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23.06.18

Sampaoli condensa, con sus gestos, todo lo que un líder no debe transmitir

(La Nación) Quizá Sampaoli y la AFA sean una metáfora de nuestra aversión nacional a la planificación, de nuestra ilógicamente optimista pulsión de vida que nos juega una mala pasada y nos entrampa, haciéndonos creer que podrá contra cualquier pulsión de muerte o contra cualquier trabajo colectivo pensado y articulado.
Por Nicolás José Isola

(La Nación) PARÍS.- El jueves todos vimos a un hombre que daba vueltas enjaulado (sin jaula), aprisionado por su traje color negro y por una responsabilidad que lo encarcelaba. Eléctrico, como un animal acorralado, quería huir, iba y venía mucho más dentro de sí que sobre el lateral del campo de juego.

Desde el primer minuto, Sampaoli condensaba con sus gestos todo lo que un líder no debe transmitir: impaciencia y ansiedad. Había mucha más voluntad en ese rostro que inteligencia, que racionalidad, que ideas a desarrollar (no por nada su reciente libro se llama "Mis latidos").

Al hombre que dijo clarito que odia la planificación, el jueves parecía que se le habían quemado todos los papeles. En 13 partidos no repitió una formación. El random hiperquinético de quien busca desesperado la fórmula de la felicidad.

La furia de esa voluntad herida por un gol inexplicable se condensó en el minuto 70 en un insulto hacia un jugador de Croacia. No una sino cuatro veces le dijo "cagón", quizás como una catarsis de sus propias meditaciones cartesianas.

¿Raro? Para nada. En diciembre del año pasado, luego de infringir la ley, le había dicho a un policía: "Me haces caminar dos cuadras, boludo. Cobrás 100 pesos por mes, gil". Menos códigos que un estéreo robado.

No es difícil darse cuenta que es un gran drama cuando aquel que tiene que aportar la mesura de la ejecución de la táctica, trae la calentura condensada en la violencia verbal.

Pero nadie puede sorprenderse, él mismo ha dicho: si predomina la frialdad en el fútbol "voy a estar afuera. No me siento parte. Intentaré pelearla desde adentro". Una sutil apología de la irascibilidad.

En cuanto a calores, esas sombras de jugadores que vimos sobre la grama transmitían la frialdad de un témpano. Ayer, la Quiniela de Purmamarca tuvo más juego que nosotros. El DT, al costado, transpiró más que muchos de ellos. Paradojas de un médico precarizado que no tiene herramientas para resucitar al paciente.

Sampaoli tiene tatuada en su piel la frase de una canción de Callejeros: "no escucho y sigo, porque mucho de lo que está prohibido me hace feliz".

Quizá Sampaoli y la AFA sean una metáfora de nuestra aversión nacional a la planificación, de nuestra ilógicamente optimista pulsión de vida que nos juega una mala pasada y nos entrampa, haciéndonos creer que podrá contra cualquier pulsión de muerte o contra cualquier trabajo colectivo pensado y articulado.

Es extraño. Tal vez se deba a que nunca leyeron a los filósofos clásicos que, hace miles de siglos ya, nos sugirieron que la voluntas no ciegue al intellectus.

"No escucho y sigo", todo un síntoma de una voluntad furiosa y romántica, del "vos no me vas a venir a decir a mí lo que tengo que hacer", tan argento.

Así estamos, señoras y señores. Con dos pies afuera y uno adentro. No es por casualidad que llegamos a estar perdidos. Fue un largo camino sin mapas.

Fuente: La Nación (Buenos Aires, Argentina)