Entrevistas

14.08.06

Rafael Rojas:

«El deseo de cambio democrático se va a profundizar en Cuba»

«El gobierno de Fidel cree que desear una transición a la democracia o hablar de democracia implica necesariamente subordinar a Cuba a los Estados Unidos, defender la anexión de la isla a ese país o violar la soberanía y eso no es cierto. Realmente eso no tiene que ver con los valores más difundidos dentro de la oposición ni dentro del exilio. Yo creo que una contribución a una visión más completa de ese mapa complejo de la política cubana puede contribuir mucho».

Realizada el 9 de agosto en Apertura latinoamericana.

Rafael RojasRafael Rojas es Doctor en Historia, Profesor/Investigador del Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE, México). Su línea de Investigación es la Historia intelectual y política de América Latina. Entre sus Publicaciones más recientes se destacan los libros: "Cuba hoy y mañana. Actores e instituciones de una política en transición", 2006, Planeta, México; "Tumbas sin sosiego. Revolución, disidencia y exilio del intelectual cubano", 2006, Anagrama, Bárcelona; y "La transición invisible. Sociedad y cambio político en Cuba", 2004, Editorial Oceáno, México (Co-autor con Velia Cecilia Bobes).

 

  • “Lo que tenemos en Cuba no es realmente una sucesión de poder, sino algo previo. Una delegación provisional, como si estuviéramos en una fase de gobierno dentro de una monarquía”.
  • “Lo que ha dejado este ensayo de sucesión es un perfil bastante claro de cuál sería el comportamiento de los diversos actores de la política cubana cuando venga la sucesión real de verdad. Y a mí me complace mucho confirmar que la oposición (y estoy hablando de la oposición en la Isla) ha tenido un comportamiento muy adecuado”.
  • “El deseo de cambio democrático se va a profundizar, se va a consolidar aún más, después de este ensayo, que al final dejará, creo yo, un mal sabor de boca a los gobiernos democráticos del mundo”.
  • “Va a ser muy difícil que en Cuba se pase del régimen actual directamente a una transición a la democracia o a una economía de mercado, aunque esta sea socialmente responsable, como se dice en las políticas más socialistas o de izquierda. Me parece muy difícil que se pueda pasar del totalitarismo a una democracia y la economía de mercado, sin atravesar una fase o un período de transición autoritaria”.
  • “Creo que los demócratas latinoamericanos, sean de izquierda o de derecha, pueden ayudar mucho teniendo un mapa lo más completo posible de la política cubana”.
  • Revolución, disidencia y exilio del intelectual cubano ganó el premio Anagrama de este año y cuenta la historia de los intelectuales cubanos, desde el triunfo de la revolución en 1959, más o menos hasta ahora”.

Gabriel Salvia: ¿Qué es lo que está pasando en Cuba en estos momentos?

Rafael Rojas: Yo definiría la situación actual a partir de la propia retórica oficial, que es muy precisa. Es una delegación de poderes con carácter provisional (como dice Fidel Castro en su proclama del 31 de julio), y la definición de este estatus permite distinguir la situación actual de lo que estaba contemplado en la Constitución , en el artículo 94 que es una sustitución de los poderes de Fidel Castro por Raúl Castro, su hermano, que es el primer vicepresidente del Consejo de Estado. Así que lo que tenemos en Cuba no es realmente una sucesión de poder, sino algo previo. Una delegación provisional, como si estuviéramos en una fase de gobierno dentro de una monarquía, o algo así.

G. S.: ¿Y qué se puede esperar de esta situación?

R. R.: Como no es una sucesión y Fidel Castro no ha desaparecido, sino que está ahí -y según toda la información oficial que se bombardea a la ciudadanía de la Isla y del mundo, es que Fidel Castro está a punto de recuperarse- ni siquiera hay una expectativa de una desaparición o de una ausencia de Fidel Castro. Eso hace que las elites sucesoras no asuman su papel. Es decir, en los ambientes académicos de la oposición y del exilio cubano durante muchos años se ha debatido las alternativas entre sucesión y transición. O sea, la sucesión sería un traspaso de poder entre Fidel Castro y las instituciones actuales del régimen, que podría contemplar algún tipo de apertura económica, pero manteniendo el eje del régimen totalitario que es: el partido único y la ausencia de libertades públicas. Lo que sucede ahora ni siquiera se puede catalogar como sucesión, así que las expectativas de cambio se reducen aún más.

G. S.: ¿Entonces piensa que con este hecho se ha creado a nivel internacional una expectativa que no es tal?

R. R.: Sí, leyendo la prensa he visto que casi siempre se usan categorías propias de los regímenes democráticos; se ha hablado de: presidencia interina, cesión, traspaso, transferencia de poder, o incluso de sucesión, que sería la palabra más adecuada. Pero no es así. Los políticos mencionados por Fidel Castro en su proclama del 31 de julio ninguno han asumido públicamente su rol legado. Lo que quiere decir es que no hay un proceso de sucesión en Cuba. Hay un estado, un impasse de espera por la recuperación de Fidel Castro.

G. S.: ¿Cómo afecta esta situación a la oposición cívica no violenta en la Isla?

R. R.: Creo que lo que ha dejado este ensayo de sucesión es un perfil bastante claro de cuál sería el comportamiento de los diversos actores de la política cubana cuando venga la sucesión real, cuando venga la sucesión de verdad. Y a mí me complace mucho confirmar que la oposición (y estoy hablando de la oposición en la Isla ) ha tenido un comportamiento muy adecuado. Ellos han llamado a conservar la paz social, la soberanía de Cuba y a observar con cautela esta nebulosa política en la que viven. Que como señalabas tú, es nula la transparencia. Es un estado de hermetismo en cuanto a la información y los opositores han recomendado actuar con prudencia. Y yo creo que eso es lo más conveniente. Y en este proceso de ensayo de una sucesión creo yo que logran un funcionamiento muy legítimo. También habría que decir que en el exilio, después de muy comprensibles reacciones de euforia que hubo en un principio, las organizaciones más importantes del exilio y del gobierno de los Estados unidos van adquiriendo mayor racionalidad y comprensión del estatus actual. Recientemente el presidente Bush declaró que el problema de Cuba corresponde decidirlo fundamentalmente a los cubanos de la Isla. Y que después, en un proceso virtual de transición se verían las demandas de otros actores. Pero eso dio confianza de que Estados Unidos respeta la soberanía de Cuba.

G. S.: ¿Esta situación que se ha presentado en Cuba hace que la comunidad democrática internacional mire más la situación interna y pida una apertura democrática o, por el contrario, algunas muestras pidiendo que el dictador se mejore pueden hacer que un retorno suyo lo envalentone para seguir reprimiendo?

R. R.: El saldo de este episodio en la comunidad internacional se está por evaluar. Puede pasar lo que tú dices. Hay una gran movilización de afectos a nivel internacional a favor de la recuperación de Fidel Castro y eso, de algún modo, entronca con la tradición diplomática del mundo cristiano. Pero, por otro lado, yo creo que algo que puede estar sucediendo en este ensayo de sucesión es que muchas de las expectativas de cambio depositadas en un virtual gobierno sucesor se estén agotando, se estén saturando. Yo creo que el deseo de cambio democrático se va a profundizar, se va a consolidar aún más, después de este ensayo, que al final dejará, creo yo, un mal sabor de boca a los gobiernos democráticos del mundo.

G. S.: Estamos viendo aquí en la Argentina , muchos artículos, muchas afirmaciones, de intelectuales que sostienen que no importan las libertades civiles y políticas -es decir, lo que yo llamo las libertades democráticas fundamentales- y que los derechos sociales están por encima, y que eso justifica que se violen derechos humanos en Cuba y que son los mismos intelectuales que defienden fanáticamente la revolución Cubana. ¿Qué opina de esto?

R. R.: La verdad que yo observo con mucha perplejidad esas actitudes, tanto en Argentina, como en México, en Venezuela, Colombia, que son los países que más conozco de América Latina. Y lo que me llama la atención, poniendo la excepción del caso venezolano, que está ahora en un estado de bastante polarización, pero en el caso de uruguayos, argentinos, chilenos, españoles y mexicanos, lo que me llama la atención es que hay una verdadera discordancia, por no decir una esquizofrenia, en esa defensa sentimental o afectiva, de un régimen de partido único y de caudillo perpetuo, como el que representa la Cuba de Fidel Castro. Porque sabemos que esos intelectuales, en sus países, sí defienden el pluripartidismo, y en resumidas cuentas, la economía de mercado. Digamos que puede ser una economía de mercado con acentos sociales, más redistributivos, pero no creo que ninguno de esos intelectuales se atreva a defender hoy en sus países un régimen de partido único. Ahí es donde yo veo esa discordancia, que realmente para mí, hoy sigue siendo intrigante.

G. S.: Le voy a leer algo que dijo un intelectual argentino, Atilio Borón, que es doctor en Hardvard: “Cuba garantiza a sus ciudadanos niveles de atención médica, educación, salud y seguridad social incomparablemente superiores a los de los gobiernos democráticos de América latina, y tan buenos o mejores que los de los países más desarrollados”. Y de esta forma él trata de justificar a Cuba. ¿Qué me puede decir?

R. R.: En México se escuchan posiciones similares de Pablo González Casanova, que es un sociólogo muy respetado aquí de la UNAM y de otros intelectuales de esa izquierda más tradicional, le diría, por no decir revolucionaria, o por no decir lo que yo creo que es realmente esta izquierda, una izquierda autoritaria. Lo curioso es esa actitud de izquierda en la que se entiende por democracia un estado de distribución plena de derechos sociales y yo siempre que tengo que discutir este asunto con algún colega con este tipo de pensamiento digo: “bueno, puede haber un estado no democrático, con una amplia distribución de derechos sociales (no voy a entrar a discutir ahora qué grado de satisfacción tienen los derechos de educación o de salud en Cuba), pero supongamos que sí, que es una amplia distribución de derechos sociales, sin embargo es evidente, y está en la Constitución, y está la observación mínima del funcionamiento del régimen político cubano, para saber que se trata de un régimen de partido único, sin libertad de expresión, sin libertad de asociación y con un caudillo perpetuo que lleva 48 años gobernando y que ahora, lógicamente, recibe la solidaridad de esa intelectualidad por su comparecencia.

Ricardo López Göttig: Cuando uno ve las transiciones a la democracia que hubo en Europa oriental se encuentra con dos modelos: uno, la revolución de terciopelo de Checoslovaquia, un poco la de Polonia, e incluso Hungría, que fueron transiciones ordenadas, pacíficas, en las que hubo elecciones democráticas y limpias. Y otras que fueron, diría, transiciones de hierro, dentro del mismo régimen, como en Rumania, Bulgaria y Albania. Si tuviera que pensar cuál es el escenario más posible en Cuba, ¿piensa que podría ser de estas transiciones de hierro?

R. R.: Creo que por lo que estamos viendo, y por la peculiaridad de ser Cuba un pequeño país en el Caribe, con todo el entorno geopolítico que caracteriza a Cuba y la tradición de esas políticas y esos discursos (mucho rencor y mucho resentimiento acumulado entre las dos Américas), creo que va a ser muy difícil que en Cuba se pase del régimen actual directamente a una transición a la democracia o a una economía de mercado, aunque esta sea socialmente responsable, como se dice en las políticas más socialistas o de izquierda. Me parece muy difícil que se pueda pasar del totalitarismo a una democracia y la economía de mercado, sin atravesar una fase o un período de transición autoritaria. Creo que va a ser muy difícil. Lo estamos viendo en estos días con el comportamiento de los actores de la política cubana y de la comunidad internacional frente a este ensayo de sucesión. Uno de los primeros valores o condiciones que se demanda de uno y otro lado es la garantía para la soberanía de Cuba. Eso les daría un aire, podríamos decir un tiempo de subsistencia -yo no creo que muy prolongado, creo que breve- en el mediano plazo, a un gobierno sucesor autoritario.

G. S.: En una eventual transición, ¿cuál cree que debe ser el papel que debe jugar la comunidad internacional y muy puntualmente la latinoamericana?

R. R.: Creo que los demócratas latinoamericanos, sean de izquierda o de derecha, pueden ayudar mucho teniendo un mapa lo más completo posible de la política cubana. Es decir, no pensando que la realidad cubana sólo tiene que ver con el gobierno de Fidel Castro o con algún sucesor. Es decir, no comprando únicamente la visión oficial de la realidad en Cuba. Sino, comprendiendo que la política y la realidad cubana es cada vez más compleja, que incluye no sólo a las diversas corrientes dentro de la elite del poder, sino a opositores pacíficos y moderados dentro de la Isla , pero también a diversas corrientes dentro de la emigración, del exilio, de la diáspora, o como le quieran llamar. Y también a diversas corrientes realistas y muy racionales dentro de diversos gobiernos Europeos y también dentro de los Estados Unidos, que quisieran ver en Cuba un país democrático y soberano. Es decir, contribuir a una comprensión de la realidad cubana donde nunca más la palabra democracia y la palabra soberanía, o libertad e independencia se vean como contrapuestas, que es como las sostiene el gobierno de Fidel Castro. El gobierno de Fidel cree que desear una transición a la democracia o hablar de democracia implica necesariamente subordinar a Cuba a los Estados Unidos, defender la anexión de la isla a ese país o violar la soberanía y eso no es cierto. Realmente eso no tiene que ver con los valores más difundidos dentro de la oposición ni dentro del exilio. Yo creo que una contribución a una visión más completa de ese mapa complejo de la política cubana puede contribuir mucho.

G. S.: Por último, ¿De qué se trata el libro “Revolución, disidencia y exilio del intelectual cubano”?

R. R.: Es una historia que ganó el premio Anagrama de este año, y cuenta la historia de los intelectuales cubanos, desde el triunfo de la revolución en 1959, más o menos hasta ahora. Hay un esbozo de la situación actual, sin entrar en detalles sobre la realidad de la política cubana contemporánea. Y lo que yo intenté hacer es un mapa de las diversas actitudes de los intelectuales frente a la revolución. Y ahí es donde aparecen los conceptos que están en el subtítulo, que encarnan las actitudes del intelectual frente a ese nuevo estado que se genera después de enero del ´59. Y claro, está por un lado el gran grupo de intelectuales, de creadores de las artes, de la literatura, del pensamiento cubano, que respaldan a la revolución, que es mayoritario entre 1959 y 1961. Pero, a partir de ese año, con la radicalización comunista del proceso revolucionario cubano, que tenía inicialmente bases nacionalistas y republicanas, comienza un deslinde de las actitudes y de las posiciones frente al gobierno revolucionario. Y es donde aparecen los intentos de oposición dentro de la Isla , o de disidencia y también de exilio. Entonces lo que yo hago es hacer la historia y la biografía de todos los intelectuales, ya sea que adhirieron a la revolución y fueron leales al gobierno revolucionario; o que, después de haber sido leales intentaron ser críticos de esa revolución o en algún momento tuvieron que exiliarse. Trato de reconstruir biográfica e históricamente esa comunidad intelectual.

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