El rechazo mundial a los judíos (Buenos Aires, Ariel, 2014), de Daniel Muchnik.
El libro de Muchnik es una magnífica forma de conocer cómo se rechazó a los judíos antes, durante y después de la segunda guerra mundial. Su estilo ágil, didáctico y claro, va acompañado de la bibliografía más actual, y con generosidad va subrayando los aportes y conceptos de los autores que también han trabajado en la cuestión.
¿Es posible llegar a comprender las causas del exterminio masivo y sistemático de los judíos ejecutado por los nazis a mitad del siglo XX? ¿Hasta dónde fueron cómplices los gobiernos de otras naciones? ¿En qué laboratorios ideológicos se concibió y planificó tal odio de aniquilación? Daniel Muchnik, periodista y Licenciado en Historia, se adentró en los pasillos del pasado para buscar respuestas y exponer una serie de hechos para que una de las páginas más espantosas de la humanidad no sea olvidada.
Parte de la Conferencia de Evian, escenario de esparcimiento turístico en el que delegados de varias naciones democráticas del Viejo y el Nuevo continente debatieron sobre la posibilidad de recibir a los judíos que buscaban escapar del totalitarismo nazi en 1938, cuando en el horizonte se veía una nueva guerra mundial. Los países que podían recibir a los refugiados se cerraron, algunos con argumentos abiertamente racistas, otros escudándose tras razones económicas. Lo cierto es que la Shoá fue posible porque tuvo perpetradores, colaboradores y cómplices que creían en los prejuicios antijudíos dentro y fuera de la Alemania nazi.
Este clima de antisemitismo se alimentaba con fuentes diferentes; por un lado, las disputas teológicas con el cristianismo, que buscaba la conversión de los judíos; por el otro, la perversión pseudo científica de la eugenesia con su determinismo biológico, al que entusiastamente abrazaron los nazis para llevar esa concepción racial hasta las últimas consecuencias. Daniel Muchnik hace un claro repaso por los argumentos racistas que esgrimieron muchos diplomáticos que podrían haber salvado miles de vidas, pero que eligieron cerrar toda posibilidad a amparar refugiados. En ese laberinto de falacias, nos presenta los obstáculos que se pusieron en varios países latinoamericanos para recibir a los judíos que huían de Alemania. Estados Unidos tenía una rígida política de cuotas migratorias; los gobiernos de Brasil, Perú, México, Chile y Argentina erigieron altas murallas burocráticas, con lo que los judíos eran expulsados del país en el que nacieron y estaban integrados, pero el resto del mundo cerraba sus puertas.
En el caso argentino, estas restricciones eran acompañadas por una gran campaña periodística de medios simpatizantes del nazismo, como lo fueron El Pampero y Clarinada, así como por elementos del nacionalismo católico, tan influyente en los años treinta. Influyentes miembros del clero católico como Julio Meinvielle y Virgilio Filippo propagaron el antisemitismo de carácter religioso, en aquel decenio en el que muchos se dejaron seducir por la invocación a la cruz y la espada. No obstante, con valor se expresaron las voces de Orientación Cristiana, núcleo de pensamiento demócrata cristiano.
Entre la comunidad germana en Argentina, se formó una rama local del partido nacionalsocialista que llegó a reunir miles de personas en un acto multitudinario en el Luna Park, en 1938, para celebrar la anexión de Austria al Tercer Reich. Esta actitud simpatizante con el Eje se hizo más ostensible durante la guerra mundial, con el presidente Ramón Castillo y el gobierno militar surgido del golpe de Estado de 1943. Contrapunto interesante es el que plantea Muchnik, entonces, con Getúlio Vargas en Brasil, ya que si bien era un notorio simpatizante de Alemania y las ideas fascistas, supo incorporarse al campo aliado tras el ataque japonés a Pearl Harbor. Esto no significó, sin embargo, que abriera las puertas a la recepción de refugiados judíos desde Europa.
La singularidad de la Shoá fue la aplicación de los nuevos conocimientos científicos para el exterminio masivo y sistemático de los judíos, un genocidio cuidadosamente planificado y ejecutado. Tras haber abandonado los proyectos de deportación de los judíos a la isla de Madagascar o Siberia, en la conferencia de Wannsee la jerarquía nazi resolvió la eliminación física de los judíos de Europa y el norte de África, un plan que llegaba hasta 1949.
Pero aun cuando la guerra terminó en 1945, el horror no finalizó allí: los pogroms continuaron en Polonia, el antisemitismo mantenía su vigor y muchos de los judíos que lograron llegar al continente americano, lo tuvieron que hacer por vías clandestinas. Y aquí, una vez más, el contraste es notorio con la recepción de nazis y sus colaboradores de otras nacionalidades, que rápidamente fueron cobijados en los países del nuevo continente.
El libro de Muchnik es una magnífica forma de conocer cómo se rechazó a los judíos antes, durante y después de la segunda guerra mundial. Su estilo ágil, didáctico y claro, va acompañado de la bibliografía más actual, y con generosidad va subrayando los aportes y conceptos de los autores que también han trabajado en la cuestión. Daniel Muchnik reflexiona a la par del lector, exponiendo y meditando, llamándonos a no olvidar el horror extremo de la Shoá.
Ricardo López Göttig es Doctor en Historia y analista del Centro para la Apertura y el Desarrollo de América Latina (CADAL).
¿Es posible llegar a comprender las causas del exterminio masivo y sistemático de los judíos ejecutado por los nazis a mitad del siglo XX? ¿Hasta dónde fueron cómplices los gobiernos de otras naciones? ¿En qué laboratorios ideológicos se concibió y planificó tal odio de aniquilación? Daniel Muchnik, periodista y Licenciado en Historia, se adentró en los pasillos del pasado para buscar respuestas y exponer una serie de hechos para que una de las páginas más espantosas de la humanidad no sea olvidada.
Parte de la Conferencia de Evian, escenario de esparcimiento turístico en el que delegados de varias naciones democráticas del Viejo y el Nuevo continente debatieron sobre la posibilidad de recibir a los judíos que buscaban escapar del totalitarismo nazi en 1938, cuando en el horizonte se veía una nueva guerra mundial. Los países que podían recibir a los refugiados se cerraron, algunos con argumentos abiertamente racistas, otros escudándose tras razones económicas. Lo cierto es que la Shoá fue posible porque tuvo perpetradores, colaboradores y cómplices que creían en los prejuicios antijudíos dentro y fuera de la Alemania nazi.
Este clima de antisemitismo se alimentaba con fuentes diferentes; por un lado, las disputas teológicas con el cristianismo, que buscaba la conversión de los judíos; por el otro, la perversión pseudo científica de la eugenesia con su determinismo biológico, al que entusiastamente abrazaron los nazis para llevar esa concepción racial hasta las últimas consecuencias. Daniel Muchnik hace un claro repaso por los argumentos racistas que esgrimieron muchos diplomáticos que podrían haber salvado miles de vidas, pero que eligieron cerrar toda posibilidad a amparar refugiados. En ese laberinto de falacias, nos presenta los obstáculos que se pusieron en varios países latinoamericanos para recibir a los judíos que huían de Alemania. Estados Unidos tenía una rígida política de cuotas migratorias; los gobiernos de Brasil, Perú, México, Chile y Argentina erigieron altas murallas burocráticas, con lo que los judíos eran expulsados del país en el que nacieron y estaban integrados, pero el resto del mundo cerraba sus puertas.
En el caso argentino, estas restricciones eran acompañadas por una gran campaña periodística de medios simpatizantes del nazismo, como lo fueron El Pampero y Clarinada, así como por elementos del nacionalismo católico, tan influyente en los años treinta. Influyentes miembros del clero católico como Julio Meinvielle y Virgilio Filippo propagaron el antisemitismo de carácter religioso, en aquel decenio en el que muchos se dejaron seducir por la invocación a la cruz y la espada. No obstante, con valor se expresaron las voces de Orientación Cristiana, núcleo de pensamiento demócrata cristiano.
Entre la comunidad germana en Argentina, se formó una rama local del partido nacionalsocialista que llegó a reunir miles de personas en un acto multitudinario en el Luna Park, en 1938, para celebrar la anexión de Austria al Tercer Reich. Esta actitud simpatizante con el Eje se hizo más ostensible durante la guerra mundial, con el presidente Ramón Castillo y el gobierno militar surgido del golpe de Estado de 1943. Contrapunto interesante es el que plantea Muchnik, entonces, con Getúlio Vargas en Brasil, ya que si bien era un notorio simpatizante de Alemania y las ideas fascistas, supo incorporarse al campo aliado tras el ataque japonés a Pearl Harbor. Esto no significó, sin embargo, que abriera las puertas a la recepción de refugiados judíos desde Europa.
La singularidad de la Shoá fue la aplicación de los nuevos conocimientos científicos para el exterminio masivo y sistemático de los judíos, un genocidio cuidadosamente planificado y ejecutado. Tras haber abandonado los proyectos de deportación de los judíos a la isla de Madagascar o Siberia, en la conferencia de Wannsee la jerarquía nazi resolvió la eliminación física de los judíos de Europa y el norte de África, un plan que llegaba hasta 1949.
Pero aun cuando la guerra terminó en 1945, el horror no finalizó allí: los pogroms continuaron en Polonia, el antisemitismo mantenía su vigor y muchos de los judíos que lograron llegar al continente americano, lo tuvieron que hacer por vías clandestinas. Y aquí, una vez más, el contraste es notorio con la recepción de nazis y sus colaboradores de otras nacionalidades, que rápidamente fueron cobijados en los países del nuevo continente.
El libro de Muchnik es una magnífica forma de conocer cómo se rechazó a los judíos antes, durante y después de la segunda guerra mundial. Su estilo ágil, didáctico y claro, va acompañado de la bibliografía más actual, y con generosidad va subrayando los aportes y conceptos de los autores que también han trabajado en la cuestión. Daniel Muchnik reflexiona a la par del lector, exponiendo y meditando, llamándonos a no olvidar el horror extremo de la Shoá.
Ricardo López Göttig es Doctor en Historia y analista del Centro para la Apertura y el Desarrollo de América Latina (CADAL).