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16.07.15

Cinco apuntes sobre el regreso de Larrañaga

(El Observador) Hace un poco más de un año, la noche del 1o de junio de 2014, cuando se supo que había sido vencido por Lacalle Pou, Larrañaga pareció despedirse definitivamente de la posibilidad de volver a competir por la candidatura presidencial de su partido. Ya no está tan claro que no vaya a querer ir por la revancha. Por el contrario, cada vez es más difícil imaginarlo dando un paso al costado. Resta saber qué piensan los dirigentes de su propio sector. ¿Querrán insistir con Larrañaga o preferirán alguna voz renovadora?
Por Adolfo Garcé

(El Observador) Una columna fuerte, intensa, densa, publicada por el senador Jorge Larrañaga hace pocos días en la página web de Alianza Nacional nos invita, otra vez, al análisis de los desafíos de la oposición en Uruguay. En ella, el líder blanco hace una larga lista de críticas hacia el Frente Amplio (sostiene, por ejemplo, que el FA “mintió en la campaña” electoral y que “fue malo en la gestión” de la economía) y anuncia una oposición “leal y dura” (“de cara a ese estilo de gobierno, nos paramos en la vereda de enfrente”). Desde mi punto de vista, es lo más claro y contundente que ha dicho Larrañaga en lo que va del tercer gobierno del FA. Es, por eso mismo, un hecho político insoslayable y, por ende, alimento inexcusable de esta página. Ahí van mis apuntes.

El primero refiere al tono: estamos, otra vez, ante la versión más clásica del caudillo sanducero. Los montevideanos tomamos nota de la irrupción de este nuevo líder cuando, estrenando su cargo de senador, hizo gala de una actitud opositora muy firme ante el gobierno del presidente Jorge Batlle, que contaba, empero, con el apoyo del Partido Nacional. Larrañaga siguió teniendo este perfil durante la presidencia de Vázquez. Solamente puso pausa, y tendió puentes hacia el Frente Amplio, cuando José Mujica se asomó como precandidato (mediados de 2008). Y mantuvo ese gesto de apertura durante los primeros tres años de la presidencia de Mujica. No obstante, tras denunciar la violación de los “acuerdos educativos”, retornó a su discurso de oposición neta, pura y dura, en el que se siente más cómodo. Ese Larrañaga, el mediocampista raspador, es el que ha vuelto a asomar en estos días.

El segundo apunte refiere al timing: Larrañaga se tomó su tiempo para reaparecer. A lo largo de estos meses tuvo un perfil sorprendentemente bajo (apenas un par de reportajes que no tuvieron mayor impacto). Me pregunto si estaremos, como en la cuestión del contenido que acabo de analizar, frente a otro aprendizaje estratégico. Es posible que su sobreexposición haya sido una de las razones por las cuales perdió las dos últimas elecciones primarias, primero contra Lacalle Herrera y, cinco años después, contra Lacalle Pou.

Los dos comentarios siguientes tienen que ver con la competencia por la mayoría dentro del Partido Nacional. La reaparición de Larrañaga, y con un discurso tan nítidamente opositor, condiciona doblemente a su rival, el también senador y líder de Todos, el sector mayoritario del PN, Luis Lacalle Pou. Empecemos por la cuestión del timing. Supongo que también Lacalle Pou le teme al desgaste que genera el excesivo protagonismo. Una de las principales ventajas competitivas de su candidatura en la primaria nacionalista (2013-2014) fue, precisamente, la novedad. Pero, habiendo sido el candidato a la presidencia de su partido, no puede evitar tener una exposición pública importante, especialmente cuando Larrañaga empieza a incrementar su visibilidad.

Sigamos por el tema del tono. El discurso duro, beligerante, de Larrañaga también condiciona a su rival. En su momento, como es bien sabido, Lacalle Pou hizo una campaña electoral “por la positiva”, que evitó la “crítica indiscriminada”, y que no temió señalar ni “aciertos” ni “realizaciones” de los sucesivos gobiernos del FA. Este discurso parece haber sido mucho más funcional para obtener la nominación presidencial de su partido (en junio) que para competir contra el FA (en octubre y noviembre). Con Larrañaga decidido a confrontar con el FA, si Lacalle Pou quisiera diferenciarse del líder de Alianza Nacional, tendría que insistir con su estrategia “positiva”. Pero, si lo hiciera, correría el riesgo de no representar adecuadamente las preferencias de los votantes nacionalistas (que disfrutan más las críticas que los elogios al FA).

El cuarto apunte tiene que ver con sus objetivos electorales y las expectativas de los demás dirigentes de su propio sector. Hace un poco más de un año, la noche del 1o de junio de 2014, cuando se supo que había sido vencido por Lacalle Pou, Larrañaga pareció despedirse definitivamente de la posibilidad de volver a competir por la candidatura presidencial de su partido. Ya no está tan claro que no vaya a querer ir por la revancha. Por el contrario, cada vez es más difícil imaginarlo, especialmente después de leer textos como el que vengo analizando, dando un paso al costado. Resta saber qué piensan los dirigentes de su propio sector. ¿Querrán insistir con Larrañaga o preferirán alguna voz renovadora?

El último apunte refiere al viejo asunto del balance entre competencia y cooperación. Hay un asunto clave que ni Larrañaga ni los demás dirigentes opositores logran tematizar. Me refiero al desafío de la construcción de un proyecto opositor colectivo. Los nacionalistas compiten entre sí. Los colorados también (se han multiplicado durante estos meses los cuestionamientos a Pedro Bordaberry). Pero ni blancos ni colorados se ocupan de explicarle a la ciudadanía cómo harían para gobernar juntos si les tocara volver a ganar. Sigue sobrando competencia, entre los partidos de oposición, y dentro de cada uno de ellos. Sigue faltando cooperación. Desde mi punto de vista, en ese sentido, siguen negando la realidad. Juntos, al mismo tiempo, fueron desplazados por el FA del gobierno. Están condenados por la historia a cooperar entre sí si quieren poder volver.

Fuente: El Observador (Montevideo, Uruguay)