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05.04.20

Alberto Fernández quedó lejos, muy lejos de Winston Churchill

(TN) La guerra contra los empresarios, difícilmente vaya a detenerse. Y la «guerra de balcones» que en los últimos días se vivió en muchos barrios no habría que considerarla fruto de un accidente o casualidad, ni de una neurosis alimentada por el encierro. Son las lógicas consecuencias de otra frase señera que lanzó el presidente frente a los Moyano: «Volvimos mejores». De eso ya no cabe ninguna duda.
Por Marcos Novaro

(TN) Tan grave como lo que sucedió el viernes pasado en la puerta de los bancos de todo el país, donde se agolparon miles y miles de personas de los grupos de mayor riesgo de contagio, es que no haya disposición para aprender la lección.

El desastre fue indiscutiblemente provocado por el propio Gobierno, que habilitó de un día para el otro y sin ninguna previsión el pago simultáneo a jubilados, beneficiarios de Asignación Universal por Hijo (AUH) y otros planes de asistencia, tras mantener cerrados los bancos innecesariamente durante casi dos semanas.

Luego de eso Alberto Fernández ensayó una de sus ambigüedades menos felices: en público descargó culpas en los bancos, aunque por izquierda hizo saber que estaba "muy molesto" con los responsables de la ANSES, el Banco Central y el jefe del gremio bancario Sergio Palazzo.

Sin embargo, no habrá renuncias. Pero lo peor no es eso: parece que tampoco habrá una reflexión y redefinición del modo en que se vienen haciendo las cosas, con muy poca coordinación y sin un comité de crisis en que estén bien definidos los roles de cada quien.

Lo que cabe atribuir a que el Presidente no parece haberse percatado lo más mínimo de la cuota importante de responsabilidad que le toca a él mismo, a su sistema radial "nestorista" de toma de decisiones, a su autoproclamación como "comandante en jefe" en la emergencia, y a la negativa a incorporar a otras figuras con probada capacidad de gestión en situaciones de crisis.

Armó su gabinete con poco más que la gente que lo ayudó a ganar la elección. Hizo igual que Mauricio Macri: convirtió en ministros a las figuras más destacadas de su comité de campaña y su entorno de mayor confianza.

E igual que el expresidente en 2018, aunque en condiciones aún más dramáticas, se está desayunando tarde de que no fue la mejor idea. Porque una cosa es ganar una elección y otra gobernar en tiempos difíciles, y que le es imperioso abrir el juego y convocar a otros actores, otros dirigentes y funcionarios. Aún a riesgo de que le hagan sombra. Tampoco el Presidente se está esmerando lo suficiente en tener una conducta ejemplar, cuidar su rol y fortalecer su autoridad sobre esa base.

Tras el desastre desatado frente a los bancos se lamentó además de que no se haya respetado allí el distanciamiento social. "Hay una campaña de saturación sobre el distanciamiento social y nadie la cumplió. Hay gente que no se entera de la gravedad de la situación", dijo, queriendo descargar la responsabilidad por la situación en sus víctimas. Olvidándose de que él mismo, unas horas antes, había violado esa regla alevosamente, y se había hecho fotografiar haciéndolo.

Las crónicas sobre su participación el día jueves en la tercera y esperemos que definitiva reinauguración del Sanatorio Antártida, administrado ahora por la obra social de Camioneros, coincidieron en general en escandalizarse con su reivindicación entusiasta de la figura de Hugo Moyano y del clan que encabeza, encausados todos ellos por graves delitos. Se olvidaron de señalar la alevosa violación del distanciamiento en que incurrió al recorrer las instalaciones. Si no se gobierna con el ejemplo va a hacer falta hacerlo con más policías en las calles, y puede que ni eso alcance.

Para peor también en esa visita dio rienda suelta, y una suerte de marco ideológico, a sus acusaciones contra los empresarios. Que en la semana lo llevaron a enfrentarse con Techint por los despidos y cesantías, con las empresas de salud por su amenaza de poner sus instalaciones bajo control estatal, y luego con los bancos por el pago a los jubilados. Lo hizo al celebrar la supuesta "lección" que cabría extraer del impacto económico que está teniendo la emergencia sanitaria, y preguntarse y preguntarles a los empresarios: "¿Para qué sirvió acumular tanto, tanto individualismo, tanta concentración, para que hoy no valga nada?".

La charlatanería papal que señala al dinero como agente del demonio y motor de egoísmos supuestamente destructivos no parece ser precisamente una idea muy útil y oportuna. Ahora que el empobrecimiento de las empresas, por el derrumbe de su valor de mercado, sus ventas y su nivel de actividad, anticipa el empobrecimiento general con que va a tener que lidiar nuestra sociedad. Y cuando la política de gobierno enfrenta el dilemático desafío de minimizar el daño sobre ese valor y actividad, sin descuidar la atención de la salud.

¿Es que Fernández está festejando ese empobrecimiento por anticipado porque cree que de él va a resultar una vida más noble, más solidaria, y sobre todo más peronista? Para empezar, les está diciendo a los empresarios, no sólo al resto de los sindicalistas, que sigan el ejemplo de Moyano, porque su "método" para "construir" es más resistente a los avatares de las crisis. Linda lección.

A su cola fueron varios intendentes bonaerenses fueron a clausurar supermercados porque no respetaban los precios oficiales o por faltas aún más relativas. En un momento en que ya muchos supermercadistas calculan si les conviene cerrar y evitar los riesgos de saqueos, descontrol de precios y desabastecimiento, o de suba de precios y desabastecimiento seguidos de saqueos.

Más en general el Presidente parece estar pidiéndonos no simplemente que soportemos la sangre, el sudor y las lágrimas que se vienen, como lo planteó el exprimer ministro de Reino Unido Winston Churchill en plena Segunda Guerra Mundial.

Sino que los disfrutemos, les encontremos el lado bueno, porque de ellos surgirán la virtud, nos van a administrar un castigo purificador. Seremos más pobres, pero dignos, porque todos dependeremos más del Estado y menos de nuestras horribles pasiones individualistas. Una lección aún más linda.

Se entiende en estos términos la trampa que está detrás de la invitación a "superar la grieta": no piensa gobernar para todos sorteando la polarización, siquiera mientras dure la emergencia. Está redefiniéndola para que la crisis le permita acorralar a sus actuales y potenciales adversarios, y dejarlos fuera de juego.

La guerra contra los empresarios, por tanto, difícilmente vaya a detenerse. Y la "guerra de balcones" que en los últimos días se vivió en muchos barrios no habría que considerarla fruto de un accidente o casualidad, ni de una neurosis alimentada por el encierro. Son las lógicas consecuencias de otra frase señera que lanzó el presidente frente a los Moyano: "Volvimos mejores". De eso ya no cabe ninguna duda.

Fuente: TN (Buenos Aires, Argentina)