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04.04.18

Canje de pasajes: Lilita Carrió se disculpó con Mauricio Macri pero la pelea por la plata sigue

(TN) No se trata simplemente de pedirse disculpas unos a otros. El tema es más complicado y va a exigir que se pongan de acuerdo sobre lo que quiere hacer el oficialismo con el financiamiento de la política.
Por Marcos Novaro

(TN) Fue una Semana Santa de escándalos y varios tuvieron ya que disculparse por los que provocaron. Nacho Viale hizo su mea culpa y lo que sorprendió aún más fue que también hizo el suyo Elisa Carrió, raro en ella. Es que realmente se la había ido la mano al dar a entender que Mauricio Macri nunca había hecho política decentemente y por eso se había tirado contra el canje de pasajes en el Congreso: según la líder de la Coalición Cívica, usar esos pasajes para hacer política, canjeándolos por plata o no, debería considerarse una fuente legítima de recursos para quienes no tienen otro modo de financiar su acción política, por no ser ricos ni recibir dinero de empresas.

También Carrió había dado a entender que jamás en su vida Macri habia dependido del presupuesto público para moverse por ser un nene bien que siempre viajó en helicóptero o avión privado, pero de eso no se sabe si se arrepintió.

El argumento de Carrió es cualquier cosa menos novedoso: siempre ha habido quienes piensan que el Estado tiene que financiar totalmente la actividad política de los partidos y candidatos, y la corrupción es resultado que no lo hace o lo hace a medias; pone poca plata y parte de la que pone obliga a los dirigentes a hacer malabares no muy prolijos, como por ejemplo cambiar pasajes para redondear sueldos, o para pagar carteles o lo que sea. La solución es que los ingresos de los legisladores y funcionarios sean más altos, haya más dinero público para hacer campañas, sin vueltas, y se prohíba que los ricos y amigos de empresarios usen recursos privados, que son generadores tanto de desigualdad en la competencia como de la verdadera corrupción.

Con esta idea en mente, fue que varios legisladores oficialistas y opositores, entre ellos Pablo Tonelli del PRO y Luis Naidenoff de la UCR, reclamaron no se denigre al Parlamento por este tema, abonando argumentos antipolíticos y oportunistas (las referencias explícitas al Ejecutivo y al propio presidente no estuvieron ausentes) y se blanquee la situación: o se suben las dietas de los legisladores, o se asigna un monto por viáticos de uso discrecional, en suma, se les permite hacer en forma transparente lo que ahora se hace medio a escondidas.

Tal vez la solución propuesta sea razonable, pero no lo es del todo el argumento con que se justifica. El uso de presupuesto público para fines que no son los que están pautados por la reglas no se puede considerar algo justificado simplemente porque hay alternativas peores. ¿Es un modo menos grave de malversar recursos que quedarse con el 15% de una licitación? Claro, pero también es un vicio que hay que combatir. Y lo cierto es que es un vicio muy extendido, porque no sólo se practica con los pasajes sino con infinidad de instrumentos: los asesores legislativos que en realidad son militantes partidarios y ni pisan el Congreso, las pensiones graciables que supuestamente son para atender casos de necesidad en forma puntual y directa y también se usan para rentar militantes, las cuotas de aporte obligatorio que se sacan de esos ingresos para financiar campañas, etc.

Por otro lado, es discutible que sea más conveniente financiar la política con fondos públicos, de este o cualquier otro tipo, que hacerlo con fondos privados. Si estos son transparentes y controlados, ¿por qué va a ser mejor que los partidos dependan del Estado a que dependan de actores de la sociedad, sean empresas, sindicatos o particulares?, ¿no sería más razonable reclamarle a los partidos y candidatos que se abstengan de usar la plata de todos, que debe servir para financiar bienes públicos, y solventen los gastos de promover sus proyectos políticos, que interesan solo a una parte de los ciudadanos, con el aporte de esos ciudadanos?

Sobre este punto hay diferencias profundas de criterio en Cambiemos: buena parte del radicalismo y Carrió creen que el “privatismo” es malo y hay que “estatizar” más de lo que ya en su momento estatizó el kirchnerismo; mientras que en el PRO y en particular en el Ejecutivo piensan lo opuesto, no es posible desterrar el financiamiento privado, así que la única opción razonable es transparentarlo, y en cambio el financiamiento público puede limitarse o directamente suprimirse, y sobre todo se puede y debe combatir su uso espurio porque es, si no la peor, sí la puerta de entrada para las peores formas de la corrupción. Se empieza canjeando pasajes y se termina metiendo la mano en la lata de las licitaciones, así funciona la “vieja política” que Cambiemos vino a desterrar.

Como se ve, no se trata simplemente de pedirse disculpas unos a otros. El tema es más complicado y va a exigir que se pongan de acuerdo sobre lo que quiere hacer el oficialismo con el financiamiento de la política. Un verdadero misterio cómo lo resolverán. Aunque seguro que la solución será gradualista.

Fuente: TN (Buenos Aires, Argentina)