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03.06.13

La erupción de los postergados

(El Observador) La izquierda gobernante en Uruguay se ha dado el lujo de ni siquiera sentar en el banco de los suplentes a muchos de los mejores especialistas en temas fundamentales y de comprar gobernabilidad al precio de erosionar la calidad de la gestión de gobierno. ¿Seguirá desperdiciando sus propios recursos humanos? La Nueva Agenda Progresista es una expresión de una demanda de renovación generacional en la izquierda.
Por Adolfo Garcé

(El Observador) A mediados de 2007, cuando José Mujica integraba el gabinete del presidente Tabaré Vázquez propuso a Constanza Moreira y a Gerardo Caetano para presidir la pesada estructura orgánica del Frente Amplio (FA).

Uno de sus argumentos más importantes fue que los dirigentes más veteranos debían dar un paso al costado para permitir el ascenso a posiciones decisivas de líderes más jóvenes.

En ese momento la propuesta fracasó rotundamente, y Jorge Brovetto siguió presidiendo “la fuerza política” algunos años más.

Pero es evidente que Mujica había logrado identificar un problema clave: ya existía por aquel entonces una clara demanda de renovación generacional en la izquierda uruguaya.

Una de las razones del triunfo de Mónica Xavier el año pasado en la elección directa de presidente del FA es, justamente, que logró canalizar buena parte de ese reclamo subterráneo.

La reciente formación de Nueva Agenda Progresista (NAP) es, desde mi punto de vista, fundamentalmente una nueva expresión de la misma corriente de opinión.

Los impulsores de esta asociación civil, como ellos mismos han dicho, son integrantes de la “generación 83”, es decir, forman parte de la camada de militantes que se asomó a la vida política en el contexto de la lucha por el restablecimiento de la democracia y que, en estos momentos, ya rondan la cincuentena.

Es obvio que ven con simpatía el regreso de Vázquez. Pero no se asociaron para impulsar la candidatura del ex presidente. Saben perfectamente que el “operativo retorno” viene bien encaminado.

Si mi lectura es correcta, lo hicieron fundamentalmente por otras razones: quieren dejar claro que pueden competir exitosamente en el “mercado de las ideas” y dejar en evidencia que están bien pertrechados, política y técnicamente, para ocupar cargos de primer nivel en el altamente probable tercer mandato gubernamental frenteamplista.

Hacen muy bien en asomarse al debate público, exhibir sus destrezas y postularse para la carrera de honores.

Si no lo hacen, corren el riesgo de volver a quedar en segundo plano cuando llegue el momento de la distribución de las principales responsabilidades de gobierno.

Saben bien que Vázquez, cuando tuvo que distribuir cargos, priorizó razones políticas a criterios técnicos y que apeló –buscando gobernabilidad– a los jefes de las principales fracciones para integrar su gabinete.

Se dirá que Álvaro García, una de las figuras más notorias del grupo NAP, fue ministro de Economía y Finanzas. Es cierto. Pero no olvidemos que fue convocado a asumir esta responsabilidad crucial recién cuando Danilo Astori renunció al gabinete para competir por la candidatura presidencial del FA.

Los ministros de Vázquez (según datos de mi colega Daniel Chasquetti del ICP-FCS) tuvieron un promedio de edad muy alto (65 años), el mayor de todos los gabinetes desde 1985 a la fecha.

En la conformación de NAP, por ende, hay que ver, en primer lugar, una nueva erupción del magma generacional que circula, desde hace tiempo, discreta pero intensamente por los intersticios frenteamplistas.

Pero no es solamente eso. Es al mismo tiempo expresión de otra demanda insatisfecha: la de los académicos y expertos de izquierda sistemáticamente desplazados de cargos claves a favor de políticos y militantes.

Desde marzo de 2005 en adelante, al menos para las más altas responsabilidades, ha primado el criterio de la lealtad política sobre el de la capacitación profesional (en NAP se reúnen muchos postergados por partida doble, por ser más jóvenes y por ser académicos).

La erupción de NAP, finalmente, debe ser puesta en relación con la exitosa marcha de un proyecto anterior con el que tiene importantes similitudes: la fundación Propuesta Uruguay 2030, conformada a fines del año pasado a manera de plataforma de lanzamiento para la nueva etapa de la carrera política de Raúl Sendic (1).

En este espacio, Sendic, una figura política en ascenso, viene tejiendo lazos con las generaciones de universitarios, académicos y expertos de izquierda que todavía no han tenido la oportunidad de ocupar los puestos decisivos en los gobiernos del FA.

Por supuesto, a diferencia de NAP, quienes se van acercando a Sendic tienen más empatía con el mujiquismo que con el vazquismo, y con el pensamiento sobre el desarrollo de la “nueva Cepal” que con el enfoque neoinstitucionalista del equipo astorista (la ideología añade, en este caso, una tercera razón para la postergación).

Varias preguntas me andan rondando desde hace meses. En caso de ser electo nuevamente como presidente de la República, ¿cómo manejará Vázquez la demanda de los sempiternos “postergados”?

La izquierda gobernante se ha dado el lujo de ni siquiera sentar en el banco de los suplentes a muchos de los mejores especialistas en temas fundamentales y de comprar gobernabilidad al precio de erosionar la calidad de la gestión de gobierno.

¿Seguirá desperdiciando sus propios recursos humanos? Es obvio que no va a estar en el poder eternamente. ¿Qué espera para apelar a su gente más joven y talentosa?

 

(1(!) A fines de octubre de 2012 dediqué una columna a analizarlo. Ver: http://www.elobservador.com.uy/noticia/236013/raul-sendic-una-pieza-importante-en-su-rampa-de-lanzamiento/

Fuente: El Observador Monevideo, Uruguay