Diálogo Latino Cubano

31.05.10

Faltan muchas firmas

Los intelectuales uruguayos de izquierda no deberían temer caer en “la trampa de la equiparación”, sino asumir su condición de tales y responder al mandato de su conciencia, sin dejarse condicionar por circunstancias partidarias, estratégicas o cualquier otro artificio que desvirtué su principal deber para con su comunidad.
 

Faltan muchas firmas en el pronunciamiento sobre Cuba suscrito el 26 de marzo de 2010 por ocho intelectuales de izquierda de Uruguay.

Me refiero a los intelectuales de izquierda desde que quienes no se consideren tales, no tendrían la obligación moral de pronunciarse al respecto.

Pero los intelectuales uruguayos de izquierda, sí. En especial aquellos que han dedicado años al estudio del pasado reciente y desde la historia, la filosofía, la filosofía moral, la sociología y la ciencia política, han desarrollado una labor de recordación y custodia de la memoria.

En Uruguay los intelectuales han tenido un papel gravitante. Sea desde su labor genuina, sea desde la actuación pública: José Pedro Varela (1845-1879) y Bernardo Berro (1803-1868). Uno, tras estudiar la realidad nacional, por medio de la túnica blanca y la moña azul, colocó a la educación pública como motor de desarrollo, unificación y democratización del país creado medio siglo antes. El otro, el “puritano en la tormenta”, al decir de Carlos Real de Azúa (1916–1977), es el intelectual que asume el compromiso político hasta sus últimas consecuencias. El mismo Real de Azúa, en el siglo pasado, es un ejemplo del intelectual capaz de repensarse. Supo en los años treinta desfilar por la avenida 18 de Julio con la camisa azul de la falange española y, décadas después, en 1970, redactar el documento fundacional del Frente Amplio.

Los intelectuales de izquierda en Uruguay durante el siglo XX, interpelaron a la sociedad, tomaron distancia del poder estatal, contribuyeron a la formas de acción colectiva, investigaron, dudaron, elaboraron y, en general, puede decirse que cumplieron con el propósito de evidenciar iniquidades y proponer los cambios necesarios a situaciones que vulneraran derechos elementales.

También cometieron gruesos errores, y tuvieron diferentes responsabilidades en el desprecio por la democracia y el estímulo a la violencia, instilados desde los años sesenta, que contribuyeron a debilitar las defensas ante lo que sería, a partir de 1973, la instauración de una dictadura.

¿Por qué la condescendencia con el régimen de Cuba? La experiencia histórica cubana puede sintetizarse en la lucha de una guerrilla contra una dictadura; la sustitución de aquella por un gobierno caudillista basado en el vigoroso carisma de Fidel Castro; una gran repercusión inicial en la región, que rápidamente fue aprovechada para dotar al continente de un discurso político a partir de una plataforma democrático-nacionalista; una injerencia política y militar- acompañada de un vocabulario teórico-conceptual- en prácticamente todos los países latinoamericanos con excepción de México; un modelo de relaciones entre Estado y sociedad en la búsqueda del socialismo que progresivamente -con énfasis a partir de 1975- fue deslizándose hacia la dictadura de partido único de acuerdo al modelo leninista.

En 2010 podría pensarse que los intelectuales uruguayos de izquierda mantienen una devoción fanática por los primeros años de la revolución cubana como autoapoyo de sus propias utopías juveniles. Fue el caso de Mario Benedetti, quien se fue sin condenar –como él sabía hacerlo- a la dictadura más larga que haya conocido Latinoamérica. "Mario representa la esperanza revolucionaria de América Latina, pero también la parte más oscura de los regímenes de izquierda", afirmó al despedirle, Cristina Peri Rossi, escritora uruguaya residente en España.

Sería muy extenso enumerar las violaciones a los derechos humanos en Cuba. El régimen jurídico vigente es el origen de esas violaciones. Montesquieu no existe. En materia de libertad de expresión Cuba ocupó el penúltimo lugar en 167 países, solo superada por China, según Reporteros Sin Fronteras (RSF), que considera a la isla caribeña la tercera mayor cárcel del mundo para periodistas, con 25 reporteros encarcelados, 19 de ellos con problemas de salud.

La Habana no reconoce presos políticos -unos 200 según la disidencia- y los opositores equivalen a “mercenarios” de Washington.

Entre 1976 y 1977, la dictadura de Jorge R. Videla hizo desaparecer a 148 uruguayos de más de 200 secuestrados en Argentina. Es particularmente trágica la adhesión al régimen cubano de muchos de los sobrevivientes, quienes luego de ser bárbaramente torturados y clandestinamente trasladados a Uruguay en el marco del Plan Cóndor, pasaron años detenidos en cárceles uruguayas. Y en ese negacionismo tienen responsabilidad varios intelectuales de memoria hemipléjica, que han hecho suya la causa de esos uruguayos desaparecidos en Argentina. No pueden desconocer, 34 años después, lo que cualquier estudiante rioplatense de relaciones internacionales sabe: que el gobierno cubano, en esos mismos años en que la dictadura de Videla desaparecía a miles de jóvenes, reiteradamente se oponía, en conjunto con la ex URSS, a cualquier propuesta realizada en la ONU que incluyera a Argentina en la nómina de países que violaban los DDHH. No se puede ignorar hoy que en 1979 Fidel Castro invitó al dictador Videla a concurrir a la VI Conferencia Cumbre de Países No Alineados de La Habana. No solamente existe documentación textual, también hay fotografías. Como la del canciller genocida Nicanor Costa Méndez abrazado a Fidel Castro, en incomprensible regocijo ante la tragedia de Las Malvinas, en 1982.

Estos intelectuales evocan el pasado no para intentar conocer la verdad, sino para conservar selectivamente lo que entienden son sus valores. ¿Han perdido la memoria o sus principios ideológicos les impiden estudiar el pasado para extraer enseñanzas aplicables al presente? No deben confundirse distintas realidades históricas, pero deben distinguirse, ayer y hoy, quiénes son verdugos y quiénes víctimas.

Marek Edelman (1922-2009) uno de los líderes del levantamiento del Gueto de Varsovia (1943), contra la ocupación nazi, posteriormente eminencia médica y opositor a la dictadura comunista en Polonia, a principios de los noventa advirtió que la guerra en Bosnia –Herzegovina (1992-1995), fue “una victoria póstuma de Hitler”. Tzvetan Todorov, el filósofo e historiador búlgaro radicado en Francia, asegura que en ese juicio Edelman, no está reivindicándose como víctima del nazismo y del estalinismo, sino recordando el nexo común entre los nazis y quienes, medio siglo después, reiteraron el crimen de lesa humanidad conocido como limpieza étnica. Edelman va al pasado para actuar en el presente.

Los intelectuales uruguayos de izquierda no deberían temer caer en “la trampa de la equiparación”, sino asumir su condición de tales y responder al mandato de su conciencia, sin dejarse condicionar por circunstancias partidarias, estratégicas o cualquier otro artificio que desvirtué su principal deber para con su comunidad.

En definitiva, no deberían permitir que la actual dictadura de los hermanos Castro sea una victoria póstuma de las horrendas dictaduras de los años 70-80 en el Cono Sur.