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07.12.16

Economía, gestión presidencial e intención de voto (2011 – 2016)

(El Observador) La opinión pública percibe claramente el cambio de ciclo económico. El discurso presidencial del 1° de marzo de 2016 enfatizando la necesidad de ordenar las cuentas públicas para evitar perder el grado inversor, la volatilidad del dólar a comienzos de año, el debate sobre el ajuste fiscal y la incertidumbre respecto a la inflación entre otros factores, contribuyeron a instalar un nuevo estado de ánimo en la opinión pública respecto a la marcha de la economía.
Por Adolfo Garcé

(El Observador)  Hace dos semanas, "con un ojo en el 2019", afirmé que, a diferencia de otras elecciones, en la que se celebrará dentro de tres años "reina la incertidumbre". La generosidad de Ignacio Zuasnabar me permite compartir con los lectores algunos datos de opinión pública de Equipos-Mori que abonan esa interpretación. Como se verá en seguida, tres variables de largo plazo (que, según los expertos, han contribuido a explicar el desenlace en ciclos electorales anteriores) 1 han empeorado sensiblemente para el Frente Amplio entre octubre de 2011 y octubre de 2016. Me refiero a la percepción sobre la marcha de la economía, a la aprobación de la gestión del presidente y a la intención de voto hacia el partido de gobierno. La evolución de estos factores confirma que nos acercamos hacia un escenario mucho más competitivo que el de 2014. Sin embargo, la caída en intención de voto del FA no es capitalizada todavía por la oposición.

La economía. Como puede verse en el Gráfico 1 hace cinco años un 34% de los encuestados calificaba la situación del país como "buena o muy buena" y apenas 19% como "mala o muy mala". En este momento las proporciones se han invertido: 17% piensa que es "buena o muy buena" mientras 43% la considera "mala o muy mala". El bolsillo no vota. Pero pesa. La opinión pública percibe claramente el cambio de ciclo económico. El discurso presidencial del 1° de marzo de 2016 enfatizando la necesidad de ordenar las cuentas públicas para evitar perder el grado inversor, la volatilidad del dólar a comienzos de año, el debate sobre el ajuste fiscal, la incertidumbre respecto a la inflación (a mediados del año superó la "barrera sicológica" del 10%), entre otros factores, contribuyeron a instalar un nuevo estado de ánimo en la opinión pública respecto a la marcha de la economía.

La gestión presidencial. También la evolución de esta variable arroja información preocupante para el FA (ver Gráfico 2). En octubre de 2011 el 47% de los encuestados por Equipos-Mori aprobaba la gestión del presidente José Mujica mientras que 27% la desaprobaba. Cinco años después el desempeño de Tabaré Vázquez es aprobado por 34% y reprobado por 36%. El primer año de su segunda presidencia, en particular, fue especialmente pobre en iniciativas. El liderazgo presidencial brilló por su ausencia en particular en materia de política educativa. Durante el 2016, en cambio, Vázquez logró estar más presente en la escena política y mostró que sigue teniendo uñas para guitarrero. Repaso rápidamente tres ejemplos. Cuando parecía que se estaba por descubrir petróleo en la plataforma continental tuvo la excelente idea de convocar a los ex presidentes para discutir bases de una política petrolera de largo plazo. Cuando, otra vez, arrecieron las críticas contra el ministro del Interior, Eduardo Bonomi, logró reunir en una mesa a representantes de los partidos para negociar cambios legislativos en materia penal. Finalmente, es evidente que pisó el acelerador en materia de apertura comercial como demuestra el sonado viaje a China, que instaló la expectativa de un TLC.

La intención de voto. Este dato es especialmente revelador del cambio de escenario al que hemos asistido en los últimos años. En octubre de 2011 el 41% de los encuestados manifestaba tener "simpatía" por el FA. Cinco años después el "piso" electoral del partido de gobierno es 33%. Es una disminución tan sensible como sencilla de interpretar. A la evolución de las dos variables anteriores (percepción de la situación económica y evaluación de la gestión presidencial) seguramente haya que sumar el impacto de otros factores. El más importante de ellos es, desde mi punto de vista, que a diferencia de otros momentos la oposición ha sostenido un discurso crítico convergente, consistente y sistemático. Pero los datos de simpatía política muestran que, a pesar de todos los pesares, la intención de voto hacia los partidos de oposición no ha crecido significativamente. Blancos y colorados suman exactamente lo mismo que hace cinco años atrás (39%). Parece haber un pequeño crecimiento de los partidos más chicos. Eso sí: aumentó de modo notorio el número de indecisos: 12% en 2011, 18% en 2016. (Ver Gráfico 3).

¿Se acerca el fin de la Era Progresista? Con estos números es imposible saberlo. Si la oposición, a tres años de la elección, estuviera logrando captar los desconformes con el FA podríamos arriesgar que sí. Pero no es el caso. ¿Por qué no crece la oposición pese al "cambio climático" en la opinión pública? Algunos dirán que, simplemente, porque falta tiempo: tarde o temprano una parte de esos indecisos se atreverá a cambiar de bloque político. Otros dirán que la oposición no crece porque hace bien solamente una parte del trabajo: ha logrado converger hacia la crítica sistemática, pero sigue sin lograr formular una alternativa creíble al bloque de gobierno. El tiempo dirá cuál de las dos interpretaciones es la correcta.

1 Véase por ejemplo el excelente texto de Agustín Canzani "El drama electoral de 2014: una mirada crítica desde la opinión pública", en Adolfo Garcé y Niki Johnson (2016). Permanencias, transiciones y rupturas. Elecciones en Uruguay 2014/15, Editorial Fin de Siglo, Montevideo.

Fuente: El Observador (Montevideo, Uruguay)