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02.05.17

¿Hay salida para Santa Cruz?

(TN) ¿Con qué garantías podría contar el gobierno nacional de que las promesas de Alicia de hacer una administración más racional y ordenada no van a quedar en palabras, si para ella firmar cualquier cosa a cambio de recibir ayuda urgente, y después defeccionar, resulta la opción más conveniente?
Por Marcos Novaro

(TN) Hace uno o dos meses desde la oposición salvaje se especulaba con que el "país real" se sublevara en cualquier momento contra Mauricio Macri, con que las protestas se multiplicaran y encresparan en la Capital y alrededores hasta que la situación se le fuera de las manos, y o bien decidiera reprimir para retomar el control, con lo cual su identificación con la dictadura quedaría consagrada, o bien se negara a hacerlo y perdiera el apoyo también de los sectores que desean antes que nada orden. O mejor todavía hiciera ambas cosas a la vez, como Fernando de la Rúa, reprimiera pero sin controlar la situación, quedando deslegitimado ante tirios y troyanos.

Nada de eso sucedió. Las aguas de la protesta social retrocedieron luego de que la CGT hiciera su huelga general sin avalar los piquetes y sin anunciar ninguna nueva acción, ni mucho menos un plan de lucha. Y en cambio lo que estalló fue Santa Cruz. Los problemas del distrito de origen del anterior "modelo" vienen de lejos. Y no porque le falte dinero, sino porque lo usa siempre muy mal.

Fue una de las provincias que más recursos recibió gracias a las reformas de los noventa, cerca de 1 000 millones de dólares sólo por la renegociación de las regalías petroleras, luego muchos más por el apoyo a las privatizaciones, en particular la liquidación de YPF. Y desde 2003 se volvió definitivamente la niña mimada de los gobiernos nacionales: decenas de miles de millones en obra pública, fondos específicos que todos los argentinos pagamos con nuestras boletas de gas, asistencia financiera creciente desde Buenos Aires para sostener una plantilla de personal que no sólo llegó a ser la más grande del país en proporción a la población (48% del total de todos los asalariados), sino también está entre las mejor pagas y las que reciben mayores beneficios y facilidades jubilatorias.

Pero nada de eso alcanzó para evitar que fuera una provincia casi en permanente zozobra, con huelgas prolongadas en 2006, 2007 y a partir de 2012, violentos piquetes de gremios de izquierda y contrapiquetes aun más violentos de grupos de choque oficialistas, varios gobernadores que no terminaron sus mandatos, montones de obras sin concluirse (o siquiera empezarse) y servicios públicos que casi no funcionan. Todo durante la edad de oro del kirchnerismo, la época de las vacas gordas, cuando la plata sobraba y se gastaba allí a manos llenas. Como si se hubiera querido demostrar que el "proyecto nacional" podía ser dañino para sus adversarios, pero podía serlo incluso mucho más todavía para sus adeptos y su "lugar en el mundo".

Esa situación calamitosa se mantuvo artificialmente a flote en el ocaso de la presidencia de Cristina Kirchner gracias a la transferencia de crecientes e insostenibles partidas de dinero y todavía durante 2016 merced a transferencias que aunque decrecientes todavía siguieron llegando, la suba de impuestos a todo tipo de actividades, desde la venta de pan a la explotación hotelera, y la toma de deuda. Pero era evidente ya que la cosa no daba para más, y este año se inició con la indiferencia de la gobernadora hasta a los más módicos pedidos de aumento de los empleados públicos, la progresiva extensión del retraso en el pago de esos salarios congelados, y la suspensión de todo servicio público, desde la Justicia a la salud, por obra de gremios soliviantados.

Sintetizando, Santa Cruz ofrece una historia y un resultado social e institucional que tienen demasiadas semejanzas con la actualidad venezolana como para ser muy optimistas respecto a una solución rápida y sencilla. Aunque afortunadamente está en un país que no es igual a Venezuela, un país donde todavía hay instrumentos y alternativas para desarmar la bomba institucional, social y económica que se fue allí tejiendo y realimentando.

Curiosamente quienes más rápido e insistentemente han aludido a similitudes reales o imaginarias con el chavismo fueron los propios Kirchner: tanto Alicia como su cuñada y su sobrino se dedicaron en estos días a acusar a la oposición local y al macrismo en general de conspirar para derrocarlos, de estar detrás de protestas cada vez más violentas y "destituyentes" de gremialistas manipulados a través de los medios, de ahogar financieramente a la provincia para aleccionar a través suyo a todos los demás gobernadores y a sus gobernados.

El gobierno nacional, en cambio, aunque discursivamente no se privó de aprovechar las obvias ventajas que ofrecía el berenjenal en que quedaron sumidos sus adversarios más salvajes, algo que no tendría sentido reprocharles, en términos prácticos se orientó más bien a calmar las aguas y buscar soluciones: condenó los desbordes violentos de algunas protestas, ofreció financiamiento a cambio de reformas y un plan de salida, y evitó alimentar la escalada, seguramente para que no se lo ubicara entre los que alimentan el despelote en vez de entre quienes buscan resolverlo.

Rogelio Frigerio tuvo un rol destacado en esta apuesta y no sólo por tener a cargo la cartera de Interior, sino también por el perfil componedor que viene cultivando. El problema es que el acuerdo reformista que está proponiéndole a Alicia tal vez no tenga viabilidad, quede en una expresión de deseo, una mera estrategia marketinera para no aparecer echando más nafta al fuego y salvar la cara.

En suma, la pregunta que hay que hacerse es si existe una salida para Santa Cruz que pueda replicar aproximadamente la opción gradualista que viene imponiéndose a nivel nacional, a través de la cual antes de que todo empeore mucho más se convenza a un suficiente número de santacruceños de que cooperen por el cambio.

El asunto es complicado, y no sólo por la cantidad de dinero que cualquier salida de este tipo insumirá. Sino porque exigirá además paciencia, coordinación y confianza, todos recursos aun más escasos que la plata. Para empezar, ¿con qué garantías podría contar el gobierno nacional de que las promesas de Alicia de hacer una administración más racional y ordenada no van a quedar en palabras, si para ella firmar cualquier cosa a cambio de recibir ayuda urgente, y después defeccionar, resulta la opción más conveniente?

O ¿por qué cualquier empresa habría de invertir en la actividad pesquera, turística o incluso petrolera del distrito, si no se elimina antes el aquelarre impositivo más bien reforzado en los últimos tiempos, y se garantiza una disponibilidad de mano de obra a la que el Estado no le siga ofreciendo la alternativa más tentadora de cobrar sin trabajar?

Por último, ¿cómo podría impulsarse la obra pública en una provincia donde todas las empresas constructoras terminaron en manos de un ahora inquilino del Servicio Penitenciario, y difícilmente se puedan reabrir o vender o reestructurar a menos que las autoridades locales colaboren en sanear un sistema carcomido hasta la médula por la corrupción?

Que una solución positiva a estos dilemas es posible no cabe duda, y hay que celebrar que el gobierno nacional apueste en este caso a buscarla y no al juego fácil de la polarización destructiva. Pero no hay que engañarse respecto a las dificultades de implementación. Salir del populismo prebendario es mucho más difícil que entrar en él, y Santa Cruz ofrece un ejemplo extremo de esta dura realidad.

Fuente: TN (Buenos Aires, Argentina)