Reseñas

26.07.10

La toma del poder por los nazis. La experiencia de una pequeña ciudad alemana 1922-1945, de William Sheridan Allen

Este libro presenta un excelente análisis de la vida pública en la localidad alemana de Northeim entre 1930 y 1945, explicando convincentemente tanto el crecimiento del nazismo a nivel local antes de 1933 como las razones que permitieron su consolidación luego de esa fecha. Además, el caso de Northeim brinda algunas pistas que ayudan a comprender el crecimiento y consolidación del nazismo a nivel nacional.

(Barcelona, Ediciones B, 2009, 520 páginas) (*)

Northeim es una ciudad ubicada al sur del estado de Baja Sajonia. En 1929 contaba con 10 mil habitantes, de los cuales sólo cinco estaban afiliados al Partido Nacional Socialista de los Trabajadores Alemanes (NSDAP). Pero en las elecciones de noviembre de 1932, las últimas antes del acceso de Hitler al poder, el 66% de los votantes de Northeim se inclinó por los nazis, frente al 37% que votaron al NSDAP a nivel nacional. Unos meses después, los nazis establecieron una suerte de mini dictadura local que se mantuvo sin sobresaltos hasta abril de 1945.

¿A qué se debió este vertiginoso crecimiento del NSDAP en Northeim? ¿Cómo se explica la facilidad con la que el nazismo logró controlar la ciudad? ¿Qué impacto tuvo la dictadura nazi sobre la vida de los ciudadanos comunes? En La toma del poder por los nazis , Allen procura responder estas cuestiones mediante un exhaustivo trabajo de campo (llevado a cabo a comienzos de los años 60) que combina entrevistas a los principales protagonistas del período con la lectura de los diarios locales y la consulta de los archivos de la sección regional del NSDAP.

El libro está dividido en dos partes. La primera analiza el crecimiento del NSDAP a nivel local entre 1930 y 1933, que fue producto de la conjunción de cuatro factores. El primero era la flexibilidad de la organización interna del NSDAP: como cada rama local tenía que financiarse por sí misma con lo generado por las cuotas de los afiliados y la venta de entradas a conferencias y mitines, las secciones locales tenían fuertes incentivos para acentuar aquellos elementos de la doctrina nazi que fueran más convocantes a nivel local, a la vez que minimizar el papel de los más resistidos. Más aún, los datos sobre afiliaciones y venta de entradas permitían medir de forma precisa el nivel de convocatoria de cada orador, ajustando la oferta de los mismos a las preferencias locales. Por ejemplo, en Northeim los nazis enfatizaron su nacionalismo y su “religiosidad”, pero minimizaron su antisemitismo.

En segundo lugar, Northeim estaba dividido por profundas diferencias de clase: los obreros y las clases medias vivían en subculturas completamente antagónicas, y las relaciones sociales entre ambos grupos se caracterizaban por la desconfianza mutua. Por ejemplo, aunque hacía tiempo que el partido socialdemócrata (SPD) había dejado de ser una agrupación verdaderamente revolucionaria, seguía manteniendo una retórica radicalizada que hacía imposible todo reconocimiento mutuo con sus adversarios. Los nazis aprovecharían esta situación para presentarse como los únicos dispuestos a hacer el trabajo sucio de eliminar al SPD.

En tercer lugar, los nazis se beneficiaron del intenso clima nacionalista y antirrepublicano que predominaba entre las clases medias y altas de Northeim. En particular, su retórica nacionalista les permitió asociarse a los principales elementos de la intelligentsia local, proporcionándoles una pátina de respetabilidad que de otra manera no hubiesen conseguido.

Finalmente, los nazis también supieron sacar partido de la depresión económica. Aunque ésta afectaba sobre todo a los obreros, que en general no simpatizaban con el NSDAP, las clases medias y altas estaban preocupadas por sus perspectivas futuras. En ese contexto, los nazis podían presentarse como los únicos lo suficientemente activos, radicales y decididos para aplicar las políticas necesarias para salir de la depresión.

En suma, en apenas tres años la mayor parte de las clases medias y altas de Northeim pasaron a ver al NSDAP como un partido no sólo tolerable, sino incluso respetable. Pero conseguir buenos resultados electorales era muy distinto a obtener el control absoluto de la ciudad: pese a obtener dos tercios de los votos en las elecciones nacionales de 1932, a nivel local los nazis seguían debiendo compartir el poder con el SPD y otros partidos. La situación recién cambiaría con la llegada de Hitler al poder en enero de 1933. La segunda parte del libro cuenta cómo el líder nazi local, Ernst Girmann, aprovechó esta situación para convertir a Northeim en una suerte de feudo personal, así como las consecuencias que ello tuvo sobre la vida de los ciudadanos comunes.

En primer lugar, los nazis hicieron uso del fraude y la intimidación para hacerse con el control de las instituciones políticas de Northeim. Esto les permitió llevar a cabo una purga de la burocracia local, y usar la policía para perseguir a sus enemigos políticos, generalmente en base a cargos abiertamente arbitrarios y/o exagerados. De esta manera se mostraban como absolutamente implacables, y dejaban en claro que no tolerarían ni el más leve intento de oposición. En segundo lugar, intensificaron el esfuerzo de propaganda, organizando innumerables mitines y forzando la autocensura de la prensa local; también se hicieron con el control del aparato escolar, que pasaron a usar para adoctrinar a los jóvenes. Y tercero, se preocuparon por infiltrar, disolver o “coordinar” cuanta organización social existiese en Northeim, desarticulando la sociedad civil al punto que la gente empezó a rehuir todo contacto social por miedo a hablar delante de otros. Pronto no hubo ninguna organización social que fuera capaz de oponer la menor resistencia al nazismo.

Todo el proceso no llevó más de 6 meses, pero Girmann tuvo el cuidado de implementar estas medidas de forma gradual, a través de una serie de decretos cuasi legales que en sí mismo no generaban un cambio brusco de la situación, pero que en conjunto constituían una verdadera revolución. Para cuando la naturaleza del nuevo estado de cosas se hizo evidente, todo intento de resistencia resultaba absolutamente estéril. En consecuencia, se generó una suerte de equilibrio en el cual los ciudadanos ordinarios exteriorizaban un apoyo al nazismo que estaba desprovisto de todo entusiasmo, en tanto que Girmann y sus acólitos no hacían un uso demasiado vigoroso de sus poderes coactivos. Por supuesto, se trataba de un estado de cosas que favorecía a los nazis, porque les permitía mantener el control de Northeim sin sobresaltos y sin que nadie se atreviera a investigar sus crímenes. De hecho, el gobierno de Girmann sólo acabó en abril de 1945, con la llegada de las tropas aliadas a Northeim.

En suma, La toma del poder por los nazis presenta un excelente análisis de la vida pública de Northeim entre 1930 y 1945, explicando convincentemente tanto el crecimiento del nazismo a nivel local antes de 1933 como las razones que permitieron su consolidación luego de esa fecha. Además, el caso de Northeim brinda algunas pistas que ayudan a comprender el crecimiento y consolidación del nazismo a nivel nacional.

En primer lugar, uno de los principales factores que contribuyeron al vertiginoso ascenso del nazismo antes de 1933 fue la enorme flexibilidad organizativa del NSDAP, que permitía que las autoridades locales enfatizaran aquellos aspectos del programa nazi que tenían más receptividad en su región. De esta manera, el nazismo pudo ser “all things to all men”, un factor de enorme importancia para un partido cuyo único objetivo era la toma del poder.

En segundo lugar, los nazis nunca hubieran llegado al poder si la sociedad alemana no se hubiera encontrado fuertemente polarizada desde mucho antes de 1933. La mayoría de los líderes del NSDAP eran arribistas sin escrúpulos ni status social, cuyo único objetivo consistía en acceder al poder por cualquier medio que fuese necesario. En condiciones normales, un partido semejante nunca hubiera sido visto como el salvador de las clases medias y altas, pero en un contexto donde las instituciones políticas no eran vistas como las reglas de un juego común entre adversarios legítimos, sino como armas para utilizar contra el enemigo, los nazis podían presentarse (creíblemente) como los únicos dispuestos a hacer el trabajo sucio de eliminar al SPD.

Claro que lo hicieron en beneficio propio, y no de quienes pretendían utilizarlos para sus fines. En efecto, una tercera razón que explica el ascenso de los nazis fue su capacidad de engañar a todo el mundo respecto de sus verdaderas intenciones: los judíos de Northeim nunca se tomaron en serio su antisemitismo; los conservadores pensaban que estaban usando a los nazis contra la izquierda, cuando en realidad los que estaban siendo usados eran ellos; los luteranos pensaban que la mayor parte de los nazis eran devotos creyentes; los socialdemócratas los veían como el principal enemigo, pero creyeron que una vez en el poder se comportarían como cualquier otro partido político.

Esta capacidad de engañar a los demás fue especialmente importante porque hizo que los nazis no fueran percibidos como una verdadera amenaza hasta que estuvieron en el poder, y entonces ya era demasiado tarde para hacerles frente. Pero como observa Allen, si los políticos conservadores de la República de Weimar hubieran sido un poco más agudos, hubieran podido acabar con los nazis a comienzos de 1933, simplemente proscribiendo al NSDAP. Para entonces, el nazismo ya había tocado su techo electoral, y la falta de fondos constituía un serio problema incluso en sus principales bastiones electorales, como Northeim. Proscripto, falto de fondos e incapaz de seguir progresando electoralmente, el NSDAP hubiera perdido buena parte de los arribistas que se habían afiliado a él con el único objetivo de llegar al poder. La historia del nazismo ofrece un trágico ejemplo del papel que las percepciones y las decisiones individuales pueden jugar en los procesos históricos.

(*) El libro fue publicado originalmente en inglés en 1965, pero la traducción española está basada en la edición revisada de 1984.

Adrián Lucardi es Investigador Asociado del Centro para la Apertura y el Desarrollo de América Latina (CADAL).