Mongering North Korean Democracy for Inter-korean Peace, de Jae H. Ku y Hyug Baeg Im
El libro abre nuevas dimensiones para pensar el conflicto, establece una agenda para aquellos decisores de Estado y ensaya posibles escenarios y contextos a futuro bajo una mirada realista alejada del idealismo de que la condición de estado fallido mágicamente acarreará un proceso democrático en Corea del Norte.
El libro “Mongering North Korean Democracy for Inter-korean Peace”, de los autores Jae H. Ku y Hyug Baeg Im, es un aporte valioso al estudio del conflicto intercoreano y de las relaciones internacionales en general en el Noreste asiático.
Los autores llevan adelante un corto pero exhaustivo racconto de las distintas teorías que se han ido esgrimiendo respecto a la relación entre ambas Coreas y los vaivenes políticos, económicos y diplomáticos que fueron dándose por décadas.
En primer lugar, el libro apunta al corazón de la teoría del colapso, la cual entiende que en casos como el de Corea del Norte, el cambio del país para incorporarse y lograr la unificación de la Península se va a dar por algún tipo de caída abrupta dentro del régimen. En ese sentido, las causalidades de esta teoría fueron: la caída de la Unión Soviética, la crisis alimentaria de la década del 90 conocida bajo el eufemismo “La ardua marcha”, la muerte de Kim Il-sung (1994) y de Kim Jong-il (2011). Actualmente hay quienes sostienen que a partir de las sanciones económicas y el cerco aún más estrecho Corea del Norte finalmente va a colapsar. La teoría “del colapso”, término acuñado por el especialista Aidan Foster-Carter en 1993, sigue vigente y se renueva con cada cambio mínimo que tiene el “reino ermitaño”.
Desgraciadamente, todas estas formulaciones resultaron erróneas y el régimen norcoreano sigue en pie. El deseo de una democratización del régimen, de una caída interna y la absorción por parte de Corea del Sur o una crisis humanitaria que llevara a la intervención de Naciones Unidas no se ha dado y sus contrastes con la realidad no puede ser más apabullante.
Corea del Norte sigue llevando adelante su programa nuclear, tiene capacidad de producir material dual a países promotores de terrorismo tales como Pakistán e Irán para sus programas nucleares, brinda material bélico a naciones tales como Siria, Irak o Afganistán y es el principal actor de desestabilización en el noreste asiático. Kim Jong-un, por su parte, ha logrado maniobrar disidencias internas con una brutalidad inequívoca (tal y como fue la ejecución de su tío Jang Song-thaek) y establecer un nuevo programa de desarrollo y estrategia con su “política de líneas paralelas”.
En segundo lugar, los autores abren a debate y exponen una idea interesante respecto a qué se puede esperar a futuro de Corea del Norte. Entienden que se están dando cambios económicos en los denominados mercados negros “Jangmadang” de los cuales vive buena parte de la sociedad norcoreana donde la economía informal ha ido tomando mayor peso en la economía general del país, abriendo posibilidades para que la población pueda saltar los controles a la diseminación de información del mundo exterior.
No obstante el conocimiento de cómo se vive fuera de Corea del Norte pareciera constatarse por parte de diversos testimonios de desertores del régimen, el hecho de creer que va a haber cambios en la composición y balance de poder en el país producto de una mayor liberalización en el sector económico es pecar de indulgentes.
Lejos de caer en otra teoría colapsista, los autores argumentan que se necesitaría una democratización de Corea del Norte, donde se den pautas sólidas de compromiso entre los países, amnistía total e independencia al Partido de los Trabajadores de Corea (principal partido del Frente de partidos aliados al régimen) para librar elecciones libres y llevarlo a una arena democrática y deliberativa. Para ello será condición necesaria el respeto a los partidos opositores, la posibilidad de que estos existan y canales de comunicación de las ideas de todos los involucrados.
El escenario planteado debería corresponderse con una aproximación ecléctica a la problemática de la Península: funcionalismo o “comprar la paz”, realismo (dando pautas ciertas que den garantías de seguridad), constructivismo (reconstrucción de la identidad coreana) e intergubernamentalismo (institucionalizar un sistema pacífico de resolución de conflictos).
En este punto cabe destacar que a lo largo de la historia entre ambas Coreas todos los modelos han sido aplicados y ninguno ha tenido suficiente éxito como para sentar a una mesa de negociación a Corea del Norte. La agenda es conocida y debiera empezar con un tratado de paz que ponga fin formal a la Guerra de Corea (de la cual sólo se ha suscripto un armisticio) y concluir con la unificación de la Península bajo un gobierno democrático, pacífico e interrelacionado con el mundo.
Desde ya que los autores toman para desarrollar su idea la necesariedad absoluta del involucramiento de los países de la región y las potencias: China, Estados Unidos, Rusia, Corea del Sur, Japón y Corea del Norte. Un diálogo en seis bandas donde impere una lógica de cooperación, cumplimiento de acuerdos y establecimiento de un canal de diálogo constante para progresivamente presionar y llevar a Corea del Norte a un proceso de democratización que respete su soberanía.
El punto a criticar es la inexistencia actual o a futuro que parecieran no existir para sentar a Corea del Norte a abrir el juego político puertas adentros, el que la población no conoce ni tiene experiencia alguna en materia democrática (lo cual impide el pensar la conformación de partidos políticos opositores en caso de que ocurriera) y las violaciones masivas de Derechos Humanos que no tendrían justicia alguna.
Aun así, el texto abre nuevas dimensiones para pensar el conflicto, establece una agenda para aquellos decisores de Estado y ensaya posibles escenarios y contextos a futuro bajo una mirada realista alejada del idealismo de que la condición de estado fallido mágicamente acarreará un proceso democrático en Corea del Norte.
El libro “Mongering North Korean Democracy for Inter-korean Peace”, de los autores Jae H. Ku y Hyug Baeg Im, es un aporte valioso al estudio del conflicto intercoreano y de las relaciones internacionales en general en el Noreste asiático.
Los autores llevan adelante un corto pero exhaustivo racconto de las distintas teorías que se han ido esgrimiendo respecto a la relación entre ambas Coreas y los vaivenes políticos, económicos y diplomáticos que fueron dándose por décadas.
En primer lugar, el libro apunta al corazón de la teoría del colapso, la cual entiende que en casos como el de Corea del Norte, el cambio del país para incorporarse y lograr la unificación de la Península se va a dar por algún tipo de caída abrupta dentro del régimen. En ese sentido, las causalidades de esta teoría fueron: la caída de la Unión Soviética, la crisis alimentaria de la década del 90 conocida bajo el eufemismo “La ardua marcha”, la muerte de Kim Il-sung (1994) y de Kim Jong-il (2011). Actualmente hay quienes sostienen que a partir de las sanciones económicas y el cerco aún más estrecho Corea del Norte finalmente va a colapsar. La teoría “del colapso”, término acuñado por el especialista Aidan Foster-Carter en 1993, sigue vigente y se renueva con cada cambio mínimo que tiene el “reino ermitaño”.
Desgraciadamente, todas estas formulaciones resultaron erróneas y el régimen norcoreano sigue en pie. El deseo de una democratización del régimen, de una caída interna y la absorción por parte de Corea del Sur o una crisis humanitaria que llevara a la intervención de Naciones Unidas no se ha dado y sus contrastes con la realidad no puede ser más apabullante.
Corea del Norte sigue llevando adelante su programa nuclear, tiene capacidad de producir material dual a países promotores de terrorismo tales como Pakistán e Irán para sus programas nucleares, brinda material bélico a naciones tales como Siria, Irak o Afganistán y es el principal actor de desestabilización en el noreste asiático. Kim Jong-un, por su parte, ha logrado maniobrar disidencias internas con una brutalidad inequívoca (tal y como fue la ejecución de su tío Jang Song-thaek) y establecer un nuevo programa de desarrollo y estrategia con su “política de líneas paralelas”.
En segundo lugar, los autores abren a debate y exponen una idea interesante respecto a qué se puede esperar a futuro de Corea del Norte. Entienden que se están dando cambios económicos en los denominados mercados negros “Jangmadang” de los cuales vive buena parte de la sociedad norcoreana donde la economía informal ha ido tomando mayor peso en la economía general del país, abriendo posibilidades para que la población pueda saltar los controles a la diseminación de información del mundo exterior.
No obstante el conocimiento de cómo se vive fuera de Corea del Norte pareciera constatarse por parte de diversos testimonios de desertores del régimen, el hecho de creer que va a haber cambios en la composición y balance de poder en el país producto de una mayor liberalización en el sector económico es pecar de indulgentes.
Lejos de caer en otra teoría colapsista, los autores argumentan que se necesitaría una democratización de Corea del Norte, donde se den pautas sólidas de compromiso entre los países, amnistía total e independencia al Partido de los Trabajadores de Corea (principal partido del Frente de partidos aliados al régimen) para librar elecciones libres y llevarlo a una arena democrática y deliberativa. Para ello será condición necesaria el respeto a los partidos opositores, la posibilidad de que estos existan y canales de comunicación de las ideas de todos los involucrados.
El escenario planteado debería corresponderse con una aproximación ecléctica a la problemática de la Península: funcionalismo o “comprar la paz”, realismo (dando pautas ciertas que den garantías de seguridad), constructivismo (reconstrucción de la identidad coreana) e intergubernamentalismo (institucionalizar un sistema pacífico de resolución de conflictos).
En este punto cabe destacar que a lo largo de la historia entre ambas Coreas todos los modelos han sido aplicados y ninguno ha tenido suficiente éxito como para sentar a una mesa de negociación a Corea del Norte. La agenda es conocida y debiera empezar con un tratado de paz que ponga fin formal a la Guerra de Corea (de la cual sólo se ha suscripto un armisticio) y concluir con la unificación de la Península bajo un gobierno democrático, pacífico e interrelacionado con el mundo.
Desde ya que los autores toman para desarrollar su idea la necesariedad absoluta del involucramiento de los países de la región y las potencias: China, Estados Unidos, Rusia, Corea del Sur, Japón y Corea del Norte. Un diálogo en seis bandas donde impere una lógica de cooperación, cumplimiento de acuerdos y establecimiento de un canal de diálogo constante para progresivamente presionar y llevar a Corea del Norte a un proceso de democratización que respete su soberanía.
El punto a criticar es la inexistencia actual o a futuro que parecieran no existir para sentar a Corea del Norte a abrir el juego político puertas adentros, el que la población no conoce ni tiene experiencia alguna en materia democrática (lo cual impide el pensar la conformación de partidos políticos opositores en caso de que ocurriera) y las violaciones masivas de Derechos Humanos que no tendrían justicia alguna.
Aun así, el texto abre nuevas dimensiones para pensar el conflicto, establece una agenda para aquellos decisores de Estado y ensaya posibles escenarios y contextos a futuro bajo una mirada realista alejada del idealismo de que la condición de estado fallido mágicamente acarreará un proceso democrático en Corea del Norte.