Artículos

09.09.15

Tabaré Vázquez, el Frente Amplio y el TISA

(El Observador) No hay que lamentar que el presidente escuche a su partido. Todo lo contrario. Tampoco hay que pedirle a un partido de izquierda, y de tradición proteccionista, como el FA, que favorezca el libre comercio. Para que la política comercial en Uruguay cambie de rumbo, primero deberán cambiar los partidos en el gobierno.
Por Adolfo Garcé

(El Observador) Contra la opinión de dos de sus ministros más cercanos, Danilo Astori (Economía y Finanzas) y Rodolfo Nin Novoa (Relaciones Exteriores), y luego de tomar nota de la decisión del Plenario Nacional del Frente Amplio reunido el sábado pasado, el presidente Tabaré Vázquez anunció en el Consejo de Ministros que Uruguay se retirará de las negociaciones sobre el TISA.

El pronunciamiento presidencial, elogiado por la cúpula sindical, generó alarma en medios empresariales. Los partidos de oposición, como corresponde, rápidamente movieron las piezas para cuestionar la decisión. Varias polémicas quedaron instaladas y sacuden la opinión pública. Algunas, las que más me atraen, rondan aspectos estrictamente políticos. ¿A quién debe representar el presidente? ¿A la mayoría de la población o a la mayoría de su partido? ¿Cómo afecta esta nueva marcha atrás el poder presidencial? Otras refieren al tema en sí. ¿Vale la pena o no estar en las negociaciones del TISA? ¿Es conveniente o no, desde la perspectiva del desarrollo nacional, plegarse a un tratado de liberalización de servicios? Son muchas preguntas y muy importantes. Vayamos por partes.

Analicemos primero las preguntas más obviamente referidas a aspectos políticos. Cabe distinguir dos asuntos. El primero nos remite a debates sobre representación. Hay excelentes razones para suponer que, en este punto, el presidente circula a contramano de las preferencias mayoritarias de la ciudadanía. Téngase en cuenta que la decisión de Vázquez cuenta con el apoyo solamente de la mayoría del FA. Este conjunto es menor que el compuesto por la suma de blancos, colorados, independientes y frenteamplistas "astoristas". Si esto es así, podría argumentarse que el presidente cometió un error: antepuso las preferencias mayoritarias en su partido a las que prevalen en la ciudadanía. No estoy de acuerdo. Lo peor que puede hacer un gobernante, en una partidocracia como la uruguaya, es dar la espalda a las preferencias mayoritarias del partido que lo llevó a la Presidencia. Los presidentes uruguayos suelen decir (lo hemos escuchado de labios del propio Vázquez muchas veces) que gobiernan con la Constitución en una mano, y el programa de su partido en la otra. Es correctísimo. Así debe ser. Esto es lo único que hace posible que el ciudadano pueda confiar en los candidatos propuestos por los partidos, primero, y controlarlos cuando llegan al gobierno, después. Dicho de otro modo: en el 2019, cuando llegue el momento de rendir cuentas, la ciudadanía podrá decidir si vota o no nuevamente por el Frente Amplio sabiendo que este partido está en contra de los tratados de apertura comercial, sean de bienes (como el TLC con EEUU) o de servicios (como el TISA).

Vázquez hizo lo correcto: escuchó a su propio partido. Es evidente que él prefería avanzar hacia el TISA (también hubiera preferido, hace 10 años, firmar el TLC con EEUU). Pero dio un paso atrás luego de comprobar la correlación de fuerzas en el FA. Es evidente que el presidente no tiene la fuerza suficiente como para imponer su autoridad sobre su partido. Hay quienes piensan que esto es un problema. Yo no lo creo. Muy por el contrario: tendríamos problemas serios en la política uruguaya si los presidentes pudieran ignorar a sus partidos, o imponerles su voluntad. Estaríamos más cerca de un universo conceptualmente monárquico, o leninista, como ustedes prefieran, que de una mirada genuinamente democrática. Otra vez: en Uruguay no gobiernan las personas sino los partidos. Esto, que nos distingue, explica en buena medida el éxito de la democracia uruguaya en términos comparados. No lo olvidemos. No lo lamentemos.

El segundo aspecto estrictamente político refiere a cómo impacta esta decisión en el poder político del presidente. Hay quienes piensan que esto lo debilita. Discrepo. Lo único que realmente podría debilitar a Vázquez es alejarse de su propio partido. No puede, ni debe, gobernar con los blancos, los colorados y los independientes. Fue electo por el FA y está "condenado" a gobernar con el FA. El único esquema de gobernabilidad viable, en el Uruguay de hoy, es este. No hay otro.

Analicemos, antes de terminar, las preguntas referidas a la conveniencia o no de formar parte de las negociaciones del TISA. Esta cuestión parece puramente técnica, pero también es política e ideológica. Como en tantos otros asuntos referidos a orientaciones y paradigmas de políticas públicas, el debate es perfectamente legítimo. No hay una y solo una respuesta correcta a la pregunta de qué nos conviene hacer en materia de integración comercial. Hay, obviamente, visiones contrapuestas. Dicho sea de paso, no son nuevas. Vienen de muy lejos. Algunos, herederos del viejo "librecambismo", sostienen que la apertura comercial favorece el desarrollo de la riqueza de las naciones. Otros, la nueva versión del igualmente añejo "proteccionismo" y del, algo más reciente, "desarrollismo", argumentan que la apertura es un arma de doble filo. Son posiciones perfectamente legítimas, razonables, defendibles con criterios técnicos, que se anclan en última instancia en creencias y valores diferentes.

En suma. No hay que lamentar que el presidente escuche a su partido. Todo lo contrario. Tampoco hay que pedirle a un partido de izquierda, y de tradición proteccionista, como el FA, que favorezca el libre comercio. Para que la política comercial en Uruguay cambie de rumbo, primero deberán cambiar los partidos en el gobierno.

Fuente: El Observador (Montevideo, Uruguay)