Nuestros años verde olivo: de la utopía al desencanto
Un joven, aferrado al ideal revolucionario, llega a Cuba convencido de que allí aprendería a no vacilar y fortalecería sus ideales de justicia social. Pero las desilusiones del protagonista no tardarían en llegar. Esta novela autobiográfica del escritor chileno Roberto Ampuero fue publicada originalmente en 1999. La 4ta edición lleva el prólogo del Nobel de Literatura 2010, Mario Vargas Llosa.
¿Por qué si millares de jóvenes latinoamericanos huyeron de las dictaduras regionales de derecha y se refugiaron en Cuba en busca de la utopía revolucionaria, no han escrito sobre la Revolución Cubana, sobre la vida real de la casta dominante, de la minúscula y debilitada clase media y del paupérrimo proletariado cubano? ¿A qué se debe tanto silencio sobre una etapa clave de la historia reciente latinoamericana? ¿Por qué se ha ensordecido la conciencia de tanta gente?
Estas preguntas recorren tácitamente las páginas de Nuestros años verde olivo, novela autobiográfica del escritor chileno Roberto Ampuero. Interrogantes a las que el autor responde de manera clara y contundente en el epílogo: «es que en política a veces conviene más callar que expresar verdades dolorosas» (Ampuero, 2016: 613). En efecto, la publicación de esta novela irritó de tal modo al régimen cubano que desde entonces Ampuero tiene prohibido el ingreso a la Isla.
Nuestros años verde olivo fue publicada originalmente en Chile en 1999 y ahora circula en las librerías con un elogioso aval del Nobel de Literatura 2010, Mario Vargas Llosa. Al referirse a la novela, el propio autor expresa que cuando escribía sus páginas nunca pensó que esas memorias lo colocarían en la lista negra de un régimen, lo convertirían en el blanco de las descalificaciones de sus agentes y adláteres y encontrarían tantos lectores en el mundo. No imaginó Ampuero que unas memorias escritas sin pretensiones, concebidas para permanecer entre los álbumes fotográficos de la familia, devinieran en un bestseller de reconocidos méritos literarios.
La novela narra las memorias de un joven que abandona el Chile de la dictadura militar de Pinochet y se refugia en la conocida ciudad de Leipzig, en donde se enamora de Margarita Cienfuegos, la hija del comandante de la Revolución Cubana Ulises Cienfuegos, un hombre temido y detestado, guerrillero y fiscal de la República, quien en ese momento se desempeñaba como embajador en Moscú. Poco tiempo después se celebra la boda «en la atmósfera húmeda, delirante y calurosa de La Habana de los setenta […], ante una asistencia reputada, bulliciosa y elegante, que brindó con Moet & Chandon en copas de cristal D' Arques bajo los flamboyanes encendidos y los soberbios cocoteros que atalayan el Caribe desde el exclusivo reparto de Miramar» (p. 21).
Este joven, aferrado al ideal revolucionario, llega a la Isla convencido de que en Cuba aprendería a no vacilar y fortalecería sus ideales de justicia social:
“Mi alma no solo se nutría del amor por Margarita, sino también de la fe comunista, fe que yo necesitaba para dotar de sentido a mi vida. Cuba podría ayudarme en esta búsqueda. Si bien Alemania Oriental no era una democracia, ni representaba un sistema legitimado por su pueblo, que soportaba el socialismo más bien intimidado por la presencia de medio millón de soldados rusos en su territorio y por aquel Muro infranqueable, que imposibilitaba cualquier éxodo, Cuba tenía que ser diferente”. (p. 96)
Pero las desilusiones del protagonista, que como tantos otros jóvenes latinoamericanos de aquel entonces buscó refugio en la Isla Caribeña que representaba la utopía política y el ideal de la democracia popular y el progreso, no tardarían en llegar:
“Con el transcurrir de los días constaté que era cierto mucho de lo que yo consideraba hasta ese momento patrañas anticomunistas: cada persona disponía efectivamente de una libreta de racionamiento de comestibles y vestimenta, que regulaba de modo estricto y espartano su existencia. Las cuotas establecidas en el pequeño documento con tapas de cartón y páginas cuadriculadas eran irrisorias, cuando no indignantes, e inferiores a lo que consumía una familia de clase media baja en Chile. (p. 122)
Había otra consideración que tampoco podía manifestar […] por razones políticas, pero que comenzaba a emerger con fuerza en mí: ¿valía la pena arriesgar la vida […] con el propósito de instaurar un orden como el cubano, donde reinaba una escasez crónica, se discriminaba a quienes pensaban diferente, la gente no podía abandonar el país y se eliminaban libros?” (p. 184)
Estas disquisiciones son el preludio del desencanto del joven protagonista. Desencanto que reemplazó a los esperanzadores efectos de la Revolución Cubana en las juventudes de todo el mundo y que encarna la decepción política de una generación de revolucionarios en una etapa culminante de la Guerra Fría; una época en la que —como es conocido— la renuncia al compromiso político original significaba traición, el examen crítico de los ideales era pasarse al lado del enemigo y abandonar la utopía podía significar la muerte.
En este sentido Vargas Llosa expresa que hacía tiempo que un libro no lo absorbía y emocionaba tanto como esa descripción tan honesta, tan veraz y tan lúcida de una ilusión que compartieron tantos latinoamericanos con la Revolución Cubana, y, también, el desencanto que siguió al entusiasmo inicial al ver que, la Revolución de Fidel y los barbudos no era distinta de las que convirtieron a Rusia y a China Popular en las satrapías que sabemos.
Ampuero, al igual que otros autores que vivieron en socialismos reales como Milan Kundera o el propio Heberto Padilla (uno de los personajes reales de la novela), supo manejar productivamente en términos literarios esa experiencia. No se quedó paralizado como autor en el resentimiento que causan los abusos y humillaciones sufridas, sino que —como bien él declara en el epílogo de la novela— encontró el mejor antídoto para ese dolor causado por quien monopoliza tu patria y emplea sus símbolos, su historia y sus recursos para reprimirte y desvirtuarte: escribir sobre la experiencia misma que originó el dolor. Convirtió el dolor en memoria, en literatura, en resistencia. Hoy, el contundente y conmovedor relato de Ampuero cuenta con varias ediciones y circula en América Latina, en países europeos y —aunque clandestinamente— también es leído en Cuba.
REFERENCIA:
Ampuero, Roberto (2011): Nuestros años verde olivo, Penguin Random House Grupo Editorial, 4ta ed. en Debolsillo, 2016. ISBN: 978-956-325-092-3
¿Por qué si millares de jóvenes latinoamericanos huyeron de las dictaduras regionales de derecha y se refugiaron en Cuba en busca de la utopía revolucionaria, no han escrito sobre la Revolución Cubana, sobre la vida real de la casta dominante, de la minúscula y debilitada clase media y del paupérrimo proletariado cubano? ¿A qué se debe tanto silencio sobre una etapa clave de la historia reciente latinoamericana? ¿Por qué se ha ensordecido la conciencia de tanta gente?
Estas preguntas recorren tácitamente las páginas de Nuestros años verde olivo, novela autobiográfica del escritor chileno Roberto Ampuero. Interrogantes a las que el autor responde de manera clara y contundente en el epílogo: «es que en política a veces conviene más callar que expresar verdades dolorosas» (Ampuero, 2016: 613). En efecto, la publicación de esta novela irritó de tal modo al régimen cubano que desde entonces Ampuero tiene prohibido el ingreso a la Isla.
Nuestros años verde olivo fue publicada originalmente en Chile en 1999 y ahora circula en las librerías con un elogioso aval del Nobel de Literatura 2010, Mario Vargas Llosa. Al referirse a la novela, el propio autor expresa que cuando escribía sus páginas nunca pensó que esas memorias lo colocarían en la lista negra de un régimen, lo convertirían en el blanco de las descalificaciones de sus agentes y adláteres y encontrarían tantos lectores en el mundo. No imaginó Ampuero que unas memorias escritas sin pretensiones, concebidas para permanecer entre los álbumes fotográficos de la familia, devinieran en un bestseller de reconocidos méritos literarios.
La novela narra las memorias de un joven que abandona el Chile de la dictadura militar de Pinochet y se refugia en la conocida ciudad de Leipzig, en donde se enamora de Margarita Cienfuegos, la hija del comandante de la Revolución Cubana Ulises Cienfuegos, un hombre temido y detestado, guerrillero y fiscal de la República, quien en ese momento se desempeñaba como embajador en Moscú. Poco tiempo después se celebra la boda «en la atmósfera húmeda, delirante y calurosa de La Habana de los setenta […], ante una asistencia reputada, bulliciosa y elegante, que brindó con Moet & Chandon en copas de cristal D' Arques bajo los flamboyanes encendidos y los soberbios cocoteros que atalayan el Caribe desde el exclusivo reparto de Miramar» (p. 21).
Este joven, aferrado al ideal revolucionario, llega a la Isla convencido de que en Cuba aprendería a no vacilar y fortalecería sus ideales de justicia social:
“Mi alma no solo se nutría del amor por Margarita, sino también de la fe comunista, fe que yo necesitaba para dotar de sentido a mi vida. Cuba podría ayudarme en esta búsqueda. Si bien Alemania Oriental no era una democracia, ni representaba un sistema legitimado por su pueblo, que soportaba el socialismo más bien intimidado por la presencia de medio millón de soldados rusos en su territorio y por aquel Muro infranqueable, que imposibilitaba cualquier éxodo, Cuba tenía que ser diferente”. (p. 96)
Pero las desilusiones del protagonista, que como tantos otros jóvenes latinoamericanos de aquel entonces buscó refugio en la Isla Caribeña que representaba la utopía política y el ideal de la democracia popular y el progreso, no tardarían en llegar:
“Con el transcurrir de los días constaté que era cierto mucho de lo que yo consideraba hasta ese momento patrañas anticomunistas: cada persona disponía efectivamente de una libreta de racionamiento de comestibles y vestimenta, que regulaba de modo estricto y espartano su existencia. Las cuotas establecidas en el pequeño documento con tapas de cartón y páginas cuadriculadas eran irrisorias, cuando no indignantes, e inferiores a lo que consumía una familia de clase media baja en Chile. (p. 122)
Había otra consideración que tampoco podía manifestar […] por razones políticas, pero que comenzaba a emerger con fuerza en mí: ¿valía la pena arriesgar la vida […] con el propósito de instaurar un orden como el cubano, donde reinaba una escasez crónica, se discriminaba a quienes pensaban diferente, la gente no podía abandonar el país y se eliminaban libros?” (p. 184)
Estas disquisiciones son el preludio del desencanto del joven protagonista. Desencanto que reemplazó a los esperanzadores efectos de la Revolución Cubana en las juventudes de todo el mundo y que encarna la decepción política de una generación de revolucionarios en una etapa culminante de la Guerra Fría; una época en la que —como es conocido— la renuncia al compromiso político original significaba traición, el examen crítico de los ideales era pasarse al lado del enemigo y abandonar la utopía podía significar la muerte.
En este sentido Vargas Llosa expresa que hacía tiempo que un libro no lo absorbía y emocionaba tanto como esa descripción tan honesta, tan veraz y tan lúcida de una ilusión que compartieron tantos latinoamericanos con la Revolución Cubana, y, también, el desencanto que siguió al entusiasmo inicial al ver que, la Revolución de Fidel y los barbudos no era distinta de las que convirtieron a Rusia y a China Popular en las satrapías que sabemos.
Ampuero, al igual que otros autores que vivieron en socialismos reales como Milan Kundera o el propio Heberto Padilla (uno de los personajes reales de la novela), supo manejar productivamente en términos literarios esa experiencia. No se quedó paralizado como autor en el resentimiento que causan los abusos y humillaciones sufridas, sino que —como bien él declara en el epílogo de la novela— encontró el mejor antídoto para ese dolor causado por quien monopoliza tu patria y emplea sus símbolos, su historia y sus recursos para reprimirte y desvirtuarte: escribir sobre la experiencia misma que originó el dolor. Convirtió el dolor en memoria, en literatura, en resistencia. Hoy, el contundente y conmovedor relato de Ampuero cuenta con varias ediciones y circula en América Latina, en países europeos y —aunque clandestinamente— también es leído en Cuba.
REFERENCIA:
Ampuero, Roberto (2011): Nuestros años verde olivo, Penguin Random House Grupo Editorial, 4ta ed. en Debolsillo, 2016. ISBN: 978-956-325-092-3