Reseña de «Un río en la oscuridad. La huida de un hombre de Corea del Norte»
Hijo de madre japonesa y padre coreano, Ishikawa fue llevado por la fuerza a Japón durante la Segunda Guerra Mundial y volvió luego con su familia a Corea del Norte atraídos por la propaganda que prometía «el paraíso en la Tierra»: cuando se hizo evidente que la opción era quedarse en el país y morir de hambre o arriesgarse a morir escapando, decidió huir y contarlo, sesenta años después, en este libro.
Vista de Corea del Norte desde la zona desmilitarizada que separa a las dos Coreas a la altura del paralelo 38. Crédito: Florencia GriecoCorea del Norte atrae la atención del mundo. La demanda de material sobre uno de los países más herméticos se evidencia en la cantidad de videos en YouTube y las búsquedas sobre el tema, que en 2021 alcanzaron la máxima popularidad posible en Google Trends.
Un río en la oscuridad. La huida de un hombre de Corea del Norte, de Masaji Ishikawa, con traducción de Esther Cruz Santaella (editorial Capitán Swing) es una verdadera joya entre tantos relatos actuales sobre Corea del Norte. Porque invita a viajar no solo geográficamente, sino también en el tiempo. A meter los pies en un terreno fangoso de plantaciones de arroz en los años sesenta y a vivir en primera persona la desesperada cotidianidad a lo largo de las décadas. Un libro crudo y a su vez lleno de esperanza porque, al existir, ya implica un gran logro: la historia finalmente fue contada.
El libro relata la historia del propio Masaji Ishikawa, hijo de madre japonesa y padre coreano llevado por la fuerza a Japón durante la Segunda Guerra Mundial. Tras la derrota nipona en la guerra, 2,4 millones de coreanos quedaron varados en Japón, entre ellos los Ishikawa. La infancia del autor estuvo marcada por este padre alcohólico y golpeador en una sociedad que, por considerarlos coreanos, los marginaba y maltrataba. Las penurias económicas, la violencia y la discriminación vividas en el Japón de posguerra fueron el combustible de una decisión que cambiaría el curso de la vida del protagonista, que por entonces era apenas un adolescente, y la de su familia.
Conociendo y aprovechando la dura situación vivida por estas familias “coreanas” como la de Ishikawa, Kim Il Sung, líder supremo de Corea del Norte, pone en marcha en 1958 una infernal maquinaria de propaganda orientada al exterior: Corea del Norte es “el paraíso en la Tierra”, el lugar donde no serán discriminados, la educación será gratuita y el socialismo superará las atrocidades del capitalismo.
Se instala entonces en la familia de Ishikawa la idea de que Corea del Norte es la patria, el hogar, y entre 1959 y 1984 cerca de 100 mil familias de origen coreano se mudaron de Japón a Corea del Norte.
Secuestrado en el paraíso
El autor nos transporta a situaciones desesperantes desde el momento en el que pone un pie en el barco soviético que los llevará a la península. Y cuando desde proa divisa por primera vez el andrajoso puerto de Chongjin al que están por llegar, la mentira sobre el paraíso se hace evidente, y la urgencia de hacer algo, lo que sea, para detener la pesadilla que está por comenzar se cristaliza en sus pensamientos.
«Si desea retornar a Japón en algún momento, incluso estando ya a punto de entrar en Corea del Norte, informe de inmediato a cualquier miembro del personal de la Cruz Roja que tenga cerca». Miré a mi alrededor desesperado en busca de algún empleado de la Cruz Roja, pero mi padre me colocó las palmas de las manos en los omóplatos y me empujó hacia delante. No tuve más elección que seguir bajando por aquella pasarela.
De esa manera comenzaría su desgarradora experiencia en Corea del Norte. Ese es el viaje que, luego de muertes y hambrunas, leemos a través de este libro sesenta años después de su llegada.
Así como Ishikawa era discriminado en Japón por ser visto como coreano, al llegar al “paraíso en la Tierra” comenzaron a llamarlo “bastardo japonés” y fue ubicado nuevamente en lo más bajo de la escala social, pero en esta ocasión en la brutal Corea del Norte.
Un río en la oscuridad es un libro doblemente actual. Por un lado, porque los padecimientos de los norcoreanos continúan y se agravan con el golpe económico que significa la pandemia. Pero también porque es imposible no pensar, al recorrer sus páginas, en las crisis de refugiados actuales donde millones de seres humanos quedan varados en tierras lejanas de sus hogares, y en condiciones que, muchas veces, recuerdan las que vivió Ishikawa. Estas tragedias se siguen repitiendo.
La historia no sería la misma si no nos llegara de primera mano. La oscuridad y el sufrimiento se perciben distantes cuando pasan de mano en mano. Ishikawa nos propone pararnos en sus zapatos, entrar en un relato donde todo es real. Donde en primera persona nos cuenta con crudeza lo que provoca comer cortezas de pino como última alternativa a morir de hambre. O nos relata el terror que le provocan las bandas criminales que crecían como hongos dentro del aparato estatal. ¿Hasta qué punto el ser humano es capaz de soportar la tristeza, el dolor, el hambre y la depravación constante? Sin duda la respuesta no es igual para todos. Los suicidios entre sus contemporáneos norcoreanos aparecen constantemente en el libro.
¿Pero qué le permite a Ishikawa seguir adelante? El autor parece tener, o mejor dicho fabricar, una certeza: será capaz de salir de Corea del Norte, de contar su historia y ayudar a su familia. Pero, sobre todo, un deber histórico: denunciar. Hacer visible lo que califica como “un secuestro bajo engaño” patrocinado por un Estado y convalidado por una comunidad internacional que decidió no intervenir. El terror llega a su punto de inflexión cuando la opción es arriesgarse a morir escapando, o quedarse en el país y morir de hambre. Este libro cuenta entonces el relato de un viaje de ida y vuelta que es necesario conocer más que nunca.
Las opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de sus autores y no representan necesariamente la opinión de CADAL.
Corea del Norte atrae la atención del mundo. La demanda de material sobre uno de los países más herméticos se evidencia en la cantidad de videos en YouTube y las búsquedas sobre el tema, que en 2021 alcanzaron la máxima popularidad posible en Google Trends.
Un río en la oscuridad. La huida de un hombre de Corea del Norte, de Masaji Ishikawa, con traducción de Esther Cruz Santaella (editorial Capitán Swing) es una verdadera joya entre tantos relatos actuales sobre Corea del Norte. Porque invita a viajar no solo geográficamente, sino también en el tiempo. A meter los pies en un terreno fangoso de plantaciones de arroz en los años sesenta y a vivir en primera persona la desesperada cotidianidad a lo largo de las décadas. Un libro crudo y a su vez lleno de esperanza porque, al existir, ya implica un gran logro: la historia finalmente fue contada.
El libro relata la historia del propio Masaji Ishikawa, hijo de madre japonesa y padre coreano llevado por la fuerza a Japón durante la Segunda Guerra Mundial. Tras la derrota nipona en la guerra, 2,4 millones de coreanos quedaron varados en Japón, entre ellos los Ishikawa. La infancia del autor estuvo marcada por este padre alcohólico y golpeador en una sociedad que, por considerarlos coreanos, los marginaba y maltrataba. Las penurias económicas, la violencia y la discriminación vividas en el Japón de posguerra fueron el combustible de una decisión que cambiaría el curso de la vida del protagonista, que por entonces era apenas un adolescente, y la de su familia.
Conociendo y aprovechando la dura situación vivida por estas familias “coreanas” como la de Ishikawa, Kim Il Sung, líder supremo de Corea del Norte, pone en marcha en 1958 una infernal maquinaria de propaganda orientada al exterior: Corea del Norte es “el paraíso en la Tierra”, el lugar donde no serán discriminados, la educación será gratuita y el socialismo superará las atrocidades del capitalismo.
Se instala entonces en la familia de Ishikawa la idea de que Corea del Norte es la patria, el hogar, y entre 1959 y 1984 cerca de 100 mil familias de origen coreano se mudaron de Japón a Corea del Norte.
Secuestrado en el paraíso
El autor nos transporta a situaciones desesperantes desde el momento en el que pone un pie en el barco soviético que los llevará a la península. Y cuando desde proa divisa por primera vez el andrajoso puerto de Chongjin al que están por llegar, la mentira sobre el paraíso se hace evidente, y la urgencia de hacer algo, lo que sea, para detener la pesadilla que está por comenzar se cristaliza en sus pensamientos.
«Si desea retornar a Japón en algún momento, incluso estando ya a punto de entrar en Corea del Norte, informe de inmediato a cualquier miembro del personal de la Cruz Roja que tenga cerca». Miré a mi alrededor desesperado en busca de algún empleado de la Cruz Roja, pero mi padre me colocó las palmas de las manos en los omóplatos y me empujó hacia delante. No tuve más elección que seguir bajando por aquella pasarela.
De esa manera comenzaría su desgarradora experiencia en Corea del Norte. Ese es el viaje que, luego de muertes y hambrunas, leemos a través de este libro sesenta años después de su llegada.
Así como Ishikawa era discriminado en Japón por ser visto como coreano, al llegar al “paraíso en la Tierra” comenzaron a llamarlo “bastardo japonés” y fue ubicado nuevamente en lo más bajo de la escala social, pero en esta ocasión en la brutal Corea del Norte.
Un río en la oscuridad es un libro doblemente actual. Por un lado, porque los padecimientos de los norcoreanos continúan y se agravan con el golpe económico que significa la pandemia. Pero también porque es imposible no pensar, al recorrer sus páginas, en las crisis de refugiados actuales donde millones de seres humanos quedan varados en tierras lejanas de sus hogares, y en condiciones que, muchas veces, recuerdan las que vivió Ishikawa. Estas tragedias se siguen repitiendo.
La historia no sería la misma si no nos llegara de primera mano. La oscuridad y el sufrimiento se perciben distantes cuando pasan de mano en mano. Ishikawa nos propone pararnos en sus zapatos, entrar en un relato donde todo es real. Donde en primera persona nos cuenta con crudeza lo que provoca comer cortezas de pino como última alternativa a morir de hambre. O nos relata el terror que le provocan las bandas criminales que crecían como hongos dentro del aparato estatal. ¿Hasta qué punto el ser humano es capaz de soportar la tristeza, el dolor, el hambre y la depravación constante? Sin duda la respuesta no es igual para todos. Los suicidios entre sus contemporáneos norcoreanos aparecen constantemente en el libro.
¿Pero qué le permite a Ishikawa seguir adelante? El autor parece tener, o mejor dicho fabricar, una certeza: será capaz de salir de Corea del Norte, de contar su historia y ayudar a su familia. Pero, sobre todo, un deber histórico: denunciar. Hacer visible lo que califica como “un secuestro bajo engaño” patrocinado por un Estado y convalidado por una comunidad internacional que decidió no intervenir. El terror llega a su punto de inflexión cuando la opción es arriesgarse a morir escapando, o quedarse en el país y morir de hambre. Este libro cuenta entonces el relato de un viaje de ida y vuelta que es necesario conocer más que nunca.
Las opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de sus autores y no representan necesariamente la opinión de CADAL.