Otra grieta en la pared
El heroísmo de ser libre
Otra grieta en la pared
Por Fernando J. Ruiz
CADAL. 254 páginas.
Hay decenas de miles de personas en la Argentina y en todo el mundo, -ciudadanos muy inteligentes y respetables - que están enfermos y no lo saben. Padecen de ceguera ideológica. ¿Síntomas? En la fase aguda, creen que Fidel Castro es un paladín de la humanidad. Hay una versión leve del mal; genera la convicción de que en Cuba hay progreso, pero no libertades. ¿Cura? Libros como éste - editado por el Centro para la Apertura y el Desarrollo de América Latina y el apoyo de la Fundación Adenauer - inmunizan la mente.
Fernando J. Ruiz, periodista argentino, documentó la tarea intrépida de la prensa disidente cubana, a quien vislumbra como el germen de una irrevocable revolución democrática, tal como lo fueron los obreros católicos en Gdansk o los intelectuales en Praga. Conoció en la isla a los personajes que infestan todo estado totalitario: el soplón, el Judas y el Torquemada. Padeció una ínfima experiencia de cárcel y finalmente el castrismo lo deportó.
La obra incluye un oportuno prólogo de Robert Cox, quien traza parangones entre Castro, Videla y Pinochet. Luego, Ruiz aporta profundas reflexiones sobre la naturaleza de la dictadura e hilvana las historias de vida de periodistas cubanos, héroes de a pie que desafían el aislamiento y el calvario en nombre de un ideal. Hay algo maravilloso e inverosímil en cada conciencia que dice 'no' ante el poder supremo.
El final es dramático. Justo cuando Ruiz revisaba la primera versión, Castro aprovechó que el mundo estaba entretenido con la guerra en Irak y mordió con saña feroz. Muchos personajes del libro fueron arrestados y condenados a durísimas penas y otros se revelaron como agentes encubiertos del régimen. Más de veinte años de mazmorra castigaron fotografiar lo que es o escribir lo que se piensa. Sólo un ciego no se indignaría.
Guillermo Belcore
Otra grieta en la pared
Por Fernando J. Ruiz
CADAL. 254 páginas.
Hay decenas de miles de personas en la Argentina y en todo el mundo, -ciudadanos muy inteligentes y respetables - que están enfermos y no lo saben. Padecen de ceguera ideológica. ¿Síntomas? En la fase aguda, creen que Fidel Castro es un paladín de la humanidad. Hay una versión leve del mal; genera la convicción de que en Cuba hay progreso, pero no libertades. ¿Cura? Libros como éste - editado por el Centro para la Apertura y el Desarrollo de América Latina y el apoyo de la Fundación Adenauer - inmunizan la mente.
Fernando J. Ruiz, periodista argentino, documentó la tarea intrépida de la prensa disidente cubana, a quien vislumbra como el germen de una irrevocable revolución democrática, tal como lo fueron los obreros católicos en Gdansk o los intelectuales en Praga. Conoció en la isla a los personajes que infestan todo estado totalitario: el soplón, el Judas y el Torquemada. Padeció una ínfima experiencia de cárcel y finalmente el castrismo lo deportó.
La obra incluye un oportuno prólogo de Robert Cox, quien traza parangones entre Castro, Videla y Pinochet. Luego, Ruiz aporta profundas reflexiones sobre la naturaleza de la dictadura e hilvana las historias de vida de periodistas cubanos, héroes de a pie que desafían el aislamiento y el calvario en nombre de un ideal. Hay algo maravilloso e inverosímil en cada conciencia que dice 'no' ante el poder supremo.
El final es dramático. Justo cuando Ruiz revisaba la primera versión, Castro aprovechó que el mundo estaba entretenido con la guerra en Irak y mordió con saña feroz. Muchos personajes del libro fueron arrestados y condenados a durísimas penas y otros se revelaron como agentes encubiertos del régimen. Más de veinte años de mazmorra castigaron fotografiar lo que es o escribir lo que se piensa. Sólo un ciego no se indignaría.
Guillermo Belcore