Havel: Una vida, de Michael Zantovsky
A Michael Zantovsky, actual director ejecutivo de la Biblioteca Vaclav Havel, hay que agradecerle la respiración, el asombro, la risa, la crítica, casi la conversación íntima y el cierto desapego psicológico que provocan algunos pasajes narrados en su libro »Havel: una vida». Zantovsky tiene información privilegiada de Havel y no la filtra, o casi no. Nos hace así un favor a todos los seres humanos.
Acabo de leer un poderoso libro humano. Havel, Una vida, la biografía que Michael Zantovsky dedica a Václav Havel, el líder de la Revolución de Terciopelo, de quien fue amigo, portavoz y a quien representó como embajador en Estados Unidos, Israel y Reino Unido, es eso exactamente: una especie de bitácora humana de un hombre de excepción.
Para los cubanos, me expreso en general, esta es una biografía rara. Personalmente he leído, con esta, solo tres biografías de hombres que ya no están y que resultan significativamente anti paradigmáticas. Para nosotros las biografías se deben mover entre la patrística y la hagiografía: la vida y la historia de hombres halados que se cincelan con la roca granítica del mito, que casi no tropiezan con la historia y de quienes se filtran sus caídas, errores y defectos para no debilitar la imitación pedagógica a la que estaríamos obligados.
La autobiografía de Nelson Mandela, y las biografías de Martin Luther King y esta de Vaclav Havel poco tienen que ver con ese ideal bíblico de los seres humanos.
A Michael Zantovsky, actual director ejecutivo de la Biblioteca Vaclav Havel, hay que agradecerle la respiración, el asombro, la risa, la crítica, casi la conversación íntima y el cierto desapego psicológico que provocan algunos pasajes narrados en la vida de su amigo. Zantovsky tiene información privilegiada de Havel y no la filtra, o casi no. Nos hace así un favor a todos los seres humanos.
La estructura de su narración es sumamente inteligente. Comienza por el final, colocándonos frente al hombre admirado y respetado por los amantes de la libertad, a quien se le rindieron todos los honores merecidos tanto en Chequia como en el resto del mundo, y a quien se debe que la libertad haya sido y vuelva a ser el ideal político por excelencia. Con ese Havel estamos y debemos estar.
Eso está bien…para que nos preparemos. Porque con el Havel que sigue también estamos, digamos que somos él. Havel es el héroe, ya lo sabemos, y el antihéroe, lo que no sabíamos. El hombre que tiene dudas, que probablemente fue inseguro hasta el último de sus días, pero que tuvo la resolución necesaria a la hora de tomar las decisiones que condujeron a la suave transición democrática en su país.
¿Su infancia? En ella había datos del futuro. Sin concesiones impropias al psicoanálisis, habría que decir que el trauma de la política apareció ya desde su infancia. A propósito de una visita que la abuela le realizaría desde el poblado de Zlín, su madre le escribió: “Estoy seguro de que querrá leerte editoriales políticos, y que sin duda añadirá sus propios comentarios”.
El biógrafo sin embargo se niega a ser victoriano. Eso de velar lo que todo buen aristócrata consideraría contra el pudor de la tradición, la idea de que la puerta de la casa no se abre al mundo, no tiene espacio en su texto. Havel no parece haber tenido una fuerte relación con su madre, aunque sí con su padre. Y este es un punto que tiene un valor psicológico de importancia, que permitiría entender el tipo de relación que Havel sostuvo con las mujeres a lo largo de su vida, y que de algún modo tuvo impacto en su vida política. Desde Olga ― Cartas a Olga es un libro que debería leerse para tener otra aproximación a la angustia y a las contradicciones humanas―, hasta llegar a su segunda y última esposa Dasa Veskrnova, una afamada actriz de la comicidad, a quien el mundo político de la época no le dio mucha entrada.
El Havel de las veleidades amorosas, refleja de algún modo el Havel de la bohemia artística. Repetir que fue un autor de teatro consumado y reconocido no aporta mucho; quizá diga más, para el mundo del arte, el dato de que fue un guionista de cine de mucho menor impacto, sino fracasado: esto último ligado a un rasgo de su personalidad importante para entender su acción política: la experimentación. Pero lo que más me interesa destacar no es lo que hizo como artista, sino el valor que su naturaleza estética tuvo para la política.
El mejor arte, yo diría que casi todo arte logrado, es reflejo de una angustia profunda que el artista sublima y expresa de mil maneras, incluso en las contradicciones de su vida tanto moral como personal. En términos de la moral partisana Havel flaqueó alguna vez en prisión, el mismo Havel que ridiculizó al ejército en una de sus obras, que se sintió abandonado en algún momento de la lucha por la libertad de Checoslovaquia, que ahogaba la impotencia en bares con sus amigos del arte, y que condensó los fundamentos morales y cívicos de la lucha por la libertad tanto en lo que podríamos llamar su doctrina de política internacional, como en sus consideraciones estratégicas para liberar a los sin poder. Carta 77 fue eso ante todo: una opción política fundada en la estética, eso sí, por personas que tenían sentido de lo político en el concepto que le dio Hannah Arendt: su propósito la libertad y la acción como su campo de experiencia. Por eso es que la libertad de Havel siempre fue condicional.
Que la estética personal e intelectual de Havel está en la raíz de la Revolución de Terciopelo me resulta más evidente después de leer esta biografía. Conociendo más a Havel podría entenderse por qué la Revolución de Terciopelo es primero una revolución intelectual y moral que desemboca luego en una revolución política. Lo de Terciopelo podría ser bien una buena metáfora de la labilidad, flexibilidad y tolerancia que siempre aporta la cultura a la convivencia humana. Es decir una metáfora de Havel mismo.
Podría entenderse también, desde esta visión cultural, por qué Havel fue un político impolítico en más de un sentido: no fue un político de partido, no fue tan cerebral ―como si lo fue Vaclav Klaus, su formidable némesis política―, no entendió mucho sobre el efecto mariposa, siempre presente en política, ―la paralización de la industria del armamento en Eslovaquia en la que se empeñó fue un acto de inflexión para la división del territorio en dos países― ni sobre la importancia del factor económico para las opciones políticas y de la política misma.
Razón por la que, casi al final de su vida, Havel fue más una referencia mundial que una referencia para los checos mismos. La doctrina de la intervención humanitaria le debe mucho a él; el énfasis en los derechos humanos como política exterior de los Estados tiene más su impronta que la del ex presidente norteamericano James Carter y la importancia de la reflexión global para la defensa y promoción de la democracia está en la raíz de Forum2000, ese espacio en el que anualmente nos reunimos gente de todo el mundo, cada vez más necesario en una época en la que la democracia sufre, cuando menos, de diabetes.
Acabo de leer un poderoso libro humano. Havel, Una vida, la biografía que Michael Zantovsky dedica a Václav Havel, el líder de la Revolución de Terciopelo, de quien fue amigo, portavoz y a quien representó como embajador en Estados Unidos, Israel y Reino Unido, es eso exactamente: una especie de bitácora humana de un hombre de excepción.
Para los cubanos, me expreso en general, esta es una biografía rara. Personalmente he leído, con esta, solo tres biografías de hombres que ya no están y que resultan significativamente anti paradigmáticas. Para nosotros las biografías se deben mover entre la patrística y la hagiografía: la vida y la historia de hombres halados que se cincelan con la roca granítica del mito, que casi no tropiezan con la historia y de quienes se filtran sus caídas, errores y defectos para no debilitar la imitación pedagógica a la que estaríamos obligados.
La autobiografía de Nelson Mandela, y las biografías de Martin Luther King y esta de Vaclav Havel poco tienen que ver con ese ideal bíblico de los seres humanos.
A Michael Zantovsky, actual director ejecutivo de la Biblioteca Vaclav Havel, hay que agradecerle la respiración, el asombro, la risa, la crítica, casi la conversación íntima y el cierto desapego psicológico que provocan algunos pasajes narrados en la vida de su amigo. Zantovsky tiene información privilegiada de Havel y no la filtra, o casi no. Nos hace así un favor a todos los seres humanos.
La estructura de su narración es sumamente inteligente. Comienza por el final, colocándonos frente al hombre admirado y respetado por los amantes de la libertad, a quien se le rindieron todos los honores merecidos tanto en Chequia como en el resto del mundo, y a quien se debe que la libertad haya sido y vuelva a ser el ideal político por excelencia. Con ese Havel estamos y debemos estar.
Eso está bien…para que nos preparemos. Porque con el Havel que sigue también estamos, digamos que somos él. Havel es el héroe, ya lo sabemos, y el antihéroe, lo que no sabíamos. El hombre que tiene dudas, que probablemente fue inseguro hasta el último de sus días, pero que tuvo la resolución necesaria a la hora de tomar las decisiones que condujeron a la suave transición democrática en su país.
¿Su infancia? En ella había datos del futuro. Sin concesiones impropias al psicoanálisis, habría que decir que el trauma de la política apareció ya desde su infancia. A propósito de una visita que la abuela le realizaría desde el poblado de Zlín, su madre le escribió: “Estoy seguro de que querrá leerte editoriales políticos, y que sin duda añadirá sus propios comentarios”.
El biógrafo sin embargo se niega a ser victoriano. Eso de velar lo que todo buen aristócrata consideraría contra el pudor de la tradición, la idea de que la puerta de la casa no se abre al mundo, no tiene espacio en su texto. Havel no parece haber tenido una fuerte relación con su madre, aunque sí con su padre. Y este es un punto que tiene un valor psicológico de importancia, que permitiría entender el tipo de relación que Havel sostuvo con las mujeres a lo largo de su vida, y que de algún modo tuvo impacto en su vida política. Desde Olga ― Cartas a Olga es un libro que debería leerse para tener otra aproximación a la angustia y a las contradicciones humanas―, hasta llegar a su segunda y última esposa Dasa Veskrnova, una afamada actriz de la comicidad, a quien el mundo político de la época no le dio mucha entrada.
El Havel de las veleidades amorosas, refleja de algún modo el Havel de la bohemia artística. Repetir que fue un autor de teatro consumado y reconocido no aporta mucho; quizá diga más, para el mundo del arte, el dato de que fue un guionista de cine de mucho menor impacto, sino fracasado: esto último ligado a un rasgo de su personalidad importante para entender su acción política: la experimentación. Pero lo que más me interesa destacar no es lo que hizo como artista, sino el valor que su naturaleza estética tuvo para la política.
El mejor arte, yo diría que casi todo arte logrado, es reflejo de una angustia profunda que el artista sublima y expresa de mil maneras, incluso en las contradicciones de su vida tanto moral como personal. En términos de la moral partisana Havel flaqueó alguna vez en prisión, el mismo Havel que ridiculizó al ejército en una de sus obras, que se sintió abandonado en algún momento de la lucha por la libertad de Checoslovaquia, que ahogaba la impotencia en bares con sus amigos del arte, y que condensó los fundamentos morales y cívicos de la lucha por la libertad tanto en lo que podríamos llamar su doctrina de política internacional, como en sus consideraciones estratégicas para liberar a los sin poder. Carta 77 fue eso ante todo: una opción política fundada en la estética, eso sí, por personas que tenían sentido de lo político en el concepto que le dio Hannah Arendt: su propósito la libertad y la acción como su campo de experiencia. Por eso es que la libertad de Havel siempre fue condicional.
Que la estética personal e intelectual de Havel está en la raíz de la Revolución de Terciopelo me resulta más evidente después de leer esta biografía. Conociendo más a Havel podría entenderse por qué la Revolución de Terciopelo es primero una revolución intelectual y moral que desemboca luego en una revolución política. Lo de Terciopelo podría ser bien una buena metáfora de la labilidad, flexibilidad y tolerancia que siempre aporta la cultura a la convivencia humana. Es decir una metáfora de Havel mismo.
Podría entenderse también, desde esta visión cultural, por qué Havel fue un político impolítico en más de un sentido: no fue un político de partido, no fue tan cerebral ―como si lo fue Vaclav Klaus, su formidable némesis política―, no entendió mucho sobre el efecto mariposa, siempre presente en política, ―la paralización de la industria del armamento en Eslovaquia en la que se empeñó fue un acto de inflexión para la división del territorio en dos países― ni sobre la importancia del factor económico para las opciones políticas y de la política misma.
Razón por la que, casi al final de su vida, Havel fue más una referencia mundial que una referencia para los checos mismos. La doctrina de la intervención humanitaria le debe mucho a él; el énfasis en los derechos humanos como política exterior de los Estados tiene más su impronta que la del ex presidente norteamericano James Carter y la importancia de la reflexión global para la defensa y promoción de la democracia está en la raíz de Forum2000, ese espacio en el que anualmente nos reunimos gente de todo el mundo, cada vez más necesario en una época en la que la democracia sufre, cuando menos, de diabetes.