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27.07.18

Quedarse con el fondo

(El Líbero) A menos que los miembros del gabinete comiencen también a preocuparse de las formas, las posibilidades de que la derecha chilena gane dos elecciones presidenciales consecutivas comenzarán a desvanecerse.
Por Patricio Navia

(El Líbero) En política, la forma es parte del fondo. Cuando un gobierno tropieza por errores no forzados de sus ministros y cuando sus logros —desempeño económico, creación de empleos y reformas que solucionan problemas— son opacados por las polémicas producidas por los dichos desafortunados de sus rostros más emblemáticos, por más que  insista en que el vuelo avanza sin contratiempos, los pasajeros se empiezan a poner nerviosos porque creen que la tripulación no sabe hacer su trabajo y que eso pone en riesgo la feliz llegada al destino prometido.

No hay mejor indicador del éxito de un gobierno que el resultado de la próxima elección. Si la gente opta por mantener a la misma coalición en el poder, el gobierno logra proyectarse y guiar al país en la misma hoja de ruta. En cambio, cuando la gente castiga a los que están gobernando y vota para que la oposición tome el control, resulta difícil argumentar que el gobierno fue exitoso.

Es verdad que la democracia también supone alternancia. Un país donde siempre ganan los mismos alimenta sospechas sobre qué tan bien funciona. O bien porque las elecciones no son competitivas o porque la oposición es particularmente incapaz de representar las demandas de la gente, las democracias sin alternancia en el poder no son admirables. En Chile, después de 20 años de gobiernos de la Concertación, llevamos tres elecciones consecutivas en que la gente ha votado por alternancia en el poder. Aunque sus simpatizantes aleguen lo contrario —y apunten a los logros conseguidos en esos periodos— tanto el primer gobierno de Piñera como ambas administraciones de Bachelet terminaron con incuestionables derrotas electorales para sus coaliciones. La gente dijo “no va más”, y optó por elegir a la oposición del momento para que volviera al poder.

La segunda administración de Piñera tiene la posibilidad de demostrar que los chilenos valoran la hoja de ruta y quieren la continuidad de Chile Vamos. Para lograrlo, el gobierno deberá avanzar sólidamente por el sendero del crecimiento económico, la creación de empleos, la expansión de oportunidades y la reducción en la delincuencia. Pero no bastará con eso. Ya en el periodo anterior, Piñera logró sus objetivos de más desarrollo económico y disminución de la pobreza, y la gente igual castigó a la derecha en las urnas al final del mandato. Para evitar que ocurra lo mismo en las elecciones municipales y regionales de 2020 y en las presidenciales y parlamentarias de 2021, el gobierno de Chile Vamos deberá aprender las lecciones.

Uno de los principales errores del primer gobierno de Piñera es que la gente percibió que el crecimiento no llegaba a todos y que los ricos se beneficiaron mucho más que los pobres. Más allá de los datos duros —que desmienten esa percepción—, la creencia de que Piñera gobernó para los que más tienen llevó a una dura derrota de la derecha en 2013.

En los pocos meses de este gobierno, varios errores no forzados de altos funcionarios han alimentado la percepción de que Piñera II está formado por un grupo homogéneo de la elite económica que no entiende ni comparte la realidad, sueños y temores de la gran mayoría de los chilenos. Las recientes declaraciones de los ministros de Educación, Economía y Salud confirman la sensación de que los que forman el gobierno viven una realidad demasiado diferente a la de la mayoría del país.

Porque los gobiernos que privilegian el despotismo ilustrado siempre terminan fracasando en democracia, la administración del Presidente Piñera debiera aceptar que, en política, la forma es parte del fondo. Es más, precisamente porque la forma desvía la atención de la gente y nubla el fondo, a menos que los miembros del gabinete comiencen también a preocuparse de las formas, las posibilidades de que la derecha chilena gane dos elecciones presidenciales consecutivas comenzarán a desvanecerse.

La buena noticia es que este gobierno está recién comenzando y, por lo tanto, hay suficiente tiempo para corregir los errores. Pero si el gobierno no da señales claras de que sus autoridades entienden, comparten y representan los sueños y aspiraciones de los chilenos, entonces comenzarán a aumentar las voces que abogan por el retorno de la Nueva Mayoría al poder. Después de todo, los errores de forma nos recuerdan que, en democracia, no hay nada más de fondo que la percepción de que el gobierno no está en sintonía con los sueños y aspiraciones de la gente.

Fuente: El Líbero (Santiago, Chile)