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13.05.14

Sueños de continuidad: Randazzo, Scioli, ¿o Macri?

(TN) ¿Qué candidato presidencial y qué futuro presidente le garantiza al kirchnerismo retener más cargos y puede protagonizar un gobierno más débil y gris, con menor capacidad para disputarle sus apoyos, y al que sea por tanto más fácil a su vez suceder?
Por Marcos Novaro

(TN) Que a los kirchneristas les encantan las analogías históricas es algo que ya han probado infinidad de veces: siempre están comparándose con el primer peronismo y las épocas de gloria de la izquierda nacional y popular, y comparando las situaciones que enfrentan con las que ellos en algún momento tuvieron delante.

De allí que en los últimos tiempos, en que se están viendo obligados a pensar cada vez más cómo será la política cuando ya no disfruten de un control directo y total del Estado, se entusiasmen con una frase que los presenta, como en los años sesenta y principios de los setenta se pensaba al peronismo, como el “hecho maldito del país burgués”: un actor que por sus fuertes raíces en los sectores populares y su fuerte identidad política, resulta imposible de absorber por las demás fuerzas y es capaz de desafiar a cualquier fórmula de gobierno que pretenda excluirlo. ¿Tiene algún asidero esta analogía?

Cristina Kirchner al menos así parece creerlo y ha planteado una apuesta para demostrarlo: resistir durante el próximo mandato asegurándose de que quien lo suceda sea lo más débil posible y conservando la mayor cuota de poder electoral e institucional que pueda, para volver con todas las pilas en 2019.

Wado de Pedro, el preclaro referente de La Cámpora, lo planteó con todas las letras: no será el 2015 un turno para jugarlo todo, hay que dejar que pase y que el péndulo que supuestamente signa la política nacional vuelva a moverse en favor del “proyecto”.

¿Qué significa en concreto este repliegue táctico y a través de qué fórmula puede ejecutarse?

En los detalles, dicen, se esconde el diablo. Y lo que ellos revelan ya a primera vista es una diferencia notable con el antecedente supuestamente glorioso en que el kirchnerismo se referencia: aquel “hecho maldito” inabsorbible no necesitaba encaramarse al estado para sobrevivir y podía confiar en que sus bases sociales no se dispersarían detrás de otras alternativas, pero el kirchnerismo del ocaso no puede imitarlo en ninguno de estos aspectos.

Se le plantea entonces un doble dilema: ¿qué candidato presidencial y qué futuro presidente le garantiza retener más cargos y puede protagonizar un gobierno más débil y gris, con menor capacidad para disputarle sus apoyos, y al que sea por tanto más fácil a su vez suceder?

Las respuestas oficiales a esta pregunta varían, pero todas llevan la misma marca: como en otras ocasiones, el oficialismo se resigna sin resignarse realmente, sigue trabajando con la expectativa de satisfacer una descomunal ambición, sólo que como la distancia entre lo que pretende y lo que realmente puede asegurar es cada vez más amplia, los pasos que da están más poblados de especulaciones y cambios imprevistos.

El ajuste basado en la caída del salario real y la búsqueda de refugio en la conducción nacional del PJ son dos muestras acabadas de ello, responden a necesidades de coyuntura, que se verá si se pueden empalmar con la apuesta de largo plazo, que el liderazgo de CFK llegue lo más indemne posible a 2015 y con él los respaldos electorales a sus candidatos.

Siendo estos inevitablemente minoritarios, lo que más desea es que también lo sean los de los demás. Para ello el kirchnerismo tiene tres alternativas a la mano, que pueden ser en alguna medida combinables:  apoyar a un candidato propio, que hoy por hoy podría ser Florencio Randazzo, apoyar a Daniel Scioli, o no apoyar mucho a ninguno y promover más o menos disimuladamente un triunfo de Mauricio Macri.

Son alternativas combinables porque podría en público optar por cualquiera de las dos primeras, o hasta por un mix de las dos, para colocar en las listas de esos presidenciables peronistas el mayor número posible de candidatos propios, y al mismo tiempo promover una polarización con el PRO, que catapulte al actual jefe de gobierno a protagonizar un gobierno de minoría. Que en verdad, no se diferenciaría mucho de un gobierno de Scioli: también él encabezaría un gobierno minoritario, porque el kirchnerismo se va a asegurar de que carezca de mayoría partidaria y legislativa leal y difícilmente esté dispuesto a integrar su gabinete y colaborar con su gestión.

Algo a lo que el exmotonauta se ha resignado como precondición de su proyecto: a todos les ofrece comprar acciones de una empresa cuyo mayor atractivo vendría a ser que carecerá de un liderazgo fuerte, o al menos así se la quiere vender a los jefes territoriales y sindicales, ante quienes  agita el temor de reproducir la dependencia que tenían con Néstor Kirchner en caso de que se inclinen por Sergio Massa. Aunque lo que para algunos de esos dirigentes es garantía de influencia y autonomía, para otros puede resultar la receta segura para el fracaso.

Pero dejemos de lado de momento los planes de Scioli y volvamos a los de Cristina. ¿Qué chances tienen las variantes de continuidad que se propone? Coronar las tres administraciones k con un nuevo gobierno propio es prácticamente imposible y lo sabe.

Si decidiera apoyar a Randazzo no sería por esperar que una hasta aquí poco visible mejora del servicio de trenes vaya a alcanzar para disparar una vuelta de campana en las intenciones de voto, sino porque le permitiría mantener su distancia con Scioli hasta el final y ayudar a éste a retener apoyos que de otro modo podrían irse con Massa, al mismo tiempo que ubica más candidatos expectables en las listas de diputados y senadores, que entrarían por la minoría tanto como por la mayoría en las PASO.

Si el ministro en cambio pudiera ganar las PASO, algo hoy casi imposible, pero imaginemos que sucediera si se da una mejora de la situación económica y un simultáneo deterioro de la imagen de Scioli, el efecto podría ser el inverso: muchos de los que hoy rodean al gobernador migrarían al massismo, y el plan general se echaría a perder, porque la polarización se daría con el FR y terminaría jugándole en contra al oficialismo en la primera vuelta presidencial.

La apuesta es entonces que Randazzo o cualquier otro crezca, pero no tanto, y no hacer de su disputa con Scioli una batalla a muerte. ¿Mejora eso las chances del sciolismo, y le permitirá ofrecer el grado de continuidad del proyecto kirchnerista que necesita, seductor a la vez para los oficialistas y para los que quieren algunos cambios?

Supongamos que atraviesa medianamente bien las PASO, y que logra remover las resistencias del núcleo duro k sin espantar al hacerlo a los peronistas moderados y los independientes. Podría en ese caso superar el 30% de los votos y anotarse para una segunda vuelta. Que hoy por hoy casi inevitablemente perdería con cualquiera que enfrente: Scioli sólo podría ganarle a Macri o incluso a un candidato del FAU si absorbiera por completo al FR, el crecimiento reapareciera mágicamente, o todo lo contrario, hubiera temor a la ingobernabilidad que los no peronistas no pudieran calmar, y esas posibilidades el propio gobierno las está aventándolo con su giro pragmático de los últimos meses.

Este problema obviamente a los estrategas de Olivos no se les escapa. De allí que la cuestión a controlar para ellos sea quién es el otro que entra a un ballotage con el bonaerense. Y lo peor que puede pasarle al kirchnerismo, claro, es que ese otro sea Massa.

Macri es la mejor carta para evitarlo, arrastraría consigo a los peronistas disidentes de centroderecha que hoy están en el FR, pero no al sindicalismo; encabezaría una coalición fundamentalmente metropolitana, con escasa presencia en el interior, con lo cual lo esencial del electorado peronista no se vería afectado por su posible triunfo, algo parecido a lo que sucedió con la Alianza en 1999; y permitiría realizar el sueño de una competencia entre centroderecha y centroizquierda, forzando en el futuro un realineamiento del progresismo hoy antikirchnerista detrás de Cristina.

Hay de todos modos unos cuantos obstáculos difíciles de remover para que estas elucubraciones funcionen.

En primer lugar, en 2015 se renovarán los legisladores electos en 2011 cuando el oficialismo hizo una excelente elección, por lo que el número de bancas que perderá será en cualquier caso importante. Así, aun haciendo una elección decente, su peso institucional puede disminuir bastante más que en 2013, cuando se renovó la magra cosecha de 2009.

En segundo lugar, salvo los pocos legisladores y algunos intendentes muy comprometidos y que militan en unidos y organizados, la gran mayoría de los integrantes del FPV-PJ ya tienden a mostrarse más bien colaborativos con otros candidatos y sectores peronistas.

Así lo hicieron en el pasado, y así lo recomienda hacer la propia historia kirchnerista, hecha de exitosas conversiones justificadas por las conveniencias del momento.

El giro a la moderación tanto en la gestión económica como en la relación con el partido alimenta encima esta inclinación. Que indica finalmente que el kirchnerismo pudo practicar un método peculiar y bastante radical de ejercicio del poder, pero en cuanto a sus fines, no difirió demasiado de los que han sido habituales de todo el peronismo.

Cuando los camporistas reclaman en estos días lealtad con la causa de la jefa no pueden evitar dejarlo a la luz: a la hora de enumerar eso que debe ser velado casi como si se tratara de la verdad revelada, no pueden mencionar mucho más que la AUH, la estatización de YPF y alguna que otra cuestión bastante menor o muy consensuada en la política argentina.

Tanto esfuerzo militante y tantas batallas a muerte para terminar defendiendo a capa y espada cosas que nadie o casi nadie propone cambiar resulta demasiada contradicción aún para una dirigencia acostumbrada a las contradicciones de todo tipo.

Por último, el kirchnerismo debe asegurarse de que quien lo reemplace no haga un mejor papel que el que él dejará grabado en la memoria colectiva, algo parecido a lo que sucedió con el recuerdo de los “días más felices” del primer peronismo; pero tal vez no tenga tanta suerte esta vez con la poca fortuna del país.

Fuente: TN (Buenos Aires, Argentina)