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11.02.18

Mauricio Macri, tentado de hacer populismo de derecha

(TN) Cuando el malhumor social crece, los gobiernos tratan de canalizarlo contra algún chivo expiatorio. Se percibe una deriva populista que contamina la política de justicia y seguridad.
Por Marcos Novaro

(TN) Cuando el malhumor social crece, los gobiernos suelen tratar de canalizarlo contra algún chivo expiatorio. Los inmigrantes vagos o mafiosos, el imperialismo, los periodistas mentirosos; elegirán el que más les guste según las circunstancias o su ideología. Hacerlo entra dentro de la categoría de populismo, y cuando se practica contra algún grupo social subordinado o desfavorecido de la sociedad, es de derecha.

Recurrir a algo de esto puede que esté germinando en las cabecitas de nuestros gobernantes, un poco asustados ante la evolución de las encuestas en los últimos dos o tres meses, y por las malas noticias que se siguen multiplicando en materia económica. No todas fruto de la voluntad oficial y por tanto tampoco al alcance de una posible revisión de su parte: el dólar sube y las tasas internacionales también, así que frenar la inflación va a llevar todavía más tiempo, y mientras tanto habrá que acelerar el ajuste del gasto para bajar el ritmo de endeudamiento en el menor tiempo posible. Como si fuera poco la sequía complicará aún más la balanza comercial y uno de los pocos motores genuinos que empujan para adelante la economía; faltaría que Messi se esguince un tobillo para que el pánico se desate.

Por suerte hay todavía algunas buenas noticias para compensar dentro del Gobierno: la economía sigue creciendo, la protesta social, mientras la encabece Moyano, no tiene muchas chances de escalar, y la oposición sigue dispersa. Pero bastó con el combo de mala onda de diciembre y enero para que Macri diera una probadita a la tentadora receta populista. Y con eso se desató la moda de celebrar la mano dura en materia de seguridad.

Como suele pasar con estas cosas, una vez abierta la puerta, el populismo se alimenta de sí mismo: como los remedios que ofrece son más bien pobres y generan nuevos problemas antes que soluciones, hacen falta dosis crecientes de la medicina si uno no quiere reconocer el error y que no debió nunca meterse por este camino.

Así sucedió ya con el caso Chocobar: como no iban a quedar muy bien si reconocían que no habían visto el video de cómo y cuándo el policía disparó sobre el asaltante de La Boca, Peña y Bullrich dieron a entender que no les importaba. Es decir, que preferían que los tomaran por brutales derechistas antes que por improvisados.

En los últimos días se sumaron varias más de estas escaladas involuntarias, o semi voluntarias. Pasos adelante en una deriva populista que va contaminando la política de justicia y seguridad, pervierte los roles que la Constitución establece cada uno debe cumplir, y no se sabe muy bien dónde va a terminar.

El fiscal de la causa contra Chocobar, Ricardo Sáenz, en vez de llevar la parte acusatoria se plegó a la defensa y pidió el sobreseimiento. Y encima lo hizo por twitter con un argumento más político que jurídico y ajustado a las evidencias disponibles en el caso: "El delincuente elige poner su vida en riesgo y el policía tiene la obligación de defender a los ciudadanos. Salgamos del laberinto de dejar salir a delincuentes peligrosos y cargar sobre los policías que dan su vida para protegernos". Si quiso quedar bien con Macri tal vez con esa fraseología ahora de moda lo consiguió, pero parece que los jueces de la cámara del crimen alguna incomodidad sintieron ante su militantismo porque decidieron no considerar su alegato.

Mientras tanto un conato de rebelión se desató en la comisión de expertos que está elaborando en el Ministerio de Justicia una propuesta de reforma del Código Penal: para varios de sus integrantes las ideas que impulsa Patricia Bullrich, y que parece avalar el presidente, respecto al uso de la fuerza por parte de uniformados no serían ni remotamente aceptables. Si esta es la tesitura que ahora se va a ir imponiendo, ¿renunciarán?. Fueron convocados en una época en que también en este terreno se hablaba de moderación y prudencia, varios de ellos son progresistas que no comparten las tesis del garantismo zaffaroniano pero tampoco las de la mano dura. Por ahora, lo seguro es que se instaló un germen de tensión y desconfianza, nada que ayude a un buen entendimiento.

Por último, y de nuevo a través de Bullrich, el gobierno logró hasta pelearse con los pocos que en las ONGs de derechos humanos venían tratando de ayudarlo.

Tras el paso de la ministra por Washington para firmar acuerdos con el FBI, en ocasión de los cuales volvió a hablar muy entusiastamente del cambio de doctrina a favor de “cuidar a quienes nos cuidan”, se cruzó mal con el responsable para América de Human Rights Watch, el chileno José Miguel Vivanco, que hace poco criticó duramente a Zaffaroni por sus burradas destituyentes, y objetó también a la CIDH por la politización de sus intervenciones tanto contra el gobierno argentino como en otros casos.

Nada de eso convenció a Bullrich de moderarse en su inclinación a usar argumentos descalificatorios. Cuando Vivanco osó decir que el mensaje que ella estaba difundiendo podía entenderse como “darle carta blanca a las fuerzas de seguridad para cometer abusos” lo emparentó con el garantismo bobo y directamente lo sumó a la bolsa de culpables del auge del delito: "Tiene una mirada que en la Argentina nos ha costado un aumento de la violencia, el aumento de tasas de homicidio". Con lo que escaló en más de un sentido la deriva populista.

Si los culpables de los males que padecemos son no solo los delincuentes, los imperialistas o los vagos si no también los que opinan diferente que nosotros sobre cómo tratar a los delincuentes, los imperialistas y los vagos, entonces ingresamos ya en una fase superior de populismo, mucho más virulenta. Más o menos como cuando Néstor y Cristina Kirchner empezaron a hacer lo mismo con quienes no compartían sus puntos de vista.

¿Será que en el actual gobierno no se dan cuenta de la trampa en que están cayendo porque también la tentación de acallar las críticas viene creciendo? ¿Hace cuánto que no reconocen un error y revisan decisiones tomadas tal vez demasiado al calor de los hechos?

Fuente: TN (Buenos Aires, Argentina)