos diplomáticos y a las características generales de ambas diplomacias (Págs. 177-179). El autor observa que durante la gestión de Cardoso, el núcleo principal de la política externa estaba en Itamaraty, mientras que bajo el gobierno de Lula la Cancillería debe compartir formulación de la misma con asesores presidenciales ajenos al cuerpo diplomático. En cuanto al segundo punto, la distinción clave parece residir en los conceptos de conformidad y voluntarismo o como explica De Almeida “aceptar el mundo como es, o cambiarlo”. (Pág. 177).
En una apreciación final, el autor llama la atención sobre lo prematuro de hacer cualquier consideración sobre los resultados de los cambios referidos, dado que todavía hay procesos en marcha que demorarán en arrojar frutos. Sin embargo, razona, cualesquiera estos sean, “el gobierno de Lula se encuentra moldeando su propia historia, así como a la política internacional de Brasil, y de eso tiene plena conciencia.” (Pag. 179).
La llegada a la Presidencia de Brasil del Partido de los Trabajadores (PT), encarnado en la figura de su líder histórico, Luis Inácio “Lula” Da Silva, ha sido uno de los acontecimientos políticos que más repercusión han tenido en los últimos años en América Latina. Desde aquellos días, numerosos análisis se han hecho del rumbo tomado por la nueva administración, sobre todo en el ámbito económico, donde el contraste entre la realidad y los preceptos históricos de la fuerza de izquierda ha sido más marcado. El trabajo de Paulo Alberto de Almeida se refiere sin embargo a lo que aparece como la “vertiente de actividad gubernamental que más refleja las antiguas propuestas y posiciones tradicionales del Partido de los Trabajadores”: la política exterior del gobierno de Lula. (Pág. 162)
Es intención del autor mostrar las líneas principales que caracterizan la política internacional del PT en el poder y lo hace a través de la confrontación de aquellas con las prácticas diplomáticas llevadas adelante por la administración de Fernando Henrique Cardoso (1995/2002). Justifica este acercamiento en el hecho de que sea la actual diplomacia, la que enfatiza las líneas de ruptura con el gobierno socialdemócrata anterior. Se trata entonces de un ensayo comparativo. (Pág. 163).
En este ejercicio de comparación, el autor releva primero los puntos que distinguen a la política externa actual de la anterior, son estos cinco (Págs. 164-165):
1. Desde el punto de vista de la forma, la diplomacia del gobierno de Lula muestra un enorme activismo, que puede observarse en todas las instancias de la representación diplomática.
2. Desde el punto de vista del contenido, presenta una postura más enfática en la defensa de la soberanía y el interés nacional, haciendo hincapié en los vínculos con el Sur, especialmente Mercosur y Argentina.
3. En cuanto a la agenda diplomática propiamente dicha, asume una postura esencialmente critica en relación a la globalización y la apertura comercial.
4. En el plano político, se descubre el proyecto de reforzar la capacidad de “intervención” de Brasil en el mundo.
5. En el plano económico finalmente, la intención es buscar mayores niveles de cooperación con otras potencias medias y vecinos regionales.
En un segundo apartado, Almeida pasa revista a una serie de temas de la agenda internacional, en la búsqueda de contrastes, coincidencias y contrariedades en el desarrollo de la política exterior de ambas administraciones (Págs. 166-177). En el repaso de tópicos como el multilateralismo, negociaciones comerciales, la relación con el FMI, el liderazgo brasileño o en el análisis de la concepción de las relaciones con Argentina, Mercosur, Estados Unidos o Europa, las líneas de ruptura entre ambas practicas diplomáticas se hacen más difusas, y obedecen sobre todo a cuestiones de forma mientras que en la substancia se pueden observar trazos de continuidad.
Finalmente le toca el turno a los instrumentos diplomáticos y a las características generales de ambas diplomacias (Págs. 177-179). El autor observa que durante la gestión de Cardoso, el núcleo principal de la política externa estaba en Itamaraty, mientras que bajo el gobierno de Lula la Cancillería debe compartir formulación de la misma con asesores presidenciales ajenos al cuerpo diplomático. En cuanto al segundo punto, la distinción clave parece residir en los conceptos de conformidad y voluntarismo o como explica De Almeida “aceptar el mundo como es, o cambiarlo”. (Pág. 177).
En una apreciación final, el autor llama la atención sobre lo prematuro de hacer cualquier consideración sobre los resultados de los cambios referidos, dado que todavía hay procesos en marcha que demorarán en arrojar frutos. Sin embargo, razona, cualesquiera estos sean, “el gobierno de Lula se encuentra moldeando su propia historia, así como a la política internacional de Brasil, y de eso tiene plena conciencia.” (Pag. 179).