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04.11.15

Desigualdad, políticas sociales y democracia

(El Observador) América Latina no es el continente más desigual de todos porque haya escogido, a lo largo de su historia, malas políticas públicas. Desde mi punto de vista la explicación no está en las políticas (en plural), sino en la política (en singular). Campea la pobreza y la desigualdad porque ha padecido, desde siempre, un déficit democrático escandaloso.
Por Adolfo Garcé

(El Observador) Ya está circulando el nuevo informe de Cepal (1). El documento, desde el comienzo, deja muy claro el enfoque general: “América Latina y el Caribe ha logrado en el último decenio notables avances en materia de desarrollo social. Sin embargo, la definitiva superación de la pobreza y la sustancial reducción de la desigualdad, además de ser un imperativo ético, constituyen una condición imprescindible para avanzar en el desarrollo sostenible, en sintonía con la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible. En el actual escenario mundial y regional, marcado por la volatilidad del crecimiento económico y por nuevos y complejos desafíos, imprimir centralidad a estos objetivos en las políticas de Estado es el mejor baluarte para buscar armonizar el progreso social con un dinamismo económico inclusivo y con una distribución más equitativa de los frutos del desarrollo, que inciden de manera decisiva en el bienestar de las personas”.

El texto tiene mucha información estadística y abre debates en múltiples direcciones. En primer lugar, muestra que, efectivamente, el progreso social es muy significativo. La pobreza bajó de 43,9% en 2002 a 28,1% en 2013. La indigencia en el mismo período pasó de 19,3% a 11,7%. Avances. Asimetrías. La incidencia de la pobreza en sectores específicos. Los indicadores de distribución del ingreso mejoraron también en casi todos los países: “De 15 países con información disponible, en 12 se observó una reducción del coeficiente de Gini entre 2008 y 2012, que en promedio simple fue de 1% al año”. No es mucho. Pero se modificó una tendencia que tenía, al menos, dos décadas. El documento señala, además, fuertes asimetrías. La pobreza, la indigencia y la vulnerabilidad “están fuertemente marcadas por los determinantes de género, raza y etnia, así como por determinados momentos del ciclo de vida, como la infancia, la juventud y la vejez”. El progreso social también es asimétrico en términos regionales.

En segundo lugar, este informe tiene el inmenso mérito de alertar a tiempo sobre el riesgo de la reversión del avance realizado en estos años en materia social. El viento de la economía cambió de dirección. Asoma, otra vez, la restricción económica. Si no queremos perder lo ganado en estos años deberemos asegurar el crecimiento. Este documento de Cepal no se instala en este debate como algunos de los anteriores. Reclama, al pasar, fiel a su tradición, un “cambio estructural”. En todo caso, desde mi punto de vista, está muy claro que siguen conviviendo en nuestra América Latina dos grandes visiones respecto a cómo maximizar el crecimiento. De un lado, la cepalina (con su remozado énfasis en el papel del Estado y de la industrialización). Del otro, la liberal (con su tradicional apuesta al empresario y al mercado externo). Dicho sea de paso, Uruguay, este “reino del casi”, no termina de jugarse por ninguno de los dos caminos.

En tercer lugar, hace muy bien Cepal en reclamar mejores políticas sociales. Es notable, en ese sentido, cómo ha ido evolucionando el pensamiento cepalino. Nació de la mano de los economistas como Raúl Prebisch buscando descifrar el enigma del subdesarrollo. Más tarde, en las décadas de 1960 y la de 1970, gracias al aporte de los primeros sociólogos (como José Medina Echavarría, autodidacta y weberiano como pocos), empezó a hurgar en el vínculo entre estructura social y economía. En las décadas siguientes, sin abandonar su vocación primigenia por la dimensión económica, fue acumulando enormes volúmenes de información sobre los problemas sociales. Con el nuevo siglo, Cepal dio un nuevo paso: del análisis de la estructura social de América Latina a la elaboración de propuestas en materia de políticas sociales (2). En este documento, en concreto, hace un balance positivo de las políticas sociales focalizadas ensayadas en el período al mismo tiempo que convoca a avanzar hacia un enfoque de derechos, universalista, y hacia sistemas de protección social que combinen prestaciones contributivas y no contributivas.

Cepal vuelve a hacer una contribución muy importante y a alimentar con insumos técnicos excelentes el debate regional. De todos modos, cada vez que leo textos como este, en que el destino de América Latina parece jugarse en la elección de la canasta de políticas económicas y/o sociales correcta (validada por los expertos de turno), tengo la impresión que se corre el riesgo de perder de vista lo más importante. Estoy convencido de que América Latina no es el continente más desigual de todos porque haya escogido, a lo largo de su historia, malas políticas públicas. Desde mi punto de vista la explicación no está en las políticas (en plural), sino en la política (en singular). Campea la pobreza y la desigualdad porque ha padecido, desde siempre, un déficit democrático escandaloso. El único camino seguro hacia la igualdad es darle más poder al ciudadano. ¿Queremos igualdad? Mejoremos de una buena vez la calidad de nuestras democracias.

1. Desarrollo social inclusivo. Una nueva generación de políticas para superar la pobreza y reducir la desigualdad en América Latina y el Caribe. Cepal, Santiago de Chile, octubre de 2015. Documento preparado para la Conferencia Regional sobre Desarrollo Social de América Latina y el Caribe (Lima, del 2 al 4 de noviembre de 2015).

2. Una visión general del pensamiento de Cepal puede leerse en Ricardo Bielschowsky, Sesenta años de la Cepal: estructuralismo y neoestructuralismo. Revista de la Cepal 97, abril 2009.

Fuente: El Observador (Montevideo, Uruguay)