El precio de la desigualdad, de Joseph Stiglitz (Editorial Taurus)
(Diario Río Negro) Stiglitz es partidario de la intervención activa del Estado en la economía, pero en su libro se cuida en señalar la necesidad de »un sector público que funcione adecuadamente» para que la gestión pública cumpla con uno de sus principales cometidos. Lo más sabroso del ensayo de Stiglitz se encuentra en la parte que describe la forma en que actúan en el capitalismo de amigos los »cazadores de renta» y relata las formas mediante las cuales el sistema político ayuda a incrementar su fortuna.
(Diario Río Negro) La presidenta Cristina Fernández ha reconocido en diversas circunstancias su abierta admiración por el premio Nobel de Economía 2001, Joseph Stiglitz. Este profesor norteamericano es un conocido crítico del Fondo Monetario Internacional y de las políticas económicas neoliberales que atribuye a los "fundamentalistas del libre mercado". Sin embargo, en su reciente ensayo titulado "El precio de la desigualdad" (Editorial Taurus), el destacado economista hace una serie de afirmaciones que contradicen abiertamente las políticas económicas que se han puesto en marcha en Argentina.
Como es sabido, el profesor estadounidense es partidario de la intervención activa del Estado en la economía, pero en su libro se cuida en señalar la necesidad de "un sector público que funcione adecuadamente" para que la gestión pública cumpla con uno de sus principales cometidos. Sostiene que el gobierno no sólo establece las reglas básicas del juego y hace cumplir las leyes, sino que debe aportar "la infraestructura intangible y tangible que permite que funcionen una sociedad y la economía. Si el gobierno no aportara las carreteras, los puertos, la educación o la investigación básica –o si no se asegurara de que alguien lo haga, o si no creara al menos las condiciones en las cuales alguien pudiera hacerlo–, las empresas corrientes no podrían prosperar" (pág. 144).
Stiglitz es también un crítico severo de las políticas supuestamente progresistas que pretenden proteger a las empresas nacionales de la competencia extranjera por el recurso de elevar los aranceles o poner freno a las importaciones mediante barreras no arancelarias. Señala que estas políticas lo que consiguen es que "los productores nacionales suban sus precios y aumenten sus beneficios". Añade que "en algunos casos pueden producir algunos beneficios secundarios, como un mayor empleo nacional", pero "también es muy habitual que los aranceles protejan a unas industrias viejas y agotadas, que han perdido su competitividad y que probablemente nunca la recuperarán" (pág. 98).
En relación con las expropiaciones de empresas, sostiene que "también los dueños del capital pueden tener derechos". Añade que "el derecho más fundamental de los propietarios del capital es que no se les despoje de su propiedad". Y advierte que, si bien incluso en una sociedad democrática estos derechos están limitados, dado que el Estado puede apropiarse de los bienes de alguien por una finalidad pública, "tiene que haber un debido proceso y una indemnización adecuada" (pág. 109).
Una extensa reflexión dedica Stiglitz al tema impositivo, señalando que "el aspecto más escandaloso de la política fiscal de los últimos tiempos (en EE. UU.) ha sido la reducción de los tipos impositivos sobre las plusvalías de capital" (pág. 122). Se refiere a las reducciones que han tenido lugar en los tiempos de Clinton y luego de Bush, que han dejado el tipo impositivo para las plusvalías de capital a largo plazo en el 15%. Además, si los activos se transfieren por fallecimiento del titular, las plusvalías de capital acumuladas durante la vida del contribuyente eluden el pago del impuesto.
Lo notable es que en Argentina las plusvalías del capital no tributan ni siquiera el 15%, política fiscal que durante casi diez años de gobierno "nac&pop" no ha sido modificada. Por otra parte, la elevada alícuota de IVA que mantiene Argentina sobre los productos alimenticios –el 21%, una de las más elevadas del mundo– es considerada por los expertos como altamente regresiva porque afecta principalmente a los sectores de menores recursos.
La política fiscal de los sucesivos gobiernos kirchneristas explica la siguiente paradoja: cada vez que un trabajador adquiere un kilo de yerba, u otro producto alimenticio, abona un impuesto del 21% en concepto de IVA. En cambio, cuando el matrimonio Kirchner se desprende –como aconteció en el 2008– de un total de 14 propiedades inmobiliarias que poseían desde el año 1982, obteniendo por ello una ganancia de 13.807.000 pesos, ni un solo peso es abonado por ese incremento de renta al Estado debido a que no existe en Argentina un impuesto que grave esas plusvalías.
Finalmente, lo más sabroso del ensayo de Stiglitz se encuentra en la parte que describe la forma en que actúan en el capitalismo de amigos los "cazadores de renta" y relata las formas mediante las cuales el sistema político ayuda a estos aprovechados a incrementar su fortuna a expensas de los demás. Añade que "no es difícil hacerse rico cuando el gobierno le vende a uno por 500 millones de dólares una mina que vale 1.000 millones" (pág. 86), un ejemplo brindado al azar pero que recuerda la famosa operación de compraventa de tierras fiscales que tuvo lugar en El Calafate.
Como señala Stiglitz, "para decirlo lisa y llanamente, hay dos formas de llegar a ser rico: crear riqueza o quitársela a los demás", generalmente aprovechando una ventaja indebida que brinda el Estado. En Estados Unidos, como en Argentina, gran parte de la desigualdad que se perpetúa es consecuencia de las políticas del gobierno "tanto por lo que hace el gobierno como por lo que no hace". En materia impositiva, la abstención del gobierno argentino en modernizar la legislación tributaria ha favorecido la persistencia de la pobreza al tiempo que explica el veloz incremento de la fortuna de algunos exitosos abogados.
Fuente: (Diario Río Negro) http://www.rionegro.com.ar/diario/stiglitz-contradice-a-cristina-1050516-9539-nota.aspx
(Diario Río Negro) La presidenta Cristina Fernández ha reconocido en diversas circunstancias su abierta admiración por el premio Nobel de Economía 2001, Joseph Stiglitz. Este profesor norteamericano es un conocido crítico del Fondo Monetario Internacional y de las políticas económicas neoliberales que atribuye a los "fundamentalistas del libre mercado". Sin embargo, en su reciente ensayo titulado "El precio de la desigualdad" (Editorial Taurus), el destacado economista hace una serie de afirmaciones que contradicen abiertamente las políticas económicas que se han puesto en marcha en Argentina.
Como es sabido, el profesor estadounidense es partidario de la intervención activa del Estado en la economía, pero en su libro se cuida en señalar la necesidad de "un sector público que funcione adecuadamente" para que la gestión pública cumpla con uno de sus principales cometidos. Sostiene que el gobierno no sólo establece las reglas básicas del juego y hace cumplir las leyes, sino que debe aportar "la infraestructura intangible y tangible que permite que funcionen una sociedad y la economía. Si el gobierno no aportara las carreteras, los puertos, la educación o la investigación básica –o si no se asegurara de que alguien lo haga, o si no creara al menos las condiciones en las cuales alguien pudiera hacerlo–, las empresas corrientes no podrían prosperar" (pág. 144).
Stiglitz es también un crítico severo de las políticas supuestamente progresistas que pretenden proteger a las empresas nacionales de la competencia extranjera por el recurso de elevar los aranceles o poner freno a las importaciones mediante barreras no arancelarias. Señala que estas políticas lo que consiguen es que "los productores nacionales suban sus precios y aumenten sus beneficios". Añade que "en algunos casos pueden producir algunos beneficios secundarios, como un mayor empleo nacional", pero "también es muy habitual que los aranceles protejan a unas industrias viejas y agotadas, que han perdido su competitividad y que probablemente nunca la recuperarán" (pág. 98).
En relación con las expropiaciones de empresas, sostiene que "también los dueños del capital pueden tener derechos". Añade que "el derecho más fundamental de los propietarios del capital es que no se les despoje de su propiedad". Y advierte que, si bien incluso en una sociedad democrática estos derechos están limitados, dado que el Estado puede apropiarse de los bienes de alguien por una finalidad pública, "tiene que haber un debido proceso y una indemnización adecuada" (pág. 109).
Una extensa reflexión dedica Stiglitz al tema impositivo, señalando que "el aspecto más escandaloso de la política fiscal de los últimos tiempos (en EE. UU.) ha sido la reducción de los tipos impositivos sobre las plusvalías de capital" (pág. 122). Se refiere a las reducciones que han tenido lugar en los tiempos de Clinton y luego de Bush, que han dejado el tipo impositivo para las plusvalías de capital a largo plazo en el 15%. Además, si los activos se transfieren por fallecimiento del titular, las plusvalías de capital acumuladas durante la vida del contribuyente eluden el pago del impuesto.
Lo notable es que en Argentina las plusvalías del capital no tributan ni siquiera el 15%, política fiscal que durante casi diez años de gobierno "nac&pop" no ha sido modificada. Por otra parte, la elevada alícuota de IVA que mantiene Argentina sobre los productos alimenticios –el 21%, una de las más elevadas del mundo– es considerada por los expertos como altamente regresiva porque afecta principalmente a los sectores de menores recursos.
La política fiscal de los sucesivos gobiernos kirchneristas explica la siguiente paradoja: cada vez que un trabajador adquiere un kilo de yerba, u otro producto alimenticio, abona un impuesto del 21% en concepto de IVA. En cambio, cuando el matrimonio Kirchner se desprende –como aconteció en el 2008– de un total de 14 propiedades inmobiliarias que poseían desde el año 1982, obteniendo por ello una ganancia de 13.807.000 pesos, ni un solo peso es abonado por ese incremento de renta al Estado debido a que no existe en Argentina un impuesto que grave esas plusvalías.
Finalmente, lo más sabroso del ensayo de Stiglitz se encuentra en la parte que describe la forma en que actúan en el capitalismo de amigos los "cazadores de renta" y relata las formas mediante las cuales el sistema político ayuda a estos aprovechados a incrementar su fortuna a expensas de los demás. Añade que "no es difícil hacerse rico cuando el gobierno le vende a uno por 500 millones de dólares una mina que vale 1.000 millones" (pág. 86), un ejemplo brindado al azar pero que recuerda la famosa operación de compraventa de tierras fiscales que tuvo lugar en El Calafate.
Como señala Stiglitz, "para decirlo lisa y llanamente, hay dos formas de llegar a ser rico: crear riqueza o quitársela a los demás", generalmente aprovechando una ventaja indebida que brinda el Estado. En Estados Unidos, como en Argentina, gran parte de la desigualdad que se perpetúa es consecuencia de las políticas del gobierno "tanto por lo que hace el gobierno como por lo que no hace". En materia impositiva, la abstención del gobierno argentino en modernizar la legislación tributaria ha favorecido la persistencia de la pobreza al tiempo que explica el veloz incremento de la fortuna de algunos exitosos abogados.
Fuente: (Diario Río Negro) http://www.rionegro.com.ar/diario/stiglitz-contradice-a-cristina-1050516-9539-nota.aspx