La República desolada: los cambios políticos de la Argentina 2001-2009, de Hugo Quiroga (Buenos Aires: Edhasa, 2010)
En el caso argentino, el ejercicio actual de la democracia encuentra en la política del ejecutivo y en la política de la calle sus principales manifestaciones. Frente a la debilidad del Congreso y de los partidos políticos – por lo tanto, del sistema representativo en general – son muchos los interrogantes que se abren hoy a la democracia en Argentina. En sus seis capítulos, el libro confronta esos interrogantes encontrando siempre como trasfondo de la política el imperio de la “excepcionalidad”.
Desde el retorno de la democracia a la Argentina, Hugo Quiroga viene desenvolviendo un fecundo proyecto científico, dirigido a estudiar de forma sistemática los avatares de la política nacional. Trabajos anteriores del autor habían analizado la dictadura militar del “Proceso” y los diversos períodos del ciclo democrático iniciado con Alfonsín, en diciembre de 1983, hasta la crisis que llevó a la caída del gobierno de Fernando De la Rúa.
Continuando la saga, el presente libro está dedicado a estudiar el período que comienza con la crisis de 2001, concentrándose particularmente en los gobiernos de Néstor Kirchner y Cristina Fernández de Kirchner, hasta el año 2009 inclusive. “La República desolada” es, por lo tanto, una obra de actualidad, producida por un autor que no apenas conoce en detalle los tiempos y actores de la política argentina moderna, sino que posee también un profundo background teórico que le permite iluminar los acontecimientos con lucidez y coherencia explicativa. De hecho, son pocos los autores que han acompañado los últimos cuarenta años de la política argentina con tanto cuidado empírico y teórico a la vez.
Aunque cada libro del autor sea auto-suficiente dentro del universo que se propone analizar, este nuevo volumen del autor continúa y complementa el trabajo empírico y conceptual realizado en “La Argentina en emergencia permanente”, cuyo análisis se detiene prácticamente en el mismo momento donde comienza el libro objeto de esta reseña.
En “La República desolada”, Hugo Quiroga comienza observando que la vida democrática se organiza en torno de la actividad electoral, pero en rigor es mucho más que eso. La democracia está asociada a un conjunto de reglas claras para orientar la actividad política de los ciudadanos y de los diversos actores, pero también implica una cultura que permita a estos operar disensos y consensos sin que los conflictos destruyan la convivencia y la pluralidad necesaria para su ejercicio.
En este sentido, la democracia nunca es algo definitivo, por el contrario, está siempre en construcción. En determinados momentos puede avanzar en la dirección de su consolidación y, en otros, de su decadencia.
En el caso argentino, el ejercicio actual de la democracia encuentra en la política del ejecutivo y en la política de la calle sus principales manifestaciones. Frente a la debilidad del Congreso y de los partidos políticos – por lo tanto, del sistema representativo en general – son muchos los interrogantes que se abren hoy a la democracia en Argentina.
En sus seis capítulos, el libro confronta esos interrogantes encontrando siempre como trasfondo de la política el imperio de la “excepcionalidad”. Según el autor, la Argentina no consigue dejar de ser un país en emergencia permanente. Esta circunstancia justifica la suspensión del estado de derecho y la aplicación de criterios arbitrarios para tomar decisiones en todos los campos de la vida nacional, aun cuando la crisis ya hubiera pasado y las decisiones pudieran ser normalizadas.
Las consecuencias de tener un país en emergencia permanente apuntan al fin de la vida democrática tal como la entiende el pensamiento y la tradición política occidental. La sociedad se independiza de la política y sus intereses corren sueltos por los márgenes de sus instituciones y marcos legales. El interés general se resiente y las representaciones sectoriales y corporativas se fortalecen.
La política basada en la retórica de la decisión excluye a la deliberación y agota a los actores honestamente comprometidos con la negociación y el consenso. La conclusión del libro apunta con rigor que la democracia de la Argentina está siendo resignificada por el modo decisionista en que se ejerce el poder desde el ejecutivo. Pero este proceso no está concluido, y las fuerzas que nutren al estado de derecho y al espíritu republicano no están agotadas.
Comprender a fondo la dinámica de la relación actual entre gobernantes y gobernados se constituye en una condición esencial para la revitalización de la democracia en el país. La República desolada puede ayudar mucho al lector comprometido con en este camino.
Desde el retorno de la democracia a la Argentina, Hugo Quiroga viene desenvolviendo un fecundo proyecto científico, dirigido a estudiar de forma sistemática los avatares de la política nacional. Trabajos anteriores del autor habían analizado la dictadura militar del “Proceso” y los diversos períodos del ciclo democrático iniciado con Alfonsín, en diciembre de 1983, hasta la crisis que llevó a la caída del gobierno de Fernando De la Rúa.
Continuando la saga, el presente libro está dedicado a estudiar el período que comienza con la crisis de 2001, concentrándose particularmente en los gobiernos de Néstor Kirchner y Cristina Fernández de Kirchner, hasta el año 2009 inclusive. “La República desolada” es, por lo tanto, una obra de actualidad, producida por un autor que no apenas conoce en detalle los tiempos y actores de la política argentina moderna, sino que posee también un profundo background teórico que le permite iluminar los acontecimientos con lucidez y coherencia explicativa. De hecho, son pocos los autores que han acompañado los últimos cuarenta años de la política argentina con tanto cuidado empírico y teórico a la vez.
Aunque cada libro del autor sea auto-suficiente dentro del universo que se propone analizar, este nuevo volumen del autor continúa y complementa el trabajo empírico y conceptual realizado en “La Argentina en emergencia permanente”, cuyo análisis se detiene prácticamente en el mismo momento donde comienza el libro objeto de esta reseña.
En “La República desolada”, Hugo Quiroga comienza observando que la vida democrática se organiza en torno de la actividad electoral, pero en rigor es mucho más que eso. La democracia está asociada a un conjunto de reglas claras para orientar la actividad política de los ciudadanos y de los diversos actores, pero también implica una cultura que permita a estos operar disensos y consensos sin que los conflictos destruyan la convivencia y la pluralidad necesaria para su ejercicio.
En este sentido, la democracia nunca es algo definitivo, por el contrario, está siempre en construcción. En determinados momentos puede avanzar en la dirección de su consolidación y, en otros, de su decadencia.
En el caso argentino, el ejercicio actual de la democracia encuentra en la política del ejecutivo y en la política de la calle sus principales manifestaciones. Frente a la debilidad del Congreso y de los partidos políticos – por lo tanto, del sistema representativo en general – son muchos los interrogantes que se abren hoy a la democracia en Argentina.
En sus seis capítulos, el libro confronta esos interrogantes encontrando siempre como trasfondo de la política el imperio de la “excepcionalidad”. Según el autor, la Argentina no consigue dejar de ser un país en emergencia permanente. Esta circunstancia justifica la suspensión del estado de derecho y la aplicación de criterios arbitrarios para tomar decisiones en todos los campos de la vida nacional, aun cuando la crisis ya hubiera pasado y las decisiones pudieran ser normalizadas.
Las consecuencias de tener un país en emergencia permanente apuntan al fin de la vida democrática tal como la entiende el pensamiento y la tradición política occidental. La sociedad se independiza de la política y sus intereses corren sueltos por los márgenes de sus instituciones y marcos legales. El interés general se resiente y las representaciones sectoriales y corporativas se fortalecen.
La política basada en la retórica de la decisión excluye a la deliberación y agota a los actores honestamente comprometidos con la negociación y el consenso. La conclusión del libro apunta con rigor que la democracia de la Argentina está siendo resignificada por el modo decisionista en que se ejerce el poder desde el ejecutivo. Pero este proceso no está concluido, y las fuerzas que nutren al estado de derecho y al espíritu republicano no están agotadas.
Comprender a fondo la dinámica de la relación actual entre gobernantes y gobernados se constituye en una condición esencial para la revitalización de la democracia en el país. La República desolada puede ayudar mucho al lector comprometido con en este camino.