Corea del Norte en cinco libros
En este texto hablamos de libros con un invitado extraordinario: periodista y escritor, magnífico lector y entrevistador, crítico tan filoso como sensible de la realidad, Gustavo Noriega reseña cinco libros en español (y una yapa...) que retratan algunos de los aspectos menos conocidos y más inverosímiles de la siempre elusiva Corea del Norte.
Por su aislamiento extremo, por la batalla que su burocracia comunista libró para separar a su población de la realidad, Corea del Norte genera una enorme cantidad de enigmas. ¿Cómo se llega a construir un país tan cerrado en el medio del mayor proceso de globalización que realizó la humanidad? ¿Cómo queda eso reflejado en la vida cotidiana? ¿Qué pasa por la mente de las personas que viven bajo semejante régimen, cuánto hay de credulidad y cuánto de sometimiento? Las preguntas pueden ser infinitas, y algunas de las respuestas se pueden encontrar en estos seis libros magníficos que, juntos, pintan un certero retrato del más cerrado de los regímenes del mundo.
Querido Líder, de Barbara Demick
Barbara Demick era a comienzos de este siglo la corresponsal de Los Angeles Time en Seúl y su tarea era ocuparse informativamente de las dos Coreas. Si la del Sur ya tenía a comienzos del milenio las prácticas periodísticas de una democracia liberal, la del Norte presentaba un desafío insuperable. Para poder acceder a información, Demick comenzó a relacionarse con norcoreanos que se escapaban a Corea del Sur, especialmente provenientes de Chongjin, una ciudad industrial importante ubicada en el norte, más cerca de China y Rusia que de Pyongyang. Una serie de artículos para su diario fueron dando forma a lo que terminaría siendo este libro.
La distribución geográfica de los habitantes de la República Popular de Corea responde a separaciones de clase y de casta. La vida en Pyongyang, austera y opresiva como puede parecernos a los occidentales, es lujosa en comparación con cómo se vive en otras ciudades, especialmente las del norte. Por eso, Demick prefirió hablar con gente que huía del norte, personas que vivían una realidad más brutal y menos atravesada por el ritual ideológico. Al mismo tiempo, el hecho de que hubieran escapado hablaba de cierta resistencia a ser convencidos por el aparato de propaganda.
Así, seis personas que pasaron a vivir en Corea del Sur cuentan sus historias personales y, al hacerlo, van desarrollando la historia del país comunista desde su comienzo, a fines de la Segunda Guerra Mundial hasta comienzos del nuevo milenio, momento de profunda crisis económica. Se destaca especialmente la voz de Mi-ran, una muchacha que al dejar su país de origen deja también una relación de pareja clandestina, que desafiaba las diferencias de clase y de casta que diferenciaban a ambas familias. El relato de dos muchachitos caminando por las noches oscuras, sin electricidad, sin animarse a poco más que a tomarse de las manos, sirve como apenas un ejemplo de un libro tan fascinante como descorazonador.
La acusación, de Bandi
De la producción bibliográfica sobre Corea del Norte se destaca esta gema única: un libro de cuentos escritos bajo un seudónimo y que pudo salir del país gracias al esfuerzo y la valentía de algunos más la corrupción de los militares chinos en la frontera. Bandi significa “luciérnaga” y es el seudónimo que eligió un escritor norcoreano quien, muy arriesgadamente, escribió estas siete historias de la vida cotidiana en su país, las conservó escondidas y pudo hacerlas llegar a Corea del Sur para que fueran difundidas al mundo. Los cuentos fueron escritos entre fines de la década del 80 y mediados de la del 90, una época especialmente difícil, marcada por la muerte del primer Kim y la caída del imperio soviético, con sus tremendas consecuencias económicas: hambrunas y crisis energética bajo un frío extremo. Los conmovedores personajes, en su desamparo e ingenuidad, recuerdan las historias del norteamericano O. Henry, mientras que el medio en que se mueven combina las peores pesadillas de Kafka con los testimonios de Solyenitzin.
La acusación muestra dos cosas, una intencionadamente y otra como resultado de su forma de gestación. La intención del autor es abrir una ventana a la vida cotidiana y a la psiquis de las personas que viven bajo una realidad totalmente adulterada y que no se puede poner en duda públicamente. En ese sentido, la lectura de los cuentos es conmovedora: la tristeza no puede ser mayor. Lo que el libro muestra, además, es qué tipo de literatura se puede hacer en un ámbito cerrado a la influencia cultural cosmopolita justo cuando el mundo explota en la experiencia global. Hay una pureza en el relato de los infortunios de los norcoreanos que la convierten en el grado cero de la literatura.
Producciones Kim Jong-Il presenta… (La increíble historia verdadera de Corea del Norte y el secuestro más osado de la historia), de Paul Fischer
Una insólita actividad desarrollada bajo el período de Kim Jong Il (retomada ahora por su hijo) es la de secuestrar personas, en general surcoreanos y japoneses, y tenerlas esclavizadas. A veces se trata de personajes al azar y en otros casos, el secuestro tiene un propósito. La más extraordinaria de esas historias sucedió en la década de 1980 y la cuenta David Fischer en este libro apasionante: una pareja compuesta por una famosa actriz (Choi Heun-Hee) y un reconocido director (Shin Sang-Ok), ambos de Corea del Sur, fueron secuestrados por el régimen norcoreano para que mejoraran el cine del régimen.
Reducidos a la esclavitud, no tuvieron más remedio que colaborar y, con esa ambigüedad interna que se conoce como “Síndrome de Estocolmo”, terminaron en una relación de amistad con su captor. Sin embargo, aparentemente quebrados, pero en el fondo con la persistente ilusión de liberarse de sus cadenas, alcanzaron tal éxito en su trabajo de reconstruir el cine norcoreano que las puertas comenzaron a abrirse y el cepo a aflojarse. La confianza de Kim en la dupla creadora fue tanta que no sólo les permitió viajes a los países socialistas, sino que a eso le sumó la idea de triunfar en coproducciones con países occidentales. En su primer intento con Austria, un viaje a Viena le dio la posibilidad a la pareja de escaparse y pedir asilo a la embajada norteamericana.
Durante mucho tiempo, su relato del secuestro fue puesto en duda por los occidentales, pero finalmente el libro de Fischer reconstruye la historia de una manera indubitable.
El gran sucesor, de Anna Fifield
Hace ya poco más de diez años que se produjo la sorpresa de la sucesión del segundo líder de la dinastía Kim en Corea del Norte. El menor de los hijos varones de Kim Jong Il, un muchacho de apenas 28 años llamado Kim Jong Un, pasó a suceder a su padre abriendo un sinfín de interrogantes respecto de su persona. Pocas veces se había contado con tan poca información sobre el líder absoluto de una potencia nuclear y pocas veces el aspecto físico y la biografía del heredero dejaban tantas dudas. Regordete, con formación educativa europea, fanático de la NBA y aspecto poco intimidante, Kim Jong Un rápidamente hizo pie ordenando algunas acciones de marca bien norcoreana, como mandar a detener públicamente para luego fusilar a uno de sus tíos, de señalada influencia previa.
La periodista neozelandesa Anna Fifield logra en El gran sucesor la hazaña de conseguir la mayor cantidad de información desperdigada sobre el nuevo líder norcoreano y poder construir así su primer retrato confiable. El resultado muestra que dentro de la burocracia norcoreana y la tradición familiar, el control absoluto de un país cerrado al exterior es algo que se aprende y se ejerce con la condición de dejar los escrúpulos y las tibiezas de lado. Kim Jong Un se permitió algún desarrollo de minimercados limitado, que permitiera generar una cierta producción y sacara al país de su parálisis económica. Al mismo tiempo, reactivó exitosamente el programa nuclear, activó relaciones con Corea del Sur y hasta tuvo su histórico pero poco fértil encuentro con Donald Trump. Como para que nadie se ilusione con algún atisbo de modernidad y apertura, Kim Jong Un volvió a la práctica de secuestros en el exterior y hasta hizo ejecutar con veneno en el aeropuerto de Kuala Lampur a su medio hermano Kim Jon Nam. Todas estas historias y muchas más –el capítulo dedicado a las visitas del jugador de la NBA Dennis Rodman es imperdible— están desarrolladas en este libro que es un éxito de la investigación.
Pyongyang, de Guy Delisle
Una de las formas más eficaces de representar algo que está mucho más allá de nuestras experiencias cotidianas es la novela gráfica. El ejemplo inmediato es Maus, de Art Spiegelman, una magistral reconstrucción de las experiencias del padre del autor, sobreviviente de Auschwwitz. Maus no sólo usaba el arte de los cómics para representar el horror sino que, más alejado del realismo todavía, dibujaba a los judíos como ratones, a los nazis como gatos, etc.
Pyongyang no alcanza la maestría de Maus pero sin embargo es una buena forma de representar la vida irreal, encapsulada y opresiva de la capital de Corea del Norte. Guy Delisle es un historietista que en 2001 viajó a la ciudad para trabajar por dos meses en la industria de la animación. Llega con un cd del músico electrónico irlandés Aphex Twin y una edición de 1984, de George Orwell, la compañía literaria más redundante posible para la ocasión. El resultado de la experiencia es volcado en esta novela gráfica de 180 páginas que prescinde intencionalmente del color pero que retrata con buen pulso y síntesis la solitaria vida en un hotel para extranjeros y las esporádicas y rutinarias salidas a conocer los monumentos con que la burocracia norcoreana celebra a sus líderes. Delisle no es empático con la gente pero sí con las formas y elige pasar más tiempo analizando la estética de los monumentos que a las personas. Así, todos los norcoreanos son el mismo burócrata alienado pero su ojo gráfico le permite ver detalles sofisticados en la disposición de los retratos y monumentos de los líderes. La sensación que provoca Pyongyang es que nos da una idea firme y acabada sobre lo que uno podría ver en una visita a esa ciudad fantasmal, pero para conocer a sus habitantes necesitamos otro libro.
En Corea del Norte. Viaje a la última dinastía comunista, de Florencia Grieco
Ese otro libro es el de la periodista argentina Florencia Grieco que complementa de una manera única la literatura sobre Corea del Norte. Grieco viaja como cualquier turista siguiendo los pasos habituales: agencia de turismo especializada, parada previa en China, estricta supervisión en el país. Lo que hay de nuevo es la mirada: con la minuciosidad de un cronista pero con una calidez desacostumbrada para este tipo de narraciones. Florencia se fija en detalles como las palanganas de los baños en los restaurantes que reemplazan al agua corriente, o las baldosas impecables en las amplias veredas, o en la información personal que, sin querer, dejan traslucir algunos de los estrictos guías. Al “estar ahí” que se le genera al lector en los diarios de viaje se le agrega una cercanía más, la de la curiosidad y poder de observación de la autora.
A las visitas obligadas a Pyongyang, el libro le suma una excursión a ciudades y pueblos menores ubicados en el norte del país, donde los habitantes rara vez ven a un occidental. Para ellos, la capital de Corea del Norte es el colmo de la sofisticación y el punto más alto posible de aspiración. Estar en el norte de Corea del Norte es alejarse una pantalla más de la civilización tal como la conocemos cotidianamente, lo cual es fascinante y tenebroso a la vez. El libro, además, tiene para cada uno de los distintos tramos de las travesías un set de fotos preciosas y reveladoras.
Por su aislamiento extremo, por la batalla que su burocracia comunista libró para separar a su población de la realidad, Corea del Norte genera una enorme cantidad de enigmas. ¿Cómo se llega a construir un país tan cerrado en el medio del mayor proceso de globalización que realizó la humanidad? ¿Cómo queda eso reflejado en la vida cotidiana? ¿Qué pasa por la mente de las personas que viven bajo semejante régimen, cuánto hay de credulidad y cuánto de sometimiento? Las preguntas pueden ser infinitas, y algunas de las respuestas se pueden encontrar en estos seis libros magníficos que, juntos, pintan un certero retrato del más cerrado de los regímenes del mundo.
Querido Líder, de Barbara Demick
Barbara Demick era a comienzos de este siglo la corresponsal de Los Angeles Time en Seúl y su tarea era ocuparse informativamente de las dos Coreas. Si la del Sur ya tenía a comienzos del milenio las prácticas periodísticas de una democracia liberal, la del Norte presentaba un desafío insuperable. Para poder acceder a información, Demick comenzó a relacionarse con norcoreanos que se escapaban a Corea del Sur, especialmente provenientes de Chongjin, una ciudad industrial importante ubicada en el norte, más cerca de China y Rusia que de Pyongyang. Una serie de artículos para su diario fueron dando forma a lo que terminaría siendo este libro.
La distribución geográfica de los habitantes de la República Popular de Corea responde a separaciones de clase y de casta. La vida en Pyongyang, austera y opresiva como puede parecernos a los occidentales, es lujosa en comparación con cómo se vive en otras ciudades, especialmente las del norte. Por eso, Demick prefirió hablar con gente que huía del norte, personas que vivían una realidad más brutal y menos atravesada por el ritual ideológico. Al mismo tiempo, el hecho de que hubieran escapado hablaba de cierta resistencia a ser convencidos por el aparato de propaganda.
Así, seis personas que pasaron a vivir en Corea del Sur cuentan sus historias personales y, al hacerlo, van desarrollando la historia del país comunista desde su comienzo, a fines de la Segunda Guerra Mundial hasta comienzos del nuevo milenio, momento de profunda crisis económica. Se destaca especialmente la voz de Mi-ran, una muchacha que al dejar su país de origen deja también una relación de pareja clandestina, que desafiaba las diferencias de clase y de casta que diferenciaban a ambas familias. El relato de dos muchachitos caminando por las noches oscuras, sin electricidad, sin animarse a poco más que a tomarse de las manos, sirve como apenas un ejemplo de un libro tan fascinante como descorazonador.
La acusación, de Bandi
De la producción bibliográfica sobre Corea del Norte se destaca esta gema única: un libro de cuentos escritos bajo un seudónimo y que pudo salir del país gracias al esfuerzo y la valentía de algunos más la corrupción de los militares chinos en la frontera. Bandi significa “luciérnaga” y es el seudónimo que eligió un escritor norcoreano quien, muy arriesgadamente, escribió estas siete historias de la vida cotidiana en su país, las conservó escondidas y pudo hacerlas llegar a Corea del Sur para que fueran difundidas al mundo. Los cuentos fueron escritos entre fines de la década del 80 y mediados de la del 90, una época especialmente difícil, marcada por la muerte del primer Kim y la caída del imperio soviético, con sus tremendas consecuencias económicas: hambrunas y crisis energética bajo un frío extremo. Los conmovedores personajes, en su desamparo e ingenuidad, recuerdan las historias del norteamericano O. Henry, mientras que el medio en que se mueven combina las peores pesadillas de Kafka con los testimonios de Solyenitzin.
La acusación muestra dos cosas, una intencionadamente y otra como resultado de su forma de gestación. La intención del autor es abrir una ventana a la vida cotidiana y a la psiquis de las personas que viven bajo una realidad totalmente adulterada y que no se puede poner en duda públicamente. En ese sentido, la lectura de los cuentos es conmovedora: la tristeza no puede ser mayor. Lo que el libro muestra, además, es qué tipo de literatura se puede hacer en un ámbito cerrado a la influencia cultural cosmopolita justo cuando el mundo explota en la experiencia global. Hay una pureza en el relato de los infortunios de los norcoreanos que la convierten en el grado cero de la literatura.
Producciones Kim Jong-Il presenta… (La increíble historia verdadera de Corea del Norte y el secuestro más osado de la historia), de Paul Fischer
Una insólita actividad desarrollada bajo el período de Kim Jong Il (retomada ahora por su hijo) es la de secuestrar personas, en general surcoreanos y japoneses, y tenerlas esclavizadas. A veces se trata de personajes al azar y en otros casos, el secuestro tiene un propósito. La más extraordinaria de esas historias sucedió en la década de 1980 y la cuenta David Fischer en este libro apasionante: una pareja compuesta por una famosa actriz (Choi Heun-Hee) y un reconocido director (Shin Sang-Ok), ambos de Corea del Sur, fueron secuestrados por el régimen norcoreano para que mejoraran el cine del régimen.
Reducidos a la esclavitud, no tuvieron más remedio que colaborar y, con esa ambigüedad interna que se conoce como “Síndrome de Estocolmo”, terminaron en una relación de amistad con su captor. Sin embargo, aparentemente quebrados, pero en el fondo con la persistente ilusión de liberarse de sus cadenas, alcanzaron tal éxito en su trabajo de reconstruir el cine norcoreano que las puertas comenzaron a abrirse y el cepo a aflojarse. La confianza de Kim en la dupla creadora fue tanta que no sólo les permitió viajes a los países socialistas, sino que a eso le sumó la idea de triunfar en coproducciones con países occidentales. En su primer intento con Austria, un viaje a Viena le dio la posibilidad a la pareja de escaparse y pedir asilo a la embajada norteamericana.
Durante mucho tiempo, su relato del secuestro fue puesto en duda por los occidentales, pero finalmente el libro de Fischer reconstruye la historia de una manera indubitable.
El gran sucesor, de Anna Fifield
Hace ya poco más de diez años que se produjo la sorpresa de la sucesión del segundo líder de la dinastía Kim en Corea del Norte. El menor de los hijos varones de Kim Jong Il, un muchacho de apenas 28 años llamado Kim Jong Un, pasó a suceder a su padre abriendo un sinfín de interrogantes respecto de su persona. Pocas veces se había contado con tan poca información sobre el líder absoluto de una potencia nuclear y pocas veces el aspecto físico y la biografía del heredero dejaban tantas dudas. Regordete, con formación educativa europea, fanático de la NBA y aspecto poco intimidante, Kim Jong Un rápidamente hizo pie ordenando algunas acciones de marca bien norcoreana, como mandar a detener públicamente para luego fusilar a uno de sus tíos, de señalada influencia previa.
La periodista neozelandesa Anna Fifield logra en El gran sucesor la hazaña de conseguir la mayor cantidad de información desperdigada sobre el nuevo líder norcoreano y poder construir así su primer retrato confiable. El resultado muestra que dentro de la burocracia norcoreana y la tradición familiar, el control absoluto de un país cerrado al exterior es algo que se aprende y se ejerce con la condición de dejar los escrúpulos y las tibiezas de lado. Kim Jong Un se permitió algún desarrollo de minimercados limitado, que permitiera generar una cierta producción y sacara al país de su parálisis económica. Al mismo tiempo, reactivó exitosamente el programa nuclear, activó relaciones con Corea del Sur y hasta tuvo su histórico pero poco fértil encuentro con Donald Trump. Como para que nadie se ilusione con algún atisbo de modernidad y apertura, Kim Jong Un volvió a la práctica de secuestros en el exterior y hasta hizo ejecutar con veneno en el aeropuerto de Kuala Lampur a su medio hermano Kim Jon Nam. Todas estas historias y muchas más –el capítulo dedicado a las visitas del jugador de la NBA Dennis Rodman es imperdible— están desarrolladas en este libro que es un éxito de la investigación.
Pyongyang, de Guy Delisle
Una de las formas más eficaces de representar algo que está mucho más allá de nuestras experiencias cotidianas es la novela gráfica. El ejemplo inmediato es Maus, de Art Spiegelman, una magistral reconstrucción de las experiencias del padre del autor, sobreviviente de Auschwwitz. Maus no sólo usaba el arte de los cómics para representar el horror sino que, más alejado del realismo todavía, dibujaba a los judíos como ratones, a los nazis como gatos, etc.
Pyongyang no alcanza la maestría de Maus pero sin embargo es una buena forma de representar la vida irreal, encapsulada y opresiva de la capital de Corea del Norte. Guy Delisle es un historietista que en 2001 viajó a la ciudad para trabajar por dos meses en la industria de la animación. Llega con un cd del músico electrónico irlandés Aphex Twin y una edición de 1984, de George Orwell, la compañía literaria más redundante posible para la ocasión. El resultado de la experiencia es volcado en esta novela gráfica de 180 páginas que prescinde intencionalmente del color pero que retrata con buen pulso y síntesis la solitaria vida en un hotel para extranjeros y las esporádicas y rutinarias salidas a conocer los monumentos con que la burocracia norcoreana celebra a sus líderes. Delisle no es empático con la gente pero sí con las formas y elige pasar más tiempo analizando la estética de los monumentos que a las personas. Así, todos los norcoreanos son el mismo burócrata alienado pero su ojo gráfico le permite ver detalles sofisticados en la disposición de los retratos y monumentos de los líderes. La sensación que provoca Pyongyang es que nos da una idea firme y acabada sobre lo que uno podría ver en una visita a esa ciudad fantasmal, pero para conocer a sus habitantes necesitamos otro libro.
En Corea del Norte. Viaje a la última dinastía comunista, de Florencia Grieco
Ese otro libro es el de la periodista argentina Florencia Grieco que complementa de una manera única la literatura sobre Corea del Norte. Grieco viaja como cualquier turista siguiendo los pasos habituales: agencia de turismo especializada, parada previa en China, estricta supervisión en el país. Lo que hay de nuevo es la mirada: con la minuciosidad de un cronista pero con una calidez desacostumbrada para este tipo de narraciones. Florencia se fija en detalles como las palanganas de los baños en los restaurantes que reemplazan al agua corriente, o las baldosas impecables en las amplias veredas, o en la información personal que, sin querer, dejan traslucir algunos de los estrictos guías. Al “estar ahí” que se le genera al lector en los diarios de viaje se le agrega una cercanía más, la de la curiosidad y poder de observación de la autora.
A las visitas obligadas a Pyongyang, el libro le suma una excursión a ciudades y pueblos menores ubicados en el norte del país, donde los habitantes rara vez ven a un occidental. Para ellos, la capital de Corea del Norte es el colmo de la sofisticación y el punto más alto posible de aspiración. Estar en el norte de Corea del Norte es alejarse una pantalla más de la civilización tal como la conocemos cotidianamente, lo cual es fascinante y tenebroso a la vez. El libro, además, tiene para cada uno de los distintos tramos de las travesías un set de fotos preciosas y reveladoras.