The Shock Doctrine: The Rise of Disaster Capitalism, por Naomi Klein
Hay algunos problemas de lenguaje a lo largo del libro. Al leerlo, uno puede pensar que la autora desprecia cualquier libre mercado. En cualquier caso, este es un libro importante y profundo. La crítica específica de Klein a la nueva ola de corporativismo sobrepasa cualquier desacuerdo que uno pueda tener con su política de “tercera vía”.
La tesis central del libro de Naomi Klein The Sock Doctrine es que las políticas exteriores y locales de Estados Unidos durante los últimos 30 años dieron forma a un nuevo corporativismo. El corporativismo, escribe Klein, “se refería originalmente al modelo de Mussolini de un estado policial administrado como una alianza de… gobierno, empresas y sindicatos… en nombre del nacionalismo”. El corporativismo de nuestros días implica “una gran transferencia de riqueza de manos públicas a privadas, seguida por una gran transferencia de deudas privadas a manos públicas.” El corporativismo neoliberal “borra las fronteras entre Gran Gobierno y Gran Empresa”, mientras que el trabajo organizado es dejado fuera de los nuevos acuerdos.
El planteo de Klein está cuidadosamente organizado, bien presentado y es abrumador en su impacto general. Brinda un argumento complejo relativo a lo que, de hecho, son cuestiones complicadas. Algunas reseñas se quejan de que Klein fuerce la evidencia para que encajen en un modelo. Dicen que su tratamiento de las visiones de ciertos psicólogos, economistas y planificadores militares y su relato comparativo de cómo esas posturas son (fueron) implementadas, son “injustos”, especialmente para los economistas. Pero Klein busca con todo derecho las ideas en cuestión a lo largo de estos campos de conocimiento (y acción) por analogía – un procedimiento aristotélico y tomista perfecto. “Encapuchar” a un prisionero y “dejar sin luz” a una ciudad entera mediante bombardeos son análogos, porque se realizan por el mismo motivo – desorientar y confundir, y así a lo largo de otros niveles de comparación.
Los mencionados psicólogos, economistas y planificadores militares lidian interminablemente con ciertos temas porque ven al mundo como un objeto manipulable y actúan con premisas de mecánica compartida, hobbesianas, positivistas en las cuales la gente real son meros átomos, objetos o cifras vacías en curvas de indiferencia. No nos puede sorprender que las actividades de estos expertos se complementen entre sí en la vida real y que revelen una indiferencia a las “consecuencias imprevistas”, mientras una suerte de platonismo matemático subyace a los desempeños supuestamente “empíricos”. Los temas compartidos incluyen los “shock”, “terapia de shock”, crisis como oportunidades experimentales, “pizarras en blanco” (“hoja en blanco” de Hobbes) sobre los cuales planear nuevos mundos. Ellos hablan de esta manera; Klein no inventa nada.
Klein sigue esos lugares comunes de la tiranía chilena de “libre mercado”, pasando por las reformas mixtas de la Sra. Thatcher, las “privatizaciones” falsas en Polonia y Rusia, la medio-loca invasión estadounidense de Irak, con más “privatizaciones” falsas, expropiaciones de minifundistas en Sri Lanka, y “fallas estatales” en Nueva Orleáns, donde se imponían vouchers escolares mientras la ciudad se pudría.
El caso de Sri Lanka debería ser suficiente aquí. Allí, pescadores largamente establecidos que habían sobrevivido el tsunami, fueron expulsados de sus propiedades en la playa para que se pudieran expandir complejos hoteleros favorecidos por el Banco Mundial, operadores estadounidenses e inversores. Esto es precisamente lo que haría un juez (Coaseano) de Derechos y Economía de Chicago. Los pescadores son “socialmente ineficientes”. No tienen “crecimiento”. ¡Al diablo con su tierra! Podrán volver en el “libre mercado” reformado como mozos o ayudantes de cocina.
Una clave para el nuevo orden, agregaría yo, es esta: Al excluir la capacidad bélica (“defensa”) del concepto de “estado” por definición implícita, los anti-estatistas republicanos crean un espejismo. Podemos discutir acerca de un gobierno más pequeño en cualquier momento; nadie puede sostener razonablemente que estemos obteniendo algo así ahora de los que detentan el poder, más allá de diversas “privatizaciones”.
Klein en cierta forma exagera la oposición verbal de “público” y “privado”. Los actuales gobernantes establecen contratos con caros contratistas para coordinar a los proveedores ya caros de la industria de la defensa. Hecho esto, los contratistas – investidos de poder estatal – ya no son exactamente “privados”; ni tampoco son “públicos” como la oficina de correo. Nuestros reformistas de “libre mercado” pueden responder por cualquier confusión conceptual. Y aquí, Klein puede no ver que la moda del contratista es en parte acerca de dar más poder al Ejecutivo Unitario – protegiendo sus operaciones de la vigilancia congresista. Pero tiene mucha razón al observar las numerosas amenazas a la democracia.
Agregaría que imponer “órdenes espontáneos” mediante apalancamientos de deuda, “privatizaciones” o grandes sumas para ingeniería social de derecha – no es precisamente una vocación “conservadora”. Tampoco son las “privatizaciones” – que llegan a niveles de las confiscaciones de Enrique VIII – conservadoras. Nuestro actual régimen recuerda a la corrupción institucionalizada de los Whig luego de 1689, cuando (en la frase de E.P. Thompson) Inglaterra era una “república bananera”: todo estaba a la venta, y el ingreso migraba hacia arriba a través del estado.
Hay algunos problemas de lenguaje a lo largo del libro. Al leerlo, uno puede pensar que la autora desprecia cualquier libre mercado. Klein utiliza “capitalismo” y “libre mercado” para referirse a afirmaciones realizadas por el marketing de los ideólogos de las políticas corporativistas e imperialistas. Me hubiera gustado que en cierta forma ella hubiese separado la retórica oficial de otra posible, confrontando los significados de estas palabras, poniéndolas entre comillas o escribiendo ocasionalmente “capitalismo de estado”.
Este es, en cualquier caso, un libro importante y profundo. La crítica específica de Klein a la nueva ola de corporativismo sobrepasa cualquier desacuerdo que uno pueda tener con su política de “tercera vía”. En este sentido, espero que la gente lea el libro antes de caer en reacciones de reflejos predecibles.
Reseña de Joseph R. Stromberg
Joseph R. Stromberg (jrstromber@charter.net) es un historiador y escritor independiente radicado en Alabama.
Esta reseña fue originalmente publica en The Freeman (The Foundation for Economic Education).
Traducción de Hernán Alberro.
La tesis central del libro de Naomi Klein The Sock Doctrine es que las políticas exteriores y locales de Estados Unidos durante los últimos 30 años dieron forma a un nuevo corporativismo. El corporativismo, escribe Klein, “se refería originalmente al modelo de Mussolini de un estado policial administrado como una alianza de… gobierno, empresas y sindicatos… en nombre del nacionalismo”. El corporativismo de nuestros días implica “una gran transferencia de riqueza de manos públicas a privadas, seguida por una gran transferencia de deudas privadas a manos públicas.” El corporativismo neoliberal “borra las fronteras entre Gran Gobierno y Gran Empresa”, mientras que el trabajo organizado es dejado fuera de los nuevos acuerdos.
El planteo de Klein está cuidadosamente organizado, bien presentado y es abrumador en su impacto general. Brinda un argumento complejo relativo a lo que, de hecho, son cuestiones complicadas. Algunas reseñas se quejan de que Klein fuerce la evidencia para que encajen en un modelo. Dicen que su tratamiento de las visiones de ciertos psicólogos, economistas y planificadores militares y su relato comparativo de cómo esas posturas son (fueron) implementadas, son “injustos”, especialmente para los economistas. Pero Klein busca con todo derecho las ideas en cuestión a lo largo de estos campos de conocimiento (y acción) por analogía – un procedimiento aristotélico y tomista perfecto. “Encapuchar” a un prisionero y “dejar sin luz” a una ciudad entera mediante bombardeos son análogos, porque se realizan por el mismo motivo – desorientar y confundir, y así a lo largo de otros niveles de comparación.
Los mencionados psicólogos, economistas y planificadores militares lidian interminablemente con ciertos temas porque ven al mundo como un objeto manipulable y actúan con premisas de mecánica compartida, hobbesianas, positivistas en las cuales la gente real son meros átomos, objetos o cifras vacías en curvas de indiferencia. No nos puede sorprender que las actividades de estos expertos se complementen entre sí en la vida real y que revelen una indiferencia a las “consecuencias imprevistas”, mientras una suerte de platonismo matemático subyace a los desempeños supuestamente “empíricos”. Los temas compartidos incluyen los “shock”, “terapia de shock”, crisis como oportunidades experimentales, “pizarras en blanco” (“hoja en blanco” de Hobbes) sobre los cuales planear nuevos mundos. Ellos hablan de esta manera; Klein no inventa nada.
Klein sigue esos lugares comunes de la tiranía chilena de “libre mercado”, pasando por las reformas mixtas de la Sra. Thatcher, las “privatizaciones” falsas en Polonia y Rusia, la medio-loca invasión estadounidense de Irak, con más “privatizaciones” falsas, expropiaciones de minifundistas en Sri Lanka, y “fallas estatales” en Nueva Orleáns, donde se imponían vouchers escolares mientras la ciudad se pudría.
El caso de Sri Lanka debería ser suficiente aquí. Allí, pescadores largamente establecidos que habían sobrevivido el tsunami, fueron expulsados de sus propiedades en la playa para que se pudieran expandir complejos hoteleros favorecidos por el Banco Mundial, operadores estadounidenses e inversores. Esto es precisamente lo que haría un juez (Coaseano) de Derechos y Economía de Chicago. Los pescadores son “socialmente ineficientes”. No tienen “crecimiento”. ¡Al diablo con su tierra! Podrán volver en el “libre mercado” reformado como mozos o ayudantes de cocina.
Una clave para el nuevo orden, agregaría yo, es esta: Al excluir la capacidad bélica (“defensa”) del concepto de “estado” por definición implícita, los anti-estatistas republicanos crean un espejismo. Podemos discutir acerca de un gobierno más pequeño en cualquier momento; nadie puede sostener razonablemente que estemos obteniendo algo así ahora de los que detentan el poder, más allá de diversas “privatizaciones”.
Klein en cierta forma exagera la oposición verbal de “público” y “privado”. Los actuales gobernantes establecen contratos con caros contratistas para coordinar a los proveedores ya caros de la industria de la defensa. Hecho esto, los contratistas – investidos de poder estatal – ya no son exactamente “privados”; ni tampoco son “públicos” como la oficina de correo. Nuestros reformistas de “libre mercado” pueden responder por cualquier confusión conceptual. Y aquí, Klein puede no ver que la moda del contratista es en parte acerca de dar más poder al Ejecutivo Unitario – protegiendo sus operaciones de la vigilancia congresista. Pero tiene mucha razón al observar las numerosas amenazas a la democracia.
Agregaría que imponer “órdenes espontáneos” mediante apalancamientos de deuda, “privatizaciones” o grandes sumas para ingeniería social de derecha – no es precisamente una vocación “conservadora”. Tampoco son las “privatizaciones” – que llegan a niveles de las confiscaciones de Enrique VIII – conservadoras. Nuestro actual régimen recuerda a la corrupción institucionalizada de los Whig luego de 1689, cuando (en la frase de E.P. Thompson) Inglaterra era una “república bananera”: todo estaba a la venta, y el ingreso migraba hacia arriba a través del estado.
Hay algunos problemas de lenguaje a lo largo del libro. Al leerlo, uno puede pensar que la autora desprecia cualquier libre mercado. Klein utiliza “capitalismo” y “libre mercado” para referirse a afirmaciones realizadas por el marketing de los ideólogos de las políticas corporativistas e imperialistas. Me hubiera gustado que en cierta forma ella hubiese separado la retórica oficial de otra posible, confrontando los significados de estas palabras, poniéndolas entre comillas o escribiendo ocasionalmente “capitalismo de estado”.
Este es, en cualquier caso, un libro importante y profundo. La crítica específica de Klein a la nueva ola de corporativismo sobrepasa cualquier desacuerdo que uno pueda tener con su política de “tercera vía”. En este sentido, espero que la gente lea el libro antes de caer en reacciones de reflejos predecibles.
Reseña de Joseph R. Stromberg
Joseph R. Stromberg (jrstromber@charter.net) es un historiador y escritor independiente radicado en Alabama.
Esta reseña fue originalmente publica en The Freeman (The Foundation for Economic Education).
Traducción de Hernán Alberro.