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02.12.15

«Éxodo jujeño»: ¡Llevemos la guita que queda a Santa Cruz!

El problema del kirchnerismo no son ni los fanáticos ni los simuladores. Son los que están en el medio. Ese montón de funcionarios y representantes peronistas que han acompañado doce años de esta forma de gobernar. Y los intelectuales que les han dado letra y argumentos.
Por Marcos Novaro

(TN) De todas las estructuras estatales inútiles que se están creando a las apuradas en estos días de repliegue desordenado del kirchnerismo, sin duda, la más delirante y la que más abonará el credo neoliberal de que el aparato estatal significa siempre y exclusivamente una carga y una amenaza para la salud de la economía y la sociedad, es la que pretende recrear Yacimientos Carboníferos Fiscales.

Un revival de lo peor de la historia de nuestras empresas estatales, en que esperan poder refugiarse unos cuantos miles de camporistas que no aceptan por nada del mundo buscarse un trabajo decente y socialmente útil. Y que permitiría convertir a Santa Cruz en un jugoso premio consuelo para todos los que esperaban poder refugiarse disimuladamente en la oceánica plantilla bonaerense, pero les corrieron la pileta apenas se trepaban al trampolín.

Los diputados oficialistas, con la ayuda de algunos de izquierda, se aprestaron a crear esa estructura, que se piensa adosar a una usina inviable y ya millonaria en Río Turbio, mientras Cristina Kirchner daba su primer discurso post derrota electoral, explicando que tal cosa no había sucedido, que “la diferencia fue muy chiquita” y por tanto hay que considerar también “chiquito” e irrelevante todo lo que viene a continuación, y que ella seguiría siendo la guardiana de los intereses del pueblo de aquí a la eternidad.

Una constante del kirchnerismo es que siempre interpretan mal lo que sucede a su alrededor. Tanto cuando les va bien como cuando sucede lo contrario.

Esa inclinación al error fue cultivada con esmero, y todavía se practica con entusiasmo, mucho entusiasmo: perdieron las elecciones nacionales con la peor estrategia, yendo con un candidato que sólo aceptaron a último momento y creyendo que iba a asegurarles el triunfo, y perdieron también las bonaerenses con los candidatos más del riñón que pudieron encontrar.

Sin embargo, sonríen y hablan como si nadie pudiera enseñarles nada, y el resto del mundo tuviera que aprender todo de ellos. Difícil encontrar más argentinidad al palo que en esta gente.

Nada que asombre en verdad, porque siempre ha sido así. Es como si estuvieran todo el tiempo “en el aire”: lo importante es mostrar seguridad y seguir hablando, dar a todos la impresión de que no hay espacio para la duda, repetirse hasta el cansancio para contagiar fe, o al menos contagiar la seguridad de que la fe de quienes hablan es inquebrantable.

Así siguió actuando Cristina en estos días, a pesar de que su orden de no hablar con los funcionarios entrantes hasta el 10 de diciembre pocos la acataron en el gabinete, y debió disimuladamente desescalar esa antepenúltima batalla de los “dos modelos de país”.  

Y de que su pretensión de mantener la misma disciplina y orientación que hasta aquí en los bloques legislativos empezó a chocar contra la voluntad de los gobernadores.

La acompañan de todos modos, también como siempre sucedió, un combinado de fanáticos y simuladores. Carlotto llamó a relativizar el “intervalo” que va a empezar el 10 de diciembre, y aguantar hasta que vuelva la jefa. Bonafini directamente a acortar ese intervalo lo más posible y a como diera lugar. Y Página 12 tituló: “Abrazame hasta que vuelva Cristiina”. ¡Qué lindo!

Del lado de los simuladores, Aníbal Fernández hizo punta y destrató a las autoridades electas como si fueran unos aspirantes a ocupas irrespetuosos de la ley del pueblo, que Cristina es la dueña de casa en la Rosada y Olivos.

Claro que no se cree una sola palabra de lo que dijo. Jamás se las creyó. Pero en su caso, el entusiasmo por eso mismo es doble, a prueba de balas. Y sabe transmitirlo, porque aprendió de la mejor: también Cristina es más una simuladora que una fanática, aunque en su caso pocas veces se deje ver la impostura.

Hay en el peronismo una cantidad de personajes que hicieron estos años el papel de Aníbal, pero dudan de que les convenga seguir haciéndolo. Aunque tampoco tienen otro rol fácil a la mano: no pueden arrepentirse y pedir disculpas, la autocrítica no es muy acorde a su naturaleza; y temen al abismo en que podrían caer si pierden la cohesión que les daba el kirchnerismo y no logran reemplazarla con ningún equivalente funcional.

Esa es la situación en que están el grueso de los diputados y senadores del FPV. No son fieles, se hacen. Y como les ha salido hasta aquí tan barato y vienen hace tanto tiempo desempeñando ese papel tampoco es que tienen reflejos ni urgencia para representar otro.

Esto explica el hecho de que la gran mayoría de ellos hayan acompañado en Diputados la semana que pasó las 100 leyes con que el kirchnerismo deja el poder, arrasando con lo que queda en las exhaustas cajas del sector público.

Este agregado “éxodo jujeño” al plan bomba ellos lo justifican con diversos argumentos: que aún tienen legitimidad hasta el 10 de diciembre para votar lo que quieran, que tienen que frenar como sea a “la derecha”; pero es importante tener presente que es sobre todas las cosas fruto del hábito, ¿Por qué iban a tener una actitud institucional más responsable y colaborativa justo ahora?

Los fanáticos ofrecen el discurso que hace falta para terminar de decorar el atropello como acto patriótico: antes de que llegue “el enemigo”, que se ha hecho del poder porque engañó al pueblo, con sus medios dominantes, sus profetas mentirosos y sus poderes externos que han acorralado al gobierno popular, este tiene no solo el derecho sino la obligación de hacerle lo más difícil posible su tarea.

En su última aparición pública, Crisitina dio vuelta las cosas, también como hace siempre: “No les voy a hacer lo mismo que me hicieron a mí en 2010, cuando me dejaron sin presupuesto”, advirtió.

Recordemos que en 2010 fue ella la que no quiso reconocer legitimidad a los que habían ganado las elecciones del año anterior y reclamaban negociar en el Congreso el presupuesto nacional.

Y ahora hace exactamente lo mismo: se apresura a aprobar el presupuesto del año próximo con sus exclusivos votos y todo un enorme paquete de medidas anexas para hacerlo aún más inaplicable de lo que ya es, desconociendo la voz de las urnas.

Es por lo menos curioso un “gobierno nacional y popular” que se desentiende de la salud de la nación y de la opinión de las mayorías para hacerles la vida imposible a sus adversarios.

Pero el kirchnerismo además de incorregible ha sido siempre una facción muy poco consecuente con sus propios lemas. Porque ellos no se sostienen en evidencias concretas ni para los fanáticos ni para los simuladores: los primeros no creen en que haya ninguna prueba imaginable en contrario, los segundos saben que abundan y que necesitan ignorarlas.

El problema no son de todos modos ni los fanáticos ni los simuladores. Son los que están en el medio. Ese montón de funcionarios y representantes peronistas que han acompañado doce años de esta forma de gobernar. Y los intelectuales que les han dado letra y argumentos.El nuevo oficialismo está esforzándose en disuadirlos deseguir en el barco K.

Olvidó la lavada de platos de Barañao en contra del gobierno que ahora compartirá. Olvidó la campaña del miedo de Scioli para mostrar que es posible una transición colaborativa. Y deberá olvidar montañas de agresiones de intelectuales, artistas y académicos. Hay quienes recomiendan no ser tan olvidadizos, “hacerles pagar el costo de lo que han hecho”.

En el caso de actos ilegales eso es sin duda razonable. Y es lo que cabe para gente como Vanoli, Sabbatella y Gils Carbó. Pero nunca es buena idea combatir las malas ideas por intermedio de las personas que circunstancialmente las han abrazado.

Fuente: TN (Buenos Aires, Argentina)