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15.04.08

Bachelet, China y las Olimpiadas

Bachelet no debió tomar partido en esta disputa política en la que ha devenido el evento olímpico. Ya que ella misma fue víctima de violaciones a los derechos humanos, su decisión de apoyar la utilización política que el gobierno chino ha dado a los juegos comprensiblemente ha decepcionado a los defensores de los derechos humanos en el mundo.
Por Patricio Navia

Fue mala idea que Bachelet fuera a China sin tener un mensaje coherente sobre los problemas de derechos humanos que tiene ese país. Obviamente, Chile no puede dejar de ser pragmático en su relación con China. Ese país tiene problemas evidentes con los derechos humanos. No hay democracia. Pero Chile no tiene por qué sumarse a las denuncias que comprensiblemente lideran los grupos de derechos humanos contra el gobierno autoritario chino. Bien podemos decir que, en esta materia, Chile lidera con su ejemplo de democracia y respeto por los derechos humanos.

Además, de poco sirve que Chile ponga el grito en el cielo cuando las grandes potencias democráticas del mundo son sustancialmente más cautas y discretas en su defensa de los derechos humanos en China. Pero el pragmatismo tiene sus límites. Ni tan lejos que te hieles, ni tan cerca que te quemes. En su gira a China, Bachelet no tenía para qué referirse a los Juegos Olímpicos.

Al hacerlo, reconoció la connotación política del evento. Peor aún, tácitamente respaldó la utilización política que le está dando el gobierno chino a los juegos.

Las olimpiadas bien pudieran haber sido solamente un evento deportivo. Pero el gobierno chino ha querido convertirlas en una demostración de su éxito nacional, poder e influencia. La respuesta en forma de protestas contra los Juegos por parte de monjes tibetanos y defensores de derechos humanos en el mundo es por lo tanto justificada, y se ajusta a las reglas del juego. El gobierno chino fue el que primero politizó los juegos.

Precisamente porque Chile enfrenta el desafío de lidiar con el movimiento separatista mapuche, el gobierno de Bachelet tampoco puede darse el lujo por más comprensibles y populares que estas pudieran ser.

Precisamente, lo único razonable era tomar una posición pragmática en este incómodo viaje a China. Por eso, Bachelet no debió tomar partido en esta disputa política en la que ha devenido el evento olímpico. Ya que ella misma fue víctima de violaciones a los derechos humanos, su decisión de apoyar la utilización política que el gobierno chino ha dado a los juegos comprensiblemente ha decepcionado a los defensores de los derechos humanos en el mundo. También ha manchado la hoja de vida de su gobierno en un tema donde Bachelet majaderamente ha alegado tener una superior estatura moral.