Reseñas

05.08.10

Silencio, Cuba. La izquierda democrática frente al régimen de la Revolución Cubana, Claudia Hilb, Buenos Aires, Ed edhasa, 2010

No escuché ni leí a nadie decir que lo que Claudia Hilb expone en su libro no fuera cierto. No escuché ni leí planteos alrededor de la equivocación de sus postulados o de sus argumentos, pero sí escuché decir, a gentes que dicen ser de izquierda, “eso no se dice”. Y es una razón más para leer “Silencio, Cuba”.

La lectura, los recuerdos y el arte ayudan a nuestra mente en la construcción de sensaciones. Al leer el contundente ensayo de la Profesora Claudia Hilb, “Silencio, Cuba”, las imágenes provenientes de la lectura se mezclaron para mí con el recuerdo del entrañable Profesor Antonio Armas, cubano él, que nos contó de sus dificultades para salir de la isla para nuestro coloquio de filosofía de febrero, en Texas. Los trazos directos del libro me parecieron muchas veces epígrafes dolorosos para los retratos que del espanto soviético en Checoslavaquia recuperó la cámara de Josef Koudelka.

“Silencio Cuba, la izquierda democrática frente al régimen de la revolución cubana”, es un libro de imágenes fuertes y de argumentaciones inapelables. En el transcurrir de sus tres capítulos y de su epílogo, el libro de Hilb traza un itinerario histórico de la revolución cubana y de sus defecciones, al tiempo que enmarca las acciones políticas de Castro dentro de su exclusivo marco de legitimación. Las justificaciones del régimen cubano sobre sus políticas restrictivas de las libertades y sobre el notable retroceso en términos de políticas sociales remiten a un solo enunciado axiomático definido en la reconocida cifra, “Dentro de la revolución todo, fuera de la revolución, nada”.

Hilb trabaja sobre un soporte teórico doble. En primera instancia, tal vez la más potente, revisa con exhaustividad la relación teórico-práctica existente entre la proclamación inicial del régimen sobre el igualitarismo radical y el correlato casi funcional hacia la concentración del poder. De herencia Lefortiana, este postulado teórico explica en la pluma de la autora la íntima relación entre los principios igualitaristas de la revolución –principal motivo de adhesión dentro y fuera de la isla- y su tendencia irreductible hacia la concreción totalitaria en la figura del líder de la revolución, el comandante Fidel Castro. En el mismo sentido intentará explicar, bajo el influjo de lo que Lefort llamó la fuerza de la ilusión, la indulgente narración que hace la izquierda latinoamericana del caso cubano.

La otra dimensión teórica que utiliza Claudia Hilb, es concurrente con la anterior y tiene que ver con la utilización del miedo como estrategia principal de dominación política por parte de la revolución. Así, dos elementos sensibles a la filosofía política actual, totalitarismo y miedo, se unen en la explicación del fenómeno cubano e intentan expresar, con un lenguaje nuevo una vieja pregunta, ¿pueden pensarse procesos de radicalización política que dejen fuera el ejercicio totalitario del poder?

Las páginas del libro operacionalizan, bajo la forma de la historización meticulosa de la revolución, las preguntas de temperamento teórico que se hace y pronuncia en voz alta la profesora Hilb. En el primer capítulo se narran los principios de la revolución con toda su carga de novedad y con su impronta radicalmente igualitarista y el inicio del proceso de concentración del poder. Dejo la sorpresa para el lector, pero anticipo que en el testimonio de actores relevantes y de episodios históricos documentados, el libro describe el pasaje entre la hipótesis de creación colectiva del poder hasta su limitación en una única persona con una franqueza analítica y del relato realmente sugerente.

En el capítulo dos, el tema central es el proceso de movilización más o menos compulsiva que el régimen de Castro impuso como ejercicio de legitimación y autorización. En este proceso, la movilización fue tomando nuevas fórmulas institucionales que se fueron degradando cada vez más en tanto demostraban su fracaso y su ineficacia. Los procesos de estigmatización social que se generaron en este transcurso temporal son los que habilitan la reflexión, en el próximo capítulo, sobre el miedo como principio de acción política de la revolución cubana. En este apartado, Hilb propone pensar a la concentración del poder como una suerte de lógica interna del proceso revolucionario tal y como fue planteado. Aquí, la autora vuelve a recuperar a Lefort cuando en su estudio sobre el totalitarismo soviético advierte sobre el componente peligroso  que supone la superposición entre poder político y Ley. Hilb señala con justeza que el mismo proceso se da en Cuba y que esa superposición desnuda tanto la falta de un componente democrático moderno y republicano como la presencia de su reverso, la aplicación de un régimen totalitario.

Debo confesar que en tanto lector, me faltó un capítulo más con definiciones y argumentos sobre la izquierda democrática, pero puedo esperar.

Le haríamos un escaso favor al libro si sólo lo tomáramos como una obra genérica. El de Claudia Hilb es un libro, en alguna medida, de otros tiempos. Al leerlo, me vino a la memoria el artículo, que nadie quiso publicar hasta que Victoria Ocampo lo hizo en Sur, que Octavio Paz escribió en 1951 denunciando los campos de concentración en la Unión Soviética. “Silencio, Cuba” es un libro situado intelectual y políticamente en el lugar de cierta incomodidad y reclama, por esa osadía infrecuente, una atención especial. Es un libro fuera de este tiempo porque es un libro que necesita de la lectura, pero más necesita de la discusión. De allí su condición extranjera en estas épocas.

Claudia Hilb es profesora e investigadora, no trabaja ejerciendo el izquierdismo y por eso piensa renovadamente cómo hallar los signos que permitan encontrar una nueva agenda para la izquierda democrática. Pensar la relación entre el decir de la izquierda y el régimen cubano es importante tanto como lo es una serie de conversaciones que figuran en el entretexto del libro. La relación entre la tradición de la izquierda y otras familias teóricas como el liberalismo o el comunitarismo dará los cruces, las mixturas, desde donde saldrá lo mejor de una reflexión tan necesaria como ausente.

Para terminar, no escuché ni leí a nadie decir que lo que Claudia Hilb expone en su libro no fuera cierto. No escuché ni leí planteos alrededor de la equivocación de sus postulados o de sus argumentos, pero sí escuché decir, a gentes que dicen ser de izquierda, “eso no se dice”. Y es una razón más para leer Silencio, Cuba.

Profesor en la Carrera de Ciencia Política de la Universidad de Buenos Aires.