LULA EN EL PODER. DESAFÍOS (POLÍTICOS Y ECONÓMICOS) DE UN GOBIERNO PROGRESISTA
PALERMO, Vicente (2004): “El gobierno de Lula y el PT”; en Nueva Sociedad, no. 192, julio – agosto de 2004, Caracas, Venezuela.
Las expectativas que rodearon el acceso de Luis Inácio Lula da Silva eran acordes con los enigmas que su figura representaba para la política tanto brasileña como latinoamericana. Su origen político estuvo en la militancia sindical en San Pablo durante en los años de la lucha contra el régimen militar, y enraizado en la izquierda marxista. El ascenso de una figura como Lula, como fundador y líder natural del Partido de los Trabajadores (PT), estremecía a los sectores más altos de la sociedad brasileña, y a los grupos financieros internacionales. Pero a la vez, la oportunidad que frente a sí tenía la izquierda brasileña generaba grandes esperanzas no sólo en Brasil, sino también en muchos otros puntos de América Latina; era quizás la oportunidad más grande que la izquierda latinoamericana tenía de gobernar desde el ascenso de Salvador Allende a la presidencia chilena en la década del ’70.
En este breve trabajo, el sociólogo argentino Vicente Palermo [poco tiempo atrás aquí reseñamos su último libro, ver: “Analizando la política brasileña reciente”, en PAPER no. 13] describe la trayectoria de los meses de Lula como presidente, centrándose en tres cuestiones: los dilemas de política económica, la relación con el PT y la organización de una coalición gubernamental, y las políticas sociales de distribución del ingreso.
Palermo inicia su recorrido planteando los dos grandes problemas con los que Lula debió lidiar al acceder al poder. Por un lado, las dificultades macroeconómicas en que se encontraba inmerso Brasil exigían que se tomaran medidas drásticas, con resultados previsiblemente recesivas, y la única opción a esta solución era la ruptura fundamental con el modelo establecido, con sus consecuentes riesgos de desestabilización. Los principales actores económicos temían que este último fuera el curso de acción, y estos difundidos temores hicieron que Lula, para ganarse su confianza, optara por sobreactuar la ortodoxia de sus medidas económicas. La segunda dificultad pasaba por construir una base de sustentación confiable y duradera, en la que debió combinar premios para su propio partido, con concesiones a otros aliados. Efectivamente, Lula abrió la coalición y así fueron integrados el heterogéneo PMDB y el centro-derechista PP, lo cual generó tensiones en la relación Lula-PT. Y, a la vez, esta pérdida de espacios se combinó con la aplicación decidida de un conjunto de políticas ortodoxas, contrarias a las líneas históricas del partido, para desgastar la relación.
Estos desafíos, según razona Palermo, fueron enfrentados por Lula (principalmente) gracias a dos activos políticos: su capital político personal, y la cohesión y disciplina petista. En lo que se refiere a su carácter personal, Lula contó con la posibilidad de interpelar directamente a la sociedad, y cada vez que llamó a la paciencia, la sociedad brasileña le dio más tiempo. Pero además, desplazando la mirada hacia su partido, Lula logró que el PT lo acompañara (no sin fricciones) en momentos cruciales; el partido ha sido un recurso clave para el presidente brasileño en sus horas difíciles. Y esas horas álgidas alcanzaron su clímax en el primer cuatrimestre de este año, cuando “el cuadro resultaba bastante sombrío: la recuperación económica no se hacía presente, los niveles de popularidad y aprobación continuaban cayendo, parecían agudizarse protestas de actores populares tanto urbanos como rurales, las críticas a la gestión macroeconómica crecían en el seno del PT y de los partidos aliados, y las perspectivas sobre la disputa electoral de fines de año no eran nada prometedoras”. Pero en ese momento el gobierno, tal como señala Palermo, mantuvo el rumbo, suponiendo que los costos de un giro podrían ser mayores. Y así llegó, con el segundo cuatrimestre, a los primeros resultados positivos, con la consecuente reducción de tensiones y un escenario pre-electoral más optimista.
Haciendo un balance, “el panorama del gobierno de Lula casi a mitad del camino es el de una gestión político-económica y una agenda de reformas consistentes pero no exentas ambas de vulnerabilidades (tanto económicas como políticas) y una coalición muy amplia pero heterogénea, inestable y difícil de sostener y de tornarla políticamente previsible”. Esta situación conduce a Palermo a reflexionar sobre la naturaleza de la tarea de oposición, y sobre lo que denomina como el paradigma de la voluntad política. Lo que afirma el sociólogo argentino es que el PT, en tanto fuerza de oposición, no elaboró los recursos con los cuales tomar las riendas del poder y entonces poder gobernar, sino que, por el contrario, se estacionó en una visión eficaz para hacer oposición, pero inútil. “Esa visión es el paradigma de la voluntad política. El PT creyó muy auténtica y sinceramente en él. Y, quien se toma eso en serio, no llega al gobierno a la altura de las circunstancias. Hubo por tanto una brecha entre las condiciones de llegada del PT al poder, los recursos (incluyendo sus propios mapas cognitivos y diagnósticos), y la complejidad de las condiciones de procesamiento político en Brasil”. Pero a la vez que es crítico de esta situación, Palermo considera que los motivos para el optimismo vienen del baño de realidad que ha tomado la izquierda, y en especial el PT, en estos meses de gestión.
Así, Palermo analiza “cómo el comienzo de la gestión estuvo condicionado por el tipo de oposión y renovación del PT hasta fines de 2002, así como las formas en que las cuestiones mencionadas se conjugaron para arrojar un saldo hasta el momento positivo, si bien expresivo de una gestión político-económica y una agenda de reformas consistentes pero no exentas ambas de vulnerabilidades y de una coalición muy amplia pero heterogénea, inestable y difícil de sostener”.
PALERMO, Vicente (2004): “El gobierno de Lula y el PT”; en Nueva Sociedad, no. 192, julio – agosto de 2004, Caracas, Venezuela.
Las expectativas que rodearon el acceso de Luis Inácio Lula da Silva eran acordes con los enigmas que su figura representaba para la política tanto brasileña como latinoamericana. Su origen político estuvo en la militancia sindical en San Pablo durante en los años de la lucha contra el régimen militar, y enraizado en la izquierda marxista. El ascenso de una figura como Lula, como fundador y líder natural del Partido de los Trabajadores (PT), estremecía a los sectores más altos de la sociedad brasileña, y a los grupos financieros internacionales. Pero a la vez, la oportunidad que frente a sí tenía la izquierda brasileña generaba grandes esperanzas no sólo en Brasil, sino también en muchos otros puntos de América Latina; era quizás la oportunidad más grande que la izquierda latinoamericana tenía de gobernar desde el ascenso de Salvador Allende a la presidencia chilena en la década del ’70.
En este breve trabajo, el sociólogo argentino Vicente Palermo [poco tiempo atrás aquí reseñamos su último libro, ver: “Analizando la política brasileña reciente”, en PAPER no. 13] describe la trayectoria de los meses de Lula como presidente, centrándose en tres cuestiones: los dilemas de política económica, la relación con el PT y la organización de una coalición gubernamental, y las políticas sociales de distribución del ingreso.
Palermo inicia su recorrido planteando los dos grandes problemas con los que Lula debió lidiar al acceder al poder. Por un lado, las dificultades macroeconómicas en que se encontraba inmerso Brasil exigían que se tomaran medidas drásticas, con resultados previsiblemente recesivas, y la única opción a esta solución era la ruptura fundamental con el modelo establecido, con sus consecuentes riesgos de desestabilización. Los principales actores económicos temían que este último fuera el curso de acción, y estos difundidos temores hicieron que Lula, para ganarse su confianza, optara por sobreactuar la ortodoxia de sus medidas económicas. La segunda dificultad pasaba por construir una base de sustentación confiable y duradera, en la que debió combinar premios para su propio partido, con concesiones a otros aliados. Efectivamente, Lula abrió la coalición y así fueron integrados el heterogéneo PMDB y el centro-derechista PP, lo cual generó tensiones en la relación Lula-PT. Y, a la vez, esta pérdida de espacios se combinó con la aplicación decidida de un conjunto de políticas ortodoxas, contrarias a las líneas históricas del partido, para desgastar la relación.
Estos desafíos, según razona Palermo, fueron enfrentados por Lula (principalmente) gracias a dos activos políticos: su capital político personal, y la cohesión y disciplina petista. En lo que se refiere a su carácter personal, Lula contó con la posibilidad de interpelar directamente a la sociedad, y cada vez que llamó a la paciencia, la sociedad brasileña le dio más tiempo. Pero además, desplazando la mirada hacia su partido, Lula logró que el PT lo acompañara (no sin fricciones) en momentos cruciales; el partido ha sido un recurso clave para el presidente brasileño en sus horas difíciles. Y esas horas álgidas alcanzaron su clímax en el primer cuatrimestre de este año, cuando “el cuadro resultaba bastante sombrío: la recuperación económica no se hacía presente, los niveles de popularidad y aprobación continuaban cayendo, parecían agudizarse protestas de actores populares tanto urbanos como rurales, las críticas a la gestión macroeconómica crecían en el seno del PT y de los partidos aliados, y las perspectivas sobre la disputa electoral de fines de año no eran nada prometedoras”. Pero en ese momento el gobierno, tal como señala Palermo, mantuvo el rumbo, suponiendo que los costos de un giro podrían ser mayores. Y así llegó, con el segundo cuatrimestre, a los primeros resultados positivos, con la consecuente reducción de tensiones y un escenario pre-electoral más optimista.
Haciendo un balance, “el panorama del gobierno de Lula casi a mitad del camino es el de una gestión político-económica y una agenda de reformas consistentes pero no exentas ambas de vulnerabilidades (tanto económicas como políticas) y una coalición muy amplia pero heterogénea, inestable y difícil de sostener y de tornarla políticamente previsible”. Esta situación conduce a Palermo a reflexionar sobre la naturaleza de la tarea de oposición, y sobre lo que denomina como el paradigma de la voluntad política. Lo que afirma el sociólogo argentino es que el PT, en tanto fuerza de oposición, no elaboró los recursos con los cuales tomar las riendas del poder y entonces poder gobernar, sino que, por el contrario, se estacionó en una visión eficaz para hacer oposición, pero inútil. “Esa visión es el paradigma de la voluntad política. El PT creyó muy auténtica y sinceramente en él. Y, quien se toma eso en serio, no llega al gobierno a la altura de las circunstancias. Hubo por tanto una brecha entre las condiciones de llegada del PT al poder, los recursos (incluyendo sus propios mapas cognitivos y diagnósticos), y la complejidad de las condiciones de procesamiento político en Brasil”. Pero a la vez que es crítico de esta situación, Palermo considera que los motivos para el optimismo vienen del baño de realidad que ha tomado la izquierda, y en especial el PT, en estos meses de gestión.
Así, Palermo analiza “cómo el comienzo de la gestión estuvo condicionado por el tipo de oposión y renovación del PT hasta fines de 2002, así como las formas en que las cuestiones mencionadas se conjugaron para arrojar un saldo hasta el momento positivo, si bien expresivo de una gestión político-económica y una agenda de reformas consistentes pero no exentas ambas de vulnerabilidades y de una coalición muy amplia pero heterogénea, inestable y difícil de sostener”.