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22.05.17

Las razones de la sobrevida bonaerense del kirchnerismo

(TN) El hombre de los trenes chinos y los pasaportes express puede que consiga de todos modos representación de minoría en las listas, y con eso se conforme. O puede soñar con repetir otra lección de Vidal: la que impartió en 2015 sobre la disposición a votar contra de aparatos de ciudadanos hartos de que los lleven del bozal.
Por Marcos Novaro

(TN) Tras muchos amagues finalmente Florencio Randazzo lanzó su candidatura. Coincidió con un anuncio de pase de Héctor Daer que todos daban por descontado, y seguramente planificado. Y con una reincidencia en su habitual torpeza de Máximo Kirchner y sus amigos, que favoreció aun más y en este caso imprevistamente al exministro de Interior: los intendentes que se inclinan por buscar listas de unidad, es decir casi todos, se vieron forzados a hacer un gesto de autonomía para no quedar pegados a Luis D'Elía y a Martín Sabbatella, y vaciaron el último encuentro del PJ oficial del distrito.

Estos gestos de todos modos no cambian lo esencial: a esos jefes territoriales no les conviene lo que Randazzo pretende, una interna competitiva. Y menos quedar atados a su figura, mientras no despegue en las encuestas. Siguen viéndolo cada tanto, claro, porque eso les eleva el precio en la dura negociación que mantienen por las listas de unidad con los camporistas. Pero nada más.

Ante esta realidad cabe preguntarse si el proyecto mal o bien reformista para el peronismo boneaerense que quiere encabezar Randazzo no se frustró antes de nacer, y si su decisión de lanzarse a la pelea no llegó demasiado tarde. Él lo desmiente, e insiste en que aunque quede solo no se bajará de la interna. Tiene que transmitir la fortaleza de un Antonio Cafiero, el audaz renovador de los '80s movido por la imperdonable traición perpetrada en contra suyo y de los afiliados por una conducción envejecida y sorda a toda crítica.

Lo mismo que dice Randazzo hicieron con él. Y desmentir cualquier similitud con Carlos Reutemann, a quien infinidad de peronistas soñaron acompañar en la pelea por una superación del menemismo en 2003, pero que en su interminable devaneo los dejó pedaleando en el aire. Aunque le haría bien a Randazzo recordar que Cafiero, e incluso también Reutemann, medían mucho mejor que él en las encuestas en esas ocasiones.

El exministro de Cristina Kirchner debe saber que sus chances son escasas asimismo porque enfrentará a una coalición conservadora amplia. Que puede hacerle morder el polvo con cualquier candidato que lleve al frente, hasta con la deslucida intendenta Verónica Magario, que como toda matancera lidiará con muchas resistencias en el resto del territorio provincial, pero tendrá la ventaja de basar su campaña, igual que planea hacer Esteban Bullrich con María Eugenia Vidal, en la omnipresencia fotográfica de la jefa.

El hombre de los trenes chinos y los pasaportes express puede que consiga de todos modos representación de minoría en las listas, y con eso se conforme. O puede soñar con repetir otra lección de Vidal: la que impartió en 2015 sobre la disposición a votar contra de aparatos de ciudadanos hartos de que los lleven del bozal.

De todo este entuerto lo más sorprendente es de todos modos otra cosa: ¿por qué el kirchnerismo que está en extinción en todos lados, incluso en Santa Cruz (es una incógnita qué sucederá en San Luis pero se descuenta que las declaraciones de amor de los Sáa a la ex presidenta valen tanto como sus declaraciones de impuestos), resiste todavía en el principal distrito del país?

Parte de la explicación puede residir en las características sociales de la provincia y los recursos que en su momento la nación destinó a ella: el conurbano concentra el mayor número de pobres, voto duro del peronismo, y es junto a la Capital donde se focalizaron los subsidios a los servicios, que el gobierno de Mauricio Macri ha recortado y amenaza con seguir limitando. Sin embargo la situación de empleo y consumo no se ha deteriorado tanto, o tanto más que en otros lugares, como para que alcance esta explicación. Los subsidios fueron quitados a sectores medios, pero no a los más bajos, que reciben la tarifa social. Así que hay que buscar otras razones.

Para empezar, están los errores de los autopromocionados renovadores. Randazzo perdió demasiado tiempo esperando una aclamación que nunca llegó de un peronismo que él supuso no iba a tener más alternativa que colgarse de su faldón. Doble error. Dejó pasar así infinidad de ocasiones para diferenciarse, explicar sus objetivos y mostrarse como constructor de una nueva corriente y challenger de las anteriores.

Segundo, en la provincia el kirchnerismo se esmeró en serio, desde muy temprano, en desarrollar su armado territorial y una base de apoyos directos y personalizados. Y ese armado y esta base social sobrevivieron bastante bien al 2015. El primero, porque no depende de decisiones que puedan tomarse en la nación, ni siquiera en la gobernación. Está sostenido en concejalías e intendencias con acceso a recursos locales o intermediarias obligadas de recursos provinciales o nacionales.

Y la segunda, la base social, porque es el distrito de Cristina, donde su vínculo personal con sectores populares se mantiene a flote, ante las dificultades de sus competidores peronistas y oficialistas (incluido el propio Randazzo), de hacer mella en esos corazones. Las encuestas son elocuentes: en el interior del país, incluso en los sectores populares, el rechazo a su figura casi duplica el que se registra en el conurbano. De allí que los intendentes más o menos autónomos además de lugares en las listas le reclamen al kirchnerismo otra condición para acompañar la unidad: que la expresidenta sea la candidata, y no los condene al mediocre resultado que en las elecciones generales obtendría cualquiera de sus delegados.

Y por último cuenta también el factor Sergio Massa. El cisma protagonizado por él y el FR desde 2013 y que sigue pesando fuerte en el peronismo bonaerense, pese a todos los problemas de esa fuerza, quita incentivo y sustento interno a una candidatura renovadora en el PJ. Y determina que el grueso de los intendentes prefiriera seguir con el caballo del comisario antes que arriesgarse a una nueva disidencia.

Ahora que la fuerza del exintendente de Tigre volvió a ser una expresión puramente distrital, más todavía: como él tendrá que concentrar sus esfuerzos en mantener los apoyos que le quedan en su propio distrito, se volvió aún más desalentador el panorama para conseguir respaldo a nuevas divisiones en su partido de origen, visto que sería repartirse entre más un número limitado de votos y espacios.

De allí que muy razonablemente Randazzo haya puesto esfuerzos en seducir a los dubitativos del FR, incluso más que a los jefes locales leales al PJ, y de allí, que frustrado en gran medida ese intento esté volviéndose el jamón de un sándwich que otros planean masticar.

Dada esta excepcionalidad bonaerense no tiene sentido sacar conclusiones generales sobre el posible éxito de Fernando Espinoza, Magario y la propia Cristina en cerrarle la puerta a los que quieren cambio en su partido. Lo único que ello anticiparía es que la renovación avanzará, pero los peronistas del principal distrito se subirán los últimos a ese tren, y en consecuencia ocuparán, como en otras ocasiones, los vagones menos relevantes de la futura nueva conducción peronista. Cuando ella se arme, y habrá que ver cuánto tiempo falta para que eso suceda (seguro, bastante más que en los años '80).

Fuente: TN (Buenos Aires, Argentina)