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29.04.13

Incómodas primarias

(La Tercera) Aunque nadie quiera ser el portador de la mala noticia, todas las señales indican que en vez de aceptar primarias incómodas, los partidos optarán por pagar los costos de mantener para ellos mismos el poder de decidir quiénes serán sus candidatos en las elecciones de noviembre en Chile.
Por Patricio Navia

(La Tercera) Después de haberlas celebrado como un paso hacia una democracia de mejor calidad, la clase política rápidamente echa marcha atrás en la decisión de entregar a sus simpatizantes el poder para escoger a los candidatos.

Mientras la Concertación minimiza el número de distritos donde realizará primarias legislativas —y se aferra a primarias ratificatorias para la candidatura presidencial— la Alianza aprovecha la coyuntura para articular una excusa que le devuelva a sus partidos el poder de nominar a los candidatos presidenciales.

Cuando el 1 de mayo expire el plazo para inscribir candidatos para las primarias del 30 de junio, la  Concertación anunciará que sus simpatizantes decidirán el nombre de los candidatos en menos de diez distritos. Alegando que la necesidad de alcanzar equilibrios que permitan a sus cuatro partidos (más el PC) estar bien representados, los jerarcas partidistas seguirán negociando cupos hasta agosto, fecha límite para que las coaliciones inscriban candidatos en distritos donde no hubo primarias.

Si bien la Concertación realizará primarias presidenciales, la certeza sobre la victoria de Bachelet convierte dicha contienda en un ejercicio para saber cuántos chilenos ratificarán públicamente su apoyo a la ex presidenta el 30 de junio más que en una elección para escoger candidato presidencial.

La enorme ventaja de Bachelet en las encuestas ha llevado a la Alianza a reconsiderar la conveniencia de hacer primarias presidenciales. Como está compuesta por dos partidos, la Alianza no necesita primarias parlamentarias (aunque RN y la UDI hagan primarias para que sus simpatizantes decidan qué candidato ocupará el cupo del partido respectivo en cada distrito). Pero como los votantes que no militan en partidos (más del 95%) recibirán solo un voto con los nombres de todos los candidatos, será incómodo para la Alianza ver que los votos de sus dos presidenciables se comparen con los de la popular ex presidenta.

Además, como la victoria presidencial de la Alianza es un desafío cuesta arriba (el eslogan de Golborne, “es posible”, así lo reconoce), es lógico articular una estrategia que evite doblajes de la Concertación en la elección legislativa. Con dos candidatos presidenciales, se minimizan las chances de que la Alianza sufra doblajes.  Aunque existe el riesgo de que la elección se convierta en una carrera por el segundo lugar—con ME-O y Parisi compitiendo también por ese puesto—las crecientes tensiones entre RN y UDI por las acusaciones mutuas entre Golborne y Allamand dificultarán que las máquinas de ambos partidos se disciplinen detrás del ganador de las primarias aliancistas. En cambio, cuando la decisión de la segunda vuelta sea entre mantener La Moneda en manos de la Alianza o el retorno de la Concertación, resultará más fácil producir la unidad de las bases aliancistas.

Si bien ni Allamand ni Golborne quieren cargar con el costo de desahuciar las primarias —y Golborne teme que la UDI pudiera cambiar de candidato si no hay primarias— los costos de realizar primarias superan ampliamente los beneficios para la Alianza en su conjunto y para cada uno de sus partidos.

De ahí que, aunque nadie quiera ser el portador de la mala noticia, todas las señales indican que en vez de aceptar primarias incómodas, los partidos optarán por pagar los costos de mantener para ellos mismos el poder de decidir quiénes serán sus candidatos en las elecciones de noviembre.