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18.04.18

Educación y Objetivos de Desarrollo Sostenible

(El Observador) El sistema educativo uruguayo es de una rigidez extraordinaria. Lo único que cambia con relativa facilidad son las autoridades de la enseñanza.
Por Adolfo Garcé

(El Observador) La política educativa en Uruguay sigue esperando cambios de fondo. La ley de educación (18.437), elaborada luego de un complejo proceso de consulta, aprobada en diciembre de 2008, lejos de cambiar el statu quo, lo reafirmó. De todos modos, esta norma tuvo un mérito de porte mayor: creó el Instituto Nacional de Evaluación Educativa (Ineed). La nueva institución dio un fuerte impulso público a la producción de información sobre el desempeño del sistema educativo uruguayo. Es sabido que la generación de información, en sí misma, no genera cambios. Pero constituye un insumo imprescindible en cualquier proceso de innovación. La información, en la medida en que "construye" socialmente los problemas, esto es, al volverlos visibles y comprensibles, contribuye de manera decisiva a desatar transformaciones significativas.

La publicación del informe La educación en Uruguay mirada desde los Objetivos de Desarrollo Sostenible, elaborado por Juan Bogliaccini (profesor del Departamento de Ciencias Sociales y Políticas de la Universidad Católica del Uruguay) constituye un nuevo testimonio del valor agregado aportado por el Ineed. La idea del informe es tan sencilla como útil. PNUD, apoyándose en la experiencia acumulada con los Objetivos de Desarrollo del Milenio (aprobados en 2000, evaluados en 2015), estableció en el año 2016 un conjunto de 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) para el 2030 1. El cuarto objetivo es "Garantizar una educación inclusiva, equitativa y de calidad y promover oportunidades de aprendizaje durante toda la vida para todos". En concreto, en materia educativa, se proponen 10 metas mensurables. El informe preparado de Bogliaccini analiza a qué distancia está nuestro país de cumplir con esas 10 metas educativas a partir de un abanico amplio de indicadores. Además de mostrar la evolución de Uruguay en función del tiempo, el informe compara nuestro desempeño tanto con países de la OCDE como de desarrollo humano similar.

A luz de esta triple comparación quedan nuevamente de manifiesto fortalezas y debilidades. En palabras de Bogliaccini: "Es evidente que excepto por las metas referidas a la primera infancia (...) y a la incorporación de tecnologías para el uso pedagógico (...), en las que Uruguay ha logrado notables avances en las últimas dos décadas, el logro de las restantes metas plantea un gran desafío. Exceptuando la educación inicial y primaria, Uruguay tiene un déficit en materia de cobertura que es inconsistente con su nivel de desarrollo relativo". Se ha logrado universalizar la enseñanza preescolar. El 88% de los niños de entre 3 a 5 años son atendidos en el sistema educativo obligatorio. Gracias al Plan Ceibal, Uruguay obtiene resultados sobresalientes en términos comparados en lo referido a acceso de los estudiantes a internet. El excelente desempeño en estas dos dimensiones no debería impedirnos percibir que, en otras, tan o más importantes, el país sigue padeciendo problemas muy serios.

Uruguay está muy lejos de la meta 4.1: "De aquí a 2030, asegurar que todas las niñas y todos los niños terminen la enseñanza primaria y secundaria, que ha de ser gratuita, equitativa y de calidad y producir resultados de aprendizaje pertinentes y efectivos". Los datos son dramáticos. Apenas el 38% de los jóvenes de 21 a 23 años culminó la educación media. Estamos, junto a Guatemala, "a la cola de la región", y muy lejos del promedio de egreso de los países de la OCDE: en el "mundo desarrollado", "la tasa neta de culminación del ciclo superior de educación media es mayor al 90%". El informe reconoce que la tasa de egreso de la educación media ha venido mejorando. Sin embargo, Uruguay "está entre los países (de la región) que menos ha avanzado en términos de culminación del ciclo superior de educación media en la última década". A los problemas de cobertura en enseñanza media se suman los de calidad: el desempeño en las pruebas PISA muestra que, al igual que los demás países de la región (Chile y Argentina incluidos), estamos muy por debajo del promedio de los países desarrollados.

La bajísima tasa de egreso de enseñanza secundaria tiene un impacto directo sobre otro indicador clave: el acceso al nivel terciario. Bogliaccini estima que el 77% de los jóvenes que terminan enseñanza secundaria ingresan a enseñanza terciaria a los 18 años. No está tan mal. El problema es que apenas el 29% de los jóvenes de 18 años termina enseñanza secundaria. A la baja tasa de egreso se suma la reproducción de la desigualdad: en el pequeño grupo de los que culminan enseñanza media existe un sesgo socioeconómico hacia los estratos sociales más favorecidos.

La comparación con países desarrollados es devastadora: "El promedio de la OCDE de ingreso por primera vez a la educación terciaria es de 68%, sobre casi un 100% de población que culmina secundaria". El sistema de educación terciaria uruguayo, por ende, según apunta Bogliaccini, debe ser clasificado como un "sistema de elite".

Habría mucho más para decir sobre este excelente trabajo. Pero, para terminar, quiero destacar otra conclusión que me parece especialmente relevante. Dice su autor: "Las necesidades en materia educativa seguirán cambiando en las próximas décadas, por lo que dotar al sistema de flexibilidad para la evaluación y el cambio es fundamental para el éxito de largo plazo". Puso el dedo en la llaga. El sistema educativo uruguayo es de una rigidez extraordinaria. Lo único que cambia con relativa facilidad son las autoridades de la enseñanza. En lo que va de este gobierno, a la frustrante caída de Fernando Filgueira y Juan Pedro Mir en el MEC a comienzos de 2015, acaba de sumarse la de la profesora Celsa Puente en el Consejo de Educación Secundaria. Cambian las autoridades. Los problemas de fondo, no.

Fuente: El Observador (Montevideo, Uruguay)