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08.05.18

Un segundo mes deficitario

(El Líbero) El gobierno de Piñera desperdició una valiosa oportunidad para avanzar en su hoja de ruta. Es verdad que hay áreas donde sigue habiendo progreso, pero prevalece la impresión de que el barco se quedó estancado en los canales y no logró salir a mar abierto.
Por Patricio Navia

(El Líbero) Si en su primer mes de gobierno la administración Piñera tuvo más victorias que tropiezos, los errores no forzados en materia de contratación de familiares y polémicas sobre la herencia del gobierno anterior han producido más reveses que aciertos en el segundo mes de mandato. Ahora que está por empezar el tercero —y se acerca tanto la marca de los primeros cien días como el primer mensaje anual al Congreso—, La Moneda debiera volver a su mensaje original. Sebastián Piñera ganó la elección presidencial porque los chilenos creían que él podía gobernar mejor que la Nueva Mayoría. En la medida que la línea conductora del gobierno sea la eficiencia —y no la contratación de familiares, por más meritorios que sean, o las polémicas por lo que hizo o dejó de hacer el gobierno anterior—, podrá anotarse el tercer mes como un punto a su favor.

Una metáfora que ayuda a entender la sensación que se produjo en el país cuando Sebastián Piñera asumió el poder es la de un barco que iba a la deriva y celebra la llegada de una nueva tripulación. Guiado por una capitana bien intencionada y carismática, el barco llevaba varios años navegando en forma demasiado lenta y por los mismos canales, sin encontrar la salida al mar. Es verdad que, durante el período, la nave estableció reglas más justas para asignar los camarotes, se eliminaron reglas discriminatorias, fueron acogidos nuevos pasajeros que llegaban en precarias balsas y se establecieron nuevas reglas para la educación de los menores de edad. Pero el barco no podía salir de los canales. La tripulación era incapaz de ponerse de acuerdo respecto de cuál era la hoja de ruta a seguir. Los pasajeros veían cómo aumentaban los tripulantes, pero el servicio seguía igual y el barco no avanzaba. Peor aun, varios familiares de la tripulación generaban sus propios escándalos.

La llegada de Chile Vamos al poder llenó de entusiasmo a los pasajeros. El capitán parecía experimentado y la nueva tripulación ordenada, entusiasta y capaz. En el primer mes, el barco avanzó a ritmo firme, se corrigieron errores y el equipo demostró disciplina. Pero justo cuando el mar se veía en el horizonte y nos aprestábamos a dejar los canales, el capitán se desconcentró y dio un giro equivocado. El nombramiento de Pablo Piñera como embajador en Argentina abrió un flanco innecesario que dominó el debate público por un par de semanas y puso al gobierno a la defensiva. Las repercusiones de las críticas por el inoportuno nombramiento se han extendido a otros cargos ocupados por familiares de altas autoridades.

El gobierno se ha defendido alegando persecución. Pero las acusaciones de nepotismo deben ser entendidas por el contexto que vive el país. Dado que el gobierno anterior estuvo marcado por escándalos generados por parientes de altas autoridades y por tratos privilegiados a sus familiares y amigos, cualquier sospecha de nepotismo en esta administración alimenta el temor de que las malas prácticas se repitan.

Cuando alguien es contratado para remplazar a una persona que fue removida de su trabajo por floja, es mala idea pedir enseguida un par de días sin goce de sueldo para irse de vacaciones con amigos. En circunstancias normales, esa petición podría ser razonable. Pero si te contrataron para remplazar a un flojo, lo último que quieres es alimentar sospechas de que no te gusta trabajar.

Por eso, es equivocada la polémica sobre si las acusaciones de nepotismo son injustas o si los familiares involucrados en ellas tienen mérito. Aunque ese debate pudiera ser razonable en abstracto, en un país con una historia de favoritismo, privilegios, pitutos y falta de meritocracia, el debate nunca podrá darse en abstracto. En abstracto, tomarse una copa de vino no hace a nadie un alcohólico; pero una persona con historia de alcoholismo que está en tratamiento no debiera andar paseándose sola por bares cuando atraviesa un momento de tristeza.

La polémica sobre la irresponsabilidad fiscal del gobierno anterior también está fuera de lugar. La gente sacó a la Nueva Mayoría del poder porque le perdió la confianza. Los chilenos optaron por Chile Vamos para arreglar las cosas. Igual que un plomero que es contratado para arreglar el desastre que dejó el plomero anterior, este gobierno debe abocarse a arreglar los problemas, no a mostrarnos lo que hizo mal su antecesor. Los chilenos no quieren los detalles de lo que se hizo mal, quieren que las cosas se hagan bien.

En este segundo mes, el gobierno de Piñera desperdició una valiosa oportunidad para avanzar en su hoja de ruta. Es verdad que hay áreas donde sigue habiendo progreso, pero prevalece la impresión de que el barco se quedó estancado en los canales y no logró salir a mar abierto. La buena noticia es que el gobierno puede enmendar rumbo, corregir errores y retomar la ruta correcta. La mala noticia es que, mientras siga enfrascado en la polémica, el país seguirá atrapado en los canales sin poder salir a aguas abiertas.

Fuente: El Líbero (Santiago, Chile)