Las Damas de Blanco
«Las Damas de Blanco» un volumen con 24 testimonios
Tal vez, para el lector que vive en democracia pudieran parecer relatos fantásticos y absurdos emanados de alguna imaginación original y fértil. Por el momento, no son más que dolorosas pruebas de la represión descomunal sobre todo un pueblo y también del extraordinario valor, cada día más acrecentado, de las mujeres cubanas.
Por William Navarrete
En ocasiones ciertos testimonios sobre hechos reales parecen pertenecer más bien al ámbito de la ciencia ficción. Sucede a menudo cuando oímos o leemos un hecho, que aunque verídico, nos resulta en extremo irreal y absurdo. Tal vez sea ello lo que haría del libro Las damas de blanco un volumen de ficción literaria, si no supiéramos que lo que cuentan, a lo largo de sus testimonios, 24 esposas, madres y hermanas de prisioneros políticos cubanos arrestados durante la Primavera Negra del 2003, es demasiado real como para hacernos creer que se trata de simple enajenación literaria.
Veinticuatro testimonios de la sórdida cotidianeidad de estas cubanas, galardonas en 2005 con el prestigioso premio Andrei Sajarov que otorga el Parlamento Europeo, recoge bajo el título de Las damas de blanco (CADAL, Buenos Aires, 2006) la periodista chilena Erika Lüters Gamboa, quien desde hace algún tiempo se involucra en temas relativos a la defensa de los derechos humanos y de la libertad de expresión en América Latina, desde las páginas del rotativo chileno ''El Mercurio'', para el cual trabaja.
A los testimonios, obtenidos por vía telefónica y con no poca dificultad --nos aclara la autora--, les anteceden unas palabras de presentación de Gabriel C. Salvia, Director General del Centro para la Apertura y el Desarrollo de América Latina (CADAL), así como un prólogo de José Miguel Vivanco, Director General de las Américas en el Human Rights Wacht.
El primero de ellos incluye en su totalidad el texto Explosión de los lirios del periodista cubano encarcelado durante la Primavera Negra, Manuel Vázquez Portal y establece un paralelo entre la indiferencia con que, en sus inicios, fueron acogidas por la prensa y sus conciudadanos, las madres de la Plaza de Mayo en Argentina; y cómo, poco a poco, el movimiento, al igual que el de las Damas de Blanco en Cuba, fue rompiendo las barreras de la censura y adquiriendo renombre internacional.
Por su parte, José Miguel Vivanco, expone en su prólogo cómo en la madrugada del 18 de marzo de 2003 los agentes de las fuerzas de seguridad del Estado cubano allanaron domicilios de civiles para confiscar sus materiales de trabajo y arrestar a decenas de hombres que trabajaban de forma pacífica para minar las bases del totalitarismo en la Isla. Vivanco resalta que el grupo de las Damas de Blanco surgió de manera espontánea y que las mujeres que lo integran profesan diferentes credos religiosos y posiciones políticas a pesar de que se reúnen, simbólicamente, cada domingo en la Iglesia católica de Santa Rita, sita en la barriada habanera de Miramar.
En las páginas del libro encontramos testimonios de muchas de estas mujeres. Leemos, por ejemplo, el de Isel de las Mercedes Acosta Obregón, esposa del prisionero Blas Giraldo Reyes Rodríguez, condenado a 25 años de cárcel que cumple en la Prisión Provincial Nieves Morejón de Sancti Spíritus. Desde niña, Isel ha convivido con el dolor de la separación familiar. Con apenas diez años vivió en carne propia la limpieza del Escambray, cuando su padre fue desterrado de la región de Las Villas y enviado a los campos de trabajo forzado en Pinar del Río hasta que en 1975 se le permitió vivir en el pueblo cautivo de Sandino --el más occidental de la isla-- construido por régimen, ''sin aceras y con calles que se volvían pantanos'' cuando llovía, para alojar en él a los ''reconcentrados'' de Las Villas, como fue el caso de su padre.
También está el testimonio de Milka Peña Martínez, residente en Puerto Padre y esposa de Luis Enrique Ferrer García que cumple una condena de 28 años de cárcel --la más alta del grupo de los 75-- en la prisión de Mar Verde, Santiago de Cuba. El acusado no permitió que ningún abogado lo defendiera durante el juicio e invitó al juez a firmar el Proyecto Varela, razón que le valió la condena más elevada del grupo. Milka le puso a su hija de dos años, nacida durante el cautiverio de su esposo, Libertad. A Luis Enrique lejos, de que se le suavizara el régimen carcelario se le aumentó la severidad en el trato: ahora sólo puede recibir visitas cada seis meses, en lugar de los dos meses previstos inicialmente.
Otros relatos elocuentes, como el de Yamilé Yáñez, en Las Tunas, esposa de José Luis García Paneque condenado a 24 años de cárcel y el de Loida Valdés, desde Artemisa, esposa de Alfredo Felipe Fuentes, condenado a 26 años de prisión, aparecen en el libro. Yáñez cuenta cómo, por ejemplo, a una de sus hijas la obligaron en la escuela a escribir una carta de solidaridad con los cinco espías cubanos detenidos en Estados Unidos.
A estos testimonios se suman los de otras 20 Damas de Blanco entrevistadas por Lüters Gamboa. El sufrimiento de estas familias, las situaciones inverosímiles que han vivido, son, sin lugar a dudas, escalofriantes. Tal vez, para el lector que vive en democracia pudieran parecer relatos fantásticos y absurdos emanados de alguna imaginación original y fértil. Por el momento, no son más que dolorosas pruebas de la represión descomunal sobre todo un pueblo y también del extraordinario valor, cada día más acrecentado, de las mujeres cubanas.
Tal vez, para el lector que vive en democracia pudieran parecer relatos fantásticos y absurdos emanados de alguna imaginación original y fértil. Por el momento, no son más que dolorosas pruebas de la represión descomunal sobre todo un pueblo y también del extraordinario valor, cada día más acrecentado, de las mujeres cubanas.
Por William Navarrete
En ocasiones ciertos testimonios sobre hechos reales parecen pertenecer más bien al ámbito de la ciencia ficción. Sucede a menudo cuando oímos o leemos un hecho, que aunque verídico, nos resulta en extremo irreal y absurdo. Tal vez sea ello lo que haría del libro Las damas de blanco un volumen de ficción literaria, si no supiéramos que lo que cuentan, a lo largo de sus testimonios, 24 esposas, madres y hermanas de prisioneros políticos cubanos arrestados durante la Primavera Negra del 2003, es demasiado real como para hacernos creer que se trata de simple enajenación literaria.
Veinticuatro testimonios de la sórdida cotidianeidad de estas cubanas, galardonas en 2005 con el prestigioso premio Andrei Sajarov que otorga el Parlamento Europeo, recoge bajo el título de Las damas de blanco (CADAL, Buenos Aires, 2006) la periodista chilena Erika Lüters Gamboa, quien desde hace algún tiempo se involucra en temas relativos a la defensa de los derechos humanos y de la libertad de expresión en América Latina, desde las páginas del rotativo chileno ''El Mercurio'', para el cual trabaja.
A los testimonios, obtenidos por vía telefónica y con no poca dificultad --nos aclara la autora--, les anteceden unas palabras de presentación de Gabriel C. Salvia, Director General del Centro para la Apertura y el Desarrollo de América Latina (CADAL), así como un prólogo de José Miguel Vivanco, Director General de las Américas en el Human Rights Wacht.
El primero de ellos incluye en su totalidad el texto Explosión de los lirios del periodista cubano encarcelado durante la Primavera Negra, Manuel Vázquez Portal y establece un paralelo entre la indiferencia con que, en sus inicios, fueron acogidas por la prensa y sus conciudadanos, las madres de la Plaza de Mayo en Argentina; y cómo, poco a poco, el movimiento, al igual que el de las Damas de Blanco en Cuba, fue rompiendo las barreras de la censura y adquiriendo renombre internacional.
Por su parte, José Miguel Vivanco, expone en su prólogo cómo en la madrugada del 18 de marzo de 2003 los agentes de las fuerzas de seguridad del Estado cubano allanaron domicilios de civiles para confiscar sus materiales de trabajo y arrestar a decenas de hombres que trabajaban de forma pacífica para minar las bases del totalitarismo en la Isla. Vivanco resalta que el grupo de las Damas de Blanco surgió de manera espontánea y que las mujeres que lo integran profesan diferentes credos religiosos y posiciones políticas a pesar de que se reúnen, simbólicamente, cada domingo en la Iglesia católica de Santa Rita, sita en la barriada habanera de Miramar.
En las páginas del libro encontramos testimonios de muchas de estas mujeres. Leemos, por ejemplo, el de Isel de las Mercedes Acosta Obregón, esposa del prisionero Blas Giraldo Reyes Rodríguez, condenado a 25 años de cárcel que cumple en la Prisión Provincial Nieves Morejón de Sancti Spíritus. Desde niña, Isel ha convivido con el dolor de la separación familiar. Con apenas diez años vivió en carne propia la limpieza del Escambray, cuando su padre fue desterrado de la región de Las Villas y enviado a los campos de trabajo forzado en Pinar del Río hasta que en 1975 se le permitió vivir en el pueblo cautivo de Sandino --el más occidental de la isla-- construido por régimen, ''sin aceras y con calles que se volvían pantanos'' cuando llovía, para alojar en él a los ''reconcentrados'' de Las Villas, como fue el caso de su padre.
También está el testimonio de Milka Peña Martínez, residente en Puerto Padre y esposa de Luis Enrique Ferrer García que cumple una condena de 28 años de cárcel --la más alta del grupo de los 75-- en la prisión de Mar Verde, Santiago de Cuba. El acusado no permitió que ningún abogado lo defendiera durante el juicio e invitó al juez a firmar el Proyecto Varela, razón que le valió la condena más elevada del grupo. Milka le puso a su hija de dos años, nacida durante el cautiverio de su esposo, Libertad. A Luis Enrique lejos, de que se le suavizara el régimen carcelario se le aumentó la severidad en el trato: ahora sólo puede recibir visitas cada seis meses, en lugar de los dos meses previstos inicialmente.
Otros relatos elocuentes, como el de Yamilé Yáñez, en Las Tunas, esposa de José Luis García Paneque condenado a 24 años de cárcel y el de Loida Valdés, desde Artemisa, esposa de Alfredo Felipe Fuentes, condenado a 26 años de prisión, aparecen en el libro. Yáñez cuenta cómo, por ejemplo, a una de sus hijas la obligaron en la escuela a escribir una carta de solidaridad con los cinco espías cubanos detenidos en Estados Unidos.
A estos testimonios se suman los de otras 20 Damas de Blanco entrevistadas por Lüters Gamboa. El sufrimiento de estas familias, las situaciones inverosímiles que han vivido, son, sin lugar a dudas, escalofriantes. Tal vez, para el lector que vive en democracia pudieran parecer relatos fantásticos y absurdos emanados de alguna imaginación original y fértil. Por el momento, no son más que dolorosas pruebas de la represión descomunal sobre todo un pueblo y también del extraordinario valor, cada día más acrecentado, de las mujeres cubanas.