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27.10.16

Chile en su salsa

La economía chilena necesita enmendar rumbos. Los resultados de las elecciones municipales del domingo 23 de octubre y la caída de Chile en el ranking «Doing Business» publicado por el Banco Mundial unos días después, son las dos señales de alerta más recientes en ese sentido.
Por Raúl Ferro

Las encuestas ya indicaban que los resultados de las elecciones municipales del 23 de octubre pasado no iban a ser buenos para el gobierno de Michelle Bachelet. Pero en el Palacio de la Moneda no esperaban una derrota tan clara como la que recibieron, en la que la alianza opositora de centroderecha Chile Vamos se alzara con la mayor parte de los alcaldes del país (144 contra 141 de la coalición de gobierno, Nueva Mayoría) y las alcaldías más significativas en juego, como Santiago, Providencia y Ñuñoa. Y, sobre todo, con la figura del posible y más que probable candidato de Chile Vamos para las elecciones presidenciales de noviembre de 2017, el ex presidente Sebastián Piñera, tan fortalecida.

Los resultados de estas encuestas tienen múltiples y ricas lecturas políticas. Pero tienen también una clara lectura económica. Son el resultado del rechazo que ha acumulado el afán reformador del gobierno de Bachelet, quien sintiendo que sintonizaba con cierto clamor popular transmitido por los movimientos sociales en protestas callejeras, decidió embarcarse en profundas y complejas reformas –lo que no es malo per se—sin buscar consensos políticos –lo que además de, en este caso sí, malo per se, resultó tremendamente dañino para el clima de negocios en Chile.

El afán reformador del gobierno chileno coincidió, además, con la fuerte desaceleración de la economía mundial y especialmente con la caída de los precios de las materias primas. Chile, como se sabe, es por lejos el mayor productor de cobre del mundo y, pese a los esfuerzos de diversificación de su economía, la explotación de este mineral sigue siendo un factor clave para la balanza comercial, para los flujos de inversión y para la recaudación fiscal del país.

Así, con un deterioro real del sector externo y un empeoramiento del clima de negocios interno, el crecimiento de la economía chilena cayó de 4,7% en el 2013 a 2,3% en 2015. Para este año se espera un crecimiento de 1,6%.

Parte de este deterioro se refleja en el último ranking “Doing business” del Banco Mundial. Por primera vez, Chile cae por detrás de México, Perú y Colombia en el ranking. Si bien esta caída se explica parcialmente por un cambio de metodología, refleja sin duda un deterioro relativo en el marco que regula el desarrollo de los negocios en el país.

El descenso registrado en el nivel de aprobación del gobierno (cayó de 55% cuando asumió en marzo de 2014 a 20% en septiembre del 2016) dejaba abierta la pregunta respecto a si la opinión pública pedía una mayor radicalización de las reformas, como algunas protestas callejeras podrían indicar. Sin embargo, los resultados de las elecciones municipales apuntan más bien en la dirección contraria. Son significativos los resultados de Chile Vamos en sectores populares, donde pululan los pequeños empresarios y los emprendedores por supervivencia a quienes el exceso de regulación golpea más y que están más expuestos a los vaivenes del desempleo y de la capacidad de consumo de la población.

Las reformas y el deterioro de la economía y del clima de negocios en el país no quiere decir que Chile vaya camino del abismo ni mucho menos. Pero si muestra las dificultades que han tenido los líderes políticos para hacerse cargo de las crecientes demandas de una sociedad de ingresos medios-altos. Sí, es cierto que esos ingresos están distribuidos de forma poco equitativa y que existen importantes bolsones de pobreza y marginalidad en Chile. Pero también es cierto que la pobreza se ha reducido y que hay una clase media emergente con un nivel de vida y una capacidad de consumo que no existía hace 20 o 25 años.

Las demandas y las expectativas de una sociedad de ingresos medios-altos como la chilena son complejos. Más en estos tiempos hiperconectados en que los ciudadanos están más informados (aunque no siempre bien informados).

Las señales en Chile, en todo caso, son alentadoras. El último debate público se ha centrado en las bajas pensiones que reciben gran parte de los chilenos y que ha levantado dudas sobre el sistema de pensiones, basado en un modelo de capitalización individual que ha sido copiado y adaptado en muchos países. El gobierno, de forma madura, ha recogido el guante de las protestas y ha iniciado un proceso de análisis técnico y consensuado para buscar correcciones a los evidentes problemas que tiene el sistema.

Actitudes gubernamentales como esta y el inicio del debate sobre las elecciones presidenciales del próximo año están comenzando a mejorar el clima de confianza de empresarios –pequeños, medianos y grandes—. Algo que, según los primeros indicios, está siendo reforzado por los resultados de las recientes elecciones municipales. No se trata de volver al pasado, pero sí de recoger algunas buenas prácticas desplegadas desde el retorno a la democracia en 1990 y ponerlas al servicio de las nuevas demandas de la sociedad chilena.