Reseñas

12.05.04

DEL ESTADO BENEFACTOR A LA SOCIEDAD DEL BIENESTAR

Problemas económicos pendientes

En lo económico el problema más decisivo a resolver –independientemente de la forma de organizar los sistemas del bienestar– tiene que ver con la relación entre población activa y pasiva. Esta relación tiene una importancia fundamental para determinar el nivel de bienestar de la población, particularmente cuando más y más de ese bienestar depende del acceso a servicios interpersonales. En el caso de Suecia, esta relación se tornó problemática ya a partir del desplome del pleno empleo a comienzos de la década de 1990 y se va a ver considerablemente agravada por las tendencias demográficas que pronto se harán sentir tanto en Suecia como en otros países desarrollados.

En términos del empleo el derrumbe iniciado en 1990 tocó fondo en 1994 para mantenerse luego, a pesar del repunte económico que se inicia ese año, a un nivel muy bajo hasta 1998. La cesantía total se mantuvo hasta ese año por sobre el 12 por ciento de la fuerza de trabajo. Entre 1999 y 2001 se produjo una recuperación, con un aumento sostenido del empleo aparente y una caída correspondiente del desempleo.[26] Pero esta recuperación tuvo dos problemas decisivos. El primero es que ni de cerca se llegó a alcanzar las cifras de empleo previas a la crisis.[27] El segundo, y aún más serio, es que toda la ganancia aparente del empleo se transformó en ausentismo por razones de salud. De hecho, la población realmente activa se mantuvo prácticamente constante entre 1997 y 2001 y lo mismo ocurrió en términos de las horas efectivamente trabajadas. Este es un hecho extremadamente alarmante e inusitado tratándose de la culminación de un largo auge económico que va de 1994 a 2001. El resultado de esto es que el ciclo económico alcanzó su cenit con un empleo efectivo que de hecho fue igual al que se registró en su punto más bajo.[28]

Desde 2002 en adelante, cuando el ciclo económico cambió de signo, se ha vuelto a ver una caída del empleo que coincide ahora con una continuación del ausentismo por razones de salud combinado con un fuerte crecimiento de las jubilaciones anticipadas.[29] A esto debe agregársele el impacto dramático que los cambios demográficos tendrán en los años venideros tanto sobre la oferta de fuerza de trabajo como sobre la división por edades de la población. La cantidad de gente que deje el mercado de trabajo será superior a la que entre al mismo generando en los próximos decenios un déficit anual de unas 20.000 personas, lo que equivale al 0.4 por ciento de la fuerza de trabajo. Para los próximos treinta años se calcula además que el número de personas de 65 o más años de edad aumentará en más de un 50 por ciento y que la relación entre población activa y pasiva se reducirá drásticamente.[30]

Estos procesos están ya generando fuertes tensiones en el presupuesto público. El presupuesto recién aprobado para 2004 asume un déficit del 5,8 por ciento, lo que llevará a un aumento del endeudamiento público equivalente a unos 5.700 millones de dólares estadounidenses a la paridad cambiaria vigente a mediados de diciembre de 2003. El elemento desestabilizador inmediato más importante detrás de este déficit es el aumento explosivo del costo de los subsidios por motivos de enfermedad, que según los cálculos presupuestarios consumirán en 2004 nada menos que el 16,5 por ciento del presupuesto estatal y cuyo monto casi triplica el servicio de la deuda pública.

Las razones profundas de estas tensiones presupuestarias –a saber, la relación entre carga tributaria e ingreso nacional así como entre población activa y pasiva– nos llevan derechamente a tres de los dilemas más importantes que la sociedad sueca deberá resolver en los años próximamente venideros.

El primero de ellos se refiere a lo que podría llamarse la relación de lealtad o confiabilidad entre ciudadanos y Estado. Un Estado que ofrece beneficios sociales tan amplios y generosos como el sueco presupone una relación con sus ciudadanos donde éstos estén lealmente dispuestos a, por una parte, trabajar y aportar una alta proporción de sus ingresos al erario público y, por la otra, a no sobre-utilizar o aprovecharse de los sistemas de subsidios. Lo que se presupone es, simplemente, una fuerte base de decencia y solidaridad social, tanto de parte de la población como del Estado. Ahora bien, es justamente esta base moral la que se ha resquebrajado de una manera extremadamente visible y preocupante. Suecia vive hoy lo que con toda propiedad se puede llamar una crisis moral generalizada, que en su forma más evidente se expresa en una serie de escándalos de corrupción que han choqueado a una nación que tenía una idea muy diferente de sí misma.[31]

Estos escándalos espectaculares son simbólicamente muy importantes, pero lo realmente serio en términos de las finanzas públicas y del bienestar general es la disposición creciente de la población a optar por el ausentismo laboral o por simplemente abandonar la población activa. En el fondo, se trata de un cambio mental respecto de la relación entre derechos y obligaciones combinado con una relación entre salarios netos y subsidios que en la práctica desincentiva el trabajo legal (dándole a su vez grandes incentivos a cualquier forma de trabajo al margen del sistema).[32] Este problema se hace de muy difícil solución una vez que la práctica de “vivir del trabajo de otros” se hace común en una sociedad cuyos mecanismos institucionales y económicos se basan en una fuerte ética del trabajo y de la responsabilidad ciudadana.

Darle solución a esta “epidemia de ausentismo” dentro de los marcos del sistema actual requeriría de un aumento muy drástico de los mecanismos de control y sanción por parte del Estado, que terminaría así transformándose en un verdadero Estado-patrón inquisidor y punitivo. Un desarrollo así sería no sólo profundamente indeseable sino también políticamente desastroso para aquel o aquellos partidos que se empeñasen en llevarlo adelante. La verdadera alternativa a esto es el reestablecimiento claro, por una parte, de la responsabilidad personal por la propia seguridad social y, por la otra, de los incentivos a trabajar en vez de vivir del trabajo de otros. Mientras la diferencia económica entre trabajar y no hacerlo sea para muchos muy pequeña o inexistente y los costos de las opciones individuales sean en lo sustantivo pagados por otros –los contribuyentes en general– será muy difícil parar la ola de deserción laboral actualmente en marcha. En perspectiva se vislumbra el surgimiento de sistemas de seguridad social altamente personalizados, donde el Estado pasa a tener un rol fundamentalmente regulador y su función benefactora se circunscribe a aquellos sectores de la población que realmente no puedan responsabilizarse por su propio bienestar.[33]

El segundo dilema se refiere al financiamiento futuro de los servicios del bienestar dada la imposibilidad de expandir mucho más la base tributaria del Estado sueco. Este límite es, como ya se dijo, una evidencia tanto teórica como práctica que hace contraproducente cualquier aumento sustancial de la carga tributaria. La conciencia de este hecho fue claramente expresada hace poco por el primer ministro Göran Persson al declararse abierto a una revisión de los sistemas de seguridad social y a un financiamiento complementario de los mismos vía seguros y aportes privados.

El problema es importante en sí mismo, dada la tendencia natural del desarrollo de una sociedad de la afluencia hacia un mayor consumo relativo de servicios interpersonales, especialmente de salud, educación y asistencia a la vejez. Es por ello que una sociedad como la sueca puede paulatinamente convertirse en un país subdesarrollado en términos de servicios del bienestar si se empecina en limitar su financiamiento a lo que los impuestos puedan pagar. Como hemos visto, esto está ya abriendo vías paralelas de financiamiento, pero el futuro requerirá de mucha más creatividad en este terreno.

Toda esta problemática se hace aún más crítica al considerar el impacto de las tendencias demográficas ya antes mencionadas. Es absolutamente evidente que el fuerte aumento de la población retirada y anciana va a someter a un tremendo estrés a una base tributaria ya hoy insuficiente y vulnerable. El riesgo es que se produzca una fuerte lucha generacional por el acceso a los fondos públicos con efectos que son difíciles de predecir. El resultado de una lucha semejante debería en principio favorecer a la población activa debido, entre otras cosas, a su fuerte posición en un mercado de trabajo que se va a caracterizar por una escasez estructural de fuerza de trabajo y una gran abundancia de opciones para la misma de migrar hacía países con salarios netos más altos. Esto hace que lo más probable sea una tendencia hacia la baja de los impuestos al trabajo que acreciente aún más el problema de la financiación fiscal de los servicios del bienestar.

El tercer dilema a resolver fluye de los dos anteriores y se refiere a la posibilidad de paliar el problema de una población activa insuficiente a través de un incremento radical de la inmigración. Este es uno de los temas que actualmente más se debate tanto en Suecia como en Europa. Se ha calculado que la Unión Europea necesitará de un influjo de unos 15 millones de inmigrantes al año para paliar su déficit demográfico futuro. Para Suecia se habla de unos 750.000 nuevos inmigrantes durante los próximos 15 a 20 anos.[34] Además, está claro que esta inmigración eventual provendría fundamentalmente de países no europeos ya que los problemas demográficos son comunes en todas las sociedades europeas avanzadas e incluyen también a los países de Europa oriental.

La perspectiva de abrirse hacia una inmigración semejante es un verdadero dilema considerando la exclusión social y étnica que ya hoy afecta a muchas minorías inmigrantes así como los altos niveles de tensión que existen en Europa respecto de los inmigrantes de origen no europeo. Suecia es uno de los pocos países de Europa occidental donde no existe un partido xenófobo de importancia, cosa que llama la atención si se piensa que tanto en Noruega como en Dinamarca existen hoy partidos muy influyentes que han hecho de la “cuestión de la inmigración” su tema fundamental.[35] Es por ello que no es difícil entender el temor que existe en el seno de la elite política del país ante el eventual surgimiento de un partido semejante que pueda canalizar el innegable sentimiento de inquietud y malestar que existe entre amplios sectores de la población frente a la realidad de una inmigración que no pocos ven como económicamente parasitaria y culturalmente amenazante.

Por todo esto es que  abrirse a una mayor inmigración de este tipo no es una decisión fácil.[36] Los riesgos políticos son evidentes y sus verdaderas ventajas económicas dudosas de no cambiarse radicalmente las formas de integrar al inmigrante, asegurando su pronta incorporación al mercado laboral y desincentivando drásticamente el uso de subsidios como forma de subsistencia. Esto último presupone o bien la creación de un sistema especial para los inmigrantes que los excluya del acceso rápido a los beneficios sociales o bien un cambio total del sistema asistencial sueco pasando a exigir –tal como en los Estados Unidos a partir de la famosa reforma de Bill Clinton–  contraprestaciones por el acceso a la ayuda social.[37] Mi pronóstico es que ambas cosas se harán realidad dada la necesidad imperiosa de disponer de nueva fuerza de trabajo activando a aquellos sectores de la población inmigrante que hoy viven en la marginación laboral y atrayendo nuevos inmigrantes. 
Los grandes dilemas del futuro

Más allá de lo económico, el paso a una sociedad del bienestar caracterizada por una gran diversidad de estilos de vida y una amplia libertad ciudadana plantea una serie de dilemas que no son fáciles de resolver. Se trata en realidad del delicado balance entre diversas libertades, opciones y valores que pueden ser positivos y complementarse mutuamente pero que también pueden volverse antitéticos y destructivos de ser afirmados de manera unilateral. Este es un tema de largo aliento que en su esencia trata de las encrucijadas entre libertad e igualdad, diversidad y cohesión social e individualismo y comunidad que son fundamentales en toda sociedad abierta. Lo que a continuación se esboza no es sino la manifestación concreta de estas encrucijadas en tres debates hoy en curso en Suecia acerca del futuro de la sociedad del bienestar. El primero trata de los límites de la privatización y el fin de lucro, el segundo de los límites de la desigualdad socioeconómica y el tercero de los límites de la diversidad cultural.

¿Qué se puede privatizar y bajo que formas? ¿Es pertinente dejar que el interés de lucro y las formas empresariales penetren en todo el sector del bienestar? ¿Qué niveles de ganancia se pueden permitir en sectores como la educación y la salud? Este es el tipo de preguntas que hoy se plantean en páginas editoriales, debates políticos, tesis académicas e investigaciones parlamentarias. En todo esto está lejos de existir un consenso, pero la aceptación bajo ciertas condiciones por parte de la socialdemocracia de una privatización muy amplia es notable y seguramente decisiva para el futuro. En el caso de la salud[38], para tomar un ejemplo destacado, se acepta la privatización (con o sin fines de lucro) de todos los hospitales y centros médicos excepto aquellos, no más de una decena, que son partes de (o están asociados a) una universidad. La condición básica es que las entidades privatizadas funcionen exclusivamente dentro del sistema de salud fiscalmente financiado (en concreto, que no acepten pacientes privados). En el caso de la escuela se acepta también el establecimiento en principio irrestricto de escuelas independientes siempre que se sigan más estrictamente las regulaciones válidas para las escuelas públicas.[39] Esto está conformando una línea general de amplia aceptación a las privatizaciones, que combina una casi total apertura hacia todo tipo de actores (con o sin fines de lucro) junto con una regulación más estricta de su funcionamiento. Esto no se refiere por supuesto a aquellas funciones públicas que tienen que ver con el ejercicio mismo de la autoridad estatal.

Aparte de esto está hoy en marcha una investigación gubernamental sobre los niveles aceptables de ganancia de estas actividades de servicios básicos privatizados. Aquí se espera que se proponga la creación de un tipo especial de sociedad anónima con un tope para las ganancias de los propietarios. El problema de una limitación semejante es que podría desincentivar las inversiones privadas en los sectores claves del bienestar, cosa que sería altamente contraproducente ya que hoy existe, y existirá aún más en el futuro, una enorme necesidad de inversiones complementarias dadas las dificultades de ampliar la financiación tributaria de los servicios del bienestar.

El tema de los límites de la desigualdad socioeconómica es enormemente sensible dada la retórica niveladora que por décadas ha imperado en Suecia.[40] El dilema puede ser planteado así: nadie desea el surgimiento de aquel tipo de pobreza absoluta que se puede constatar en muchos otros países incluso desarrollados, pero al mismo tiempo se entiende que sin un aumento de los incentivos al trabajo y un desincentivo correlativo a “vivir del trabajo otros” será imposible mantener –lo deseable es por cierto aumentar– el bienestar de todos.

Por otra parte se entiende que diferencias mayores en los ingresos disponibles llevarían inevitablemente a una diferenciación creciente del acceso a los servicios del bienestar, ya sea por el surgimiento de una creciente demanda privada o por el desarrollo aún mayor del sector de seguros privados. Aquí el dilema se puede plantear así: es deseable asegurarle a toda la población una igualdad básica de bienestar y seguridad social, pero también es deseable atraer una proporción creciente del ingreso disponible de los ciudadanos hacia los sectores de bienestar, en particular hacia la educación que es el sector estratégico en términos de crecimiento.[41] Esto último, a su vez, no se puede lograr si no se le da un servicio mejor o más expedito a quienes estén dispuestos o puedan pagar extra por ello. El aceptar o no esta desigualdad, y hasta que punto, será uno de los grandes temas del futuro en Suecia.

Finalmente está el problema de los límites de la diversidad cultural, que a no dudarlo es el más difícil de resolver y aquel que provoca las reacciones más encontradas entre la población tanto de Suecia como de otros países europeos.[42] En este sentido se está despertando de un largo sueño multiculturalista, que en su ingenuidad creía que todas las expresiones culturales eran compatibles tanto entre sí como con los valores básicos de una sociedad abierta. Aquí se plantean dos dilemas importantes. El primero se refiere a la amplitud de la libertad de credo, particularmente cuando se trata de expresiones religiosas que no respetan la secularización de la vida social y cuya aceptación plena llevaría prácticamente a la creación de un verdadero Estado dentro del Estado. El segundo dilema es el conflicto potencial entre libertad de grupo y libertad individual. La libertad de un grupo determinado para elegir su estilo de vida puede llevar a una aspiración sectaria de controlar tanto a su entorno como a sus miembros de una manera que, en particular respecto de los niños, atente contra principios básicos de libertad e integridad individual.

En Suecia este tipo de conflictos se ha planteado de diversas maneras, desde los asesinatos conmovedores de dos mujeres jóvenes con raíces en el Oriente Medio (cuyo “delito” era querer vivir con la libertad propia de toda mujer en Suecia) hasta los reportajes sobre imanes que fomentan o encubren la circuncisión femenina y escuelas confesionales en las cuales tanto el contenido de la educación como las formas de tratar a los niños están claramente reñidas con las exigencias que imperan en el país. En todo esto están latentes los conflictos internacionales que hoy enfrentan crudamente a las democracias occidentales con el fundamentalismo islamista. En el fondo se trata de los conflictos entre modernidad y formas tradicionales de sociedad así como entre individualismo y colectivismo que caracterizan la instauración de las sociedades abiertas.

Este tipo de dilemas ocupará de manera creciente a la Suecia del mañana. La organización futura de la sociedad del bienestar tendrá mucho que ver con la forma que se encuentre para resolver estos desafíos en un mundo cada vez más libre y globalizado. Lo que sí es seguro es que ya no hay vuelta atrás al Estado benefactor del pasado, aquel Estado paternalista que daba imponiendo e imponía dando. No era, como algunos quisieron creer, ni el fin de la historia ni la culminación del desarrollo humano. Como todo producto histórico terminó por hacerse incompatible con el desarrollo mismo de la sociedad que un día lo vio nacer y es por ello que ya hoy pertenece al mundo de los recuerdos y de los mitos.

NOTAS AL PIE

[1] Las escuela independientes (friskolor) son controladas por la Superintendencia de Escuelas y gozan de una libertad pedagógica bastante amplia. Estas escuelas son gestionadas por el sector privado con o sin fines de lucro y están abiertas a toda la población, no pudiendo ni seguir prácticas discriminatorias injustificadas en la elección de sus alumnos ni cobrar suplementos extras al cheque escolar que las escuelas reciben de las municipalidades.

[2] Desde 1932 la socialdemocracia gobernó prácticamente sin interrupción hasta 1976, para luego retomar el poder entre 1982 y 1991 y una vez más desde 1994 hasta el presente. El apoyo electoral del partido estuvo siempre por sobre el 40 por ciento entre 1930 y 1988, llegando incluso a pasar el 50 por ciento en cuatro ocasiones. En las elecciones de 1991, 1998 y 2002 la socialdemocracia registró, sin embargo, cifras electorales por debajo del 40 por ciento del voto popular.

[3] El concepto de folkhemmet es difícilmente traducible. Literalmente significa ”el hogar del pueblo” y fue tomado por el líder socialdemócrata Per Albin Hansson del arsenal de conceptos desarrollado por los sectores nacionalistas de derecha de comienzos de siglo XX. Alude evidentemente al ideal de Volkgemeinschaft o “comunidad de raza” (esa en la connotación clásica de la palabra Volk en alemán o folk en sueco), que en Alemania sería agresivamente formulado entre otros por el nacionalsocialismo.

[4] Un elemento fundamental de la hegemonía socialdemócrata y del “modelo sueco” existente hasta fines de los años 60 fue una clara delimitación de funciones entre empresa privada y Estado benefactor, donde el Estado benefactor respetaba la libertad empresarial en la industria, el comercio y el sector financiero a la vez que el empresariado respetaba un monopolio estatal irrestricto en las áreas del bienestar.

[5] Alva y Gunnar Myrdal, Kris i befolkningsfrågan (”Crisis en la cuestión de la población”), Bonniers, Stockholm 1934, p. 203.

[6] La carga tributaria total se duplicó entre 1960 y 1989, pasando del 28 al 56 por ciento del ingreso nacional. Ello hizo que la diferencia entre la carga tributaria sueca y la carga promedio en los países de la OCDE se ampliase constantemente hasta llegar al 53 por ciento en 1990. A su vez, el gasto público pasó del 31 al 60 por ciento del ingreso nacional entre 1960 y 1980, período durante el cual se triplicó el empleo público.

[7] Este paso de lo que en sueco se llama grundtrygghet (seguridad básica) a inkomstbortfallsskydd (protección ante la pérdida de ingresos) fue decisivo en lo que la misma socialdemocracia llamó el paso a la “sociedad fuerte” (det starka samhället), lo que en realidad quería decir al “Estado fuerte”.

[8] Es pertinente aclarar que el Estado sueco se compone de tres niveles, a saber, la administración central, la provincial y la municipal. Las provincias tienen un rol central en la provisión de salud y los municipios en lo que respecta a la educación y al cuidado tanto de niños como de ancianos. Los municipios tienen además la responsabilidad por la ayuda social, que es la forma de darle subsidios a aquella parte de la población excluida del trabajo y de los demás servicios asistenciales.

[9] En términos de bienestar, Suecia se ha visto sobrepasada por todos sus vecinos nórdicos –Dinamarca, Finlandia, Islandia y Noruega– y también por países como Irlanda, Austria, Italia, Bélgica y Holanda. Además, países antes comparativamente muy pobres como Portugal y Grecia han acortado en más de la mitad su distancia respecto de Suecia.

[10] Este es un problema clásico que explica, por ejemplo, porqué el sistema tributario norteamericano es mucho más progresivo que el sueco. También explica el porqué Suecia tiene los impuestos más altos del mundo a los salarios bajos, dificultando así de manera manifiesta la creación de ”empleos en entrada” al mercado laboral. Actualmente, el nivel mínimo de impuesto total para un trabajador de jornada completa está alrededor del 60 por ciento de sus ingresos. A su vez, el nivel más alto de tributación total está en torno al 70 por ciento del ingreso laboral, lo que da una progresividad tributaria muy limitada y pone, por razones obvias,  un tope prácticamente absoluto a la subida de los impuestos.

[11] Como se sabe, el concepto de ”fordismo” alude a los métodos de producción y estilos de consumo propios de la producción de grandes series de productos homogéneos que caracterizó a la sociedad industrial madura. Su filosofía esencial fue bien expresada por Henry Ford al decir que los consumidores podían libremente elejir el automóvil de su preferencia en tanto que eligiesen un T-Ford de color negro.

[12] Esta reducción de beneficios se logró fundamentalmente bajando o congelando el techo de las retribuciones y subsidios, lo que ha conducido a un creciente margen de pérdida de ingresos para amplios sectores de las clases medias en caso de enfermedad o paro.

[13] El empleo público se redujo en 187.000 personas entre 1991 y 1997.

[14] Guld och gröna skogar resa la expresión sueca.

[15] Valfrihetsrevolution es el concepto sueco. La elección de septiembre de 1991 fue una verdadera sensación política ya que el apoyo a la socialdemocracia cayó, por primera vez en más de 60 años, por debajo del 40 por ciento de los votantes (la cifra exacta fue 37,7 por ciento).

[16] Esto, por cierto, no es absoluto. Siempre ha habido en Suecia pequeños grupos marginalizados, como ser los lapones en el norte del país o diversos grupos seminómades de origen autóctono o romaní.

[17] Moderata samlingspartiet, partido que bajo el liderazgo de Gösta Bohman y de jóvenes liberales como el futuro primer ministro Carl Bildt se alejó cada vez más del paternalismo estatal de seño conservador.

[18] El concepto sueco es egenmakt, literalmente ”poder propio”. Conceptos o consignas como ”influrencia del usuario” (brukarinflytande) y otras semejantes que también demandaban menos estatismo y más participación ciudadana fueron característiscas de esta crítica al sistema desde el interior del propio movimiento socialdemócrata.

[19] Olof Palme fue el jefe de la socialdemocracia entre 1969 y 1986, año en que fue asesinado. Su liderato dio clara expresión a la radicalización política que afectó a la sociedad sueca a partir de fines de los años 60 y que se tradujo en una socialdemocracia que rompió con su tradición de moderación y búsqueda de compromisos especialmente con los sectores empresariales.

[20] El crecimiento promedio anual del PIB sueco fue del 3 por ciento entre 1999 y 2002 mientras que para la Unión Europea fue de sólo un 2,2 por ciento.

[21] La deuda pública bajó del 80 al 53 por ciento del ingreso nacional entre 1994 y 2000 y la carga tributaria total, que en 1989 había superado en 56 por ciento del ingreso nacional, se estabilizó entre 2000 y 2002 en torno al 51 por ciento.

[22] La resistencia proviene de diversos sectores y es tanto ideológica como pragmática. La izquierda de pasado comunista junto con los sectores más reaccionarios de la socialdemocracia y del movimiento sindical encabezan la resistencia ideológica. Pero aún más importante es la “resistencia pragmática” que se da al nivel de muchas administraciones provinciales y municipales que, por razones presupuestarias o de poder, tratan de dificultar o simplemente impedir la realización y/o la extensión de la libertad de elección ciudadana.

[23] En este sentido es digno de notar el gran interés que en Estados Unidos suscita el sistema de elección libre escolar de Suecia, que es visto, particularmente por sectores conservadores, como un verdadero modelo a seguir.

[24] Aquí las diferencias regionales som grandes ya que esta libertad de elección no se basa en una ley nacional como en el caso de la escuela sino en decisiones de los gobiernos provinciales. Así se da el caso de una total libertad de elección en la provincia de Estocolmo (donde en lo fundamental se paga a los proveedores de servicios de salud de acuerdo al principio de que “la plata sigue al paciente”) que contrasta con la casi total falta de libertad en el norte del país, donde la dispersión geográfica de la población sumada a sólidas mayorías de izquierda han bloqueado efectivamente este desarrollo.

[25] Si bien algunas de estas empresas siguen recibiendo un tratamiento especial en caso de crisis, como recientemente ocurrió con los Ferrocarriles del Estado, cuyo enorme déficit hubiese llevado a cualquier empresa privada a la quiebra pero que en este caso motivó la decisión política de salvar a la empresa cubriendo su déficit.

[26] El empleo aparente aumentó del 73,4 al 78,2 por ciento de la población entre 20 y 64 años de edad entre 1997 y 2001. En el mismo lapso de tiempo la cesantía total cayó del 12,5 al 6,5 por ciento.

[27] Las cifras de empleo mostraban al culminar el ciclo económico en 2001-2002 un déficit de más de 200.000 puestos de trabajo respecto de la situación imperante en 1990. Aún más, en 1990 el empleo entre la población de 20 a 64 años de edad era del 86 por ciento a compararse con el 78,2 por ciento que se alcanzó en 2001.

[28] El empleo efectivo, en este caso las personas entre 20 y 65 años de edad que realmente trabajaban, fue del 70,1 por ciento en 1997 (año en que culmina la caída del empleo) y del 70,6 por ciento en 2001.

[29] El número de personas jubiladas anticipadamente ha pasado de 350.000 en 1989 a 493.00 en junio de 2003.

[30] Se calcula que entre 2002 y 2032 las personas de 65 o más años aumentarán desde 1,53 millón a 2,33 millones y que la relación entre las personas de 25 a 64 años de edad y aquellas de mayor edad disminuirá de 3,1 a 2,1 veces.

[31] El escándalo más notable, y de amplias consecuencias para la credibilidad general del sector público, involucra a un centenar de funcionarios del poderoso monopolio estatal de la venta de bebidas alcohólicas (Systembolaget), cuya jefa es nada menos que la esposa del primer ministro. Incluso el rey, Karl XVI Gustav, se ha hecho eco de estos escándalos en su reciente discurso de navidad al decir: “Ha sido doloroso descubrir que en aquel idilio en el cual habíamos vivido y queríamos vivir estaba el caldo de cultivo de la frivolidad y la codicia.”

[32] Es interesante notar que esta verdadera epidemia de ausentismo laboral y abandono de la fuerza de trabajo por motivos de salud se da en uno de los pueblos más sanos del planeta y sin que haya ni la más mínima evidencia de un empeoramiento real de sus condiciones generales de salud. Tampoco se puede hacer referencia a un cambio en las condiciones mismas de la vida laboral de tal magnitud que pudiese explicar semejante desarrollo.

[33] Este tipo de sistemas personalizados de seguridad social ha sido ya propuesto en Suecia bajo la forma de cuentas o fondos individuales de seguridad social, incluyendo también las pensiones.

[34] Esta cifra debe ponerse en relación a la población del país que no alcanza ni a los 9 millones de habitantes.

[35] La explicación de que en Suecia no exista hoy un partido xenófobo de importancia no está por cierto en la falta de una base potencial de apoyo para tal partido. En 1991 surgió un partido así, llamado Nueva Democracia, obteniendo un éxito rotundo en las elecciones de septiembre de ese año. Lo que ocurrió luego es que ese partido se hundió por la falta de un liderato claro y el caos interno que pronto lo aquejaron. Es así como toda una generación de activistas se quemó políticamente y Suecia se convirtió, al menos por un tiempo, en una excepción escandinava.

[36] Este es un tema de candente actualidad ya que el Riksdag (parlamento) ha en principio aprobado la apertura del país a este tipo de migración pero el gobierno ha hecho hasta ahora oídos sordos a esta decisión verdaderamente histórica.

[37] Se trataría de prestaciones laborales fuera del mercado de trabajo normal que podrían ser combinadas con prácticas, estudios u otras medidas de activación cuyo objetivo es, por una parte, impedir la formación de una cultura de la dependencia y la pasividad y, por la otra, hacer imposible el trabajo al negro paralelo a la recepción de subsidios.

[38] De acuerdo a las proposiciones contenidas en la investigación gubernamental Vårda vården (”Cuidar el cuidado”, en el sentido de atención o cuidado médico), hecha pública hace unos meses.

[39] Se trata de las proposiciones de dos comisiones parlamentarias, una sobre la escuela básica y la otra sobre la educación secundaria. La decisión parlamentaria al respecto será tomada durante la primera mitad de 2004.

[40] El tema de la igualdad socioeconómica en Suecia es complejo e intensamente debatido. Se da un grado muy alto de igualdad al nivel de los ingresos netos corrientes, provenientes ya sea del trabajo o de los subsidios. Al mismo tiempo, se dan desigualdades en términos de la fortuna acumulada que incluso son mayores a las existentes en Estados Unidos. Lo más peculiar de Suecia es, debido a la alta carga tributaria a los ingresos laborales, la dificultad de formar una fortuna a través del trabajo. Esto hace que la movilidad económica en términos de fortuna acumulada sea muy limitada e infinitamente mas baja que en los Estados Unidos.

[41] Desde el punto de vista del desarrollo es una simple estupidez prohibirle a la gente hacer un aporte adicional al cheque educacional a fin de obtener una mejor educación para sus hijos aumentando así el gasto total de la sociedad en educación. El resultado es que esos ingresos se canalicen hoy hacia la adquisición de más viajes de turismo, automóviles, vestimenta u otros productos de consumo no productivo.

[42] El debate francés sobre el velo islámico y otras manifestaciones religiosas en las escuelas públicas es el ejemplo más claro de este tipo de profundos dilemas que conmueven a toda la Europa contemporánea, dividiendo a izquierdas y derechas y sembrando la disensión entre conservadores, liberales o socialistas.