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12.10.18

La estrategia ganadora de Aula Segura

(El Líbero) Más allá de los visos de inconstitucionalidad que pudo haber en el proyecto original, la intención del gobierno en combatir dura y decididamente a los violentistas en las escuelas le hace mucho sentido al chileno de a pie.
Por Patricio Navia

(El Líbero) Después de sufrir varios reveses en semanas recientes, el gobierno de Sebastián Piñera ha encontrado en la reforma de Aula Segura una bandera ganadora y popular con su base derechista y entre los votantes moderados. Ahora que la amenaza del autoritarismo se yergue sobre Brasil —y, por consiguiente, sobre toda la región— Chile Vamos puede articular un mensaje simple, claro y convincente: si los demócratas no aplicamos mano dura para controlar la delincuencia y la violencia, lo harán los autoritarios que llegarán en brazos de un pueblo que se cansó de nuestra falta de valentía. 

Incomprensiblemente, la izquierda chilena parece tener una predilección por las protestas y las manifestaciones de activistas antisistema. Porque la izquierda aspira a cambiar el statu quo —contra el presente vergonzante, dice el himno socialista— parece razonable que los que se identifican con la izquierda favorezcan los esfuerzos por producir cambios. Pero muchos de ellos confunden el deseo y la aspiración de reformas razonables con una inexistente demanda por cambios radicales o revolución. Aquellos que religiosamente sueñan con el advenimiento de la crisis final del capitalismo ven en cada posible atisbo de conflicto la evidencia de que el modelo está por derrumbarse. Consecuentemente, se esfuerzan en agudizar las contradicciones (o al menos, en apoyar o tener posturas tolerantes con aquellos que buscan hacerlo). Por eso, la izquierda tiende a ver en los violentistas a jóvenes idealistas que aspiran a cambiar las cosas para bien, aunque sus herramientas y métodos no sean los más convenientes.

Lamentablemente para la izquierda, la mayoría de los chilenos no comparte esa posición. Para los chilenos de a pie, resulta incomprensible que haya jóvenes que se dediquen a atacar brutalmente a carabineros. La gente sabe que su única protección contra la delincuencia y el crimen es una fuerza de policía que sea respetada y ejerza cabal y responsablemente el monopolio de la fuerza que recae en el Estado. Porque los más pobres son los más vulnerables a la violencia y la delincuencia, son ellos los que más pierden cuando Carabineros deja de ser respetado y cuando hay personas que impunemente los golpean brutalmente. 

En Brasil, la popularidad de Jair Bolsonaro se explica fundamentalmente por sus posturas duras e inequívocas frente a la delincuencia. Es verdad que hay mucho rechazo al PT y a Lula entre la clase media e incluso algunos sectores populares. Pero ese rechazo podría haber sido canalizado hacia otro candidato. La razón por la que Bolsonaro se convirtió en el candidato favorito del recambio fue por sus posturas claras y firmes contra el crimen. Al decir que un policía que no mata no es un policía, Bolsonaro recoge una demanda popular por el orden y progreso que, presumiblemente, debieran ser los valores que inspiran a Brasil.

Afortunadamente, en Chile por cierto que no tenemos los niveles de violencia que existen en Brasil. Pero la preocupación por la delincuencia es real y ha venido en aumento en años recientes. La gente percibe que los delincuentes actúan con impunidad. Eso también se extiende a aquellos que participan en protestas y atacan brutalmente a la policía. La mayoría de los chilenos creen que esas personas debieran sufrir un duro castigo por su inaceptable comportamiento.

Más allá de los visos de inconstitucionalidad que pudo haber en el proyecto original, la intención del gobierno en combatir dura y decididamente a los violentistas en las escuelas le hace mucho sentido al chileno de a pie. Es más, la decisión de poner término a los actos de violencia en los colegios se enmarca decididamente en un mensaje de ley y orden que tanto gusta en la derecha. Pero la estrategia genera dividendos aun más allá. En la medida que los chilenos que no se interesan necesariamente en política comparten la visión de reducir la violencia en los colegios y aumentar el respeto a carabineros en el ejercicio de su labor, la política del gobierno es electoralmente ganadora. Es más, porque muchos en la izquierda son incapaces de entender que los que violentan a carabineros no son jóvenes idealistas sino delincuentes en potencia que, si no son frenados ya, mañana posiblemente también violentarán a sus parejas, familiares, vecinos o desconocidos, la gente aprueba la decisión del gobierno de terminar con la impunidad de los encapuchados y de los que se esconden en overoles blancos para subvertir la democracia.

En la medida que La Moneda se mantenga en la defensa de posturas razonables y de sentido común para garantizar la seguridad y un ambiente conducente al aprendizaje en las escuelas públicas, la opinión pública seguirá apoyando al gobierno. Mejor aún para Chile Vamos, aumentará el rechazo a posturas radicales de izquierda que parecen privilegiar la protección de jóvenes violentistas encapuchados que a carabineros y a otros jóvenes que quieren un ambiente libre de violencia.

Fuente: El Líbero (Santiago, Chile)