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26.09.14

¿Dos modelos?

(El Observador) Las mejores democracias son aquellas en las que los partidos responden a sus bases sociales y electorales y formulan políticas diferentes. En Uruguay no es lo mismo un gobierno del PN aliado con el PC que un gobierno del FA (¿aliado con el PI?). Es bueno que existan estas diferencias.
Por Adolfo Garcé

(El Observador) Los programas de los partidos en esta elección nacional se parecen mucho. Diría más, se parecen bastante más de lo deseable y de lo saludable. La convergencia entre las plataformas electorales de los dos candidatos favoritos, Tabaré Vázquez y Luis Lacalle Pou es especialmente llamativa. ¿Esto significa que, gane quien gane, hay que esperar las mismas políticas? Pienso que no. Paso a explicarme.

Las plataformas electorales, en las buenas democracias, en aquellas que realmente respetan las preferencias de los ciudadanos, son un buen predictor de las políticas públicas. Sin embargo, a la hora de gobernar, también intervienen otros factores. En particular, ningún partido que actúe como un actor racional y que aspire, por ende, como mínimo, a conservar el apoyo recibido en la elección anterior, puede gobernar a contrapelo de sus bases electorales y sociales.

Más allá del marketing y de la obsesiva búsqueda del centro con la que suelen fatigar a los electores, el FA y el PN tienen bases electorales y sociales diferentes. No hay que esperar políticas idénticas. Entre el discurso electoral y la acción de gobierno, gane quien gane, habrá una brecha importante.

Los electores de ambos bloques tienen preferencias distintas. Quienes votan al FA se distribuyen desde el centro hasta la izquierda del espectro. Aunque algunos siguen aspirando (y esperando) una transformación revolucionaria de signo socialista (en el sentido de anticapitalista), la mayoría se conforma con conciliar crecimiento e igualdad. Para ello, retomando la vieja tradición batllista, apuestan a un papel activo del Estado tanto en la dinámica económica como en la redistribución del ingreso.

Mientras tanto los electores del PN (y de su inexorable socio en el caso de tener que gobernar, el Partido Colorado) van desde el centro hasta la derecha. Aunque el valor de la igualdad no les resulta indiferente, tienden a enfatizar la importancia de la libertad y del crecimiento económico. Recuperando la tradición liberal, sospechan del Estado y confían en la iniciativa individual.

Las bases sociales de ambos bloques también tienen diferencias relevantes. El FA nació siendo un partido urbano, de clases medias y de obreros. Con el paso del tiempo, a medida que viraba hacia el centro, se fue convirtiendo en un típico partido policlasista (catch-all, en la jerga politológica) y de alcance nacional. Sin embargo, sigue conservando una sintonía privilegiada con los trabajadores de la ciudad y con el movimiento sindical organizado.

Las raíces sociales del PN también son distintas a las del FA. Desde el comienzo, en los lejanos tiempos del gobierno del Cerrito, fue más un partido del interior que de la capital, más del campo que de la ciudad, más de peones que de obreros.  Como el FA, también el PN fue cambiando (ganó espacio en los centros urbanos y entre los trabajadores). Pero sigue teniendo un diálogo más fluido con los empresarios que con los trabajadores.

Si los dos tienen apoyos sociales y políticos distintos, hay que esperar que sus políticas (más allá de la molesta cosmética electoral) sean también distintas. El FA y el PN hablan de mantener los Consejos de Salarios e incorporar la productividad. Parece la misma política laboral..., pero yo no estaría tan seguro. Cada partido tenderá a ser fiel a su base social. La política laboral de un gobierno del FA siempre tenderá a inclinar la balanza del lado del trabajador. La política laboral de un gobierno encabezado por el PN, de una forma u otra, inclinará la balanza del lado del empresario.  

Lo mismo puede decirse respecto al gasto público. Ambos partidos dicen prácticamente lo mismo. Los dos hablan de aumentar el gasto social pero, al mismo tiempo, prometen contener el gasto público. Parece la misma política fiscal. No lo es. No puede serlo. Ambos partidos tienen, en el fondo, visiones distintas. Responden a electores con preferencias diferentes. En un gobierno del FA no puede esperarse que el gasto público baje. No es lo que esperan sus votantes. No es lo que esperan la mayoría de las fracciones que integran el FA. Si tienen que poner más impuestos para financiar el gasto terminarán haciéndolo. En un gobierno del PN, en cambio, es razonable esperar que, más allá de todo lo que se diga sobre el gasto social y su importancia, el gasto público sí pueda ser contenido. Prefieren, es evidente, menos gasto y menos impuestos.

Cada partido tenderá a ser fiel a su base social. La política laboral de un gobierno del FA, tenderá a inclinar la balanza del lado del trabajador. La del Partido Nacional, inclinará la balanza del lado del empresario.

Así debe ser. Las mejores democracias son aquellas en las que los partidos responden a sus bases sociales y electorales y formulan políticas diferentes. En Uruguay no es lo mismo un gobierno del PN aliado con el PC que un gobierno del FA (¿aliado con el PI?). Es bueno que existan estas diferencias.

Es bueno que los electores podamos elegir entre gobiernos que ofrecen políticas distintas. Lo único malo es que los ciudadanos tengamos que estar adivinando y haciendo razonamientos innecesariamente complejos para lograr poner de manifiesto contradicciones que deberían ser obvias y explícitas.

Las campañas deberían servir para explicitar las diferencias y no para disimularlas. Nuestros partidos polemizan en serio, a fondo, únicamente en torno a la propuesta de reforma constitucional que pretende bajar la edad de imputabilidad penal. Ojalá estuvieran discutiendo con la misma sinceridad acerca de política fiscal, de política laboral, de reforma educativa, para mencionar solamente algunos otros asuntos fundamentales.