Artículos

10.07.17

PASO 2017: Cristina Kirchner se modera, olvida a Julio De Vido y las protestas

(TN) En un fuerte giro la ex presidenta decidió como plan de campaña no aumentar la polarización, sin hacer comentarios sobre su ex-ministro de Planificación ni criticar a la Justicia Claro que, de todos modos las cosas tampoco pintan fácil para que Cristina sea muy convincente que digamos con su nuevo estilo. El fuego amigo sigue persiguiéndola. Logró que Vallejos desapareciera de los medios al menos por unos días, pero no pudo evitar que la reemplazara De Vido
Por Marcos Novaro

(TN) Desde hace un tiempo se viene machacando con la idea de que el Gobierno estuvo detrás de la candidatura de Cristina Kirchner al Senado y que la decisión de la expresidenta de lanzarse al ruedo habría respondido a un plan elucubrado por astutos y omnipotentes estrategas oficiales.

Aunque no hay ninguna razón seria para creer semejante cosa. ¿De dónde salió la idea de que el Ejecutivo "frenó a la Justicia"? Lo insólito sería que alguien lograra sacarla de su sopor, abonado en infinitas complicidades y una longeva ineficiencia. ¿Acaso alguien de la Jefatura de Gabinete pudo haber alentado a Daniel Scioli a destruir su vida personal y su imagen pública con una ristra de vergonzosos papelones, a Florencio Randazzo a empecinarse en desafiar a su exjefa, o a muchos de los votantes más pobres del conurbano a recordarla con cariño? Nada de eso tiene sentido.

Encima ahora, apenas iniciada la campaña, se suma evidencia que desmiente otra difundida idea al respecto: la de que, si acaso no lo había provocado, al menos le convenía que sucediera, que Cristina le había dado dos buenos motivos para festejar al gobierno, el haberse anotado para competir, porque con ello se garantizaba la polarización, y haber dividido más de lo que ya estaba la oferta opositora.

La dispersión de la oposición no le impide poner en aprietos al Gobierno, y eventualmente ganarle la Provincia, y tampoco es cierto que con Cristina vaya a alimentarse automáticamente la polarización. Ella es una hábil candidata, siempre lo fue, y sabe que se juega el último cartucho en esta competencia, por lo que, segura de que sus votantes fieles lo siguen siendo, está moderándose para cultivar a los centristas y dubitativos.

En la última semana hubo al menos dos ocasiones en que esa moderación se hizo patente. Primero, con la decisión de no abrir la boca respecto a los problemas judiciales de Julio De Vido. En otro momento hubiera tuiteado hasta cansarse apenas se pidió su detención y desafuero. Ahora, seguro que indirectamente estimulada por las reacciones generadas cuando la poco sutil Fernanda Vallejos reivindicó al perseguido Boudou, Cristina se guardó todo comentario.

Segundo, y más sintomático todavía, con la intervención ante los sindicalistas kirchneristas para que levantaran la protesta convocada para el día de San Cayetano. Los argumentos que expuso en la ocasión fueron de por sí elocuentes: "Sé que los trabajadores tienen más que sobradas razones para reclamar, pero también sé que en lugar de llamar a una movilización el 7 de agosto lo que debemos hacer es convocar a una gran votación el 13 de agosto… Les pedí que el esfuerzo de la movilización se convierta en fuerza para una gran votación… a pesar de las masivas manifestaciones de trabajadores en los últimos meses en rechazo a la política económica el gobierno de Cambiemos no las escucha y sólo las distorsiona y las desacredita".

Cristina se mostró así flexible en sus tácticas, de privilegiar la protesta ha pasado a enfocar las expectativas en la voz de las urnas, atenta al hecho de que las movilizaciones no han sido muy efectivas para acorralar al Gobierno, más bien lo han beneficiado, y no necesariamente sirven para inclinar a favor suyo el voto. Y hasta se mostró dispuesta a cambiar su propio rol: de figura convocante de la resistencia ha pasado a ser la voz mesurada que contiene a los exaltados y tranquiliza a los moderados. El mensaje parece ser: "Soy yo, no Mauricio Macri, quien puede garantizar el orden social". Nada mal.

En suma, Cristina está desalentando la polarización, en vez de favorecerla. Lo que se completa con su silencio de radio respecto a los demás candidatos opositores: sabe muy bien que ellos no necesariamente son una amenaza para su estrategia, y pueden volverse incluso una ayuda si contribuyen a quitarle centralidad al oficialismo y a volver más poroso su electorado.

Siempre es atractivo participar de una interna entre peronistas para un buen porcentaje de los votantes, y con más figuras desde distintas posiciones criticando al gobierno más motivos encontrarán los dubitativos para desconfiar de la palabra oficial y de sus listas. Si alguien en el Gobierno pensaba que las cosas venían fáciles en el principal distrito electoral ya debe haber tenido tiempo de abandonar sus ensoñaciones.

Claro que, de todos modos las cosas tampoco pintan fácil para que Cristina sea muy convincente que digamos con su nuevo estilo. El fuego amigo sigue persiguiéndola. Logró que Vallejos desapareciera de los medios al menos por unos días, pero no pudo evitar que la reemplazara De Vido, que como nadie intervenía en su favor salió a defenderse por sí mismo, y no de la mejor manera: "Para hablar de corrupción hay que estar limpio. Y no hay nada más corrupto que el gobierno de Macri", dijo, con lo cual implícitamente admitió para sí el segundo lugar en el podio, lo que ya de movida es un gesto de modestia importante, aunque nos privó de la oportunidad de, siguiendo su propio criterio, agradecerle que por lo menos de corrupción él no hable.

Fuente: TN (Buenos Aires, Argentina)