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20.05.17

Brasil y México: con o sin periodistas

Luis Almagro opinó que el asesinato en México del periodista Javier Valdez ocurrió para imponer miedo. Por su parte, el papel de la prensa ha sido y es clave para que Brasil no se des institucionalice.
Por Hugo Machín Fajardo

La diferencia entre lo que puede preservar la democracia o desvirtuar un país hasta ser un Narcoestado, es el periodismo y eso puede constatarse hoy en los casos de Brasil y México.

México es el tercer país donde más periodistas son asesinados en el mundo luego de Siria y Afganistán. En lo que va del siglo XXI son 126 los colegas asesinados. El octavo en 2017 fue Javier Valdez, corresponsal de La Jornada de México, acribillado a las 12 del lunes 15 de mayo, en Culiacán, capital del estado de Sinaloa, en el nordeste mexicano.

Brasil cuenta con poderosos medios de comunicación que seguramente pueden ser objeto de crítica -y la misma debe ejercitarse como perfeccionamiento de la labor periodística- pero es inobjetable que esos medios han sido y son determinantes para que la ciudadanía conozca la corrupción desatada en el presente siglo y para que la justicia actúe en consecuencia. Corrupción que involucra a sucesivos gobiernos del PT de Lula, alcanza a otros partidos políticos brasileños y que el miércoles 17 de mayo evidenció un dato que se veía venir desde junio del año pasado cuando la Fiscalía pidió la prisión de cuatro dirigentes del Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB), entre ellos el ex mandatario José Sarney.

La prensa brasileña reveló en mitad de semana que el actual presidente Michel Temer, subrogante de la destituida Dilma Rousseff con quien conformó la fórmula presidencial de 2011, avaló el soborno del ex presidente de la Cámara de Diputados, Eduardo Cunha, hoy en prisión.

El escritor y periodista mexicano Diego Enrique Osorno sostiene que la palabra “narcotraficante” de tan manoseada que está no quiere decir nada. Porque atribuirle al narcotráfico las muertes de periodistas mexicanos es una excusa. Es un sistema en el que el llamado crimen organizado cumple una fase. Como el rol que les cabe a los bancos en lavar el dinero procedente de la conjunción mafia-Estado. Sistema que integra obviamente la ciudadanía adicta de los EEUU. Los estadounidenses "debemos de aceptar" que tenemos un problema de adicción a narcóticos, admitió el secretario de Estado Rex Tillerson al condolerse por el asesinato de Valdez.

Por eso cuando el presidente Enrique Peña Nieto- probadamente corrupto como lo reveló el equipo de la periodista mexicana Carmen Aristegui al demostrar que había recibido como regalo de un contratista una mansión valuada en siete millones de dólares– pidió un minuto de silencio durante un acto realizado en el Palacio Nacional, los periodistas mexicanos respondieron con un solo grito: “¡No al silencio!”.

No le creen a quien en lo que va de su gobierno lleva 36 periodistas asesinados y sigue prometiendo fiscalías especiales para investigaciones que quedan en la nada: en los últimos siete años de 798 investigaciones criminales, solamente dos obtuvieron sentencias condenatorias.

De los 538 mexicanos que tienen un esquema de protección estatal, 196 son periodistas en un país que fue el segundo más violento del mundo en 2016, detrás de Siria, según el informe del Instituto Internacional para Estudios Estratégicos o (IISS) con sede en Londres. Registró 23.000 muertes, el 58. 9% de las 39 mil muertes ocurridas en Latinoamérica el año pasado.

Brasil inicia un nuevo o tramo de su profunda crisis política en la que el impeachment contra Temer puede ser una primera etapa y un llamado a nuevas elecciones, la segunda. El papel de la prensa ha sido y es clave para que el gigante latinoamericano no se des institucionalice. “Prefiero una prensa sin gobierno que un gobierno sin prensa”, dijo Thomas Jefferson hace más de 200 años y es aplicable al futuro inmediato que pueda transitar Brasil. No así a México donde el exterminio sistemático de periodistas contribuye a deslizar al país hacia el Estado fallido.

Coda: el secretario general de la OEA, Luis Almagro, opinó que el asesinato de Valdez ocurrió para imponer miedo. Es mucho más profundo el drama mexicano y amerita que la OEA lo aborde con seriedad. En definitiva México y Brasil son espejos en los que Latinoamérica se mira.