¿Por qué jucheismo?
Brian R. Myers, profesor asociado de estudios internacionales en la Universidad de Dongseo (Busan, Corea del Sur), publicó un libro sumamente interesante para todos aquellos que monitorean lo que ocurre en Corea del Norte. «North Korea´s juche myth» (Stehle Press, 2015) se centra en estudiar la influencia, origen y fin de la denominada ideología juche del régimen norcoreano.
Continuando con el análisis desarrollado en “The cleanest race” (La raza más limpia) -donde explica el sistema de castas desarrollado por Kim Il-Sung, en el cual el posicionamiento social de toda persona norcoreana viene dado por su pasado y que establece pautas de movilidad social por el comportamiento presente- en este libro, Myers se introduce en otra gran incógnita que es la ideología juche, que cimenta en gran medida el control social junto a la noción de Songbun.
En primer lugar, cabe destacar que Myers entiende a la doctrina juche dirigida no sólo a los norcoreanos (quienes son los principales receptores a los que apunta) sino también a los extranjeros. Ser y parecer se conjugan, de este modo, en tanto propaganda como herramienta de control social y visión trastocada de la realidad. Así, tanto periodistas extranjeros como visitantes ocasionales caen en una idea muy simplificada de la vida en Corea del Norte que ellos mismos luego reproducen a partir de crónicas, libros, notas periodísticas y demás escritos. Mito, propaganda y realidad entran en juego en cada pieza comunicacional del régimen que es expandida desde los sistemas de comunicación del “enemigo invasor” estadounidense y los “títeres” surcoreanos.
En segundo lugar, y allí quizás radica lo más rico del libro, se encuentra la idea de que el régimen norcoreano tiene mayor afinidad con los regímenes totalitarios de extrema derecha que de izquierda. Sostiene Myers que el jucheismo, ya como doctrina, plataforma política, explicación del accionar del régimen y sustrato ideológico de la nación, no es más que una pantalla donde el trasfondo de todo es el predominio del Führerprinzip, ello es, el principio de autoridad que emana del líder. Las disquisiciones militaristas, el régimen de castas, el uso unívoco y omnímodo de la propaganda, junto con el control de todas las posibilidades de libertad son en realidad producto y reproducción de este principio de autoridad del líder Kim y, en cambio, el jucheismo sólo una herramienta más dentro del aparato de control estatal norcoreano.
Nacido el término en 1955 con el discurso de Kim Il-Sung “Sobre la eliminación del dogmatismo y del formalismo y el establecimiento juche en la labor ideológica”, este primer momento del término lejos estaba de ser el de “autosuficiencia” sino que estaba orientado a eliminar, bajo este paraguas conceptual que no era más que un significante vacío, a la oposición interna que co-habitaba dentro del Partido de los Trabajadores de Corea. Luego de la purga de la facción Kapsan hacia 1967, empezó a transformarse el concepto de glorificar el pasado guerrillero y anticolonialista de Kim Il-Sung por el que comúnmente se conoce como de independencia absoluta y seguimiento de un fin trazado por el propio país.
La teleología de Corea del Norte, marcada por la doctrina juche, ofició como frente orientador que escondía el designio y voluntad de los Kim. Así fue que como elemento de propaganda política inspiró y fue modelo para los movimientos anticolonialistas africanos, el movimiento de Panteras Negras en Estados Unidos (Eldridge Cleaver iría y promocionaría al país a fines de los años sesenta), la Cuba castrista o la Rumania de Nicolae Ceaușescu (que se inspirará para redactar sus famosas “Tesis de julio” luego de su visita al país en 1971). Inclusive, y ello es un extraordinario descubrimiento, encuentra que en los discursos del dictador surcoreano Park Chung-Hee se transmutaban las mismas ideas esgrimidas por Kim Il-Sung.
La promoción y expansión de esta expresión del comunismo norcoreano acabaría como contraparte teniendo su rostro más oscuro en los años noventa con Kim Jong-Il durante la época de hambruna conocida como “la ardorosa marcha”. Bajo este eufemismo se recuerda el período que se inicia hacia 1994 con enormes inundaciones en el país que hizo que colapsara el sistema de seguridad alimentaria hasta 1998, en el cual fallecieron entre 1 y 2 millones de personas de inanición. Corea del Norte enarboló, a la par, bajo la doctrina juche otras ideas nacidas de la autosuficiencia: la doctrina songun (principio militarista para la defensa nacional), la idea de que Corea del Norte se había transformado luego de la caída de la Unión Soviética junto con Cuba de ser la única forma restante de comunismo puro, el voluntarismo y patriotismo norcoreanos para resistir la penuria del hambre.
La importancia de este libro radica no sólo en descubrir las capas ideológicas con las cuales fue cubierto el concepto juche sino también en cómo fue moldeando y operando -tanto puertas adentro como fuera- en buena parte del mundo, ya como herramienta ideológica o como propaganda para el mundo occidental. Asimismo, el peso que se sigue dando a la doctrina juche hasta el día de hoy hace comprender la enorme eficacia que ha tenido desde sus orígenes para el régimen.
Continuando con el análisis desarrollado en “The cleanest race” (La raza más limpia) -donde explica el sistema de castas desarrollado por Kim Il-Sung, en el cual el posicionamiento social de toda persona norcoreana viene dado por su pasado y que establece pautas de movilidad social por el comportamiento presente- en este libro, Myers se introduce en otra gran incógnita que es la ideología juche, que cimenta en gran medida el control social junto a la noción de Songbun.
En primer lugar, cabe destacar que Myers entiende a la doctrina juche dirigida no sólo a los norcoreanos (quienes son los principales receptores a los que apunta) sino también a los extranjeros. Ser y parecer se conjugan, de este modo, en tanto propaganda como herramienta de control social y visión trastocada de la realidad. Así, tanto periodistas extranjeros como visitantes ocasionales caen en una idea muy simplificada de la vida en Corea del Norte que ellos mismos luego reproducen a partir de crónicas, libros, notas periodísticas y demás escritos. Mito, propaganda y realidad entran en juego en cada pieza comunicacional del régimen que es expandida desde los sistemas de comunicación del “enemigo invasor” estadounidense y los “títeres” surcoreanos.
En segundo lugar, y allí quizás radica lo más rico del libro, se encuentra la idea de que el régimen norcoreano tiene mayor afinidad con los regímenes totalitarios de extrema derecha que de izquierda. Sostiene Myers que el jucheismo, ya como doctrina, plataforma política, explicación del accionar del régimen y sustrato ideológico de la nación, no es más que una pantalla donde el trasfondo de todo es el predominio del Führerprinzip, ello es, el principio de autoridad que emana del líder. Las disquisiciones militaristas, el régimen de castas, el uso unívoco y omnímodo de la propaganda, junto con el control de todas las posibilidades de libertad son en realidad producto y reproducción de este principio de autoridad del líder Kim y, en cambio, el jucheismo sólo una herramienta más dentro del aparato de control estatal norcoreano.
Nacido el término en 1955 con el discurso de Kim Il-Sung “Sobre la eliminación del dogmatismo y del formalismo y el establecimiento juche en la labor ideológica”, este primer momento del término lejos estaba de ser el de “autosuficiencia” sino que estaba orientado a eliminar, bajo este paraguas conceptual que no era más que un significante vacío, a la oposición interna que co-habitaba dentro del Partido de los Trabajadores de Corea. Luego de la purga de la facción Kapsan hacia 1967, empezó a transformarse el concepto de glorificar el pasado guerrillero y anticolonialista de Kim Il-Sung por el que comúnmente se conoce como de independencia absoluta y seguimiento de un fin trazado por el propio país.
La teleología de Corea del Norte, marcada por la doctrina juche, ofició como frente orientador que escondía el designio y voluntad de los Kim. Así fue que como elemento de propaganda política inspiró y fue modelo para los movimientos anticolonialistas africanos, el movimiento de Panteras Negras en Estados Unidos (Eldridge Cleaver iría y promocionaría al país a fines de los años sesenta), la Cuba castrista o la Rumania de Nicolae Ceaușescu (que se inspirará para redactar sus famosas “Tesis de julio” luego de su visita al país en 1971). Inclusive, y ello es un extraordinario descubrimiento, encuentra que en los discursos del dictador surcoreano Park Chung-Hee se transmutaban las mismas ideas esgrimidas por Kim Il-Sung.
La promoción y expansión de esta expresión del comunismo norcoreano acabaría como contraparte teniendo su rostro más oscuro en los años noventa con Kim Jong-Il durante la época de hambruna conocida como “la ardorosa marcha”. Bajo este eufemismo se recuerda el período que se inicia hacia 1994 con enormes inundaciones en el país que hizo que colapsara el sistema de seguridad alimentaria hasta 1998, en el cual fallecieron entre 1 y 2 millones de personas de inanición. Corea del Norte enarboló, a la par, bajo la doctrina juche otras ideas nacidas de la autosuficiencia: la doctrina songun (principio militarista para la defensa nacional), la idea de que Corea del Norte se había transformado luego de la caída de la Unión Soviética junto con Cuba de ser la única forma restante de comunismo puro, el voluntarismo y patriotismo norcoreanos para resistir la penuria del hambre.
La importancia de este libro radica no sólo en descubrir las capas ideológicas con las cuales fue cubierto el concepto juche sino también en cómo fue moldeando y operando -tanto puertas adentro como fuera- en buena parte del mundo, ya como herramienta ideológica o como propaganda para el mundo occidental. Asimismo, el peso que se sigue dando a la doctrina juche hasta el día de hoy hace comprender la enorme eficacia que ha tenido desde sus orígenes para el régimen.